Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 27 de diciembre de 2013

La vuelta al debate constructivo

Discusión pública


Por Luis Alberto Romero |  Para LA NACION

La Argentina se encamina hacia una crisis. La anuncian la inflación y la agudización de los conflictos sociales; también, la preocupación por la falta de políticas de Estado. Durante una década, esta preocupación se diluyó, aplastada por el discurso triunfalista y el consumo boyante. Hoy en muchos ámbitos comienza a discutirse sobre 2015 y sobre las políticas de largo plazo, los equipos técnicos que las propongan y los consensos que las respalden.
Estas ideas tienen mucho de meritorio y algo de engañoso. Hay una confianza algo excesiva en la capacidad de los equipos técnicos para develar la verdad y guiar a la nación. En otros tiempos tuvimos Planes Quinquenales o Planes Nacionales de Desarrollo, bien hechos, pero que, por algún motivo, no convocaron una voluntad política constante y sostenida. Desde 1976, con la larga agonía del Estado, esos emprendimientos planificadores desaparecieron. La aspiración al consenso, más persistente, resurge alimentada por la feroz polarización política de esta década. La convicción se fundamenta en dos ideas: una naturaleza humana generosa y una sociedad orgánica en la que los conflictos son accidentes o disfunciones que se solucionan con buena voluntad.
En ambas ideas hay algo de razonable. Una sociedad necesita expertos respetados; los nuestros son ignorados y suelen emigrar. Una sociedad necesita querer dialogar y alcanzar acuerdos; es algo que extrañamos en esta última década. Son condiciones necesarias, pero no suficientes, pues en cualquier sociedad hay conflictos, intereses distintos e ideas diferentes que no se saldan sólo con opiniones técnicas o buena voluntad.
Es cierto que en algún punto del camino podemos echar una mirada hacia atrás e imaginar los resultados del presente como el fruto del designio inteligente y la concordia del pasado. Suele hablarse del "proyecto de la Generación del 80", en referencia a uno de esos momentos mágicos del saber técnico y el consenso. Pero la historia es más prosaica.
Tulio Halperin Donghi ha reconstruido, en Proyecto y construcción de una nación , la intrincada génesis de esos consensos entre 1850 y 1880, señalando la distancia entre las intenciones de los actores y los resultados efectivos. Iluminados por la Generación del 37 y su apelación a la unidad y la conciliación, los exiliados del rosismo empezaron a diseñar el proyecto de un país nuevo, cuyas líneas maestras eran la organización institucional, la inmigración y la educación. Pero vivieron discutiendo con encono. En 1847 Alberdi suscitó el repudio general por proponerle a Rosas convertirse en el organizador institucional del nuevo país. Luego de Caseros, le hizo a Urquiza una propuesta similar, más exitosa, pero igualmente cuestionada por Sarmiento y otros. En 1853 Alberdi y Sarmiento polemizaron con dureza acerca de la inmigración, la educación, la autoridad y la democracia. En 1868, celebrando a los colonos de Chivilcoy, Sarmiento y Mitre discreparon, más discretamente, acerca de la inmigración y el desarrollo agrario. Todo esto con el telón de fondo de guerras civiles, que no cesaron hasta 1880.
Al ponerse en práctica los proyectos, comenzaron a terciar los políticos y los técnicos. La discusión se amplió, pero a la vez las propuestas fueron encauzándose en un lecho común. La ley de inmigración de 1876 resumió la experiencia colonizadora, pero, sobre todo, alentó la inmigración masiva, la llegada amplia y no selectiva de mano de obra. Doscientos mil extranjeros llegaron cada año, y la economía creció espectacularmente, pero las dudas y las discusiones no cesaron. Unos se quejaron por la postergación de los criollos. Otros vieron en Buenos Aires una babel anárquica y desorganizada. Entre los inmigrantes habría peligrosos "ácratas", contra quienes se sancionó la ley de residencia. Sobre todo, comenzó a aflorar la inquietante pregunta por la nacionalidad y el "ser nacional". Muchos escribieron en contra de la inmigración y pocos lo hicieron a favor. Pese a todo, la política inmigratoria nunca se modificó demasiado.
Las ideas sobre la educación popular plasmaron inicialmente en la provincia de Buenos Aires antes de que el Congreso sancionara en 1884 la célebre ley nacional 1420. A diferencia de lo que inicialmente imaginó Sarmiento, el empuje no vino de las comunidades locales, sino del Estado: el Consejo Nacional de Educación, los maestros normales y los inspectores fueron extendiendo el modelo educativo a todo el país. Por entonces el proyecto, que inicialmente avanzó sobre un espacio poco poblado, debió enfrentar intereses más fuertes, como la Iglesia Católica. Hubo una batalla, con ganadores y perdedores, que no terminó. Políticos y ensayistas cuestionaron los contenidos de la enseñanza -que tildaron de "enciclopedista"- y la ausencia del sentimiento nacional. Los nacionalistas católicos -siempre ingeniosos- acusaron a Sarmiento de haber introducido tres plagas: los inmigrantes, los gorriones y las maestras norteamericanas. Manuel Gálvez consagró en La maestra normal a la figura expiatoria de los males del sistema educativo. La Iglesia logró su lugar en la educación en 1943, y los peronistas entraron a saco en ella en 1946. Y sin embargo, la educación pública sobrevivió, defendida sobre todo por los maestros, los directores y los inspectores, es decir, la tropa de funcionarios estatales calificados.
Sin duda, la inmigración y la educación fueron dos políticas de Estado. Pero no hubo nunca consenso idílico. Para Sarmiento, "la lucha fue su vida y su elemento", y murió dudoso de su éxito. Las políticas se desarrollaron en medio de críticas, de polémicas y debates, de contundentes cambios de rumbo. Como los ríos de nuestra llanura, avanzaron con amplios giros hacia el Sur o el Norte, pero sin perder la dirección principal: desaguar en la cuenca del Plata. Finalmente, la Argentina fue un país de inmigración y un país educado. En algún momento perdió el rumbo, pero eso es otra historia.
En las sociedades, los consensos están al final de la historia, y no al comienzo. Hoy sería un grueso error esperar que el consenso brote espontáneamente de la buena voluntad o de alguna alta mediación. Los acuerdos que perduran son el resultado de debates entre intereses y entre ideas, dos dimensiones de una realidad que es constitutivamente conflictiva. Sin dudas, en los debates y confrontaciones debe haber empatía, respeto y la convicción de que cada parte expresa intereses legítimos e ideas razonables. También debe haber reglas que controlen los daños. Pero no pueden faltar la pasión y la convicción. Los combates deben librarse, y en ellos habrá ganadores y perdedores, pues en eso consiste la política. Pero el resultado no es la aniquilación del otro, como nos propone la discursividad gubernamental hoy. En una discusión respetuosa y abierta no sólo se forjan acuerdos razonables entre los intereses, sino que cada uno va incorporando los puntos de vista y las ideas del otro.
Es bueno saber que la discusión no se acaba nunca y que no debe acabarse, pues en ella está lo vital de la política democrática. Se volverá una y otra vez sobre los temas, se modulará hacia otros, y en un momento se habrá cambiado de eje o de paradigma. Luego los historiadores discutiremos -es nuestro juego predilecto- si hubo continuidades o rupturas.
Todos deben ser protagonistas de estas discusiones: los partidos -que hoy no tenemos-, las corporaciones de intereses, las asociaciones de la sociedad civil, los ciudadanos con opiniones, los medios periodísticos. Pero, además, es central el papel del Estado. Entre sus gobernantes ocasionales y los funcionarios estables se propone la agenda de los problemas y se acumulan los saberes que, luego de los debates, servirán para ejecutar y controlar las políticas. El Estado -que hoy no tenemos- es una maquinaria esencial para el surgimiento de las políticas de Estado. Tan esencial como lo es el soplo vivificante de la discusión pública, que hoy está asomando y que, entre otras cosas, deberá discutir cómo reconstruir el Estado.
© LA NACION. 

jueves, 26 de diciembre de 2013

La mayoría de la población defiende a Mao, el padre de la China socialista



El 85% resalta sus logros. Hoy se cumplen 120 años del nacimiento del líder, creador de la política del “Gran Salto Adelante”.


BEIJING. EFE, DPA Y AFP - 26/12/13


Recuerdo. Dos mujeres se sacan una foto en la estatua de Mao, en la provincia de Hunan, lugar de nacimiento. /AFP

China conmemora hoy el 120 aniversario del nacimiento de su legendario líder Mao Tse Tung, quien pese a la controversia de los métodos aplicados durante su revolucionario gobierno sigue generando una masiva aprobación popular.
El 85 % de la población cree que sus logros compensan los errores cometidos durante los 27 años en que estuvo en el poder, según una encuesta oficial.
Casi el 90% de las personas que integraron la muestra, realizada por el diario “ Global Times ” del grupo de medios pertenecientes al Partido Comunista chino (PCCh), consideraron que “el mayor mérito” de Mao fue “ haber fundado una nación independiente gracias a la revolución ”. Entre las personas consultadas, los jóvenes y los que cuentan con mayor instrucción se mostraron más críticos respecto a la figura del líder.
En cambio, los encuestados de “más edad y con una formación hasta secundaria” son los que más le reverencian. Una razón posible para explicar esa nostalgia entre los mayores, agrega el diario, es el aumento de la desigualdad social, ya que “la justicia” es la segunda principal alabanza hacia el fundador de la China socialista (1949).
A Mao se le critica especialmente por su política del “Gran Salto Adelante”, un paquete de medidas económicas, sociales y políticas implantadas a finales de 1950 que, junto a una serie de catástrofes naturales, derivaron en una masiva hambruna que acabó con la vida de 30 millones de personas. Además se le acusa del caos surgido de la “Revolución Cultural”, iniciada en 1966, en principio contra los intelectuales y altos cargos del Partido acusados de traicionar los ideales revolucionarios, y que acabó convertida en una caza de brujas y en una purga política.
Si bien para hoy se esperan masivas ceremonias conmemorativas, sobre todo en su Hunan natal –al sur del país–, las autoridades ordenaron reducir los gastos de los festejos. Pero lo hicieron más como un gesto de austeridad que como un mensaje de alejamiento de su líder. De acuerdo a las instrucciones dadas por el presidente Xi Jinping,el festejo debe ser “grandioso, simple y pragmático”.
El aniversario suscita un repaso a la verdadera influencia de Mao, especialmente ahora con un gobierno que acaba de aprobar reformas promercado que se contraponen al tradicional modelo maoísta, y con una sociedad que abraza en gran medida el consumismo en las grandes urbes chinas.
Luego de tres décadas de reformas que reintrodujeron el capitalismo en el gigante asiático, Mao se convirtió en referencia para quienes lamentan el abismo que separa a ricos y pobres, así como la endémica corrupción. Mao nació en Shaoshan, en la provincia de Hunan, el 26 de diciembre de 1893, y murió en Beijing el 9 de setiembre de 1976. Su cuerpo embalsamado permanece expuesto en la emblemática plaza Tiananmen. 

Hay más de 10 millones de argentinos pobres y aumentó la desigualdad

Informe de la UCA

Entre 2004 y 2012 se deterioró el acceso a un empleo formal y a vivienda, salud y educación dignas; la marginalidad, origen de la inseguridad.



Por Paula Urien  | LA NACION


El tradicional almuerzo que la Iglesia ofrece a indigentes, ayer, en la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en Rodríguez Peña y Córdoba. Foto: LA NACION / Hernán Zenteno


Más notas para entender este tema




Más de 10 millones de personas viven en situación de pobreza en la Argentina, sin empleo formal, educación de calidad ni vivienda digna, y con un servicio de salud insuficiente. Además, entre 2004 y 2012 aumentó la brecha social: la diferencia entre la calidad de vida del sector medio y la del más vulnerable.

Éstas son algunas de las conclusiones del último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA, de la Universidad Católica Argentina), llamado "Heterogeneidades estructurales y desigualdades sociales persistentes". Según la investigación, hecha con datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA, una de las mediciones socioeconómicas más confiables del país), casi la mitad de los trabajadores tiene un empleo precario o hace "trabajos de indigencia" (por ejemplo, el cartoneo), y más de la mitad de las nuevas generaciones de adultos está excluida del sistema de seguridad social. Alrededor de 3 millones de personas están mal nutridas. Una de cada 10 viviendas no tiene agua corriente y tres de cada 10, cloacas.

Al mismo tiempo, el 37% de los jóvenes no termina la secundaria y el 20% no estudia ni trabaja. El 12% de los niños de entre 5 y 17 años debe hacer alguna actividad laboral y dos de cada 10 hogares requieren asistencia pública, con un total de 23,5% que necesitan un programa de asistencia social permanente. A pesar del esfuerzo asistencial, uno de cada cuatro de estos 500.000 hogares no accede al valor real de la canasta básica alimentaria.

"La marginalidad estructural no mejoró en la Argentina a pesar de años en los que el país creció a un ritmo de 8% anual. Se cristalizó la pobreza estructural, la imposibilidad de alcanzar niveles elementales de bienestar e integración social", dice Agustín Salvia, investigador jefe del Observatorio.
"La mitad de los pobres de 2002 dejaron de ser pobres, pero los niveles anteriores a la crisis se agravaron. Buena parte de la conflictividad social tiene que ver con la desigualdad y con expectativas no satisfechas. El delito, el arrebato y el saqueo están dentro de un contexto de descomposición social, de gente que siente que el sistema no los incluye y que la distancia con los que están mejor es cada vez mayor."
"Está aumentando la pobreza por la inflación y el estancamiento del empleo formal. En 2013 subió por encima del 25%", dice Salvia.
Si en 2003 la tasa de pobreza era del 50,9% de las personas, en 2012 fue de 24,5% de acuerdo con los datos del ODSA (5,4% para el Indec en 2012). Es decir que casi el 30 por ciento de los argentinos (si sumamos el 4,9 por ciento de indigentes) no logró salir de esta situación, pese al fuerte crecimiento económico. En ese contexto, la ayuda social pasó del 10,3% del PBI en 2007 al 15,3% en 2012.
Un amplio porcentaje de quienes formaban parte de los desocupados en 2002 se reinsertó rápidamente en el sistema económico productivo, ya que tenían habilidades laborales, pero se habían quedado sin trabajo después del cierre de fábricas y empresas en medio de la crisis. Una vez que cambiaron las condiciones económicas, esas empresas, que tenían capacidad ociosa, volvieron a tomarlos. Pero quienes no cambiaron su situación son los que se encuentran en la base de la pirámide.
La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) mide la canasta de alimentos de la misma manera en que lo hacía el Indec antes de los cambios introducidos por la dupla Néstor Kirchner y Guillermo Moreno en enero de 2007. Los datos que ofrece son llamativos: hoy, un hogar constituido por padre, madre y dos hijos necesita un ingreso mínimo de $ 3900 para no ser considerado pobre. Para el Indec, en cambio, necesita $ 1750 pesos. Los datos de FIEL consignan que en el mes de noviembre ese hogar necesitaba por mes $ 2200 sólo para comprar alimentos, mientras que para el Indec los cuatro integrantes del hogar pueden alimentarse por $ 769 por mes.
DÉFICIT HABITACIONAL

Las condiciones de la vivienda son otra variable que marca el aumento de la brecha entre sectores. Si en 2004 un 68,7% de hogares desfavorecidos no tenía conexión a la red cloacal, en 2012 el porcentaje disminuyó poco, al 61,3%, mientras que asciende a sólo el 8,1% en niveles medios y altos. Lo mismo sucede con el gas, situación que empeoró durante el kirchnerismo para los sectores de menos recursos: 68,5% no tenían conexión a la red de gas en 2012, contra el 68,2% en 2004. Hoy, sólo el 6,3% en el nivel socioeconómico medio-alto no tiene conexión a la red de gas, mientras que en 2004 el porcentaje era del 10,8%.
"En la Capital hay 140.000 personas que viven en villas y otra cantidad igual que vive en inquilinatos o casas tomadas. Se trata del 10% de la población de la ciudad", dice el arquitecto Alfredo Garay, docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA en la "Reunión sobre barrios precarios", organizada por la UCA la semana última. En la provincia, los números son muy similares.
A nivel nacional existen 2.700.340 hogares deficitarios. Entre ellos, 566.095 viviendas precarias irrecuperables y 1.579.129 que se pueden reconstituir. Había 2.640.871 hogares deficitarios en 2001. "El problema es que se invierte en lo nuevo, pero no en recuperar gran cantidad de viviendas que lo necesitan", observa el arquitecto.
CAUSAS DE LA POBREZA

Dentro del período kirchnerista se ven claramente, según diversos estudios, dos etapas bien definidas. Una de crecimiento y recuperación económica y del empleo en parte dada por la devaluación y el aumento del precio de las commodities , y otra, a partir de 2006-2007, donde se redujo el superávit comercial y aumentaron los precios internos a un ritmo vertiginoso. La inflación, según fuentes privadas, subió del 13,4% en 2003 al 18,5% en 2007, para llegar al 25,9% en 2012, y además se dio un estancamiento del empleo.
"Tenemos una economía de muy baja productividad. En la última década no sólo no creció, sino que cayó. El deterioro de las condiciones de producción ha sido notable. Esto explica que la gente gane poco", dice Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL.
Para Bour, el aumento de empleados públicos con baja productividad es mucho. Hoy, hay entre 3.300.000 y 3.500.000 personas que trabajan para el Estado, cuando en 2001 había 2.180.000. También existe un grave problema con la informalidad laboral. Había 6.500.000 empleados precarizados en 2000, mientras que hoy hay 6.800.000, según los datos de FIEL. "Además, la tasa de desocupación está mas cerca del 9% que del 7% que marca el Indec", señala Bour. Con una altísima tasa de empleo informal, un 34,5% en el segundo trimestre de 2013, según los últimos datos del Ministerio de Trabajo (se trata de un 40% según las mediciones de FIEL), son los sectores más desfavorecidos los que no logran insertarse en el mercado laboral formal.
En este contexto, aumenta la brecha social. Hay, según datos del Observatorio, un 40,7% de informalidad en sectores muy bajos, y un 23,8% en sectores medios-altos en 2012. El desempleo en sectores bajos alcanza al 16,3%, y sólo llega al 3,2% en los que son medios-altos. Los trabajadores sin seguridad social llegan al 83,7% en los sectores de menores recursos y al 24,2% en los sectores medios-altos.
Por su parte, el subempleo inestable (trabajos de muy baja remuneración, sin protección social y alta inestabilidad) se duplicó entre 2007 y 2012 en el segmento más vulnerable. Pasó del 16,5% al 30,6% para los sectores muy bajos. "Salir de la pobreza -concluye Bour- supone tener un buen nivel de educación, algo que no sólo no ha mejorado en los últimos 10 o 15 años, sino que se ha deteriorado."
DATOS CENTRALES DEL INFORME

25% Población
Vive en condiciones de pobreza urbana en la Argentina. Son más de 10 millones de personas.

37% Jóvenes
No logran terminar la secundaria, un requisito fundamental para un empleo de calidad.

500.000 Hogares
Se mantienen en situación de indigencia porque no acceden a la canasta básica alimentaria.

40,7% Empleo precario

Es la tasa en los sectores más desfavorecidos; en los sectores medios-altos alcanza el 23,8 por ciento.

martes, 24 de diciembre de 2013

América Latina 2013: balance político



Los procesos electorales de este año confirman algunas de las principales tendencias de la región.


DANIEL ZOVATTO/EL PAÍS

Plagado de importantes acontecimientos, 2013 fue un año intenso en América Latina. La muerte de Hugo Chávez y la llegada de su sucesor, Nicolás Maduro, en elecciones ajustadas y cuestionadas. La reelección de Rafael Correa en Ecuador y el regreso al poder en Chile de Michelle Bachelet. La situación política se regularizó mediante elecciones en Paraguay; sin embargo, la de Honduras (denuncia de fraude mediante) se volvió a complicar. Daniel Ortega, con su reforma a favor de la reelección indefinida, se va pareciendo cada vez más a Somoza. Los Castro siguen gobernando Cuba y ejercieron la presidencia de la CELAC. Las reformas estructurales en México y el proceso de paz en Colombia siguen vivos aunque preñados de grandes desafíos. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, declaró en la OEA el fin de la Doctrina Monroe. Y, por primera vez en la historia, un latinoamericano está al frente del Vaticano, el Papa Francisco, a quien la revista Time, en reconocimiento a su liderazgo, lo designó el personaje del año.
Este año se cumplió el 35º aniversario del inicio de la Tercera Ola democrática en la región y comenzó un nuevo ciclo electoral, dentro del cual, y hasta 2016, 17 de los 18 países de la región (salvo México) celebrarán comicios presidenciales.
Los cinco procesos electorales presidenciales de este año que termina se desarrollaron en un contexto de desaceleración económica. Según la CEPAL, el crecimiento de América Latina en 2013 resultará de sólo 2,6%. A ello hay que sumar un progresivo malestar social que se expresa en un incremento de las demandas ciudadanas (sobre todo de las emergentes y muy heterogéneas clases medias) en varios países de la región que, si bien no rechazan “el sistema democrático”, sí muestran su insatisfacción hacia el funcionamiento de este sistema, a la vez que demandan mejor representación, más transparencia y rendición de cuentas, y, sobre todo, servicios públicos de mejor calidad en materia de educación, salud, transporte y seguridad ciudadana.
En Ecuador, se reeligió por segunda vez a Rafael Correa (electo en 2006 y reelecto en 2009) con una gran ventaja sobre una oposición fragmentada y débil.

Los cinco comicios presidenciales se desarrollaron en
un contexto de desaceleración

En Venezuela, debido al deceso de Chávez, tuvo lugar una campaña corta y marcada por la ausencia física pero no “espiritual” de su carismático liderazgo. El chavismo fue liderado por Nicolás Maduro, quien venía ejerciendo como presidente interino desde que Chávez se marchó a Cuba en diciembre de 2012. La oposición repitió candidato, Henrique Capriles, quien ya había sido derrotado por Chávez en las presidenciales de octubre de 2012. El progresivo deterioro económico, la falta de carisma de Maduro y el buen papel desempeñado por la oposición condujeron a que el chavismo se impusiera por una diferencia muy estrecha. La oposición se negó a reconocer los resultados alegando graves irregularidades, pero las autoridades electorales (bajo control chavista) desecharon dichos cuestionamientos.
Paraguay normalizó su situación, interna y externa, con unas elecciones en las que Horacio Cartes logró triunfar cómodamente, marcando el retorno de los colorados a la presidencia, de la cual fueron desalojados en las elecciones de 2008, tras 61 años ininterrumpidos en el poder.
Las elecciones hondureñas estuvieron marcadas por la polarización, las denuncias de fraude y el triunfo del candidato oficialista Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional. Otra de sus características fue el colapso del histórico sistema bipartidista (en el ámbito nacional pero no en el municipal). El segundo lugar lo ocupó el partido LIBRE, una fuerza emergente nacida tras el golpe de Estado de 2009, liderada por el expresidente Manuel Zelaya, y que llevaba como candidata a la presidencia a su esposa, Xiomara Castro. LIBRE no aceptó los resultados proporcionados por el TSE y denunció fraude. Como consecuencia, el país enfrenta un serio desafío de gobernabilidad debido a la persistencia de una alta polarización política (zelayismo versus antizelayismo) y del fraccionamiento parlamentario que obstaculiza la posibilidad de llegar a acuerdos.
Chile cerró el año electoral con la segunda vuelta de las presidenciales que sellaron el regreso de la izquierda al poder tras cuatro años de gobierno de la derecha. Michelle Bachelet, líder de una coalición de centroizquierda (Nueva Mayoría), se impuso a Evelyn Matthei, cabeza electoral de la coalición de centroderecha. La campaña careció de emoción, pues desde el principio se daba por descontado el triunfo de Bachelet quien, tanto en primera como en segunda vuelta, superó a Matthei por una amplia ventaja. Ambas jornadas se caracterizaron por un elevado abstencionismo.
Otros dos procesos de gran trascendencia para la región tuvieron lugar en Argentina y Venezuela. Las elecciones legislativas de medio periodo fueron desfavorables para el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y pusieron punto final a su proyecto re-reeleccionista. En Venezuela, las elecciones municipales (convertidas por la oposición en un plebiscito simbólico sobre la gestión del presidente Maduro) volvieron a dar como ganador al oficialismo (quien nuevamente tuvo a su favor un marcado “ventajismo”), esta vez con mayor ventaja que en las presidenciales de abril pasado.

El reto de México pasa por lograr una efectiva y exitosa implementación de las reformas

Los procesos electorales de 2013 confirman algunas de las principales tendencias de la región. Primero, la combinación de continuismo (triunfo de Correa en Ecuador, del chavismo en Venezuela y del oficialismo en Honduras) con alternancia (en Paraguay y en Chile). Segundo, la heterogeneidad política también ha estado presente: victoria del “socialismo del siglo XXI” en Ecuador y Venezuela, de la izquierda moderada en Chile y del centro derecha en Paraguay y Honduras. Y tercero, la tendencia al centro político (mayor moderación y pragmatismo), salvo contadas excepciones.
El año 2013 ha dejado varios procesos abiertos que seguirán marcando la realidad política latinoamericana en 2014. En México, Enrique Peña Nieto, apoyándose en el Pacto por México, logró que se aprobaran las principales reformas estructurales que se propuso (educativa, telecomunicaciones, transparencia, fiscal, política y energética), pero dicho Pacto se ha visto desgastado con la salida del PRD. El reto pasa ahora por lograr una efectiva y exitosa implementación de dichas reformas.
En Colombia, el desafío radica en seguir avanzando con el proceso de negociación de paz con las FARC en medio de una campaña electoral que durará los primeros cinco meses de 2014. No obstante importantes avances, las negociaciones han marchado muy lentas (Santos había puesto como fecha límite para un acuerdo el mes de noviembre de 2013). Será un año difícil, plagado de tensiones y presiones, en especial de las que provienen del uribismo.
El rally electoral iniciado este año continuará en 2014 con siete elecciones presidenciales de gran importancia. En la mayoría de los casos, los oficialismos parten como favoritos (Dilma Rousseff en Brasil, Juan Manuel Santos en Colombia, Evo Morales en Bolivia y Tabaré Vázquez en Uruguay). En los tres países restantes (Costa Rica, El Salvador y Panamá) las opciones están más abiertas, pero en todos ellos existen buenas posibilidades para un triunfo oficialista. La reelección está más viva que nunca: en tres países (Colombia, Bolivia y Brasil), los presidentes buscaran su reelección y en otros dos (Uruguay y El Salvador), dos ex presidentes intentarán volver (Tabaré Vázquez y Antonio Saca). En la totalidad de estos procesos la marcha de la economía, el nivel de conflictividad social y coyunturas específicas nacionales desempeñarán un papel determinante. Y con seguridad, en todos estos países la gobernabilidad será más compleja.
Daniel Zovatto es director regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe. 

Las mujeres se afianzan en el poder en América Latina



Desde hace 23 años, seis mujeres han alcanzado la jefatura de sus Estados en América Latina; cuatro de ellas en los últimos diez.




MAYE PRIMERA Miami 



Que una mujer sea elegida para ejercer la Presidencia de su país –o reelegida, en algunos casos-- no es una noticia extraordinaria en el panorama actual de América Latina, lo cual, en sí mismo, es una muy buena noticia. En los últimos 23 años, seis mujeres han alcanzado la jefatura de sus Estados a través de elecciones; cuatro de ellas durante la última década, de las cuales dos han sido reelectas. Este incremento del poder político de las mujeres durante los últimos años responde, a su vez, a un proceso más amplio de mejoras socio-económicas en la región; pero no necesariamente se ha traducido en mejores políticas de igualdad de género ni en menos discriminación en el seno de la sociedad.
Hubo otras que por diversas circunstancias ejercieron como presidentas interinas o encargadas en sus países: Isabel Martínez de Perón en Argentina (1974-76), Lidia Gueiler en Bolivia (1979-80), Rosalía Arteaga en Ecuador (tres días en 1997) y Janet Rosemberg en Guyana (1997-99). Pero Violeta Chamorro fue la primera mujer en ascender al cargo a través de elecciones, cuando obtuvo una mayoría de 54,7% de los votos en los comicios realizados en Nicaragua el 25 de abril de 1990. Han transcurrido 23 años desde entonces y otras cinco candidatas han ganado siete procesos presidenciales en el ínterin: Mireya Moscoso en Panamá, en 1999; Michelle Bachelet en Chile, en 2006 y en este diciembre de 2013; Cristina Fernández, de Argentina, en 2007 y en 2011; Laura Chinchilla en Costa Rica, en 2010; y también en 2010,Dilma Rousseff, quien volverá a competir por Presidencia de Brasil a finales de 2014, con altas probabilidades de triunfo.
Esto ha sido posible gracias a un proceso mucho más amplio de cambios socioeconómicos que se ha desarrollado en América Latina durante los últimos 20 años y que a su vez ha redundado en el crecimiento de la participación general de las mujeres en la vida pública. “En las últimas dos décadas se ha incrementado mucho la participación laboral de las mujeres, hasta un promedio regional superior al 50% y 70% entre las mujeres de edad reproductiva.. En la mayoría de los países de la región, el promedio de educación formal entre las mujeres es más alto que entre los hombres y hay más mujeres que hombres graduándose en las universidades. Las tasas de fertilidad también bajaron mucho. Y gracias a este conjunto de factores, las mujeres están reivindicando una posición más pública en las sociedades”, ha explicado a EL PAÍS la politóloga Merike Blofield, investigadora asociada al Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami.
Aún antes de tomar las riendas del Poder Ejecutivo de sus países, las mujeres ya contaban con una amplia presencia en el Poder Legislativo y se ha incrementado todavía más con la reforma de los sistemas electorales, la entrada en vigor de leyes que establecen cuotas mínimas de representación –de entre 30% y 40%-- y la voluntad de las organizaciones políticas. De acuerdo a los cálculos de la Unión Interparlamentaria, el 24,1% de los escaños de las Américas, sumando los de ambas cámaras, están ocupados por mujeres; un porcentaje tres puntos mayor al del promedio mundial, de 21,3%. En los países de América Latina el número de mujeres parlamentarias es incluso mayor que en Estados Unidos donde, sin embargo, las mujeres tienen una gran presencia en la vida pública.
Pero la influencia efectiva que ejercen los Parlamentos es discutible en la mayoría de las naciones latinoamericanas, donde impera el presidencialismo y donde suele otorgársele al Ejecutivo más poder que en otras regiones. Desde esa perspectiva, que una mujer sea electa para la Presidencia de la República cobra especial significación; resta evaluar la naturaleza de su liderazgo, cuánto ha dependido de la voluntad de hombres fuertes y cuánto de sus propias cualidades políticas. “Si vemos a las cuatro presidentas (de esta década), todas han sido sucesoras de presidentes hombres muy populares y candidatas de las mismas coaliciones de partidos. Su primera elección era segura, pues representaban la continuidad del Gobierno en funciones. Bachelet recibió el poder de manos de Ricardo Lagos (en 2006); Dilma Rousseff, de Luiz Inacio Lula Da Silva; Laura Chichilla, deÓscar Arias; y Cristina Fernández de Kirchner, de su esposo”, ha apuntado Blofield, no sin antes aclarar que esta situación ha evolucionado hacia la construcción de liderazgos autónomos, como el de Michelle Bachelet en Chile –reelecta este diciembre con amplio margen, gracias a su gestión anterior en el Gobierno—y el de Dilma Rousseff, quien probablemente obtendrá también la reelección en Brasil a fines de 2014.
Aún a pesar del terreno ganado en poder y participación política, queda mucho por hacer en las sociedades latinoamericanas en cuanto a la implementación de programas y reformas que garanticen la igualdad de género y la no discriminación en la sociedad. La experiencia ha demostrado que la presencia de una mujer en la casa de Gobierno no es una garantía automática. Paradójicamente, el país donde menos mujeres participan en política, Uruguay, está a la vanguardia regional en políticas de igualdad de género y derechos reproductivos. Mientras tanto Argentina, donde Cristina Fernández lleva dos periodos consecutivos de Gobierno, se está quedando atrás en indicadores de conciliación entre la vida familiar y laboral de las mujeres. Tal vez el ejemplo más irónico sea Venezuela, donde las mujeres dirigen el 39% de los ministerios y tres de las cinco ramas del Poder Público, pero en su desempeño son solo grises cajas de resonancia de la voz del presidente.