Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

domingo, 29 de diciembre de 2013

Hoy, la clave del mundo es la caída de la pobreza



POR JORGE CASTRO


Consumo chino. Qianmen, calle peatonal y comercial de Beijing. / EFE
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29/12/13
Cae la pobreza en el mundo y disminuye la desigualdad. Esta es la situación social del planeta en la segunda década del siglo XXI, y los grandes reductores de la pobreza y la desigualdad son los países emergentes: China ha disminuido en 600 millones el número de pobres en los últimos 30 años; India, 250 millones y Brasil, en el período 2003-2010, 40 millones.
La reivindicación de la justicia social es inseparable de la comprensión de este aspecto esencial de la globalización, resultado directo de la incorporación de los países emergentes al capitalismo globalizado.
El Banco Mundial (BM) ofrece las siguientes precisiones: los tres segmentos de abajo de la población del mundo (en ingreso per cápita U$S 2 / US$ 16 por día) aumentaron sus rentas 54,8% entre 1988 y 2008, y los tres deciles de arriba lo hicieron sólo 25,1%.
China es una categoría aparte.
El promedio mundial de ingreso per cápita ha aumentado 24,6% en ese período, y 178,3% en la República Popular. De ahí que el índice Gini de desigualdad haya caído en China entre 1988 y 2008 de 32 a 20,6.
El sector más favorecido por el auge del ingreso per cápita es ahora 40% del total de la pirámide mundial, mientras era 23% en 1988.
¿Quiénes son los grandes ganadores de la globalización?
La respuesta del BM es inequívoca: 90% de la población mundial que ha logrado el mayor incremento del ingreso per cápita pertenece al Asia; y partes de ella corresponden a China e India. Entre los 420 millones de personas que menos han aumentado sus ingresos, 365 millones son ciudadanos del G-7.
La caída de la pobreza tiene una relación causa efecto con el aumento extraordinario de la clase media, que hoy asciende a 1.800 millones y sería 4.900 millones en 2030 (60% de la población mundial entonces).
Global Trends 2012-2030 hace la siguiente advertencia: “el crecimiento de la clase media global constituye un giro tectónico en la historia del mundo (…) Es la primera vez que la mayoría de la población mundial no será pobre y en que la clase media se convertirá (en 2030) en la inmensa mayoría de la población de la mayor parte de los países.” La clase media era prácticamente inexistente en China en 1980 y lo mismo ocurría en Asia emergente. Esta ausencia se mantenía en 1990 y 2000, con la excepción de Corea del Sur y Taiwán, y en menor escala Malasia y Tailandia.
De pronto, se produjo una explosión y la clase media del sudeste asiático con eje en China alcanzó a 50% de la población, tras haber sido 20% diez años antes.
El proceso ha entrado en una nueva fase en la República Popular. Los sectores medios y altos de la clase media (US$ 15.000 / US$ 35.000) serán 30% en 2020 y fueron 12% en 2010. Más aún, los ricos –que triplican o quintuplican los ingresos anteriores– alcanzarán a 100 millones al concluir la década; y todo esto mientras el ingreso per cápita promedio pasa de US$ 7.500 anuales a US$ 16.000 en 2020.
China se convertirá en una sociedad de ingresos medios, próspera.
Es imprescindible colocar a la pobreza en sus términos reales y advertir que el hecho central de la época es su excepcional disminución y su contrapartida, la nueva clase media global, que se expande sobre todo en Asia y América Latina.
Este esfuerzo de lucidez y adecuación a la realidad es una tarea prioritaria para quienes, como la Iglesia Católica, han hecho una “opción preferencial por los pobres”.
El pensamiento católico por definición es hiperrealista, no ideológico; y la fe está unida con la razón en la búsqueda común de la encarnación, que es la realidad.
Quien advertiría el significado del estudio del BM, si viviera, sería Matteo Ricci, sacerdote jesuita, que para convertir al Imperio chino en el siglo XVII se transformó en un excelso sabio confuciano. “Para convertir – dijo – hay que convertirse”, esto es, encarnarse. 

“La Argentina aprendió a recuperarse de las crisis pero no a prevenirlas”




El mayor déficit en estos 30 años de democracia es la ausencia de estrategias de mediano plazo y políticas “contracíclicas”, dice este politólogo de Stanford y Miami.



Ciclos implacables. “La ‘década K’ parecía haber sido la excepción, pero creo que esta excepción se está acabando”, dice Smith/ DIEGO WALDMAN

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29/12/13
Llegó por primera vez a la Argentina como estudiante de doctorado, hace de esto más de cuarenta años, el 11 de setiembre de 1973. Imposible olvidarse de esa jornada. Cuando aterrizó en Ezeiza con su esposa, mexicana, se enteró de que acababan de bombardear el Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, y que el presidente Salvador Allende había muerto resistiendo el golpe militar. En pocas semanas en Buenos Aires vivió la euforia popular, el triunfo de Perón, el asesinato de Rucci y los enfrentamientos entre la izquierda y la derecha peronista cobrándose víctimas a diestra y siniestra en las calles de la Ciudad y zanjones del conurbano. Con esos recuerdos detrás, y habiendo seguido la política argentina de las siguientes décadas y escrito libros sobre ella, su mirada del presente invita a reconocer los grandes avances obtenidos. Pero observa que esos avances ocultan el principal problema: la incapacidad para planificar y prevenir las crisis que sobrevienen cuando se agotan los ciclos económicos o políticos. William Smith es profesor de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami, doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Stanford, editor de la Revista Latin American Politics and Society y autor de numerosos libros sobre política latinoamericana.

Usted viene estudiando la política argentina en el contexto latinoamericano de las últimas décadas. ¿Cuál es su balance de estos 30 años de democracia que acaban de cumplirse?

Creo que durante los últimos 30 años la Argentina ha vivido un proceso de consolidación democrática exitosa, aunque con claroscuros. Primero hay que subrayar los logros antes de remarcar los déficits democráticos. Yo recuerdo muy bien el terrorismo de Estado y la masiva violación de los derechos humanos durante la dictadura militar. Recuerdo muy bien la violencia previa de los años ‘70, con una alta movilización social y política, pero también represión y violencia. Desde esta perspectiva, tal vez el logro más importante de las tres décadas de democracia ha sido la casi total desmilitarizarizacion del sistema político y la erradicación de cualquier pretensión de protagonismo político por parte de las Fuerzas Armadas. Las Fuerzas Armadas ya están sujetas al control civil indiscutido y existe una sólida y fuerte subordinación al Estado democrático.

¿Además de éste, cuáles fueron los principales logros?

Resumiendo lo positivo de cada etapa, de cada presidencia, creo que con Alfonsín se avanzó mucho con las primeras tareas de la transición, sobre todo en relación a los Derechos Humanos, con el juicio a las Juntas, que fue trascendental. Luego, con Menem y Cavallo, con la convertibilidad y la “cirugía sin anestesia” del proyecto neoliberal, dejando de lado por un momento sus altos costos sociales, se puso fin a la hiperinflación y terminó la era de las insurrecciones militares. Ambos eran hasta entonces aparentes problemas insolubles. Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner lograron estabilizar la economía en el contexto de una crisis social enorme y sin precedentes. Y Kirchner inició la recuperación de la política democrática (me refiero a la capacidad de un presidente elegido por el pueblo de tomar decisiones frente a la pretendida autonomía del mercado y los llamados “poderes fácticos”) y avanzó con la reconstrucción de la autoridad del Estado. Finalmente, con Cristina Fernández no sólo se ha expandido la ciudadanía a través de nuevos derechos civiles (matrimonio igualitario, etc.) sino también se han implementado algunas de las políticas sociales más progresistas del periodo democrático.

Vamos entonces, ahora sí, a los déficits de nuestra democracia ...

Hoy la Argentina tiene un régimen político basado en arreglos institucionales liberal-democráticos con un sistema federal y división de poderes, que aun con sus defectos, funciona formalmente según lo prevén sus leyes y normas. Pero, como todo el mundo reconoce, la democracia argentina padece de una serie de problemas comúnmente reunidos bajo el rótulo de “baja calidad institucional”. Este lado problemático tiene que ver con la erosión de identidades y la fragmentación del sistema de partidos. En el nivel subnacional, el de la política de las provincias, estos fenómenos van de la mano con problemas de la política territorial como el clientelismo y la complicidad -por acción u omisión- de los caciques locales y la policía con el crimen o el delito organizado y la inseguridad ciudadana. De tal modo que la consolidación de la democracia no ha podido resolver, sino sólo modificar, el nivel y la complejidad del mal endémico que es la debilidad institucional en la Argentina. Aquí hay que mencionar los conocidos diagnósticos de Guillermo O’Donnell y otros colegas argentinos acerca de la democracia delegativa, el hiperpresidencialismo, la falta de transparencia y la debilidad de la “accountability” (responsabilidad de los gobernantes frente a los gobernados). En breve, la democracia argentina está consolidada pero es una democracia de mala calidad.

¿Cómo se explica que al cabo de una década de crecimiento económico y énfasis en la recuperación del rol del Estado en la economía y la sociedad, el país recaiga en crecientes conflictos y protestas de aristas violentas?

Volvamos a una década atrás: el país más igualitario de la región mostraba, de repente, a un 50% de su población por debajo de la línea de pobreza. Toda la política económica del inicio del nuevo siglo se dirigió a estabilizar la economía y lograr el repunte. Desde el punto de vista de la política, creo que otro logro muy importante era reconstruir la política frente al mercado y a los grandes grupos económicos, los poderes fácticos, y fortalecer el Estado, como respuesta a los excesos del neoliberalismo precedente. Fortalecer el Estado es fundamental, porque sin Estado no hay derechos. Para que haya derechos el ciudadano tiene que poder recurrir a instancias estatales, para que sean derechos verdaderamente ejercidos. Y aquí es donde la cosa comienza a complicarse.

¿De qué modo?

En los ‘90 se hablaba de “democracia delegativa” en referencia al gobierno de Menem y sus políticas neoliberales. Pero resulta que los gobiernos de los Kirchner, con contenidos y orientaciones diferentes, también obedecieron a una lógica delegativa de concentración y personalización del poder. Comienza así a vivirse un proceso parecido, con la misma secuencia: el Gobierno adopta medidas fuertes para enfrentar una crisis estatal de magnitud; tiene aciertos, con la implementación de políticas económicas que coincidirán con el período más largo de la historia de crecimiento económico, hasta 2007, 2008. Con creciente formalidad del mercado de trabajo, millones de empleos, crecimiento con cierta inclusión social, etc. Pero el correlato político será una creciente personalización y concentración del poder en un pequeño círculo, que, es verdad, había comenzado ya con Menem; la idea de “gobierno de emergencia”, los “superpoderes” y la dificultad del Congreso de fiscalizar la acción ejecutiva. Al principio parecía que el kirchnerismo venía a mejorar la calidad institucional, pero luego la economía le da un margen amplio de juego y en lugar de utilizar ese margen para construir una institucionalidad más sólida y de mejor calidad, lo que hace es profundizar la concentración de poder, “doblar la apuesta” y lanzar aquel “vamos por todo”. O sea que utilizó la misma lógica que cuando había momentos de crisis y eso termina conspirando contra sus propios logros.

¿Al final, esta política seguiría sometida a los ciclos económicos en lugar de evitar o atenuar sus curvas de alza y baja? ¿Se monta sobre la curva ascendente (recuperación, crecimiento, consumo) y cae junto con la pendiente en descenso (inflación, contracción, menor crecimiento)?

Detrás de esos problemas cíclicos siempre parece haber un origen fiscal, tanto en el menemismo como en el kirchnerismo, supuestamente modelos diferentes. Eso tiene que ver con la la existencia de un partido hegemónico, la fragmentación partidaria y el hiperpresidencialismo, como le decía antes. Porque ¿cuáles son los incentivos para que el Ejecutivo no sobreactúe en los momentos de auge? En esta lógica de los hiperpresidencialismos, sin un adecuado control del Parlamento o de la sociedad civil, se da un achicamiento de los horizontes temporales, se piensa sólo en el ciclo electoral, se hace todo para maximizar el voto a corto plazo. Cada presidente, para ser elegido, tiene que demonizar al gobierno anterior y prometer una ruptura drástica con el pasado. El problema es cómo alargar los horizontes temporales para que ese fin de los ciclos presidenciales no termine precipitando una nueva crisis.

¿Puede ser esa la encrucijada que le toca ahora transitar al kirchnerismo en el final de su tercer gobierno consecutivo?

Pensando en los próximos dos años, creo que no obstante los logros, todo indica que la economía argentina corre el riesgo de ir por el camino equivocado, en la dirección errada, de nuevo. La posibilidad de otro ciclo de crisis plantea un rompecabezas muy complicado. Todo indica que, más allá del contenido especifico de las políticas económicas -convertibilidad y moneda fuerte con desregulación con Menem, o el default, el boom de las exportaciones primarias y el tipo de cambio competitivo con Néstor y Cristina – la economía no consigue evitar caer en esos ciclos abruptos. La democracia argentina aprendió a recuperarse de las crisis pero no aprendió a prevenirlas. La “década K” parecía haber sido la excepción, pero creo que esta excepción se está acabando. Me pregunto: los últimos cambios en el gabinete y la posibilidad de modificaciones importantes en las políticas económicas del gobierno, ¿significan el abandono de esta “lógica K” de redoblar la apuesta o tal vez apenas una leve alteración? Creo que en buena medida la respuesta a esta pregunta será fundamental no sólo los próximos dos años sino también en la determinación de la próxima fase de democracia argentina.
Copyright Clarín, 2013. 

viernes, 27 de diciembre de 2013

La vuelta al debate constructivo

Discusión pública


Por Luis Alberto Romero |  Para LA NACION

La Argentina se encamina hacia una crisis. La anuncian la inflación y la agudización de los conflictos sociales; también, la preocupación por la falta de políticas de Estado. Durante una década, esta preocupación se diluyó, aplastada por el discurso triunfalista y el consumo boyante. Hoy en muchos ámbitos comienza a discutirse sobre 2015 y sobre las políticas de largo plazo, los equipos técnicos que las propongan y los consensos que las respalden.
Estas ideas tienen mucho de meritorio y algo de engañoso. Hay una confianza algo excesiva en la capacidad de los equipos técnicos para develar la verdad y guiar a la nación. En otros tiempos tuvimos Planes Quinquenales o Planes Nacionales de Desarrollo, bien hechos, pero que, por algún motivo, no convocaron una voluntad política constante y sostenida. Desde 1976, con la larga agonía del Estado, esos emprendimientos planificadores desaparecieron. La aspiración al consenso, más persistente, resurge alimentada por la feroz polarización política de esta década. La convicción se fundamenta en dos ideas: una naturaleza humana generosa y una sociedad orgánica en la que los conflictos son accidentes o disfunciones que se solucionan con buena voluntad.
En ambas ideas hay algo de razonable. Una sociedad necesita expertos respetados; los nuestros son ignorados y suelen emigrar. Una sociedad necesita querer dialogar y alcanzar acuerdos; es algo que extrañamos en esta última década. Son condiciones necesarias, pero no suficientes, pues en cualquier sociedad hay conflictos, intereses distintos e ideas diferentes que no se saldan sólo con opiniones técnicas o buena voluntad.
Es cierto que en algún punto del camino podemos echar una mirada hacia atrás e imaginar los resultados del presente como el fruto del designio inteligente y la concordia del pasado. Suele hablarse del "proyecto de la Generación del 80", en referencia a uno de esos momentos mágicos del saber técnico y el consenso. Pero la historia es más prosaica.
Tulio Halperin Donghi ha reconstruido, en Proyecto y construcción de una nación , la intrincada génesis de esos consensos entre 1850 y 1880, señalando la distancia entre las intenciones de los actores y los resultados efectivos. Iluminados por la Generación del 37 y su apelación a la unidad y la conciliación, los exiliados del rosismo empezaron a diseñar el proyecto de un país nuevo, cuyas líneas maestras eran la organización institucional, la inmigración y la educación. Pero vivieron discutiendo con encono. En 1847 Alberdi suscitó el repudio general por proponerle a Rosas convertirse en el organizador institucional del nuevo país. Luego de Caseros, le hizo a Urquiza una propuesta similar, más exitosa, pero igualmente cuestionada por Sarmiento y otros. En 1853 Alberdi y Sarmiento polemizaron con dureza acerca de la inmigración, la educación, la autoridad y la democracia. En 1868, celebrando a los colonos de Chivilcoy, Sarmiento y Mitre discreparon, más discretamente, acerca de la inmigración y el desarrollo agrario. Todo esto con el telón de fondo de guerras civiles, que no cesaron hasta 1880.
Al ponerse en práctica los proyectos, comenzaron a terciar los políticos y los técnicos. La discusión se amplió, pero a la vez las propuestas fueron encauzándose en un lecho común. La ley de inmigración de 1876 resumió la experiencia colonizadora, pero, sobre todo, alentó la inmigración masiva, la llegada amplia y no selectiva de mano de obra. Doscientos mil extranjeros llegaron cada año, y la economía creció espectacularmente, pero las dudas y las discusiones no cesaron. Unos se quejaron por la postergación de los criollos. Otros vieron en Buenos Aires una babel anárquica y desorganizada. Entre los inmigrantes habría peligrosos "ácratas", contra quienes se sancionó la ley de residencia. Sobre todo, comenzó a aflorar la inquietante pregunta por la nacionalidad y el "ser nacional". Muchos escribieron en contra de la inmigración y pocos lo hicieron a favor. Pese a todo, la política inmigratoria nunca se modificó demasiado.
Las ideas sobre la educación popular plasmaron inicialmente en la provincia de Buenos Aires antes de que el Congreso sancionara en 1884 la célebre ley nacional 1420. A diferencia de lo que inicialmente imaginó Sarmiento, el empuje no vino de las comunidades locales, sino del Estado: el Consejo Nacional de Educación, los maestros normales y los inspectores fueron extendiendo el modelo educativo a todo el país. Por entonces el proyecto, que inicialmente avanzó sobre un espacio poco poblado, debió enfrentar intereses más fuertes, como la Iglesia Católica. Hubo una batalla, con ganadores y perdedores, que no terminó. Políticos y ensayistas cuestionaron los contenidos de la enseñanza -que tildaron de "enciclopedista"- y la ausencia del sentimiento nacional. Los nacionalistas católicos -siempre ingeniosos- acusaron a Sarmiento de haber introducido tres plagas: los inmigrantes, los gorriones y las maestras norteamericanas. Manuel Gálvez consagró en La maestra normal a la figura expiatoria de los males del sistema educativo. La Iglesia logró su lugar en la educación en 1943, y los peronistas entraron a saco en ella en 1946. Y sin embargo, la educación pública sobrevivió, defendida sobre todo por los maestros, los directores y los inspectores, es decir, la tropa de funcionarios estatales calificados.
Sin duda, la inmigración y la educación fueron dos políticas de Estado. Pero no hubo nunca consenso idílico. Para Sarmiento, "la lucha fue su vida y su elemento", y murió dudoso de su éxito. Las políticas se desarrollaron en medio de críticas, de polémicas y debates, de contundentes cambios de rumbo. Como los ríos de nuestra llanura, avanzaron con amplios giros hacia el Sur o el Norte, pero sin perder la dirección principal: desaguar en la cuenca del Plata. Finalmente, la Argentina fue un país de inmigración y un país educado. En algún momento perdió el rumbo, pero eso es otra historia.
En las sociedades, los consensos están al final de la historia, y no al comienzo. Hoy sería un grueso error esperar que el consenso brote espontáneamente de la buena voluntad o de alguna alta mediación. Los acuerdos que perduran son el resultado de debates entre intereses y entre ideas, dos dimensiones de una realidad que es constitutivamente conflictiva. Sin dudas, en los debates y confrontaciones debe haber empatía, respeto y la convicción de que cada parte expresa intereses legítimos e ideas razonables. También debe haber reglas que controlen los daños. Pero no pueden faltar la pasión y la convicción. Los combates deben librarse, y en ellos habrá ganadores y perdedores, pues en eso consiste la política. Pero el resultado no es la aniquilación del otro, como nos propone la discursividad gubernamental hoy. En una discusión respetuosa y abierta no sólo se forjan acuerdos razonables entre los intereses, sino que cada uno va incorporando los puntos de vista y las ideas del otro.
Es bueno saber que la discusión no se acaba nunca y que no debe acabarse, pues en ella está lo vital de la política democrática. Se volverá una y otra vez sobre los temas, se modulará hacia otros, y en un momento se habrá cambiado de eje o de paradigma. Luego los historiadores discutiremos -es nuestro juego predilecto- si hubo continuidades o rupturas.
Todos deben ser protagonistas de estas discusiones: los partidos -que hoy no tenemos-, las corporaciones de intereses, las asociaciones de la sociedad civil, los ciudadanos con opiniones, los medios periodísticos. Pero, además, es central el papel del Estado. Entre sus gobernantes ocasionales y los funcionarios estables se propone la agenda de los problemas y se acumulan los saberes que, luego de los debates, servirán para ejecutar y controlar las políticas. El Estado -que hoy no tenemos- es una maquinaria esencial para el surgimiento de las políticas de Estado. Tan esencial como lo es el soplo vivificante de la discusión pública, que hoy está asomando y que, entre otras cosas, deberá discutir cómo reconstruir el Estado.
© LA NACION. 

jueves, 26 de diciembre de 2013

La mayoría de la población defiende a Mao, el padre de la China socialista



El 85% resalta sus logros. Hoy se cumplen 120 años del nacimiento del líder, creador de la política del “Gran Salto Adelante”.


BEIJING. EFE, DPA Y AFP - 26/12/13


Recuerdo. Dos mujeres se sacan una foto en la estatua de Mao, en la provincia de Hunan, lugar de nacimiento. /AFP

China conmemora hoy el 120 aniversario del nacimiento de su legendario líder Mao Tse Tung, quien pese a la controversia de los métodos aplicados durante su revolucionario gobierno sigue generando una masiva aprobación popular.
El 85 % de la población cree que sus logros compensan los errores cometidos durante los 27 años en que estuvo en el poder, según una encuesta oficial.
Casi el 90% de las personas que integraron la muestra, realizada por el diario “ Global Times ” del grupo de medios pertenecientes al Partido Comunista chino (PCCh), consideraron que “el mayor mérito” de Mao fue “ haber fundado una nación independiente gracias a la revolución ”. Entre las personas consultadas, los jóvenes y los que cuentan con mayor instrucción se mostraron más críticos respecto a la figura del líder.
En cambio, los encuestados de “más edad y con una formación hasta secundaria” son los que más le reverencian. Una razón posible para explicar esa nostalgia entre los mayores, agrega el diario, es el aumento de la desigualdad social, ya que “la justicia” es la segunda principal alabanza hacia el fundador de la China socialista (1949).
A Mao se le critica especialmente por su política del “Gran Salto Adelante”, un paquete de medidas económicas, sociales y políticas implantadas a finales de 1950 que, junto a una serie de catástrofes naturales, derivaron en una masiva hambruna que acabó con la vida de 30 millones de personas. Además se le acusa del caos surgido de la “Revolución Cultural”, iniciada en 1966, en principio contra los intelectuales y altos cargos del Partido acusados de traicionar los ideales revolucionarios, y que acabó convertida en una caza de brujas y en una purga política.
Si bien para hoy se esperan masivas ceremonias conmemorativas, sobre todo en su Hunan natal –al sur del país–, las autoridades ordenaron reducir los gastos de los festejos. Pero lo hicieron más como un gesto de austeridad que como un mensaje de alejamiento de su líder. De acuerdo a las instrucciones dadas por el presidente Xi Jinping,el festejo debe ser “grandioso, simple y pragmático”.
El aniversario suscita un repaso a la verdadera influencia de Mao, especialmente ahora con un gobierno que acaba de aprobar reformas promercado que se contraponen al tradicional modelo maoísta, y con una sociedad que abraza en gran medida el consumismo en las grandes urbes chinas.
Luego de tres décadas de reformas que reintrodujeron el capitalismo en el gigante asiático, Mao se convirtió en referencia para quienes lamentan el abismo que separa a ricos y pobres, así como la endémica corrupción. Mao nació en Shaoshan, en la provincia de Hunan, el 26 de diciembre de 1893, y murió en Beijing el 9 de setiembre de 1976. Su cuerpo embalsamado permanece expuesto en la emblemática plaza Tiananmen. 

Hay más de 10 millones de argentinos pobres y aumentó la desigualdad

Informe de la UCA

Entre 2004 y 2012 se deterioró el acceso a un empleo formal y a vivienda, salud y educación dignas; la marginalidad, origen de la inseguridad.



Por Paula Urien  | LA NACION


El tradicional almuerzo que la Iglesia ofrece a indigentes, ayer, en la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en Rodríguez Peña y Córdoba. Foto: LA NACION / Hernán Zenteno


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Más de 10 millones de personas viven en situación de pobreza en la Argentina, sin empleo formal, educación de calidad ni vivienda digna, y con un servicio de salud insuficiente. Además, entre 2004 y 2012 aumentó la brecha social: la diferencia entre la calidad de vida del sector medio y la del más vulnerable.

Éstas son algunas de las conclusiones del último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA, de la Universidad Católica Argentina), llamado "Heterogeneidades estructurales y desigualdades sociales persistentes". Según la investigación, hecha con datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA, una de las mediciones socioeconómicas más confiables del país), casi la mitad de los trabajadores tiene un empleo precario o hace "trabajos de indigencia" (por ejemplo, el cartoneo), y más de la mitad de las nuevas generaciones de adultos está excluida del sistema de seguridad social. Alrededor de 3 millones de personas están mal nutridas. Una de cada 10 viviendas no tiene agua corriente y tres de cada 10, cloacas.

Al mismo tiempo, el 37% de los jóvenes no termina la secundaria y el 20% no estudia ni trabaja. El 12% de los niños de entre 5 y 17 años debe hacer alguna actividad laboral y dos de cada 10 hogares requieren asistencia pública, con un total de 23,5% que necesitan un programa de asistencia social permanente. A pesar del esfuerzo asistencial, uno de cada cuatro de estos 500.000 hogares no accede al valor real de la canasta básica alimentaria.

"La marginalidad estructural no mejoró en la Argentina a pesar de años en los que el país creció a un ritmo de 8% anual. Se cristalizó la pobreza estructural, la imposibilidad de alcanzar niveles elementales de bienestar e integración social", dice Agustín Salvia, investigador jefe del Observatorio.
"La mitad de los pobres de 2002 dejaron de ser pobres, pero los niveles anteriores a la crisis se agravaron. Buena parte de la conflictividad social tiene que ver con la desigualdad y con expectativas no satisfechas. El delito, el arrebato y el saqueo están dentro de un contexto de descomposición social, de gente que siente que el sistema no los incluye y que la distancia con los que están mejor es cada vez mayor."
"Está aumentando la pobreza por la inflación y el estancamiento del empleo formal. En 2013 subió por encima del 25%", dice Salvia.
Si en 2003 la tasa de pobreza era del 50,9% de las personas, en 2012 fue de 24,5% de acuerdo con los datos del ODSA (5,4% para el Indec en 2012). Es decir que casi el 30 por ciento de los argentinos (si sumamos el 4,9 por ciento de indigentes) no logró salir de esta situación, pese al fuerte crecimiento económico. En ese contexto, la ayuda social pasó del 10,3% del PBI en 2007 al 15,3% en 2012.
Un amplio porcentaje de quienes formaban parte de los desocupados en 2002 se reinsertó rápidamente en el sistema económico productivo, ya que tenían habilidades laborales, pero se habían quedado sin trabajo después del cierre de fábricas y empresas en medio de la crisis. Una vez que cambiaron las condiciones económicas, esas empresas, que tenían capacidad ociosa, volvieron a tomarlos. Pero quienes no cambiaron su situación son los que se encuentran en la base de la pirámide.
La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) mide la canasta de alimentos de la misma manera en que lo hacía el Indec antes de los cambios introducidos por la dupla Néstor Kirchner y Guillermo Moreno en enero de 2007. Los datos que ofrece son llamativos: hoy, un hogar constituido por padre, madre y dos hijos necesita un ingreso mínimo de $ 3900 para no ser considerado pobre. Para el Indec, en cambio, necesita $ 1750 pesos. Los datos de FIEL consignan que en el mes de noviembre ese hogar necesitaba por mes $ 2200 sólo para comprar alimentos, mientras que para el Indec los cuatro integrantes del hogar pueden alimentarse por $ 769 por mes.
DÉFICIT HABITACIONAL

Las condiciones de la vivienda son otra variable que marca el aumento de la brecha entre sectores. Si en 2004 un 68,7% de hogares desfavorecidos no tenía conexión a la red cloacal, en 2012 el porcentaje disminuyó poco, al 61,3%, mientras que asciende a sólo el 8,1% en niveles medios y altos. Lo mismo sucede con el gas, situación que empeoró durante el kirchnerismo para los sectores de menos recursos: 68,5% no tenían conexión a la red de gas en 2012, contra el 68,2% en 2004. Hoy, sólo el 6,3% en el nivel socioeconómico medio-alto no tiene conexión a la red de gas, mientras que en 2004 el porcentaje era del 10,8%.
"En la Capital hay 140.000 personas que viven en villas y otra cantidad igual que vive en inquilinatos o casas tomadas. Se trata del 10% de la población de la ciudad", dice el arquitecto Alfredo Garay, docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA en la "Reunión sobre barrios precarios", organizada por la UCA la semana última. En la provincia, los números son muy similares.
A nivel nacional existen 2.700.340 hogares deficitarios. Entre ellos, 566.095 viviendas precarias irrecuperables y 1.579.129 que se pueden reconstituir. Había 2.640.871 hogares deficitarios en 2001. "El problema es que se invierte en lo nuevo, pero no en recuperar gran cantidad de viviendas que lo necesitan", observa el arquitecto.
CAUSAS DE LA POBREZA

Dentro del período kirchnerista se ven claramente, según diversos estudios, dos etapas bien definidas. Una de crecimiento y recuperación económica y del empleo en parte dada por la devaluación y el aumento del precio de las commodities , y otra, a partir de 2006-2007, donde se redujo el superávit comercial y aumentaron los precios internos a un ritmo vertiginoso. La inflación, según fuentes privadas, subió del 13,4% en 2003 al 18,5% en 2007, para llegar al 25,9% en 2012, y además se dio un estancamiento del empleo.
"Tenemos una economía de muy baja productividad. En la última década no sólo no creció, sino que cayó. El deterioro de las condiciones de producción ha sido notable. Esto explica que la gente gane poco", dice Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL.
Para Bour, el aumento de empleados públicos con baja productividad es mucho. Hoy, hay entre 3.300.000 y 3.500.000 personas que trabajan para el Estado, cuando en 2001 había 2.180.000. También existe un grave problema con la informalidad laboral. Había 6.500.000 empleados precarizados en 2000, mientras que hoy hay 6.800.000, según los datos de FIEL. "Además, la tasa de desocupación está mas cerca del 9% que del 7% que marca el Indec", señala Bour. Con una altísima tasa de empleo informal, un 34,5% en el segundo trimestre de 2013, según los últimos datos del Ministerio de Trabajo (se trata de un 40% según las mediciones de FIEL), son los sectores más desfavorecidos los que no logran insertarse en el mercado laboral formal.
En este contexto, aumenta la brecha social. Hay, según datos del Observatorio, un 40,7% de informalidad en sectores muy bajos, y un 23,8% en sectores medios-altos en 2012. El desempleo en sectores bajos alcanza al 16,3%, y sólo llega al 3,2% en los que son medios-altos. Los trabajadores sin seguridad social llegan al 83,7% en los sectores de menores recursos y al 24,2% en los sectores medios-altos.
Por su parte, el subempleo inestable (trabajos de muy baja remuneración, sin protección social y alta inestabilidad) se duplicó entre 2007 y 2012 en el segmento más vulnerable. Pasó del 16,5% al 30,6% para los sectores muy bajos. "Salir de la pobreza -concluye Bour- supone tener un buen nivel de educación, algo que no sólo no ha mejorado en los últimos 10 o 15 años, sino que se ha deteriorado."
DATOS CENTRALES DEL INFORME

25% Población
Vive en condiciones de pobreza urbana en la Argentina. Son más de 10 millones de personas.

37% Jóvenes
No logran terminar la secundaria, un requisito fundamental para un empleo de calidad.

500.000 Hogares
Se mantienen en situación de indigencia porque no acceden a la canasta básica alimentaria.

40,7% Empleo precario

Es la tasa en los sectores más desfavorecidos; en los sectores medios-altos alcanza el 23,8 por ciento.

martes, 24 de diciembre de 2013

América Latina 2013: balance político



Los procesos electorales de este año confirman algunas de las principales tendencias de la región.


DANIEL ZOVATTO/EL PAÍS

Plagado de importantes acontecimientos, 2013 fue un año intenso en América Latina. La muerte de Hugo Chávez y la llegada de su sucesor, Nicolás Maduro, en elecciones ajustadas y cuestionadas. La reelección de Rafael Correa en Ecuador y el regreso al poder en Chile de Michelle Bachelet. La situación política se regularizó mediante elecciones en Paraguay; sin embargo, la de Honduras (denuncia de fraude mediante) se volvió a complicar. Daniel Ortega, con su reforma a favor de la reelección indefinida, se va pareciendo cada vez más a Somoza. Los Castro siguen gobernando Cuba y ejercieron la presidencia de la CELAC. Las reformas estructurales en México y el proceso de paz en Colombia siguen vivos aunque preñados de grandes desafíos. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, declaró en la OEA el fin de la Doctrina Monroe. Y, por primera vez en la historia, un latinoamericano está al frente del Vaticano, el Papa Francisco, a quien la revista Time, en reconocimiento a su liderazgo, lo designó el personaje del año.
Este año se cumplió el 35º aniversario del inicio de la Tercera Ola democrática en la región y comenzó un nuevo ciclo electoral, dentro del cual, y hasta 2016, 17 de los 18 países de la región (salvo México) celebrarán comicios presidenciales.
Los cinco procesos electorales presidenciales de este año que termina se desarrollaron en un contexto de desaceleración económica. Según la CEPAL, el crecimiento de América Latina en 2013 resultará de sólo 2,6%. A ello hay que sumar un progresivo malestar social que se expresa en un incremento de las demandas ciudadanas (sobre todo de las emergentes y muy heterogéneas clases medias) en varios países de la región que, si bien no rechazan “el sistema democrático”, sí muestran su insatisfacción hacia el funcionamiento de este sistema, a la vez que demandan mejor representación, más transparencia y rendición de cuentas, y, sobre todo, servicios públicos de mejor calidad en materia de educación, salud, transporte y seguridad ciudadana.
En Ecuador, se reeligió por segunda vez a Rafael Correa (electo en 2006 y reelecto en 2009) con una gran ventaja sobre una oposición fragmentada y débil.

Los cinco comicios presidenciales se desarrollaron en
un contexto de desaceleración

En Venezuela, debido al deceso de Chávez, tuvo lugar una campaña corta y marcada por la ausencia física pero no “espiritual” de su carismático liderazgo. El chavismo fue liderado por Nicolás Maduro, quien venía ejerciendo como presidente interino desde que Chávez se marchó a Cuba en diciembre de 2012. La oposición repitió candidato, Henrique Capriles, quien ya había sido derrotado por Chávez en las presidenciales de octubre de 2012. El progresivo deterioro económico, la falta de carisma de Maduro y el buen papel desempeñado por la oposición condujeron a que el chavismo se impusiera por una diferencia muy estrecha. La oposición se negó a reconocer los resultados alegando graves irregularidades, pero las autoridades electorales (bajo control chavista) desecharon dichos cuestionamientos.
Paraguay normalizó su situación, interna y externa, con unas elecciones en las que Horacio Cartes logró triunfar cómodamente, marcando el retorno de los colorados a la presidencia, de la cual fueron desalojados en las elecciones de 2008, tras 61 años ininterrumpidos en el poder.
Las elecciones hondureñas estuvieron marcadas por la polarización, las denuncias de fraude y el triunfo del candidato oficialista Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional. Otra de sus características fue el colapso del histórico sistema bipartidista (en el ámbito nacional pero no en el municipal). El segundo lugar lo ocupó el partido LIBRE, una fuerza emergente nacida tras el golpe de Estado de 2009, liderada por el expresidente Manuel Zelaya, y que llevaba como candidata a la presidencia a su esposa, Xiomara Castro. LIBRE no aceptó los resultados proporcionados por el TSE y denunció fraude. Como consecuencia, el país enfrenta un serio desafío de gobernabilidad debido a la persistencia de una alta polarización política (zelayismo versus antizelayismo) y del fraccionamiento parlamentario que obstaculiza la posibilidad de llegar a acuerdos.
Chile cerró el año electoral con la segunda vuelta de las presidenciales que sellaron el regreso de la izquierda al poder tras cuatro años de gobierno de la derecha. Michelle Bachelet, líder de una coalición de centroizquierda (Nueva Mayoría), se impuso a Evelyn Matthei, cabeza electoral de la coalición de centroderecha. La campaña careció de emoción, pues desde el principio se daba por descontado el triunfo de Bachelet quien, tanto en primera como en segunda vuelta, superó a Matthei por una amplia ventaja. Ambas jornadas se caracterizaron por un elevado abstencionismo.
Otros dos procesos de gran trascendencia para la región tuvieron lugar en Argentina y Venezuela. Las elecciones legislativas de medio periodo fueron desfavorables para el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y pusieron punto final a su proyecto re-reeleccionista. En Venezuela, las elecciones municipales (convertidas por la oposición en un plebiscito simbólico sobre la gestión del presidente Maduro) volvieron a dar como ganador al oficialismo (quien nuevamente tuvo a su favor un marcado “ventajismo”), esta vez con mayor ventaja que en las presidenciales de abril pasado.

El reto de México pasa por lograr una efectiva y exitosa implementación de las reformas

Los procesos electorales de 2013 confirman algunas de las principales tendencias de la región. Primero, la combinación de continuismo (triunfo de Correa en Ecuador, del chavismo en Venezuela y del oficialismo en Honduras) con alternancia (en Paraguay y en Chile). Segundo, la heterogeneidad política también ha estado presente: victoria del “socialismo del siglo XXI” en Ecuador y Venezuela, de la izquierda moderada en Chile y del centro derecha en Paraguay y Honduras. Y tercero, la tendencia al centro político (mayor moderación y pragmatismo), salvo contadas excepciones.
El año 2013 ha dejado varios procesos abiertos que seguirán marcando la realidad política latinoamericana en 2014. En México, Enrique Peña Nieto, apoyándose en el Pacto por México, logró que se aprobaran las principales reformas estructurales que se propuso (educativa, telecomunicaciones, transparencia, fiscal, política y energética), pero dicho Pacto se ha visto desgastado con la salida del PRD. El reto pasa ahora por lograr una efectiva y exitosa implementación de dichas reformas.
En Colombia, el desafío radica en seguir avanzando con el proceso de negociación de paz con las FARC en medio de una campaña electoral que durará los primeros cinco meses de 2014. No obstante importantes avances, las negociaciones han marchado muy lentas (Santos había puesto como fecha límite para un acuerdo el mes de noviembre de 2013). Será un año difícil, plagado de tensiones y presiones, en especial de las que provienen del uribismo.
El rally electoral iniciado este año continuará en 2014 con siete elecciones presidenciales de gran importancia. En la mayoría de los casos, los oficialismos parten como favoritos (Dilma Rousseff en Brasil, Juan Manuel Santos en Colombia, Evo Morales en Bolivia y Tabaré Vázquez en Uruguay). En los tres países restantes (Costa Rica, El Salvador y Panamá) las opciones están más abiertas, pero en todos ellos existen buenas posibilidades para un triunfo oficialista. La reelección está más viva que nunca: en tres países (Colombia, Bolivia y Brasil), los presidentes buscaran su reelección y en otros dos (Uruguay y El Salvador), dos ex presidentes intentarán volver (Tabaré Vázquez y Antonio Saca). En la totalidad de estos procesos la marcha de la economía, el nivel de conflictividad social y coyunturas específicas nacionales desempeñarán un papel determinante. Y con seguridad, en todos estos países la gobernabilidad será más compleja.
Daniel Zovatto es director regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe.