Mario Silva, el
popular presentador que protagoniza la grabación, asegura que se trata de una
trampa de "la CIA y el Mosad".
EWALD
SCHARFENBERG Caracas
Nicolás Maduro con Gustavo Cisneros, presidente de Venevisión. / AFP
“¿Que hay divisiones internas?
Sí, que jode”, admite Mario Silva, conductor de La Hojilla, el
programa más influyente —amén de siniestro y procaz— de la televisión del
Estado en Venezuela.“¿Que hay grupos que están unos cogiendo pa’cá,
otros pa’llá, buscando a ver cómo agarran más dinero? Sí”. Quien
escuchaba inicialmente este crudo diagnóstico de Silva sobre la situación
actual del chavismo sería Artemis Palacio, el hombre en Venezuela del G2, el
servicio de contrainteligencia del gobierno de los Castro. O al menos eso se
deduce de la grabación, difundida este lunes por la oposición para evidenciar
la fractura en el régimen chavista, en la que Silva denomina a menudo con ese
apellido a su callado interlocutor, que, las pocas veces que interrumpe a su
informante, deja escuchar su marcado sonsonete caribeño.
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A partir de este lunes, sin embargo, millones de venezolanos escucharon
de la inconfundible voz de Silva —uno de los emblemas mediáticos de la
revolución bolivariana en Venezuela— esa descripción, probablemente la más
áspera y fidedigna sobre las intrigas en la corte del postchavismo, una pugna
que envuelve a los herederos directos del líder fallecido y que, según este
testimonio, ya causa fracturas al interior de las Fuerzas Armadas, columna
vertebral del régimen.
La filtración, proveniente de una fuente desconocida y con intenciones
también ignotas, hizo llegar el audio al alto comando de la oposición. A su
nombre, un grupo de diputados divulgaron la grabación en una rueda de prensa
convocada en Caracas al mediodía del lunes. Silva se apresuró a calificar la
grabación como “el bodrio que montó el Mosad israelí junto con la CIA”, en su cuenta de Twitter.
Pero, ¿quién es Silva? Es alguien que se comporta como si el ex asesor
de inteligencia de Alberto Fujimori (expresidente del Perú, 1990-2000, hoy en
prisión), Vladimiro Montesinos, hubiese tenido ínfulas de rockstar.
Silva es el conductor de La
Hojilla, un espacio de duración variable que desde hace 10 años
se transmite por el principal canal del Estado, Venezolana de Televisión (VTV).
Aunque su propósito original era la contestación de las “mentiras” de los
medios comerciales, pronto derivó —luego de que Silva se deshiciera de sus
otros dos contertulios iniciales— a una suerte de tiro al blanco contra líderes
opositores, periodistas y empresarios. Muy a menudo difundió correos
electrónicos interceptados y conversaciones telefónicas, con los que daba fe de
sus conexiones con los servicios de inteligencia. Si pudiera ser discutible que
se trata del programa con más audiencia de la cadena estatal, lo seguro es queLa
Hojilla era el programa favorito de Hugo Chávez, al que llamaba en
directo al aire para ofrecerle primicias. La afinidad que el fallecido
comandante llegó a sentir por Silva le llevó a auspiciar —contra la opinión de
la militancia local— su candidatura a la Gobernación del estado Carabobo, en
2008, una aventura de la que Silva salió derrotado.
Con frecuencia el programa, adecuadamente transmitido cerca de la
medianoche, le marca la pauta política al gobierno, tanto con Chávez como con
Nicolás Maduro en la presidencia. Sometido en 2011 a una demanda por Miguel
Henrique Otero, a quien en vivo calificó como “hijo de puta”, quedo absuelto
por una juez que determinó, con solicitud, que esa expresión no es injuriante.
Ahora, a esa foja de servicios Silva agrega la de paladín en el combate
contra Diosdado Cabello, actual Presidente de la Asamblea Nacional —luego de
haber sido Vicepresidente, varias veces ministro, y gobernador de una
provincia— el incómodo siamés que Chávez le dejó a Nicolás Maduro cuando, el 8
de diciembre pasado, el presidente en agonía secreta lo nombró como su delfín
oficial. Consecuente con su léxico, Silva llama “hijo de la grandísima puta” a
Cabello, objeto de la mayoría de los denuestos con que adereza la conversación
grabada.
La filtración le da crédito a las versiones previas de analistas, que
aseguraban que al interior del chavismo se peleaban a muerte dos facciones: una
“civilista”, encabezada por Nicolás Maduro —y, de acuerdo al diálogo, clara
apuesta de La Habana para suceder a Chávez—, y otra “militar-empresarial”, cuya
cara sería Cabello, actual presidente de la Asamblea Nacional.
El diálogo no es tal, en verdad, sino la rendición de un informe por
parte de Silva ante un impávido interlocutor, Palacio. De hecho, el hombre de
la televisión venezolana menciona anteriores reportes y hace referencia a
reuniones de inteligencia con generales venezolanos y hasta con dos agentes
cubanos en Fuerte Tiuna, el principal cuartel del ejército venezolano, al
suroeste de Caracas. Pareciera una actividad regular en su quehacer. Tal vez en
esta ocasión su testimonio sea algo más acuciante que de costumbre. Acepta que
atraviesan una crisis.
“Hay ministros aquí, compadre, que no saben ni siquiera qué hacer. Y lo
más probable es que estén robando, Palacio”, le dice al oficial cubano, “porque
creen que esto se va a desmoronar”. Culpa a Cabello y su camarilla de aupar las
locuras de Maduro durante la campaña electoral –como una excentricidad nunca
antes revelada, según la cual el hoy presidente aseguraba que su propio rostro
había aparecido en un cuadro del comandante Chávez- o de aislar a Maduro de quienes
lo pueden apoyar —“encierran a Maduro, lo enamoran y lo joden”—.
En definitiva confía en que se puede “neutralizar” a Cabello, aunque no
parece que le haya hecho un favor al presidente en ejercicio, Nicolás Maduro,
quien desde las propias elecciones del 14 de abril enfrenta una crisis de
gobernabilidad que detonó la negativa de la oposición a aceptar su triunfo, y
que se profundiza cada día con la quiebra de las cuentas del Estado, el
desabastecimiento de alimentos y otros productos de primera necesidad, y el
alza en la criminalidad callejera. Ahora, la difusión de esta conversación
retrata un gobierno en descomposición y bajo la vigilancia de sus aliados —¿o
tutores?— cubanos.
En el delicado frente militar, Silva se da el trabajo de identificar
para su oyente diversos grupos. Por una parte, reconoce que el comandante del
Ejército, general Carlos Alcalá Cordones, y el de las Milicias Bolivarianas,
general Gustavo González López, estarían dispuestos a plegarse a Cabello. Tanto
como los integrantes de “la promoción de 1985”, oficiales de la generación del
ex teniente Diosdado Cabello —desincorporado del ejército en 1992, tras el
fallido golpe de Estado de Hugo Chávez— a quienes, como Silva hace notar con
alarma, “ahora les toca siete años en el poder”.
Entre las armas amigas, Silva cuenta a los mandos medios –que “odian a
Cabello”- y, sobre todo, al actual ministro de Defensa, almirante Diego Molero.
“Quieren sacar a Molero. ¿Por qué?”, se hace Silva una pregunta retórica en la
grabación. “Para poder tomar la Fuerza Armada y obligar a Maduro a conducirse
como ellos quieren, o tirar un golpe de Estado”.
En los enredos palaciegos que Silva relata con lujo de detalles, aparece
el vicepresidente Jorge Arreaza, yerno de Chávez, como la fuente privilegiada
que informaba de manera subrepticia a la prensa sobre la agonía del exteniente
coronel.
También hace revelaciones sobre el reciente proceso electoral y su
organismo rector, al que pide “revisar de cabo a rabo y en secreto”. Cuenta que
alguna vez le costó responder al propio Fidel Castro, “por qué Chávez no había
acabado todavía con esas elecciones burguesas”, que representarían un punto
débil “pues el pueblo se equivoca”, habría dicho el líder cubano, “y por allí
nos tumban la revolución”. Asegura en la grabación que supo, por técnicos del
Consejo Nacional Electoral (CNE), que durante la propia jornada comicial del 14
de abril, una interrupción deliberada del servicio de Internet por parte del
gobierno supuso que “el protocolo de seguridad” del CNE estuviera “tumbado” por
una hora.
Durante el resto del día, el gobierno ha optado por ignorar esta bomba o
hacer alusiones muy veladas. El presidente Maduro, en medio de una agitada
agenda que incluyó una reunión con el magnate Gustavo Cisneros y la directiva
de su canal de televisión, pidió no bajar la guardia “ante la mentira y la
intriga”. Una ministra, Iris Varela, y el jefe de la fracción parlamentaria
oficialista, Pedro Carreño, restaron importancia al audio, al que descartaron
como una serie de chismes y opiniones de Silva.
Mientras, el principal señalado, Diosdado Cabello, guardaba silencio.
Apenas se limitó a convocar para este martes una sesión de la Asamblea
Nacional, en receso desde hace tres semanas, cuando una trifulca en el
hemiciclo dejó como saldo varios diputados con lesiones.
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