Cosacos cargan el cajón de un prorruso abatido en un tiroteo en Slaviansk.
El
secretario de Estado norteamericano, John Kerry, acusó a Rusia de comportarse
"como si fuese el siglo XIX" por la anexión de
Crimea. Pero quienes siguen de cerca el éxito de las fuerzas rusas para
implementar la política del presidente Vladimir
Putin en Crimea y Ucrania oriental llegaron a una conclusión
bien distinta sobre la estrategia militar rusa.
Esos expertos ven que una fuerza militar a la que
se desdeñaba y consideraba decadente desde la caída de la Unión Soviética
emplea tácticas del siglo XXI que combinan el uso de la guerra cibernética, una
enérgica campaña de información y tropas especiales altamente entrenadas, todo
destinado a arrebatarle la iniciativa a Occidente.
"Es un cambio significativo en el modo en que
las fuerzas terrestres rusas abordan un problema", dijo James Stavridis,
almirante retirado y ex comandante de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN). "Jugaron con mucha habilidad su mano de cartas",
señaló.
La capacidad desplegada por
el ejército ruso no sólo es importante para el crucial drama de Ucrania, sino
que también tiene implicancias para la seguridad de Moldavia, Georgia, naciones
de Asia Central y hasta para las naciones de Europa Central que integran la
OTAN.
La destreza con la que los rusos operaron en
Ucrania está muy lejos de la artillería pesada, los ataques aéreos y los
misiles tierra-tierra utilizados para recuperar Grozni, la capital chechena, de
los separatistas que la controlaban en 2000. En ese conflicto, la idea de
evitar los daños colaterales a civiles e infraestructura civil parecía de otro
mundo.
Desde entonces, Rusia buscó desarrollar maneras más
efectivas de proyectar su poder en el extranjero "cercano", o sea las
naciones no rusas que emergieron tras el colapso de la Unión Soviética. Intentó
poner al día a sus fuerzas militares, dando prioridad a los equipos especiales
y a la infantería naval y aeronáutica. En Crimea, también "puso a
prueba" su capacidad de "reacción rápida", según Roger
McDermott, miembro de la Jamestown Foundation.
El rápido éxito de Rusia en Crimea no significa que
haya cambiado la calidad general del ejército ruso, conformado mayormente por
conscriptos que no son adversarios para las altamente tecnologizadas fuerzas
norteamericanas.
"La operación revela muy pocos detalles del
actual estado de las fuerzas armadas rusas", dijo McDermott. "Su
verdadera fortaleza radica en acciones encubiertas combinadas con una buena
inteligencia sobre las debilidades del gobierno de Kiev y en su determinación a
responder militarmente", afirmó.
Las operaciones de Rusia en Ucrania fueron una
veloz alternancia de demostraciones de poder duro y poder suave. El gobierno de
Barack Obama, que alguna vez tuvo la esperanza de que Putin decidiera
"bajarse" de su carrera por Crimea, se vio obligado repetidamente a
correr tras la pelota, cuando el Kremlin cambiaba lo que ocurría de hecho en el
terreno.
"Es un accionar mucho más sofisticado y
refleja la evolución del ejército ruso, de su entrenamiento y de su modo de
pensar sus operaciones y estrategias a lo largo de los años", dijo Stephen
J. Blank, ex experto en asuntos militares rusos de la Escuela de Guerra del
Ejército de Estados Unidos y actual miembro del Consejo de Política Exterior
Norteamericana.
Para su intervención en Crimea, los rusos usaron un
ejercicio militar "relámpago", para distraer la atención y ocultar
sus preparativos. Luego, tropas especiales sin identificación se movieron con
rapidez para asegurar las instalaciones clave. Cuando la operación ya estaba en
marcha, las fuerzas rusas cortaron el cableado telefónico, interfirieron las
comunicaciones y realizaron un ciberataque para aislar a las fuerzas ucranianas
presentes en la península.
"Desconectaron a las fuerzas ucranianas
apostadas en Crimea de su comando y control", dijo en una reciente
entrevista el general Philip M. Breedlove, comandante de la OTAN.
Para cimentar su control, el Kremlin realizó una
incesante campaña en los medios para reforzar su argumento de que una
intervención con apoyo ruso había sido imprescindible para rescatar a los
rusohablantes del extremismo de derecho y el caos.
Apenas el gobierno de Obama exigió que Rusia se
retirara de Crimea, el Kremlin redobló la apuesta con la movilización de 40.000
soldados a la frontera oriental de Ucrania.
Según funcionarios norteamericanos, poco después
Rusia ya estaba enviando equipos reducidos y bien pertrechados a través de la
frontera ucraniana para ocupar edificios públicos que luego pudiesen ser
entregados a simpatizantes y milicias locales. El objetivo también fueron las
comisarías y los edificios del Ministerio del Interior, donde hay arsenales que
pueden ser distribuidos entre los seguidores locales.
"Como tienen cierto apoyo local, son capaces
de seguir presionando con un pequeño número de buenos combatientes y seguir
adelante", dijo Daniel Goure, experto en asuntos militares rusos del
Instituto Lexington, un grupo de estudios políticos.
Aunque el Kremlin no descarta la opción de una
intervención a gran escala en el este de Ucrania, el propósito inmediato de las
fuerzas aéreas y terrestres apostadas cerca de la frontera parece ser el de
disuadir a los militares ucranianos de reprimir a los rusohablantes del Este y
de desalentar el envío de ayuda militar por parte de Estados Unidos.
Los expertos militares dicen que este tipo de
estrategia que está usando el Kremlin es más efectiva en áreas donde existen
rusos étnicos dispuestos a dar apoyo local. Además, es más fácil de llevar
adelante si la operación es cercana a la frontera rusa, donde el Kremlin puede
desplegar todo su arsenal.
"Puede usarse en toda el área que constituía
la Unión Soviética", dijo Chris Donnelly, un ex asesor de la OTAN, que
alertó que Armenia, Azerbaiján y los países de Asia Central son "muy
vulnerables".
Traducción
de Jaime Arrambide.
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