México, Colombia, Chile y Perú avanzan en libre
comercio con el desarme arancelario del 90% de sus productos frente al
estancamiento de Mercosur.
Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y Laura Chinchilla, este miércoles en Cali durante la firma de un Tratado de Libre Comercio entre ambos países. / MAURICIO DUEÑAS (EFE)
Los
presidentes de México, Colombia, Chile y Perú, reunidos este jueves en Cali,
donde se celebra la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico,
avanzarán en la integración económica de América Latina tras haberse
comprometido a liberalizar este año el 90% de su comercio. Este bloque, formado
por las cuatro economías de mayor crecimiento de la región, tiene también
importantes consecuencias geopolíticas para el continente: frente a un Mercosur -integrado por Brasil, Argentina,
Paraguay, Uruguay y ahora Venezuela- estancado desde hace años, y ante las
futuras negociaciones para el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en sus
siglas en inglés), que impulsa EE UU, o en foros como la Organización Mundial
de Comercio (OMC), donde podrán llevar una posición común.
Los
cuatro países de la Alianza del Pacífico, constituida formalmente en junio del
año pasado, representan en conjunto el 35% del PIB de América Latina, el 50% de
las exportaciones del continente y su población supera los 200 millones de
habitantes, lo que supone una verdadera alternativa al coloso brasileño. Significa,
además, un nuevo modelo de integración regional interesado en el
fortalecimiento de las instituciones democráticas y orientado hacia la libre
circulación de bienes, capitales, servicios y personas y hacia los mercados de
Asia.
“Es un
cambio de paradigma”, afirma Luis de la Calle, consultor y antiguo
subsecretario de Comercio Exterior con el presidente mexicano Ernesto Zedillo
(1994-2000). “En el pasado los procesos de integración en América Latina eran diálogos de sordos, acuerdos
comerciales entre economías cerradas. La Alianza apuesta por la estabilidad y
una apertura conjunta completa en la que se eliminan aranceles, restricciones a
las inversiones y al movimiento de personas. Mercosur no solo no funciona, sino
que además sus miembros se cierran al comercio entre ellos y a terceros”.
El nuevo
bloque contrasta con otras instancias regionales con tendencias más
proteccionistas como Mercosur o más ideológicas como el ALBA (Alianza Bolivariana para los
Pueblos de América), de
capa caída tras la muerte del presidente Hugo Chávez, y abre una línea
divisoria en sentido vertical en el continente. “Mercosur camina en dirección
opuesta. Lleva décadas anquilosada y es retrógrada en términos comerciales”,
apuntan fuentes del actual Gobierno mexicano, orgullosas de la ofensiva
comercial de su país en el nuevo escenario que se abre. En este sentido,
apuntan, “no es fortuita la visita que el presidente chino, Xi Jinping, realizará a México la primera semana
de junio. Será una gran oportunidad para destrabar una relación parada desde
hace 12 años”.
México
pretende reducir el enorme déficit comercial que tiene con China y otros países
como Singapur y Corea del Sur, muy superior al de sus socios de la Alianza del
Pacífico que lo equilibran con la exportación de materias primas, y además
compite con el gigante asiático en el terreno de las manufacturas. Según datos
de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), en 2012, México exportó a China por
valor de 5.700 millones de dólares, mientras que importó bienes por valor de
56.936 millones de dólares. La brecha se amplía hasta los 80.000 millones si se
tiene en cuenta el conjunto de Asia.
La
Alianza del Pacífico puede ser un buen instrumento para conseguir ese fin.
Gerardo Esquivel, economista del Colegio de México, argumenta que posiblemente
“sirva de antecedente para ir unidos en la negociación del TPP y empujar en
bloque por la apertura de los grandes mercados asiáticos, algo por lo que EE UU está presionando mucho dada la
debilidad de su mercado interno”. “El objetivo del TPP”, añade Luis de la
Calle, “es fijar una fuerte disciplina en materia de comercio, sobre todo en
propiedad intelectual y comportamiento de las empresas públicas, para que un
día se le pueda imponer a China. De ahí la ofensiva diplomática del presidente chino”.
Para
Ramón Padilla, economista de la CEPAL, la Alianza puede tener ventajas más
inmediatas como “lograr mayor complementariedad en los mercados regionales,
contar con más alternativas que los mercados de EE UU y Europa y abrir espacios
para la pymes locales por afinidad cultural y de patrones de consumo” entre los
países miembros. En el caso de México, añade, “permitirá diversificar sus
exportaciones, actualmente muy concentradas en EE UU -77,6% del total -, y dar
una oportunidad a sus sectores más competitivos de capital nacional como el
agroalimentario, el calzado o el textil”.
Padilla
subraya que, pese a que México ha firmado más de 40 acuerdos
comerciales con otros tantos países, apenas han tenido impacto en la
diversificación de su comercio. En su opinión, “los tratados de libre comercio
son condición necesaria pero no suficiente para impulsar el desarrollo. Deben
complementarse con una política industrial activa. En los últimos 15 años se
han formado varios bloques comerciales en América Latina, pero no ha habido
integración regional real”.
Es
probable que a la nueva zona de libre comercio creada por México, Colombia, Chile
y Perú se sume pronto Costa Rica, país que asiste como observador a la cumbre
de Cali y que también será visitado por el líder chino en su gira americana, y
más adelante Panamá e incluso Uruguay. “Pese a ser parte de Mercosur y tener un
Gobierno de izquierdas”, asegura Luis de la Calle, “Uruguay es ya observador y
tiene interés en entrar en la Alianza del Pacífico porque no tiene confianza ni
en Argentina ni en Brasil. Si la Alianza tiene éxito va ser un reto para
Brasil”. Dos modelos de desarrollo y de futuro a los que se enfrenta América
Latina.
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