Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

sábado, 25 de mayo de 2013

La Alianza del Pacífico se presenta como “nuevo motor” de América Latina


 

Santos asume la presidencia del bloque que disputa a Brasil la hegemonía económica de la región.





Los presidentes de Perú, Colombia y Chile, el jueves en Cali. / EFE

Los presidentes reunidos ayer en el Club de Golf de Cali (Colombia) no llevaban corbata. El protocolo de la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico quería reflejar el espíritu de una iniciativa que se presenta como “pragmática” y “dinámica”, alejada de los prejuicios ideológicos y la burocracia anquilosada. En palabras de su anfitrión, el colombiano Juan Manuel Santos, se trata del proceso de integración regional más importante de América Latina y “nuevo motor” de su desarrollo y crecimiento económico.
En menos de tres años de vida, el mecanismo de integración comercial creado por Perú, Chile, Colombia y México se ha consolidado. La prueba de su pujanza está en los asistentes a Cali: además de los presidentes de los cuatro socios Juan Manuel Santos (Colombia), Sebastián Piñera (Chile), Ollanta Humala (Perú) y Enrique Peña Nieto (México), los de dos candidatos a entrar en el club –Laura Chinchilla (Costa Rica) y Otto Pérez Molina (Guatemala)—y los primeros ministros de dos países observadores –el español Mariano Rajoy y el canadiense Stephen Harper--, además de delegaciones de Australia, Nueva Zelanda, Japón y Uruguay.

Santos subrayó que la idea se basa en un conjunto de valores y creencias compartidos: la vigencia del Estado de Derecho y la separación de poderes, la bondad del libre comercio, el respeto a la propiedad privada

El acuerdo marco de la Alianza del Pacífico –suscrito en junio del año pasado en Cerro Paranal (Chile)— prevé la eliminación del 90% de los aranceles entre los miembros, así como la progresiva supresión de visados para crear una zona de libre circulación de mercancías, servicios, personas y capitales en una región de 200 millones de personas que supone más de un tercio del PIB de América Latina y más del 50% de su comercio.
Santos, que asume la presidencia rotativa de la alianza de manos del chileno Piñera, subrayó que esta se basa en un conjunto de valores y creencias compartidos: la vigencia del Estado de Derecho y la separación de poderes, la bondad del libre comercio, el respeto a la propiedad privada, el fomento de la inversión extranjera o la competencia. “Pero ninguno de estos principios tiene valor si no se traducen en bienestar, empleo y calidad de vida para nuestros ciudadanos”, advirtió Santos.


Fotografía cedida por la Presidencia de México que muestra al presidente Enrique Peña Nieto con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. / EFE

Sus promotores aseguran que están abiertos a todos y no van “contra nadie”; pero es evidente su contraposición con otros procesos de integración regionales; y no solo el eje bolivariano. La ruptura del Pacto Andino –dos de cuyos miembros, Colombia y Perú, han suscrito acuerdos de asociación unilaterales con la UE—y la entrada de Venezuela en Mercosur –que acentúa las tendencias proteccionistas de dicho bloque—han dejado el campo libre a la alianza; que nace con la vocación de servir de puente con los mercados de Asia-Pacífico, los de mayor crecimiento en el nuevo siglo. Frente a las expropiaciones de empresas españolas en Argentina o Bolivia, los socios se presentan como los campeones de la seguridad jurídica y los que más inversión extranjera atraen.
No es casual que, en paralelo a la cumbre, se desarrollara un encuentro con 400 empresarios de 14 países; entre ellos, directivos de las primeras 50 empresas de América Latina y de firmas españolas como ACS Servicios y Comunicaciones y Energía; Gas Natural Fenosa y Mutua Madrileña. Ante ellos, Rajoy recordó que la inversión española en los países de la alianza supera los 45.000 millones de euros, mientras que la inversa suma 20.000, pero aún hay un “enorme potencial” para crecer, por lo que invitó a las llamadas multilatinas a utilizar España como cabeza de playa para su desembarco en Europa. Sin aludir a quienes incluso dentro de su propio partido critican su política económica, como el ex presidente Aznar, admitió que las medidas adoptadas por el Gobierno están resultando “muy costosas, especialmente en términos de empleo, pero este proceso duro, complicado, que no es agradable, está sentando las bases para un crecimiento muy sólido”, por lo que seguirá la misma línea. Y hoy mismo, anunció, el Consejo de Ministros aprobará la ley de Emprendedores, que supondrá “un apoyo muy claro para la internacionalización” de las empresas.

No es casual que, en paralelo a la cumbre, se desarrollara un encuentro con 400 empresarios de 14 países; entre ellos, directivos de las primeras 50 empresas de América Latina

Aunque solo ha estado en Cali 24 horas, durante las que se ha reunido con Peña Nieto y Harper, Rajoy no ha querido perderse la ocasión de ser el único líder europeo invitado a la cumbre, mientras otros países de la UE (como Portugal o Francia) llaman ya a su puerta. La ausencia más significativa en la lista de quienes aspiran a ser observadores es la de Brasil que, según fuentes diplomáticas, “no parece cómodo en ningún foro donde no lleve la batuta”. Nadie pareció echar de menos a la primera potencia regional, que en 2012 creció un raquítico 1%, mientras los socios de la alianza lo hacían entre el 3,9 y el 6,3%. 
Aunque ponga el acento en la cooperación económica, la alianza ha dado ya algunos tímidos pasos en el terreno de la cooperación política, con su decisión de compartir embajadas (Ghana) y oficinas comerciales (Casablanca y Estambul) o la creación de un programa de becas para estudiantes.  

El auge...

 Página/12


Por Eduardo Crespo *

Desde hace algunos meses en la revista The Economist se está debatiendo una tendencia internacional que la publicación caratula con títulos del tipo: “El ascenso del capitalismo de Estado”; “La vuelta de la mano visible”; “La era del libre mercado ha llegado a su fin”; “Leviatán vuelve”. Y la mejor de todas: “El retorno de la historia”. Del intercambio se hicieron eco otras publicaciones como Business Week, Financial Times y Foreign Affairs. Además, varios libros dedicados a este tema ya son best-sellers. Como sucede actualmente con tantos otros asuntos, lo que motiva este debate es el ascenso económico chino y los serios interrogantes que este proceso le plantea al discurso económico dominante de las últimas décadas.
Al pensamiento liberal se le complica interpretar un mundo cada día más permeado por la economía china y las asiáticas en general. Se trata de organizaciones híbridas que combinan formas de propiedad incompatibles con el paradigma dominante. De estas formas, la más subversiva e irritante es la empresa pública. En el período 2003-2010, un tercio de toda la inversión extranjera directa registrada en economías emergentes fue ejecutado por empresas estatales y el porcentaje va en aumento. Estas compañías ganan licitaciones para obras de infraestructura en todos los continentes y simultáneamente adquieren, a veces con la ayuda de fondos soberanos del Estado, empresas privadas extranjeras.
En el ranking de las 2000 mayores empresas del mundo que publica la revista Forbes se incorporaron 120 empresas estatales desde 2004 hasta 2009. Son estatales las 13 mayores compañías de petróleo y gas del mundo, valuadas por sus reservas.

China

Al contrario de lo que proclama el pensamiento económico dominante, las elevadas tasas de inversión chinas no encuentran su explicación en la idílica frugalidad de la “ética confuciana”, sino en las decisiones de sus órganos estatales y empresas públicas que son responsables por aproximadamente un 50 por ciento del total. Las empresas públicas y mixtas, por otra parte, representan alrededor de la mitad del Producto Bruto no agrícola del país. La compañía estatal china típica actúa a escala global sin desatender criterios de rentabilidad privados, cotiza en Bolsa y es administrada por una gestión profesionalizada. Los mejores graduados de las universidades chinas son mayoritariamente acaparados por estas corporaciones.
Exceptuando el caso de los recursos naturales, donde está en juego la apropiación de rentas, el ascenso de este capitalismo de Estado no coincide en esta ocasión con un asalto al sector privado. El avance de estas compañías, al contrario de lo que pregona el discurso dominante, impulsa la inversión y le da sustento a la innovación privada. En este “nuevo capitalismo”, las firmas de particulares se integran en las redes que tienen por centro instituciones estatales como universidades, centros de investigación pública, fuerzas armadas. El capitalismo chino es una formación social pragmática que aún preserva varias herramientas de las economías “socialistas”, como la capacidad de planificación en base a planes quinquenales. El padre del “modelo”, Deng Xiaoping, lo resumió con maestría en su célebre frase: “No importa que el gato sea blanco o negro, mientras pueda cazar ratones”.
Aunque los rasgos de este “modelo” sean más pronunciados en China que en otros países, sus características fundamentales van ganando terreno en varias otras regiones del planeta, delineando una tendencia mundial.
Estamos ante un cambio de época. Esta polémica sobre el “modelo” chino, o asiático, no es equiparable a las pequeñas rencillas sobre cuestiones fiscales o cambiarias que entretuvieron a la mayoría de los economistas argentinos en las últimas décadas. Tampoco refiere a una mera cuestión distributiva. Este debate atañe a conceptos fundamentales como el Estado y el Mercado. También pone en tela de juicio, después de mucho tiempo en la prensa dominante mundial, las claves que sustentan la riqueza de las naciones y el ascenso de estas en la escala del poder geopolítico mundial.
Los reproches que a estas formas de capitalismo oponen algunos editorialistas en las publicaciones referidas son monumentos a la tenacidad ideológica. En términos empíricos es poco lo que pueden objetar al dinamismo chino. Las remanidas alusiones a la corrupción y al clientelismo estatistas suenan poco creíbles en vista de los escándalos asociados con la última crisis internacional y del insolente aumento de la desigualdad que acompañó las políticas neoliberales en todo el planeta. No se puede reivindicar la transparencia de un régimen social que sólo favorece a una minoría.
En términos teóricos, tampoco se sostiene la tesis de que las empresas públicas absorben recursos que serían mejor utilizados por el sector privado. Como en el idílico mundo de la ortodoxia prevalece el pleno empleo, todo recurso utilizado en una determinada actividad necesariamente es retirado de las otras. En el mundo real, por el contrario, todo nuevo recurso que se emplea en una actividad contribuye a emplear otros recursos en otras actividades.

Estados Unidos

Las peculiaridades de la experiencia asiática obligan a repensar la relación Estado-Mercado en todas las latitudes. En los debates sobre modelos de desarrollo es común que se señale a Estados Unidos como un próspero contraejemplo de laissez faire y de intervención estatal mínima. Sin embargo, cuando se realiza un escrutinio más exigente, surgen evidencias suficientes para afirmar que el Estado norteamericano practica la política industrial más ambiciosa y exhaustiva del mundo.
El complejo militar-industrial-científico-académico de este país domina la frontera científica internacional desde la creación del Big Science (“ciencia mayor” o “ciencia a gran escala”), la compleja red institucional que vincula la defensa nacional con la investigación básica y las compañías industriales. Entre sus principales conquistas está el adaptar los resultados de la investigación fundamental para transformarlos en tecnología civil con destino comercial. Esta densa red de universidades, laboratorios y centros de investigación, que operan junto a entidades civiles y militares, es una herencia de la Segunda Guerra Mundial y sus emprendimientos tecnológicos colosales, como el célebre Proyecto Manhattan del que surgieron las primeras bombas atómicas. Sus actividades luego se extendieron sobre el conjunto de la economía (y la política) norteamericana mediante el financiamiento directo o indirecto de toda actividad científica considerada estratégica.
Desde la postguerra resulta difícil –si no imposible– identificar algún sector competitivo de la economía estadounidense que no haya surgido de esta malla institucional. Invitamos al lector a preguntarse: ¿cuáles son las innovaciones básicas desarrolladas en exclusividad por el sector privado? En este caso, la particularidad de Estados Unidos no es que la injerencia del Estado allí sea mayor o menor que en otros países, sino que invariablemente son empresas privadas las que acaban recogiendo los frutos comerciales del impulso público a la innovación. Los analistas que hablan de un estado mínimo en Estados Unidos parecen no advertir que el aparato militar norteamericano está presente en casi todos los rincones del planeta.
Leviatán en Estados Unidos no vuelve. Nunca se fue.

América del Sur

Durante el auge neoliberal, en cambio, las elites de América del Sur en distintos grados aceptaron desmantelar las instituciones desarrollistas. Incluso en el país donde el desarrollismo llegó más lejos, Brasil, Fernando Henrique Cardoso, en un discurso de 1994 a instancias de asumir como presidente, declaró que llegaba para terminar con la “Era Vargas”. Esta etapa se extendió desde los años ’30 hasta la crisis de la deuda externa de los años ’80 y se distinguió por una generalizada “intromisión” estatal en la economía y por la creación de grandes empresas y organismos públicos. Veinte años después es forzado preguntarse: ¿qué sería de la economía brasileña sin Petrobras, Vale, Embraer, Embrapa y el Bndes, creaciones todas de esa era de desarrollismo estatista que debía ser sepultada?
Y en el caso argentino las preguntas no son diferentes. Además de todo aquello que tenemos como un regalo de la naturaleza, ¿qué nuevas actividades le debemos a la iniciativa privada desde que empezaron a soplar los vientos privatistas? Incluso el mismísimo paquete tecnológico del boom exportador argentino, la soja transgénica y el herbicida todo terreno, no fue gestado por nuestros irritados agricultores, sino por un proveedor del ejército estadounidense, beneficiario del comprenacional yanqui.
Es relevante enfatizar que la importancia de la injerencia pública nunca refiere a un dilema entre empresarios malos versus Estado bueno. Se trata de una cuestión de velocidades. Los grandes saltos que impone el desarrollo capitalista, como la innovación fundamental, o la superación del subdesarrollo por un país o una región, requieren de tareas hercúleas, que si se dejan al arbitrio de la iniciativa privada, o bien demandan siglos para ejecutarse o jamás se concluyen.
¿Habrían florecido la comunicación satelital, la energía nuclear, las computadoras o Internet, en un mundo organizado por sinceros admiradores de Vargas Llosa?
Cabe interrogarse por las tareas pendientes en América del Sur. Si aún aspira a alcanzar el desarrollo industrial, la inclusión social y la integración regional, como procesos duraderos y sustentables, la región no tendrá más alternativa que subirse a la nueva ola desarrollista y abandonar las premisas privatistas del pasado que aún siguen pesando en las interpretaciones y en las políticas que se ejecutan (o se dejan de ejecutar) en el presente.
En cambio, si opta por continuar en la dirección (más cómoda) que impone el “mercado”, lo más probable es que sigamos avanzando, pero a paso de tortuga, como proveedores de materias primas para el capitalismo de Estado que nos arrastra desde Asia.
* Licenciado en Ciencia Política y en Economía de la UBA y profesor de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, Brasil. 

El Papa defiende a los ateos y llama a erradicar la intolerancia

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Juan José Sebreli: "Estamos en un fin de ciclo, pagando el fin de fiesta"



El sociólogo no duda en tildar al kirchnerismo de "populista" y considera que es "un episodio del peronismo", no algo distinto.


Por Lucrecia Bullrich  | LA NACION
Para Juan José Sebreli, la década kirchnerista es una construcción ficcional . Nada que haya pasado en los últimos diez años puede entenderse cabalmente si se lo aísla de la historia del peronismo. Es desde ese punto de partida que el sociólogo propone poner el período bajo la lupa. Habla de un ciclo que está llegando a su límite y del relato, la falta de memoria y el autoengaño como claves de la repetición.

-¿Cuáles son los mayores logros de la década?
-Creo que el criterio es tomar el conjunto, porque hasta los peores gobiernos tienen algo bueno. Por eso juzgo el conjunto. Y el conjunto es negativo.
-¿Por qué?
-Porque se ha impuesto un sistema político autoritario, que llamo cesarismo plebiscitado, que es una figura de Weber, o neopopulismo latinoamericano. Un sistema contrario al sistema democrático republicano. También por el lado económico se ven los malos resultados. Es un modelo basado en el predominio del consumo sobre la producción y el subsidio de industrias sin capacidad exportadora. Un modelo que sólo puede sostenerse mediante inflación, endeudamiento y vaciamiento del Banco Central y de las cajas de jubilación. Un modelo inflacionario que crea un apogeo, las famosas fiestas peronistas, que duran cinco años en casi todos los casos. De nuevo estamos llegando al fin de ciclo, estamos pagando el fin de fiesta. Ya hemos vivido este ciclo y sabemos que termina mal.
-¿A qué atribuye esa repetición cíclica?
-A que sectores de la sociedad argentina carecen de memoria y buscan autoengañarse. No hago cuestiones personales. Digo que estamos al borde de pasar a un sistema casi totalitario.
-¿Dónde ve ese pasaje?
-En la politización total de la vida cotidiana que se está realizando, que es típica de los sistemas totalitarios, en la invasión política de los aspectos de la vida privada y en la vigencia de un liderazgo carismático, de un líder que se dirige directamente a las masas y prescinde de intermediaciones, tanto de los poderes como de los medios.
-¿Encuentra diferencias entre la presidencia de Néstor y los mandatos de Cristina?
-Es que no hay tal cosa. El modelo es exactamente el mismo. Siempre que hay un dúo en el poder el que se muere es el positivo y el que queda es el negativo. Lo que pasa es que a Néstor le tocó la parte de la fiesta y ahora al cristinismo tardío le toca la parte del costo del despilfarro. El lodazal de hoy es producto de las tormentas de ayer.
-¿Hay algún aspecto en el que el kirchnerismo haya sido absolutamente originial?
-No. El kirchnerismo no es más que un episodio del peronismo. Los diez años están dentro de más de 50 años de peronismo. No se puede criticar al kirchnerismo sin criticar al peronismo. Los antecedentes son el bonapartismo estudiado por Marx, y retomado luego por Weber con la idea de cesarismo plebiscitado.
-¿Coincide con que el kirchnerismo promueve una polarización de la realidad?
-Sí. Es lo que plantea Carl Schmitt y que expresan el nazismo y el fascismo, dos formas exacerbadas de populismo.
-¿Se puede volver de esa polarización?
-Únicamente mediante el fracaso electoral de Cristina en las próximas elecciones. De otra manera, se va a profundizar. Cuanto peor le vaya al Gobierno, peor va a ser, porque el sistema es doblar la apuesta. Cambio promovido por el propio kirchnerismo no va a haber.
-¿Cómo va a retratar la historia la década kirchnerista?
-Insisto: no hablo de la década kirchnerista. Hablo del medio siglo populista.
-¿Cómo explica la vigencia del kirchnersimo en el poder?
-Por el relato. La gente se deja guiar por los relatos. Uno podría estar de acuerdo con el relato, pero el problema es que no tiene que ver con la realidad. Además, la oposición no tiene relato, o tiene un relato poco atractivo. El populismo es atractivo, es fascinante, es una epopeya. Hablar de leyes, de la independencia de los poderes, es más gris, no atrae. El relato es fundamental. Incluso entusiasmó a intelectuales a los que el relato les encanta: pueblo contra oligarquía, gesta heroica. El relato engancha a la gente menos culta y a algunos intelectuales.
-¿Tiene vida el kirchnerismo más allá de Cristina?
-No. Porque no hay candidato a la sucesión. La prueba es la fuerza que están haciendo para encontrar heredero. Les queda hacer una reforma constitucional o intentar algo a través de la amplia mayoría que tienen en el Congreso. 

Imagen y semejanza: para la ciencia, ya es posible clonar a un ser humano

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Intelectuales al servicio del poder

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Se cayó la venta a Cristóbal López de la parte argentina de Petrobras

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Los años con los Kirchner y sin peronismo

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La década kirchnerista: de las promesas de apertura a la búsqueda del poder absoluto

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viernes, 24 de mayo de 2013

Diez años de amor ciego



Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION


Me pregunto muchas veces por qué me apasionan por igual el amor y la política. Arriesgo alguna conjetura. Se trata, en principio, de dos de las cosas más serias del mundo: materias complejas y resbaladizas, donde el hombre y la mujer crean todo el tiempo espejismos emocionales y tratan de sobrevivir haciendo equilibrio en ese filo inestable y peligroso que forman la ilusión y la realidad. A priori, uno podría decir que la política está ubicada en un campo cartesiano, en la racionalidad pura. Y que, en cambio, el amor se sitúa en el terreno de la más arbitraria subjetividad emocional. Pero está probado que existen en el sufragio y en la historia de las ideas políticas un alto nivel de pasión animal, y que las relaciones de parejas están plagadas de intercambios razonados y de sutiles roles de poder. 
En ambos aspectos de la vida, uno idealiza al otro y termina requiriéndole que sea fiel a esa construcción ficticia. En ambos están en juego el narcisismo y la esperanza, la errónea necesidad de complitud y el acecho permanente de una desilusión catastrófica. Cuando llega el desamor, tanto en los sentimientos románticos como en la adoración de un líder, se desencadenan el dolor, el despecho, el duelo, el desencanto y al final una cierta extrañeza: ¿cómo pudo cautivarme tanto esta persona, cómo pude hacer tanto por ella, por qué me traicioné tanto para seguirla?
Pensé en todas estas analogías, y en muchas más, al leer la última pregunta que el psicólogo y periodista Diego Sehinkman le formuló esta semana a Diana Conti: ¿existe algo que el Gobierno o Cristina pudieran hacer que eventualmente le generara una desilusión? La diputada, recostada en el diván, respondió: "Lo que pasa es que cuando vos estás enamorado no ves la desilusión, no la admitís, porque al otro vos lo investiste de algo que te completa. Y yo no me decepciono de mí misma".

Investir significa conferir al otro un poder sobre todos; completar significa llenar el vacío que tenemos. No investir sería como desvestirse y estar de nuevo desnudos, y lo contrario a la complitud en este caso sería la oquedad de la falta de fe, la enfermedad de no creer en nada, la soledad con uno mismo, el riesgo de la intemperie. Cuando Sehinkman le pregunta sobre su relación con la Presidenta, Conti vuelve a decir que "en un punto es un vínculo amoroso". Fuera de esa entrevista memorable quedó sin publicar, por una razón de espacio y de edición, otro tramo significativo: "Yo con el Frepaso aposté, pero en ese momento Chacho Álvarez decidió hacerla sin consultar -dijo-. Se despertó un día y estaba hecha. Para mí fue un desastre. Cuando cayó el gobierno de la Alianza yo realmente dije basta, nunca más en política. Y Cristina y Néstor, la verdad que generaron en mí lo mismo que cuando tenés un desenamoramiento muy fuerte y ves otra vez la luz y decís: por acá puedo volver a sentir". El psicólogo hundió más el escalpelo, y Diana precisó: "En 2002 tuve una reunión con Néstor. Ahí me enamoré. Cuando dijo, con respecto al FMI: «Bueno, a ver, ¿cuánto es? ¡Les pago, pero acá no vengan a molestar!»".

Muchos viejos militantes del setentismo y algunos músicos, actores y escritores del progresismo vernáculo habían gozado también de la primavera frepasista y habían caído después en la decepción atroz de la Alianza. Esa primavera, antes del fracaso del final, incluyó la idea de abrazar una política ética que luchara implacablemente contra todo atisbo de corrupción. Arrojados del paraíso por esa nueva derrota política e institucional, los militantes anduvieron como sonámbulos en busca de una nueva casa. El kirchnerismo les abrió las puertas, se interesó por ellos, financió sus proyectos y les hizo olvidar algunos principios en los que creían. Diez años después, visto en perspectiva, se puede decir que ese deslumbramiento anuló los frenos inhibitorios que el movimiento nacional y popular debió tener. Si esos referentes hubieran actuado con menos amor y complacencia, el kirchnerismo no hubiera caído en tantos autoritarismos, transgresiones republicanas, violaciones constitucionales y relativismo moral.
Me interesa, en estos momentos en que el oficialismo celebra la "década ganada" y la oposición aprovecha para hacer balance y contarle las costillas, detenerme en los enamorados. No me importan tanto los mercenarios, las prostitutas caras del poder ni los cínicos de ocasión. Me interesan los creyentes (rentados o de a pie) que legítimamente se enamoraron de este proyecto. Puesto que sin ellos, éste no sería más que un régimen feudal, como el que encarnan Guido Insfrán o Alperovich. Sin ese amor ciego, que corrompe la verdad, este modelo jamás podría ser confundido con la izquierda, el progresismo o el nacionalismo popular, ni siquiera con el peronismo evolucionado, aquel que hizo autocríticas sobre sus imperdonables abusos de antaño. El amor incondicional te hace ver y ser lo que no es y lo no que sos. Podés despotricar contra las corporaciones mientras tu gobierno promueve las suyas de un modo oscuro y venal. Podés hablar de una economía emancipadora mientras aumenta la concentración y la extranjerización. Podés hablar de la igualdad mientras mantenés severos índices de desigualdad y pobreza. Podés declamar que defendés a los humildes mientras mantenés políticas inflacionarias y fiscales regresivas. Podés alardear de articular al proletariado mientras tu líder se ocupa de fragmentar como nunca a la "clase trabajadora organizada". Podés enarbolar la cultura del trabajo, mientras mantenés un sistema de clientelismo con punteros infames y planes de limosna.
El amante no tiene distancia del objeto amado. Ama hasta sus defectos y errores, y niega cualquier reparo o evidencia en su contra.
Pero donde ese enamoramiento encuentra una especie de andamiaje ideológico, digamos una liturgia que permita racionalizar de alguna manera la adoración, es en ciertas teorías acunadas en la universidad argentina. Allí la mayoría de los estudiantes son trotskistas o independientes, pero es sorprendente la cantidad de profesores e intelectuales maduros, novios tardíos y rejuvenecidos, que sienten un frenesí casi erótico por la gestión de los Kirchner. Esa devoción está en sintonía con el posmarxismo, corriente donde algunos polémicamente ubican también a Ernesto Laclau, un socialista nacional que jamás dejó de serlo. Desde esos promontorios se asimila con resignación y tristeza la decadencia del comunismo clásico, se caracteriza a la socialdemocracia como el ala izquierda y blanda del liberalismo económico, y se ve con alegría la precipitación populista.
Es relevante concentrarse en Laclau, que se ha puesto tan de moda en los claustros. Hijo político de Jorge Abelardo Ramos, a quien nunca pudo superar como ensayista, el gurú de Cristina creía durante los años 60 en una revolución nacionalista con sesgos de izquierda. Ese grupo discrepó severamente del guevarismo de los 70, donde se debatieron formas revolucionarias: los trotskistas eligieron el foquismo y los montoneros el entrismo. Esta última variante implicaba infiltrar el peronismo, dominar su cabina de mandos y derivarlo hacia la Patria Socialista.
Laclau no estaba de acuerdo con esa estrategia, y la historia le dio la razón. Todo ese experimento fracasó de una manera sangrienta y demencial. Laclau siguió desde Europa las evoluciones de la política mundial, palpó la declinación del comunismo, presenció la caída del Muro de Berlín, leyó a Lacan y releyó a Gramsci, y se presenta hoy con un lujoso anillo que calza perfectamente en el dedo de los mandarines kirchneristas.
Hablar de una revolución tal y como se concebía en los 60 y 70 suena anacrónico, sobre todo cuando la democracia global pareció ganar la partida y convertirse en cultura y sentido común. De modo que Laclau propone, para un proyecto de ruptura, hacer entrismo ahora en la democracia republicana mediante el sufragio legitimador, para luego desde adentro generar una hegemonía y elevar un líder absoluto e inalcanzable que sintetice los conflictos y demandas, monte un dispositivo de antagonismos permanentes y hable en nombre de esa abstracción que es el pueblo. Semejante entronización del líder popular, que se logra dividiendo brutalmente a la sociedad en dos y sometiéndola a un régimen hegemónico, implica transformar desde el poder a las instituciones, que para Laclau no son neutrales, sino esencialmente trampas armadas por el liberalismo. Siguiendo su razonamiento es dable pensar entonces que, tal como el peronismo fue el hecho maldito del país burgués, el kirchnerismo es el caballo de Troya de la democracia argentina. Un movimiento que en nombre de la "democracia real" viene a cambiar la democracia tal y como los argentinos la alumbramos en 1983. Un presente griego para un país con una larga patología de enfrentamientos y dicotomías.
Esta lectura, que produce fervor en los sectores más radicalizados de la intelectualidad, excluye curiosamente las razones de fondo: para qué se quiere el poder. Laclau no lo explicita, de hecho desdeña un poco el determinismo económico de Marx. Todo se reduce a un líder político y a un Estado todopoderoso que siempre tiene la razón y que encarna el "bien común". También en ese olvido por las reglas económicas concretas el kirchnerismo siente identificación con su inefable gurú londinense.
Néstor y Cristina Kirchner merodearon, en su juventud, el socialismo nacional, pero resultaron lo suficientemente pragmáticos y oportunistas como para moverse por los andariveles que la salvaje y cambiante realidad argentina les iba dictando. Fueron menemistas, cavallistas y duhaldistas, antes de ser tímidos desarrollistas en los inicios del viento de cola. En la última etapa, en la escala del "vamos por todo", mientras el modelo económico se desvanece como el fuselaje de una nave que entra en contacto con la órbita, el cristinismo encuentra en estas teorías una justificación para la política jacobina y feudal que practicó en su terruño sureño y para avanzar contra las instituciones que cuestionan hoy el absolutismo de su liderazgo.
Intelectuales, artistas y militantes acompañan acrítica, amorosamente al Gobierno en ese asalto final, algunos sin terminar de entender que es la democracia, estúpido. Que se juega con cosas que no tienen repuesto. Y que, como decía Baudelaire, el amor siempre se trata de un crimen que requiere un cómplice.
© LA NACION 

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jueves, 23 de mayo de 2013

La Alianza del Pacífico acelera la integración económica de América Latina

 

 

México, Colombia, Chile y Perú avanzan en libre comercio con el desarme arancelario del 90% de sus productos frente al estancamiento de Mercosur.



LUIS PRADOS México 


Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y Laura Chinchilla, este miércoles en Cali durante la firma de un Tratado de Libre Comercio entre ambos países. / MAURICIO DUEÑAS (EFE)

Los presidentes de México, Colombia, Chile y Perú, reunidos este jueves en Cali, donde se celebra la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico, avanzarán en la integración económica de América Latina tras haberse comprometido a liberalizar este año el 90% de su comercio. Este bloque, formado por las cuatro economías de mayor crecimiento de la región, tiene también importantes consecuencias geopolíticas para el continente: frente a un Mercosur -integrado por Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y ahora Venezuela- estancado desde hace años, y ante las futuras negociaciones para el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en sus siglas en inglés), que impulsa EE UU, o en foros como la Organización Mundial de Comercio (OMC), donde podrán llevar una posición común.
Los cuatro países de la Alianza del Pacífico, constituida formalmente en junio del año pasado, representan en conjunto el 35% del PIB de América Latina, el 50% de las exportaciones del continente y su población supera los 200 millones de habitantes, lo que supone una verdadera alternativa al coloso brasileño. Significa, además, un nuevo modelo de integración regional interesado en el fortalecimiento de las instituciones democráticas y orientado hacia la libre circulación de bienes, capitales, servicios y personas y hacia los mercados de Asia.
“Es un cambio de paradigma”, afirma Luis de la Calle, consultor y antiguo subsecretario de Comercio Exterior con el presidente mexicano Ernesto Zedillo (1994-2000). “En el pasado los procesos de integración en América Latina eran diálogos de sordos, acuerdos comerciales entre economías cerradas. La Alianza apuesta por la estabilidad y una apertura conjunta completa en la que se eliminan aranceles, restricciones a las inversiones y al movimiento de personas. Mercosur no solo no funciona, sino que además sus miembros se cierran al comercio entre ellos y a terceros”.

Los países de la Alianza del Pacífico representan en conjunto el 35% del PIB de América Latina

El nuevo bloque contrasta con otras instancias regionales con tendencias más proteccionistas como Mercosur o más ideológicas como el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América), de capa caída tras la muerte del presidente Hugo Chávez, y abre una línea divisoria en sentido vertical en el continente. “Mercosur camina en dirección opuesta. Lleva décadas anquilosada y es retrógrada en términos comerciales”, apuntan fuentes del actual Gobierno mexicano, orgullosas de la ofensiva comercial de su país en el nuevo escenario que se abre. En este sentido, apuntan, “no es fortuita la visita que el presidente chino, Xi Jinping, realizará a México la primera semana de junio. Será una gran oportunidad para destrabar una relación parada desde hace 12 años”.
México pretende reducir el enorme déficit comercial que tiene con China y otros países como Singapur y Corea del Sur, muy superior al de sus socios de la Alianza del Pacífico que lo equilibran con la exportación de materias primas, y además compite con el gigante asiático en el terreno de las manufacturas. Según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 2012, México exportó a China por valor de 5.700 millones de dólares, mientras que importó bienes por valor de 56.936 millones de dólares. La brecha se amplía hasta los 80.000 millones si se tiene en cuenta el conjunto de Asia.
La Alianza del Pacífico puede ser un buen instrumento para conseguir ese fin. Gerardo Esquivel, economista del Colegio de México, argumenta que posiblemente “sirva de antecedente para ir unidos en la negociación del TPP y empujar en bloque por la apertura de los grandes mercados asiáticos, algo por lo que EE UU está presionando mucho dada la debilidad de su mercado interno”. “El objetivo del TPP”, añade Luis de la Calle, “es fijar una fuerte disciplina en materia de comercio, sobre todo en propiedad intelectual y comportamiento de las empresas públicas, para que un día se le pueda imponer a China. De ahí la ofensiva diplomática del presidente chino”.
Para Ramón Padilla, economista de la CEPAL, la Alianza puede tener ventajas más inmediatas como “lograr mayor complementariedad en los mercados regionales, contar con más alternativas que los mercados de EE UU y Europa y abrir espacios para la pymes locales por afinidad cultural y de patrones de consumo” entre los países miembros. En el caso de México, añade, “permitirá diversificar sus exportaciones, actualmente muy concentradas en EE UU -77,6% del total -, y dar una oportunidad a sus sectores más competitivos de capital nacional como el agroalimentario, el calzado o el textil”.

México pretende reducir el enorme déficit comercial que tiene con China

Padilla subraya que, pese a que México ha firmado más de 40 acuerdos comerciales con otros tantos países, apenas han tenido impacto en la diversificación de su comercio. En su opinión, “los tratados de libre comercio son condición necesaria pero no suficiente para impulsar el desarrollo. Deben complementarse con una política industrial activa. En los últimos 15 años se han formado varios bloques comerciales en América Latina, pero no ha habido integración regional real”.
Es probable que a la nueva zona de libre comercio creada por México, Colombia, Chile y Perú se sume pronto Costa Rica, país que asiste como observador a la cumbre de Cali y que también será visitado por el líder chino en su gira americana, y más adelante Panamá e incluso Uruguay. “Pese a ser parte de Mercosur y tener un Gobierno de izquierdas”, asegura Luis de la Calle, “Uruguay es ya observador y tiene interés en entrar en la Alianza del Pacífico porque no tiene confianza ni en Argentina ni en Brasil. Si la Alianza tiene éxito va ser un reto para Brasil”. Dos modelos de desarrollo y de futuro a los que se enfrenta América Latina.


Según Binner, la Argentina va hacia "una cleptocracia"


Lo dijo en Roma, luego de saludar a Francisco, con quien dialogó brevemente; añadió que "siempre se roba al pobre".



Por Elisabetta Piqué  | LA NACION






 El Papa y Binner, durante su breve diálogo. Foto: Télam 

ROMA.- Después de saludar ayer brevemente al papa Francisco al final de la audiencia general, Hermes Binner, presidente del Frente Amplio Progresista, no ocultó su preocupación por la situación del país. "Vamos hacia una cleptocracia, no una democracia. Cuando se roba, siempre se roba al pobre, no al rico, y se profundiza la desigualdad social", señaló el ex gobernador de Santa Fe al comentar en diálogo con LA NACION las denuncias de corrupción contra el entorno presidencial.
"No somos un país normal", dijo Binner, que calificó al Indec como "un escándalo" y lamentó la inflación, la pobreza, el blanqueo, el cepo cambiario y "la llamada democratización de la Justicia", ejes de fuertes debates. "La independencia de la Justicia pasa a ser una entelequia", dijo Binner, que se mostró alarmado también por el hecho de que "no hay política para combatir la pobreza".
"Si queremos inclusión, los subsidios tienen que ser algo pasajero. La inclusión tiene que ver con el trabajo, la educación, la formación", aseguró el ex candidato presidencial. "El papa argentino aplacó un poco la crispación y la intolerancia que se vivía en la Argentina, pero tener un papa aquí no alcanza", indicó.
Más allá de la situación compleja del país, Binner aseguró que no pierde las esperanzas. "El nuestro es un país de grandes posibilidades. Y si la gente quiere que las cosas cambien, tienen que cambiar. Votando lo mismo nunca las cosas van a cambiar, ya conocemos esto", dijo, aludiendo al kirchnerismo.
Hablando de Francisco, a quien conocía desde antes de ser elegido en el trono de Pedro, Binner destacó haber encontrado en su breve diálogo a la misma "persona simple, humilde, muy dada, sin protocolo, con un alto grado de compromiso hacia lo social". El dirigente socialista le regaló al Papa un libro realizado hace tres años por la gobernación de Santa Fe sobre el jesuita alemán Florian Paucke, que en el siglo XVIII vivió en tierras santafecinas, famoso por ser uno de los primeros naturalistas de la geografía litoraleña.
El Papa también recibió ayer al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, en una visita protocolar a la residencia papal de Santa Marta. "Fue un desayuno ameno y muy profundo desde lo espiritual; hablamos de la economía internacional, la pobreza y la crisis europea, además de temas espirituales", declaró luego el gobernador..


Carta Abierta critica las denuncias de corrupción sin pruebas



La agrupación elaboró un documento contra las acusaciones del programa de Lanata.

Los intelectuales kirchneristas reunidos en Carta Abierta darán a conocer en las próximas horas un documento con fuertes críticas a las denuncias de "corrupción sin pruebas" reveladas por los medios.
Se trata de la "carta número 13" difundida por la agrupación, que cuestiona las acusaciones que salpican al Gobierno, a partir de la tragedia de Once y los negocios del empresario Lázaro Báez , y apunta contra la fuerte repercusión que han tenido las denuncias del programa Periodismo para Todos, que conduce Jorge Lanata.
El pronunciamiento, que se difundirá en las vísperas del 25 de Mayo, defiende la reforma judicial impulsada por el Gobierno, especialmente la propuesta de elegir por vía popular a los miembros del Consejo de la Magistratura.
El filósofo Ricardo Forster, uno de los fundadores de la organización, relativizó ayer las denuncias que involucran a Báez por presunto lavado de dinero y transmitió su preocupación de que "el tema recurrente, obsesivo y casi salvaje sea el tema abstracto de la corrupción con las formas de bóvedas y de cajas fuertes". Generó, así, una fuerte reacción en las redes sociales por mencionar el problema de la corrupción como un tema "abstracto".
"En la carta se mencionan distintos episodios y se rechaza el concepto de que todo lo que acontece es culpa del Gobierno", sintetizó el sociólogo Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, al anticipar a LA NACION que la nueva carta abierta pone el acento en la modalidad de las denuncias televisivas.
Dijo que en la carta, titulada "Los justos", se desestima que las muertes acontecidas en episodios como la tragedia de Once sean "propósitos deliberados" de un plan del Gobierno. "Son temas que se deben discutir de otra manera", precisó. En medio del clima de fuerte confrontación con la oposición, que se extiende a la relación con la Justicia y los medios independientes, González estimó que "la discusión cobró un sentido casi trágico en el país" y lamentó que "casi se haya abandonado la serenidad argumental". Y advirtió que "todo lo que ocurre en materia de imperfecciones sociales es atribuido a una especie de malignidad que habita en la Casa Rosada".
Explicó que el documento "llama a que cada afirmación que se hace tenga la prueba correspondiente y no una isla de edición en un canal de TV, que presenta un horizonte de acusaciones que no siempre se relacionan con las pruebas disponibles".
Con referencias claras al programa de Lanata, la carta lo identifica con "denuncias de corrupción que utilizaba el diario Crítica durante el golpe contra Hipólito Yrigoyen". González diferenció la situación actual con las denuncias de los años 90. "El programa de Lanata tiene elementos parecidos a las denuncias que él mismo hacía en tiempos de Menem. Pero ahora le agrega elementos de music hall, de folletín gótico, de novela policial negra, elementos narrativos que tienen un universo simbólico. Eso no quiere decir que los hechos no deban ser investigados, pero no habla de la veracidad de las denuncias", razonó.
Al admitir que el país vive un clima enrarecido, el director de la Biblioteca Nacional deslindó responsabilidades. "Una oposición digna no puede hacerse eco de rumores indemostrables, como el ataúd de Kirchner, bóvedas con dólares, elementos que requerirían la pluma de Edgar Allan Poe", sentenció.
Respecto de la reforma judicial, dijo que en la carta abierta N° 13 "se sostiene la idea de que la elección por vía popular de miembros del Consejo de la Magistratura puede ser, si se calmaran los ánimos, una experiencia útil para la democracia en cualquier país"..