Santos pelea contra
un monstruo de mil cabezas que pide un cambio en Colombia que nadie ha podido
aún descifrar.
DIANA
CALDERÓN/EL PAÍS
Estamos a un mes de la primera vuelta presidencial y a 45 días de la
segunda, y el presidente Juan Manuel Santos tendrá que defender su slogan de
campaña “hemos hecho mucho, pero nos falta mucho”.
Cómo llegan, con qué fuerza de respaldos cuentan los cinco candidatos
presidenciales. Hace mes y medio ocurrieron las elecciones que renovaron el
Congreso. Miremos. El partido de Uribe, el Centro Democrático, que apoya a
Oscar Iván Zuluaga sacó dos millones doscientos mil votos; Enrique Peñalosa,
que ganó su candidatura en un consulta ese mismo día, obtuvo más de dos
millones; Clara López, por su parte, empieza con los votos del Polo Democrático
que son medio millón y los conservadores dividirían sus dos millones de votos
entre Marta Lucia Ramírez, con un millón y Santos con otro millón.
La aritmética. Los partidos de la Unidad Nacional que apoyan a Santos
llegaron a cinco millones y sumados con la mitad del conservadurismo estarían
en seis, lo que es más que todos los demás sumados, pero las encuestas
muestran, todas sin excepción, que Santos no ganaría en primera vuelta sino que
necesitaría de una segunda.
El presidente-candidato, quien alcanzó grandes niveles de popularidad en
la primera mitad de su mandato, hoy no alcanza el 28 por ciento en la intención
del voto y pelea por conquistar una franja que reporta que votará en blanco en
el mismo porcentaje. Ahora, su mayor rival pareciera ser la apatía. Santos
pelea contra un monstruo de mil cabezas que pide un cambio en Colombia como en
tantos otros países, un cambio que nadie ha podido aún descifrar pero que a los
partidos políticos del mundo les exige una enorme creatividad. Ya ni siquiera
las cifras que demuestran que la vida mejora para la gente logran mejorar la
imagen de los gobernantes.
A Santos lo rodea un equipo de campaña y de expertos en comunicación
política que un día le recomiendan meter goles y otro día, atajarlos. Un día
pasan de JMS a SANTOS, y luego a JUAN MANUEL. Lo único que no le han dicho esa
nube de asesores es que defienda su gestión sin necesidad de ventrílocuos, como
lo son sus jefes de campaña o su vicepresidente, que en lugar de fortalecerlo
lo que hacen es ponerle muletas que lo hacen ver débil.
Ahora cuáles serían los elementos de diferenciación entre los
candidatos.
Oscar Iván, OIZ, o ahora Zuluaga, el candidato por el Centro
Democrático, busca el apoyo del electorado sobre los logros del gobierno del ex
presidente Uribe en seguridad, inversión y confianza inversionista. Crítico del
proceso de paz de Santos, tiene discurso de corte nacionalista, hace un llamado
a la defensa del país por medio de la no ratificación del fallo de La Haya
sobre San Andrés y la expulsión del castro-chavismo del país y su publicidad es
una sarta de micro promesas para cada grupo de interés que se le atraviesa.
Niños, estudiantes, taxistas, etc.
Enrique Peñalosa entra en competencia desde una extraña alianza de
verdes, herencia de la ola verde de Antanas Mockus en las pasadas elecciones,
ahora unidos a un sector de la izquierda, que es el partido del recién
destituido alcalde de Bogotá Gustavo Petro, quien no apoya aún a Peñalosa y
maneja según las encuestas el 60 por ciento de la intención del voto en la capital
colombiana.
Peñalosa, que también fue alcalde de Bogotá, quiere hacer de la
educación uno de los temas fuertes de su propuesta, que realmente no tiene
posición ideológica sino una invitación a hacer una política sin clientelas. Su
publicidad es más de sueños que de propuestas. Su campaña es un receptáculo
bien pensado para la izquierda o para la derecha en la idea que puede llegar a
disputar con Santos la segunda vuelta. Además es el único que de frente dijo
que mantendría la negociación de paz sin peros, a diferencia de los otros.
En el otro sector de la izquierda, el del Polo Democrático, Clara López
se propone como alternativa a Santos. Propone seguir con el proceso de paz de
La Habana y consolidar una cultura de la paz en el país y plantea acabar con
los Tratados de Libre Comercio, que considera que éstos violan la soberanía y
le dan prioridad al capital extranjero sobre el nacional. Una campaña de
entusiasmo, sin mucho detalle del cómo hacerlo pero pintando, extraño para la
izquierda, un cierto optimismo.
Del lado conservador, otra mujer, Marta Lucia Ramírez. La mayoría de sus
pronunciamientos son críticas a las negociaciones de paz con las FARC en la
Habana prometiendo “un gobierno diferente, un país para la gente”. La candidata
ha sido ministra de Defensa y su fórmula vicepresidencial, Camilo Gómez, fue
consejero de paz y eso le da credenciales para hablar y proponer en esta
materia. Pero su discurso, más que propuestas son críticas y críticas.
A ninguno se le ha escuchado hablar de posconflicto en un país que va a
firmar un proceso de paz, tampoco sobre cómo romper el círculo de dádivas en
los tribunales judiciales, menos aún sobre cómo modernizar el campo colombiano
o evitar paros agrarios sin aumentar más la bolsa de subsidios, y en cambio sí
muchas promesas de educación gratis incluso para los niveles superiores como si
fuéramos Finlandia. Quizá ahí está el problema, que no somos Finlandia, sino
Colombia y hay que hacer política seria y promesas reales porque los electores
sí saben en qué país viven.
Diana Calderón es periodista colombiana, directora del Servicio Informativo de
Caracol Radio y directora de Hora 20
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