Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

sábado, 12 de julio de 2014

China pone la mirada en Latinoamérica



El presidente Xi viaja al subcontinente para intensificar los lazos comerciales y políticos.


MACARENA VIDAL LIY Pekín/EL PAÍS



 El presidente chino, Xi Jinping, con su homólogo mexicano, Peña Nieto en su visita a México en 2013 / AFP

El presidente chino, Xi Jinping, comienza mañana, lunes, una gira por América Latina. Su segunda visita en 13 meses —que le llevará a Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba— envía un mensaje decidido sobre la importancia creciente que concede a la zona en el ámbito económico, comercial e incluso político. Pero Xi también pasará revista a los lazos con cuatro países que, de una manera u otra, se enfrentan a una encrucijada en la relación bilateral.
La visita “es extremadamente importante, no es otro viaje de rutina más. Va a incrementar los lazos entre China y Latinoamérica”, apunta Jorge Heine, próximo embajador de Chile en Pekín, en una teleconferencia. Los vínculos son relevantes: China es el segundo socio comercial de la región y uno de sus principales inversores. Y Pekín mira a la zona ya no solo como suministradora de recursos naturales, sino también como interesante lugar de inversión en áreas como las infraestructuras, las telecomunicaciones o incluso la banca. Un interés que empiezan a compartir Rusia —la visita de Xi coincide con la gira paralela de Vladímir Putin por la región—, India, Japón o Corea del Sur.
El investigador del Instituto de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), Xu Shicheng, asegura que América Latina “tiene una importancia estratégica para China tanto en el presente como en el futuro”.
Pero no es oro todo lo que reluce. Países como Perú o Chile, importantes proveedores de hierro y cobre respectivamente, ven con preocupación la ralentización de la economía china y el posible impacto en su crecimiento. Y los cuatro países que visitará Xi “han atravesado dificultades en la relación bilateral, a la hora de hacer progresar la relación” con China, apunta Matt Ferchen, del centro de estudios Carnegie-Tsinghua Center for Global Policy.
La primera etapa del viaje será Brasil, donde además de participar en la cumbre anual de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Fortaleza el 15 y el 16, Xi efectuará una visita de Estado. Brasil es el país más importante para China en la región: su intercambio comercial superó el año pasado los 90.200 millones de dólares (66.287 millones de euros) —el más alto entre los BRICS — y ambos países comparten objetivos de política exterior, desde la cooperación para el desarrollo hasta la regulación financiera internacional. Pero China ve con preocupación algunas medidas brasileñas que considera proteccionistas y Brasil quisiera ver un mayor número de sus empresas implantarse con éxito en el país asiático.
La visita, afirma Adriana Abdenur, de la Universidad Católica Pontificia de Río de Janeiro, servirá para “consolidar y expandir el papel de China como principal socio comercial de Brasil”. Está previsto que se firmen una veintena de acuerdos de cooperación, que podrían incluir exportaciones de la firma aeronáutica Embraer a China y mayores inversiones chinas en infraestructuras brasileñas, especialmente en transporte.
Argentina, donde Xi llegará el día 18, será la siguiente etapa. Un país donde el intercambio se encuentra claramente por debajo del potencial —alcanzó los 14.800 millones de dólares el año pasado—, Xi quiere dar un nuevo impulso a la relación y planea reconocer a Argentina como “socio estratégico integral”, un paso más en la escala de sus relaciones políticas. Económicamente, está previsto que se firmen, entre otros, acuerdos de inversiones por más de 6.000 millones de dólares para construir dos centrales hidroeléctricas y modernizar el ferrocarril Belgrano-Cargas. Cabe esperar, asimismo, que en las conversaciones con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se hable también del interés de la parte china en el yacimiento de Vaca Muerta, que se calcula que alberga las segundas mayores reservas de gas de esquisto, y las cuartas de petróleo, del mundo.
De todos los países de la gira, Venezuela es el que atraviesa los problemas internos más profundos. Las protestas callejeras han dejado al menos 42 muertos, cae el aparato productivo y ha descendido la extracción de petróleo. Dado que se trata de uno de sus grandes aliados políticos en la región, y un importante suministrador de crudo al que Pekín ha entregado cerca de 60.000 millones de dólares en créditos, China mira con atención los acontecimientos. “Las compañías chinas están implicadas y profundamente preocupadas” sobre la situación en Venezuela, recuerda Ferchen.
En Cuba, el tradicional aliado de China en América Latina, Xi repasará el ritmo de las reformas económicas. Y podría anunciar un acuerdo para el desarrollo del puerto de aguas profundas de Mariel, lo que supondría un importante respaldo para el Gobierno de Raúl Castro.
Además de ahondar en las relaciones bilaterales, la gira de Xi busca también subrayar el interés de China en aumentar los lazos no sólo económicos, sino políticos, con la región. El principal evento para ello será una reunión con representantes de los países de la CELAC, la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, durante su visita a Brasil.
En esa reunión se anunciará formalmente el primer foro de cooperación entre China y la CELAC, previsto para antes de fin de año en Pekín. Este foro representa, a juicio de Jorge Malena, de la Universidad argentina del Salvador, “un éxito de las diplomacias tanto de China como del subcontinente: la República Popular logra sentarse a la mesa con todos los Estados de América Latina y el Caribe”, incluidos aquellos que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán, “mientras que América Latina y el Caribe cuentan con un foro para construir un frente común ante el gigante asiático”. 

domingo, 6 de julio de 2014

La productividad en la “nube” supera a Internet


Mirada global




Por Jorge Castro

La previsión de la mayor empresa de alta tecnología de la “nube”/cloud computing (Amazon Web Services/AWS) es que la inversión global en Internet y tecnologías vinculadas, que asciende hoy a U$S 5 billones, se duplicaría en los próximos 6 años, y que 90% de ese incremento tendría lugar dentro de la “nube”, la nueva plataforma global de computación.
También se estima que las ganancias de productividad que tienen lugar allí son 6 veces más rápidas que las establecidas por la “Ley de Moore” –la capacidad de procesamiento de la información se duplica cada 18 meses, mientras que sus costos caen a la mitad–.
De ahí que el desplome de los precios en la “nube” adquiera una magnitud que modifica su naturaleza y se orienta hacia la gratuidad.
Los dos países industriales más avanzados –EE.UU. y Alemania– experimentan una carencia cualitativa de mano de obra suficientemente calificada. El sector manufacturero estadounidense (NAM) ha ofrecido 3 millones de puestos de trabajo altamente calificados, que no han sido cubiertos porque no existen en el mercado trabajadores con la suficiente formación para hacerlo. El problema es mayor en la República Federal. Su fuerza de trabajo se contraería en 2,4 millones en 2020, por una oferta laboral que cae de 43 millones en 2013 a 37 millones en 2030.
Pero lo importante en el capitalismo no es la oferta laboral de la que se carece, sino la magnitud y calidad del poder productivo que le ofrece su fuerza de trabajo. “El capital real no es el capital, sino el trabajo”, dice Marx (Grundrisse). Los productos de alta tecnología no son seres dotados de vida propia, sino la inteligencia imbuida en ellos por una fuerza laboral que ha dejado de operar en forma directa y material y ha adquirido un carácter abstracto y universal. Se ha transformado en “inteligencia colectiva”.
Al hacerlo, se ha convertido en el principal factor de producción, por encima del capital fijo y de la fuerza de trabajo material; y los bienes de alta tecnología que ha creado son un derivado de su excepcional potencia creadora: “nube”/Internet móvil, la maquinaria del siglo XXI.
El predominio de la “inteligencia colectiva” se presenta a través de dos dimensiones: automatización creciente (robotización); y aceleración de la revolución en las telecomunicaciones y el transporte, al punto de que el tiempo aniquila al espacio y la instantaneidad impone una hegemonía sin límites.
La “inteligencia colectiva” deviene en “sociedad del conocimiento” cuando se movilizan, como ha ocurrido en las últimas tres décadas, la totalidad de los recursos intelectuales de una sociedad. Su avance no depende de los mayores medios técnicos, sino del auge extraordinario de la subjetividad –iniciativa, creatividad– de los individuos que la componen.
Se requieren individuos más creativos, más libres.
Esto es lo contrario del disciplinamiento externo y de la automatización forzada, hasta el punto de convertir a la fuerza de trabajo – y ante todo a la vida – en una forma de arte. De ahí que se haya producido una explosión de iniciativa empresarial en el mundo entero, y que Steve Jobs se haya convertido en el arquetipo de la época.
Los nuevos empresarios digitales (start ups) eran 240.000 en 2008 y treparon a 2,6 millones en 2013 (+ 50% anual); y el año pasado las grandes firmas high-tech compraron start ups por U$S 250.000 millones, cifra que se duplicaría al concluir la década. Así, la fuerza de trabajo se socializa y se intelectualiza, mientras que exige a sus integrantes que sean emprendedores libres y creativos, profundamente individualizados e identificables.
Este es el fundamento del nuevo mecanismo de acumulación global. Esta exigencia no es obra de un impulso ético, sino una coerción impuesta por la necesidad, que son las reglas de la competencia. Esta es una época curiosa que fuerza y coerciona el auge de la libertad. 

“Vivimos en dos mundos paralelos y diferentes: el online y el offline”



Zygmunt Bauman. Sociólogo y filósofo



Hemos llegado a un punto en el que pasamos más tiempo frente a pantallas que frente a otras personas y eso tiene efectos perturbadores que no solemos percibir, dice este pensador.

Marina Artusa

En un mismo tono de voz e igual grado de expresividad, Zygmunt Bauman, el sociólogo más influyente de las últimas décadas, hace chistes sobre su sordera y reflexiona sobre la doble vida -online y offline- que, según él, define nuestra modernidad. “Venga de este lado –y señala el audífono escondido en su oído izquierdo- así puedo escuchar algo de lo que usted me diga y conversamos”, dice en una terraza de Lignano Sabbiadoro, el refinado balneario de la costa friulana, cerca de Udine, hasta donde Bauman vino a recibir el Premio Hemingway en la categoría Aventura del Pensamiento. Acaba de guardarse la pipa en el bolsillo. Tiene todavía en la mano dos encendedores y el paquete de tabaco Clan Aromatic, un blend de catorce tabacos diferentes elaborado en Holanda.

¿Qué aspecto de la vida moderna le hace perder el sueño últimamente?
Bueno, trato de simplificar y de encontrar un denominador común en lo que pienso y en lo que digo porque vivimos en un mundo problemático y lo que subyace en común en todas las manifestaciones de los inconvenientes de estos tiempos es la fluidez, la liquidez actual que se refleja en nuestros sentimientos, en el conocimiento de nosotros mismos.
Bauman ya era un sociólogo prestigioso cuando lanzó su concepto líquido -esa idea de inconsistencia que para definir el mundo que nos rodea aplicó a la vida, al amor y a la modernidad- que le valió notoriedad mediática y popular: “Elegí llamar ‘modernidad líquida’ a la creciente convicción de que el cambio es lo único permanente y la incerteza la única certeza –dice él-. La vida moderna puede adquirir diversas formas, pero lo que las une a todas es precisamente esa fragilidad, esa temporalidad, la vulnerabilidad y la inclinación al cambio constante”.

¿Seguimos dominados por la incertidumbre?
La incertidumbre es nuestro estado mental que está regido por ideas como “no sé lo que va a suceder”, “no puedo planificar un futuro”. El segundo sentimiento es el de impotencia, porque aun cuando sepamos qué es lo que debemos hacer, no estamos seguros de que eso vaya a ser efectivo: “no tengo los recursos, los medios”, “no tengo el poder suficiente para encarar el desafío”. El tercer elemento, que es el más dañino psicológicamente, es el que afecta la autoestima. Uno se siente un perdedor: “no puedo mantenerme a flote, me hundo”, “son los demás los exitosos”. En este estado anímico de inestabilidad, maníaco, esquizofrénico, el hombre está desesperado buscando una solución mágica. Uno se vuelve agresivo, brutal en la relación con los demás. Usamos los avances tecnológicos que, teóricamente deberían ayudarnos a extender nuestras fronteras, en sentido contrario. Los utilizamos para volvernos herméticos, para cerrarnos en lo que llamo “echo chambers”,un espacio donde lo único que se escucha son ecos de nuestras voces, o para encerrarnos en un “hall de los espejos” donde sólo se refleja nuestra propia imagen y nada más.

¿Dónde lo pasamos mejor, online u offline?
Hoy vivimos simultáneamente en dos mundos paralelos y diferentes. Uno, creado por la tecnología online, nos permite transcurrir horas frente a una pantalla. Por otro lado tenemos una vida normal. La otra mitad del día consciente la pasamos en el mundo que, en oposición al mundo online, llamo offline. Según las últimas investigaciones estadísticas, en promedio, cada uno de nosotros pasa siete horas y media delante de la pantalla. Y, paradojalmente, el peligro que yace allí es la propensión de la mayor parte de los internautas a hacer del mundo online una zona ausente de conflictos. Cuando uno camina por la calle en Buenos Aires, en Río de Janeiro, en Venecia o en Roma, no se puede evitar encontrarse con la diversidad de las personas. Uno debe negociar la cohabitación con esa gente de distinto color de piel, de diferentes religiones, diferentes idiomas. No se puede evitar. Pero sí se puede esquivar en Internet. Ahí hay una solución mágica a nuestros problemas. Uno oprime el botón “borrar” y las sensaciones desagradables desaparecen. Estamos en proceso de liquidez ayudada por el desarrollo de esta tecnología. Estamos olvidando lentamente, o nunca lo hemos aprendido, el arte del diálogo. Entre los daños más analizados y teóricamente más nocivos de la vida online están la dispersión de la atención, el deterioro de la capacidad de escuchar y de la facultad de comprender, que llevan al empobrecimiento de la capacidad de dialogar, una forma de comunicación de vital importancia en el mundo offline.

Si nos sentimos cómodos conectados, ¿para qué nos haría falta recuperar el diálogo?
El futuro de nuestra cohabitación en la vida moderna se basa en el desarrollo del arte del diálogo. El diálogo implica una intención real de comprendernos mutuamente para vivir juntos en paz, aun gracias a nuestras diferencias y no a pesar de ellas. Hay que transformar esa coexistencia llena de problemas en cooperación, lo que se revelará en un enriquecimiento mutuo. Yo puedo aprovechar su experiencia inaccesible para mí y usted puede tomar algún aspecto de mi conocimiento que le sea útil. En un mundo de diáspora, globalizado, el arte del diálogo es crucial. La diasporización es un hecho. Estoy seguro de que Buenos Aires es una colección de diversas diásporas. En Londres hay 70 diásporas diversas: étnicas, ideológicas, religiosas, que viven una al lado de la otra. Transformar esta coexistencia en cooperación es el desafío más importante de nuestro tiempo. Diálogo significa exponer las propias ideas aun asumiendo el riesgo de que en el transcurso de la conversación se compruebe que uno estaba equivocado y que el otro tenía razón. El mejor ejemplo lo ha dado su Papa, el Papa argentino: apenas asumió, Francisco concedió su primera entrevista a Eugenio Scalfari, decano de los periodistas italianos y ateo confeso, y a un diario anticlerical como esLa Repubblica.

¿La vida online es un refugio o un consuelo a esa falta de diálogo?
Hallamos un sustituto a nuestra sociabilidad en Internet y eso hace más fácil no resolver los problemas de la diversidad. Es un modo infantil de esquivar vivir en la diversidad. Hay otra fuerza que actúa en contra y es el cambio de situación en la regulación del mercado del trabajo. Los antiguos lugares de trabajo eran ámbitos que propiciaban la solidaridad entre las personas. Eran estables. Eso cambió hoy con los contratos breves y precarios. Las condiciones inestables, fluctuantes y sin perspectivas de carrera no favorecen la solidaridad sino la competencia. Estos dos factores no incentivan a la gente para el diálogo. Soy una persona ya mayor y creo que me voy a morir sin ver este problema resuelto.

Surgen en distintos lugares del mundo, sin embargo, procesos de autoorganización social desde abajo. Vecinos que se autogestionan para resolver problemas como la inseguridad o para recuperar la sociabilidad perdida. ¿Es una alternativa o un paliativo?
Lo que usted señala es muy importante. Es crucial para la actual situación porque todas las instituciones de acción colectiva que heredamos de nuestros ancestros, aquellos que desarrollaron las bases de la democracia moderna como el poder tripartito, el parlamento en las democracias representativas, las elecciones, la Corte Suprema, ya no funcionan adecuadamente. Todas estas instituciones tenían una única y misma idea en mente: establecer las reglas de la soberanía territorial. Pero vivimos en condiciones de globalización, lo que significa que nadie es territorialmente independiente. Ningún gobierno hoy puede decir que tiene pleno control de la situación porque se vive en un mundo globalizado donde los mercados, las finanzas, el poder, todo está globalizado. Entonces, aquellas instituciones que una vez fueron efectivas en establecer la independencia territorial para un mejor desarrollo del Estado moderno, hoy son inservibles para afrontar el tema de la interdependencia a la que nos enfrenta la globalización.

¿Los gobiernos son ciegos o necios al punto de no admitir la globalización?
Proponen soluciones locales a problemas globales. No se puede pensar con esta lógica. Es preciso desarrollar soluciones que renieguen de las fronteras territoriales del mismo modo que lo han hecho los bancos, los mercados, el capital de inversiones, el conocimiento, el terrorismo, el mercado de armas, el narcotráfico.

¿Y eso daría origen a las nuevas formas de autoorganización?
Surgen proyectos interesantes como Slow Food o Médicos Sin Fronteras. Jeremy Rifkin (economista y teórico social estadounidense) escribió un libro que se publicó el año pasado - The Zero Marginal Cost Society. The Internet of Things, The Collaborative Commons, and the Eclipse of Capitalism (El costo social cero. La Internet de las cosas, los bienes comunes colaborativos y el eclipse del capitalismo)- donde señala que una nueva realidad está emergiendo aún inadvertida por la opinión pública. Los mercados competitivos están siendo reemplazados por lo que él denomina “collaborative commons” , el bien común colaborativo, donde la gente no busca la ganancia personal sino la cooperación, reunir fuerzas y compartir. Compartir conocimiento, recursos. Compartir felicidad, compartir welfare .

¿Usted está de acuerdo?
No sabría decir si Rifkin tiene razón o no. El dice que la tecnología resolverá el problema, que lo hará por nosotros. Para mí eso es una reedición del determinismo tecnológico que no me gusta. Me resulta improbable sugerir que la cuestión esté resuelta y que el éxito de la transformación en curso esté preestablecido. Un hacha se puede usar para cortar leña o para partirle la cabeza a alguien: mientras la tecnología determina la serie de opciones abiertas a los seres humanos, no determina cuál de estas opciones al final será elegida o descartada. Qué puede hacer el hombre es tal vez una pregunta que puede dirigirse a la tecnología. Pero qué hará el hombre debe preguntarse a la política, a la sociología, a la psicología. La gente está buscando alternativas a las instituciones que no están funcionando. Hacen lo que nadie hará por ellos. Eso es innegable.
Copyright Clarín, 2014.