Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

miércoles, 23 de abril de 2014

La estrategia militar innovadora del Kremlin desconcierta a todos



Por Michael R. Gordon  | The New York Times


Cosacos cargan el cajón de un prorruso abatido en un tiroteo en Slaviansk.  

El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, acusó a Rusia de comportarse "como si fuese el siglo XIX" por la anexión de Crimea. Pero quienes siguen de cerca el éxito de las fuerzas rusas para implementar la política del presidente Vladimir Putin en Crimea y Ucrania oriental llegaron a una conclusión bien distinta sobre la estrategia militar rusa.

Esos expertos ven que una fuerza militar a la que se desdeñaba y consideraba decadente desde la caída de la Unión Soviética emplea tácticas del siglo XXI que combinan el uso de la guerra cibernética, una enérgica campaña de información y tropas especiales altamente entrenadas, todo destinado a arrebatarle la iniciativa a Occidente.
"Es un cambio significativo en el modo en que las fuerzas terrestres rusas abordan un problema", dijo James Stavridis, almirante retirado y ex comandante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). "Jugaron con mucha habilidad su mano de cartas", señaló.
La capacidad desplegada por el ejército ruso no sólo es importante para el crucial drama de Ucrania, sino que también tiene implicancias para la seguridad de Moldavia, Georgia, naciones de Asia Central y hasta para las naciones de Europa Central que integran la OTAN.
La destreza con la que los rusos operaron en Ucrania está muy lejos de la artillería pesada, los ataques aéreos y los misiles tierra-tierra utilizados para recuperar Grozni, la capital chechena, de los separatistas que la controlaban en 2000. En ese conflicto, la idea de evitar los daños colaterales a civiles e infraestructura civil parecía de otro mundo.
Desde entonces, Rusia buscó desarrollar maneras más efectivas de proyectar su poder en el extranjero "cercano", o sea las naciones no rusas que emergieron tras el colapso de la Unión Soviética. Intentó poner al día a sus fuerzas militares, dando prioridad a los equipos especiales y a la infantería naval y aeronáutica. En Crimea, también "puso a prueba" su capacidad de "reacción rápida", según Roger McDermott, miembro de la Jamestown Foundation.
El rápido éxito de Rusia en Crimea no significa que haya cambiado la calidad general del ejército ruso, conformado mayormente por conscriptos que no son adversarios para las altamente tecnologizadas fuerzas norteamericanas.
"La operación revela muy pocos detalles del actual estado de las fuerzas armadas rusas", dijo McDermott. "Su verdadera fortaleza radica en acciones encubiertas combinadas con una buena inteligencia sobre las debilidades del gobierno de Kiev y en su determinación a responder militarmente", afirmó.
Las operaciones de Rusia en Ucrania fueron una veloz alternancia de demostraciones de poder duro y poder suave. El gobierno de Barack Obama, que alguna vez tuvo la esperanza de que Putin decidiera "bajarse" de su carrera por Crimea, se vio obligado repetidamente a correr tras la pelota, cuando el Kremlin cambiaba lo que ocurría de hecho en el terreno.
"Es un accionar mucho más sofisticado y refleja la evolución del ejército ruso, de su entrenamiento y de su modo de pensar sus operaciones y estrategias a lo largo de los años", dijo Stephen J. Blank, ex experto en asuntos militares rusos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos y actual miembro del Consejo de Política Exterior Norteamericana.
Para su intervención en Crimea, los rusos usaron un ejercicio militar "relámpago", para distraer la atención y ocultar sus preparativos. Luego, tropas especiales sin identificación se movieron con rapidez para asegurar las instalaciones clave. Cuando la operación ya estaba en marcha, las fuerzas rusas cortaron el cableado telefónico, interfirieron las comunicaciones y realizaron un ciberataque para aislar a las fuerzas ucranianas presentes en la península.
"Desconectaron a las fuerzas ucranianas apostadas en Crimea de su comando y control", dijo en una reciente entrevista el general Philip M. Breedlove, comandante de la OTAN.
Para cimentar su control, el Kremlin realizó una incesante campaña en los medios para reforzar su argumento de que una intervención con apoyo ruso había sido imprescindible para rescatar a los rusohablantes del extremismo de derecho y el caos.
Apenas el gobierno de Obama exigió que Rusia se retirara de Crimea, el Kremlin redobló la apuesta con la movilización de 40.000 soldados a la frontera oriental de Ucrania.
Según funcionarios norteamericanos, poco después Rusia ya estaba enviando equipos reducidos y bien pertrechados a través de la frontera ucraniana para ocupar edificios públicos que luego pudiesen ser entregados a simpatizantes y milicias locales. El objetivo también fueron las comisarías y los edificios del Ministerio del Interior, donde hay arsenales que pueden ser distribuidos entre los seguidores locales.
"Como tienen cierto apoyo local, son capaces de seguir presionando con un pequeño número de buenos combatientes y seguir adelante", dijo Daniel Goure, experto en asuntos militares rusos del Instituto Lexington, un grupo de estudios políticos.
Aunque el Kremlin no descarta la opción de una intervención a gran escala en el este de Ucrania, el propósito inmediato de las fuerzas aéreas y terrestres apostadas cerca de la frontera parece ser el de disuadir a los militares ucranianos de reprimir a los rusohablantes del Este y de desalentar el envío de ayuda militar por parte de Estados Unidos.
Los expertos militares dicen que este tipo de estrategia que está usando el Kremlin es más efectiva en áreas donde existen rusos étnicos dispuestos a dar apoyo local. Además, es más fácil de llevar adelante si la operación es cercana a la frontera rusa, donde el Kremlin puede desplegar todo su arsenal.
"Puede usarse en toda el área que constituía la Unión Soviética", dijo Chris Donnelly, un ex asesor de la OTAN, que alertó que Armenia, Azerbaiján y los países de Asia Central son "muy vulnerables".
Traducción de Jaime Arrambide. 

domingo, 20 de abril de 2014

El botón único



Las redes sociales ha logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha impuesto el régimen de Nicolás Maduro.



PAULINA GAMUS/EL PAÍS 

 “No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo…. Pues sepa quien lo niega y quien lo duda, que es lengua la verdad de Dios severo y la lengua de Dios nunca fue muda.”Don Francisco de Quevedo y Villegas.

La muerte de Gabriel García Márquez ha provocado no solo un aumento en las ventas de sus libros sino también el interés por rescatar y volver a poner en circulación muchas de sus crónicas periodísticas, siempre deliciosas y llenas de ese humor que hizo de él un escritor capaz de encantar a todo público. Una de esas crónicas fue sobre el viaje que hizo en 1957 a varios países de la Europa comunista, con una visa que lo acreditaba como delegado al Congreso Mundial de la Juventud a celebrarse en Moscú. La tituló “90 días en la Cortina de Hierro” y fue publicada por la revista Cromos, de Bogotá.
De ese relato voy a citar algunos pasajes: la característica primaria y esencial de todo gobierno totalitario o con tendencia a serlo que es coartar y, de ser posible, suprimir la libertad de expresión. En su visita a la ciudad de Leipzig, García Márquez que aún no era el célebre Gabo, y sus acompañantes, se reúnen en un bar con un “expropiado”, Herr Wolf, a quien el gobierno de Alemania oriental había indemnizado miserablemente por arrebatarle su empresa. Entonces Herr Wolf se gastaba el dinero en copas en un bar que por supuesto era del gobierno, ya que el sistema había suprimido la figura jurídica de la herencia. Las otras presentes en el encuentro eran dos jóvenes estudiantes universitarias.
Escribe GGM: “No era incomprensible que Herr Wolf detestara el régimen. Lo alarmante era que las dos muchachas que no conocían otra cosa, que eran educadas por el estado con un sueldo y la promesa de un porvenir seguro, fueran tan intransigentes como Herr Wolf. Se sentían avergonzadas por la calidad de sus trajes, deseaban saber algo de París, donde se leen novelas de todo el mundo y el nylon es un producto popular. Franco (un italiano acompañante de García Márquez) les dijo que era cierto, pero les recordó que los estudiantes no tienen sueldo en los países capitalistas. Eso no les importaba. La respuesta de ellas, de la mayoría de los estudiantes que conocimos e inclusive de los estudiantes de marxismo de la Universidad Marx-Lenin, fue aproximadamente la misma: que no nos paguen nada pero que nos dejen decir lo que nos da la gana”.
Al llegar al destino final de su viaje, Moscú, Gabo escribe: “Había cosas más esenciales que impresionaron a los visitantes occidentales y que sin embargo no fueron disimuladas. Entre ellas los receptores de radio con un solo botón: Radio Moscú. Los receptores son muy baratos en la Unión Soviética, pero la libertad del auditor está limitada a escuchar radio Moscú o a no utilizar el receptor”. La radio con un solo botón en Moscú, la existencia de un solo periódico Pravda (La Verdad) órgano oficial del gobierno y del partido comunista fundidos en un mismo cuerpo para decir una sola verdad, la oficialista, fue la marca de fábrica de todos los gobiernos de Europa sometidos al régimen soviético y se extendió a la Cuba de Fidel Castro.
Pero no se crea que solo los gobiernos francamente autoritarios son los que suprimen la libertad de las personas para decir lo que piensan, la tentación es general. Muchos que se precian de ser democráticos procuran ponerle freno a los medios de comunicación para que no desnuden sus errores y vicios. En América del Sur los gobiernos de Evo Morales, en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y de Cristina Kirchner, en Argentina, han emprendido acciones abiertamente represoras de la libertad de prensa. Pero ninguno ha llegado a los extremos del régimen bolivariano o socialista del siglo XXI, primero con Hugo Chávez y luego con su heredero Nicolás Maduro. Venezuela es hoy el país de un solo botón para la televisión y la radio. El empeño en acallar cualquier opinión crítica o disidente, se extiende a la prensa escrita a la que se niegan las divisas para adquirir el papel y los insumos que se necesitan para imprimir un periódico.
Los métodos para alcanzar la meta del botón único han variado desde el cierre abusivo de un canal de televisión -Radio Caracas TV- y la confiscación de sus equipos, hasta la compra de otros canales y la presión sobre los dos que aún permanecen en manos privadas, para que practiquen la autocensura. Distinto fue el caso de Globovisión, que hasta hace un año era el único medio televisivo que abría sus puertas a la oposición, cubría sus actividades, informaba sobre el curso real de los procesos electorales y mostraba la catadura del régimen, sus corruptelas y abusos. El método en este caso fue presionar a sus propietarios, mediante juicios amañados y multas impagables, para que vendieran el canal a un grupo vinculado al gobierno. Globovisión simula hoy mantener alguna independencia con dos o tres programas en los que según el refrán criollo, dan un tirito al gobierno y otro a la oposición. Pero se niega a informar hasta las agresiones físicas de los paramilitares del oficialismo a sus propios periodistas y el robo o destrucción de sus equipos. Y, mientras hay protestas multitudinarias reprimidas brutalmente por la Guardia Nacional, la Policía y los delincuentes organizados en los llamados Colectivos, el canal transmite las incidencias de la desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines o los resultados del fútbol europeo.
La familia Capriles, propietaria por décadas del periódico con mayor circulación nacional y el preferido de los sectores populares -Últimas Noticias- fue extorsionada al comienzo del gobierno de Chávez para colocar en la dirección del diario a un ex combativo gremialista del periodismo contestatario en la Cuarta república, transmutado en instrumento dócil del régimen chavista. El método en este caso fue reabrir un juicio por la herencia del fundador del periódico, que ya tenia sentencia firme de la extinta Corte Suprema de Justicia. Aún con ese neochavista en la dirección, de vez en cuando se colaba una que otra información crítica del oficialismo. Era más de lo que el gobierno de Nicolás Maduro podía soportar. Apareció entonces un grupo de testaferros que compró el periódico por un precio astronómico y el director que esporádicamente dejaba colar alguna opinión o información no plegada al gobierno, ha permitido ahora la presencia de censores designados por el oficialismo y se ha erigido el mismo en censor.
El botón único ha ido avanzando también en la programación radial. Son muy pocas las emisoras que conservan uno que otro programa que da cabida a opositores y a opiniones adversas al gobierno. Pero las radios llamadas comunitarias, las adquiridas por el régimen y aquellas que aún están en manos privadas pero se autocensuran para sobrevivir, copan el espectro radial del país. El Twitter ha logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha impuesto el régimen ya francamente totalitario de Nicolás Maduro. Lamentablemente es un medio que no llega a los sectores populares sin acceso a las redes sociales. Los twitteros practicamos el libre ejercicio del periodismo, por consiguiente logramos lo que aspiraban las chicas universitarias del Leipzig comunista visitado por García Márquez: decir lo que nos da la gana. Y en ese decir lo que a uno se le antoja, aparece la oposición de la oposición: la que descuartiza a Henrique Capriles y a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por no ser suficientemente combativos ni estar en la palestra pública como debieran. Claro, como debieran si pudieran, porque el acceso de la MUD a la televisión está severamente restringido y Capriles está vetado del todo y no se permite su presencia física ni referencial en ningún canal. Sin embargo, todos los esfuerzos del espurio Nicolás Maduro por mantener la fachada democrática de su gobierno, han fracasado estrepitosamente. No hay un rincón del mundo donde se ignoren las maneras salvajes que éste ha utilizado para reprimir las protestas ciudadanas y a la par, no hay lugar en el que la gente no sepa como fue que el manirrotismo, la corrupción y la ineptitud de la revolución chavista, arruinaron al país más rico de la América del Sur.

Ganar es más que aritmética



Santos pelea contra un monstruo de mil cabezas que pide un cambio en Colombia que nadie ha podido aún descifrar.


DIANA CALDERÓN/EL PAÍS 

Estamos a un mes de la primera vuelta presidencial y a 45 días de la segunda, y el presidente Juan Manuel Santos tendrá que defender su slogan de campaña “hemos hecho mucho, pero nos falta mucho”.
Cómo llegan, con qué fuerza de respaldos cuentan los cinco candidatos presidenciales. Hace mes y medio ocurrieron las elecciones que renovaron el Congreso. Miremos. El partido de Uribe, el Centro Democrático, que apoya a Oscar Iván Zuluaga sacó dos millones doscientos mil votos; Enrique Peñalosa, que ganó su candidatura en un consulta ese mismo día, obtuvo más de dos millones; Clara López, por su parte, empieza con los votos del Polo Democrático que son medio millón y los conservadores dividirían sus dos millones de votos entre Marta Lucia Ramírez, con un millón y Santos con otro millón.
La aritmética. Los partidos de la Unidad Nacional que apoyan a Santos llegaron a cinco millones y sumados con la mitad del conservadurismo estarían en seis, lo que es más que todos los demás sumados, pero las encuestas muestran, todas sin excepción, que Santos no ganaría en primera vuelta sino que necesitaría de una segunda.
El presidente-candidato, quien alcanzó grandes niveles de popularidad en la primera mitad de su mandato, hoy no alcanza el 28 por ciento en la intención del voto y pelea por conquistar una franja que reporta que votará en blanco en el mismo porcentaje. Ahora, su mayor rival pareciera ser la apatía. Santos pelea contra un monstruo de mil cabezas que pide un cambio en Colombia como en tantos otros países, un cambio que nadie ha podido aún descifrar pero que a los partidos políticos del mundo les exige una enorme creatividad. Ya ni siquiera las cifras que demuestran que la vida mejora para la gente logran mejorar la imagen de los gobernantes.
A Santos lo rodea un equipo de campaña y de expertos en comunicación política que un día le recomiendan meter goles y otro día, atajarlos. Un día pasan de JMS a SANTOS, y luego a JUAN MANUEL. Lo único que no le han dicho esa nube de asesores es que defienda su gestión sin necesidad de ventrílocuos, como lo son sus jefes de campaña o su vicepresidente, que en lugar de fortalecerlo lo que hacen es ponerle muletas que lo hacen ver débil.  
Ahora cuáles serían los elementos de diferenciación entre los candidatos.
Oscar Iván, OIZ, o ahora Zuluaga, el candidato por el Centro Democrático, busca el apoyo del electorado sobre los logros del gobierno del ex presidente Uribe en seguridad, inversión y confianza inversionista. Crítico del proceso de paz de Santos, tiene discurso de corte nacionalista, hace un llamado a la defensa del país por medio de la no ratificación del fallo de La Haya sobre San Andrés y la expulsión del castro-chavismo del país y su publicidad es una sarta de micro promesas para cada grupo de interés que se le atraviesa. Niños, estudiantes, taxistas, etc.
Enrique Peñalosa entra en competencia desde una extraña alianza de verdes, herencia de la ola verde de Antanas Mockus en las pasadas elecciones, ahora unidos a un sector de la izquierda, que es el partido del recién destituido alcalde de Bogotá Gustavo Petro, quien no apoya aún a Peñalosa y maneja según las encuestas el 60 por ciento de la intención del voto en la capital colombiana.
Peñalosa, que también fue alcalde de Bogotá, quiere hacer de la educación uno de los temas fuertes de su propuesta, que realmente no tiene posición ideológica sino una invitación a hacer una política sin clientelas. Su publicidad es más de sueños que de propuestas. Su campaña es un receptáculo bien pensado para la izquierda o para la derecha en la idea que puede llegar a disputar con Santos la segunda vuelta. Además es el único que de frente dijo que mantendría la negociación de paz sin peros, a diferencia de los otros.
En el otro sector de la izquierda, el del Polo Democrático, Clara López se propone como alternativa a Santos. Propone seguir con el proceso de paz de La Habana y consolidar una cultura de la paz en el país y plantea acabar con los Tratados de Libre Comercio, que considera que éstos violan la soberanía y le dan prioridad al capital extranjero sobre el nacional. Una campaña de entusiasmo, sin mucho detalle del cómo hacerlo pero pintando, extraño para la izquierda, un cierto optimismo.
Del lado conservador, otra mujer, Marta Lucia Ramírez. La mayoría de sus pronunciamientos son críticas a las negociaciones de paz con las FARC en la Habana prometiendo “un gobierno diferente, un país para la gente”. La candidata ha sido ministra de Defensa y su fórmula vicepresidencial, Camilo Gómez, fue consejero de paz y eso le da credenciales para hablar y proponer en esta materia. Pero su discurso, más que propuestas son críticas y críticas.
A ninguno se le ha escuchado hablar de posconflicto en un país que va a firmar un proceso de paz, tampoco sobre cómo romper el círculo de dádivas en los tribunales judiciales, menos aún sobre cómo modernizar el campo colombiano o evitar paros agrarios sin aumentar más la bolsa de subsidios, y en cambio sí muchas promesas de educación gratis incluso para los niveles superiores como si fuéramos Finlandia. Quizá ahí está el problema, que no somos Finlandia, sino Colombia y hay que hacer política seria y promesas reales porque los electores sí saben en qué país viven.
Diana Calderón es periodista colombiana, directora del Servicio Informativo de Caracol Radio y directora de Hora 20 

Putin juega con los rusos y los mapas



El Kremlin se atribuye el título legal de guardián de la identidad rusa para proyectar su influencia sobre territorios de la antigua URSS y el Imperio zarista.


PILAR BONET Donetsk 





Los conceptos jurídicos de ciudadanía y las fronteras de Estados miembros de la ONU están siendo erosionados por el malabarismo del presidente Vladímir Putin. El Kremlin juega con los términos con la misma agilidad que un trilero mueve sus cubiletes para que el dado esté siempre en su terreno. Apoyándose en pensadores, considerados marginales hasta hace poco, la ideología del resurgir del Imperio Ruso encuentra eco en sectores sociales resentidos por la supuesta humillación vivida desde la desintegración de la URSS. La propaganda televisiva alimenta la ilusión de que Rusia volverá a ser una gran potencia si se erige en luz y guía del espacio postsoviético y obliga al resto del mundo a “respetarla” (ya no pretende ser querida) por su fuerza militar.
El Kremlin juega con tres conceptos: la identidad rusa, el tiempo y el espacio. Para entender el truco cabe preguntar: ¿qué es ser ruso? y ¿con qué mapas jugáis? La palabra ruso en castellano traduce dos acepciones, ruski, con un sentido étnico y cultural, y rossian, que denomina a personas de distintas etnias y culturas con pasaporte de la Federación Rusa. El problema viene de que el Kremlin no solo defiende a los rossian, sino también a los ruski, que es un concepto dilatado y fragmentado en comunidades diversas en distintos países.

Una nueva ley dará la ciudadanía a los "portadores del idioma ruso"

La ideología estatal predominante está en los orígenes de la crisis actual en Ucrania, cuyas autoridades se resisten a integrar el factor ruso (ruski) como elemento de la propia identidad estatal. En una ocasión, el presidente ucranio Víctor Yúshenko quedó desconcertado cuando esta corresponsal le preguntó por qué dejaba que Rusia monopolizara lo ruso y por qué le entregaba la literatura ucrania en ruso (Nikolái Gógol, Isaac Bábel, Mijaíl Bulgákov) a Rusia. La lengua ucrania tiende a protegerse del ruso como otros idiomas que coexisten con lenguas-gigantes sostenidas por un aparato estatal, pero, al entregar lo ruso (ruski) a Moscú, los dirigentes ucranios contribuyeron a generar la actitud mesiánica del Kremlin respecto a la cultura rusa, que se plasma también en el apoyo al llamado Ruski Mir (Mundo Ruso).
Hasta ahora, el Kremlin no tomó decisiones que puedan ser calificadas de “étnicas” para proteger a los rusos, pero sí juega con el factor ruso. Rusia ha repartido con profusión pasaportes rusos en territorios con “conflictos congelados” legados por la URSS (Abjazia y Osetia del Sur y el Transdniester) y, para resolver su crisis demográfica, lanzó en 2006 un programa de repatriación de “compatriotas”, dirigido a ciudadanos de países de la antigua URSS que, sabiendo hablar ruso, desearan emigrar a Rusia y convertirse en ciudadanos rusos. En aquel entonces, Moscú hizo equilibrios para evitar criterios étnicos con los “repatriados”, que en 2013 fueron 183.000.
El Kremlin invocó la protección de los “ciudadanos rusos” para repeler el ataque del entonces presidente georgiano Mijaíl Saakashvili contra Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, en 2008. En 2009 esta política se legitimó con una enmienda en la Ley de Defensa, de acuerdo con la cual Rusia podía intervenir en el extranjero para defender los intereses de la Federación Rusa y sus “ciudadanos”. En el caso de Crimea, en la península existía un amplio contingente de ciudadanos rusos (militares jubilados, personas con doble nacionalidad). Tras la anexión, Moscú, rauda y generosamente, ha repartido pasaportes rusos a la población local.

"Una intervención en Ucrania sería legítima", justifica el presidente

Para comprender la situación en el sudeste de Ucrania es útil distinguir entre los rusos “por pasaporte” y los rusos “por lengua”, “de corazón” y “por nostalgia del Imperio” o por varias de estas razones. No todos los rusos de Ucrania miran hacia Moscú. En Ucrania, la mayoría de rusos (por lengua) reivindican un Estado de derecho donde quepa el “factor ruso” como parte de la riqueza cultural de un gran Estado centroeuropeo.
Rusia utiliza su papel de guardiana de lo “ruso” para proyectar su influencia en la antigua URSS y el Imperio Ruso. Una ley a punto de ser firmada por el presidente Putin y aprobada ya por el Parlamento facilita la adquisición de la ciudadanía rusa a los “portadores del idioma ruso”, cuyos antepasados vivieron en el territorio del Imperio Ruso, aunque en los límites de la Federación Rusa dentro de la URSS. Esta enrevesada fórmula ha sido corregida tras la anexión de Crimea para no alarmar más de lo que están a países vecinos como Kazajistán. Pero la sola mención del Imperio Ruso en un texto legal es una novedad y establece una continuidad entre el Estado actual y la Rusia zarista.
Los conceptos sin embargo se difuminan con la aparición de los “próximos”. A principios de marzo, Vladímir Putin, se olvidó de los “ciudadanos” y dijo que la decisión de utilizar al Ejército ruso en Ucrania sería “legítima”, porque suponía “defender a gente estrechamente relacionada con nosotros desde el punto de vista histórico y en el sentido de una cultura común y en el plano económico”. “Esto responde a nuestros intereses nacionales” y es una “misión humanitaria”, afirmó el jefe del Estado.
En cuanto a los mapas, hasta hace poco parecía que, una vez cerrado el contencioso por la frontera china, que se remontaba al siglo XIX, las controversias territoriales en el espacio de la antigua URSS se centraban en problemas generados en aquel Estado (con Estonia) o durante la desintegración del mismo. Sin embargo, Putin ha sacado esta semana del baúl los mapas de las provincias del Imperio zarista y ha utilizado el término Novorosia, para referirse a las regiones del sur y el este de Ucrania.
“Empleando la terminología zarista, quiero decir que esto no es Ucrania, sino Novorosia. Se trata de Járkov, Donetsk, Lugansk, Hersón, Nikoláiev, Odessa, que en la época zarista no estaban en Ucrania, sino que le fueron entregados más tarde. Sabe Dios por qué”, sentenció.
Tras mencionar las victorias de Catalina II contra los turcos, Putin dijo que, si los habitantes de aquellos territorios son ciudadanos de Ucrania, deben serlo en “igualdad de derechos” y obtener “garantías”.
Novorosia fue una provincia zarista que se formó en el siglo XVIII en el territorio conquistado al Imperio Otomano al norte del mar Negro. Como unidad administrativa, Novorosia existió de forma discontinua y con territorio variable hasta 1802. Como concepto que designara un espacio común, dejó de existir a principios del siglo XX. En época soviética el término cayó en desuso y a nadie se le ocurría poner en duda la pertenencia a Ucrania de aquellos territorios. Pero ahora los especialistas en “narrativas útiles” han desempolvado un concepto y un mapa que podría servir para justificar una identidad propia común del sudeste de Ucrania, con la ventaja además de que en Novorosia se incluye el Transdniester, que oficialmente es parte de Moldavia. “No existe la conciencia de identidad de Novorosia y esas tierras estuvieron pobladas sobre todo por ucranios”, afirma el historiador Vladímir Dolin. Tal como están las cosas, al expansionismo soviético que era cosmopolita y miraba al futuro, le ha sucedido el proyecto de Vladímir Putin, que es ruso y mira al pasado o, como dice irónicamente un comentarista, a un mundo imaginario como el “reino de Oz”.