Por: Francisco Peregil | 25 de marzo de 2013
El peronismo, como el amor, sigue acumulando definiciones que no
terminan de definirlo. Una de las más consabidas sostiene que es un
sentimiento. El peronista Carlos
Saúl Menen, en una línea algo menos romántica, siempre dijo que
no es ni una doctrina ni un programa económico, sino una forma de gobernar. El
latinoamericanista de Estados Unidos Nicolas
Shumway explica
que el genio de Perón no fue su originalidad sino “su
capacidad de tomar ideas de varios movimientos y convertirlos en herramientas
para mantenerse en el poder”. Y añade:
Para mantenerse en el poder no hay que preocuparse demasiado
por las inconsistencias y contradicciones. Es útil y permisible toda
herramienta retórica, ideológica o práctica aunque resulten incompatibles entre
sí. Lo mismo la institucionalidad: si resulta útil hay que defenderla. Si no,
que se busquen formas para hacer las cosas de otra manera.
Lo que traducido a un lenguaje menos académico viene a decir que
para mantenerse en el poder hay que ser un gran chaquetero; o sea, cambiar de principios con tanto
vértigo como descaro. En ese sentido, la cintura política de algunos poderosos
peronistas -mucho más flexible y rápida que la de Messi, Maradona y Groucho
Marx juntos- nunca decepcionará. Que Cristina Fernández y Néstor
Kirchner apoyaran en 1993 la privatización parcial de YPF y en 1999 la venta de
YPF a Repsol no es
óbice para que el año pasado Fernández decretase su expropiación y encima
dijera que ése había sido el sueño de Néstor. Que Fernández y sus ministros
critiquen a cada momento la década liberal de Menem (1989-1999) tampoco es
ninguna cortapisa para que Menem apoye hoy con su voto de senador las políticas
de Fernández. Ni le extraña a Menem ni a Fernández.
Y sin embargo… estos días estamos presenciando una operación de
contorsión ideológica que resulta insólita incluso en los anales del peronismo.
Los esfuerzos de Fernández para borrar sus años de discordia, desprecio y
ninguneo hacia Jorge Mario Bergoglio podrían estudiarse en cualquier
universidad de Ciencias Políticas. Por si alguien se animase, incorporamos un
breve manual de uso para cualquier estudiante. Se trata solo de los primeros
pasos dentro de un corrimiento tectónico que a buen seguro aportará en breve
más lecciones de pragmatismo sin complejos.
1.- Al enterarse de que un rival político como el
cardenal Bergoglio es nombrado Papa, la presidenta deberá disimular lo
mejor posible que le había denegado más de diez solicitudes de audiencia y que le había retirado de su catedral
porteña la celebración del tedeum. Lo ideal sería acoger el nombramiento desde
el primer instante mostrando grandes dotes de adaptación. Pero entendemos que
el golpe fue demoledor. Así que mientras se asimila, hay que apartarse de
Twitter, que no se nos escape algo de lo que podríamos arrepentirnos toda la
vida. Sólo al cabo de una hora la presidenta deberá difundir en esta red social
un fría carta protocolaria de felicitación.
2.- El mismo día del nombramiento se aprovechará
un discurso público ante miles de militantes para iniciar un tímida maniobra de
acercamiento. Puede servir un acto de anuncio en políticas
sociales en Buenos
Aires. Háblese de la inauguración de dos gasoductos, menciónese a Chávez,
dígase por ejemplo, “y no sé qué otras cosas inauguramos, ayer, porque era
increíble”. Por supuesto, no hay que olvidar jamás la referencia
a él. No al Papa, sino a él, a Néstor Kirchner. Háblese de los
números del plan Argentina Trabaja, del proyecto Ellas Hacen, y hasta del
“cultivo de amaranto”. Y ya al final, casi de pasada dígase:
También hoy es un día –y no puedo dejar de mencionarlo y no quiero
dejar de mencionarlo- histórico. Por primera vez en la historia de la Iglesia,
en los 2.000 años de historia de la Iglesia, va a haber un Papa (silbidos) que pertenece a Latinoamérica…
Y cuando los jóvenes y fieles seguidores de la Cámpora -que aún no
han ejercitado como es debido la cinturita política- comiencen a silbar al
Papa, la presidenta deberá callarlos pero de forma muy sutil. Sin
decirles como tantas veces que dejen de chiflar. Simplemente,
repitiendo hasta cinco veces la misma frase. Por supuesto, en la transcripción oficial del discurso han de aparecer en
mayúscula y entre paréntesis las seis veces en que la presidenta cosechó
(APLAUSOS). Pero nunca se mostrarán las repeticiones ni los silbidos que tuvo
que aplacar. O sea,jamás
debe aparecer esto:
…Y que le deseamos (silbidos)… Y que le deseamos (silbidos)…
Y que le deseamos… (silbidos). Y que le deseamos… de corazón (silbidos)…
Que le deseamos de corazón (silbidos) a Francisco I que pueda lograr mayor grado
de confraternidad entre los pueblos, entre las religiones.
Termínese el discurso de 18,4 minutos con estas palabras, sin
concederle demasiada importancia al "hecho histórico", sin haber
mencionado el nombre de Bergoglio, sin decir que es argentino:
Por eso, quiero abrazarlos a todos muy fuertemente, a desearles con mucha fuerza a todos los argentinos, a los 40 millones de argentinos, que estemos muy juntos y que Dios los proteja a todos ustedes y a sus familias.
Muchas gracias y fuerza Argentina, que Argentina trabaja con
dignidad y esperanza.
Muchas gracias. (APLAUSOS)
3.- Mientras los peronistas que aún no se han enterado de que la
contorsión táctica acaba de empezar siguen tuiteando mensajes contra el Papa,
váyase negociando en el Vaticano el almuerzo privado con Francisco, el primer
encuentro del Papa con un jefe de Estado. Después, durante el intercambio de
regalos, muéstrese unaexhibición de fina esgrima peronista:
-Cristina Fernández: Esto es un equipo de mate de los
de Argentina Trabaja, la cooperativa de trabajadores argentinos. Vamos a romper
los papeles porque es de buen augurio.
-El Papa: ¡Qué bonita! ¡Qué buen gusto!
-Fernández: Esto es un termo, el agua y la
yerbera. Mire qué linda esta yerbera de calabacita. Y la azucarera.
Muchos argentinos no llegarán a entender por qué la presidenta le
explica a un compatriota cuáles son las partes de un equipo de mate, y sobre
todo si el compatriota en cuestión tiene 76 años y es un gran bebedor de mate.
Dirán que es como contarle a Messi cómo se lanza una falta. Pero eso será
problema de ellos. Nosotros seguiremos con nuestra exhibición de esgrima:
-El Papa: ¡Qué bonita! Yo lo tomo amargo.
-Fernández (Risas): Por ahí hay alguno que le gusta y
quiere convidarlo. Este es el mate que lo lleva a la boca, tiene una forma
especial. Ahí está el matecito y la bombilla.
-El Papa: Muchas gracias.
-Fernández: No, por favor.
La presidenta le tocará levemente el brazo al tiempo que le
pregunta:
¿Puedo tocar?
Con esa broma ella ha de dejar patente que el Papa sigue siendo
Bergoglio, que no hay tanta distancia, que es el mismo anciano que sospechaba
que estaba siendo espiado por el Gobierno. Pero como Bergoglio también tiene
una gran experiencia en el trato con peronistas, responderá dándole un beso
espontáneo que equivale al abrazo del oso. La presidenta tratará de escurrirse
de ese abrazo y doblará la apuesta:
Nunca un papa me había besado.
El Papa, por su parte, no perderá la ocasión de recordarle que él
sigue siendo el mismo que predicaba contra la pobreza y la corrupción. Y le
regalará un libro con las conclusiones de la Conferencia Episcopal
Latinoamericana (Celam). En realidad será un regalo envenenado,
270 páginas con el mensaje de los obispos que se reunieron en 2007 en la
ciudad brasileña de Aparecida, donde se habló, entre otros males modernos, de
la corrupción y el uso clientelar de los pobres. Pero será imposible que la
presidenta, en ese momento, conozca el alcance del regalo.
Fernández: Ah bien, libros.
El Papa: Esto para que pesque un poco lo que pensamos en este momento
los padres latinoamericanos.
Fernández: Para los discursos..
El verbo pescar tiene resonancias bíblicas, pero al mismo tiempo
es muy del lenguaje coloquial porteño. Por eso es como si el Papa le hubiese
dicho:
Para que usted entienda de una vez en qué consiste eso de
combatir la pobreza.
Pero ya hay que hacer caso omiso a cualquier ataque. Las
elecciones legislativas están a la vuelta de la esquina, en octubre, y no se
puede librar ninguna batalla cuya derrota esté garantizada.
4.- Dos días después del nombramiento las
encuestas ya habrán revelado que el Papa es profeta en su tierra. Así que la
maquinaria deberá ponerse a pleno rendimiento para subirse a la ola papista.
Por si alguien aún no se ha enterado, el filósofo kirchnerista José
Pablo Feinmann deberá
expresarlo claramente en el canal Todo Noticias:
Hay que apropiarse de este Papa antes de que lo haga la derecha.
Mientras tanto, habrá que poblar las calles de carteles donde se
diga que el Papa es peronista.
Y sobre todo, habrá que crear un cartel muy especial al que le
dedicaremos el último apartado.
5.- El cartel debe ser una obra maestra de la
publicidad. Que se ven solo las dos manos del Papa y una de Cristina, junto al
mate que le regaló. Y una leyenda que diga: “Compartimos Esperanzas”.
Solo deben verse las manos. Porque si se les
vieran las caras no sería creíble, la gente terminaría riéndose.
Pero dentro de unos meses, en octubre, cuando hayan pasado las elecciones
legislativas, ya nadie se acordará de que el Papa había denunciado, por
ejemplo, la corrupción que provocó la muerte de 51 personas en el accidente
ferroviario de Once. Solo con repetir todo lo que le deseamos de corazón, o
sea, todo lo que le deseamos de corazón… Los silbidos se convertirán en
aplausos.
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