Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

sábado, 22 de junio de 2013

¿Aún nos queda Obama?



EE UU ya no tiene capacidad por si solo para dibujar el nuevo mundo.



Han pasado ya 50 años desde el Ich bin ein Berliner, soy un berlinés, pronunciado por John F. Kennedy, en plena guerra fría, ante el ayuntamiento de Berlín, y un cuarto de siglo desde que Reagan pidiera en la Puerta de Brandenburgo a Gorbachov que derribara el Muro. Esta semana, Barack Obama, el presidente de unos EE UU ya no hegemónicos para dictar un nuevo orden mundial, que toman a préstamo 40 céntimos de cada dólar que gastan, agotados por sus guerra exteriores, que ven desconcertados el ascenso de otras potencias, ha acudido al corazón de la Europa en recesión ensimismada en una crisis cronificada que no resuelven sus líderes, mientras los ciudadanos dan la espalda a una historia de éxito: el proyecto político más importante de los últimos 60 años.
En la Puerta de Brandenburgo, Obama, humilde y consciente del pasivo que arrastra, se dejó de épica histórica limitándose a un “Hola, Berlín”. El presidente del sí podemos, no explica cómo, desfallece, su elevada retórica ya no convence; las últimas encuestas reflejan la caída de su popularidad y la pérdida de confianza ciudadana. El Die Tageszeitung le había saludado con una portada reclamándole, presidente, abra usted esa puerta, ilustrada con una fotografía de la cárcel de Guantánamo. Un alemán de a pie le recordaba en internet que la Gestapo nazi y la Stasi de la Alemania del Este fueron las versiones primitivas de la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana, NSA por sus siglas en inglés, fisgando en los servidores de las gigantes compañías tecnológicas. Y el director del FBI admite ante el Congreso que la Casa Blanca utiliza los drones para espiar en territorio de EE UU. Xi Jingping sonreirá en Pekín al recordar la reconvención de Obama en California cuando recientemente acusó a China, unilateralmente, de cometer piratería electrónica. Otra utopía reventada: Internet como campo abierto de la libre circulación de datos y opiniones en una nueva era libertaria de comunicación global instantánea, sin frenos ni controles. Kafka estaría orgulloso de ver lo ocurrido, bajo el lema en Dios confiamos y a todos los demás espiamos. Un programa secreto, dirigido por una agencia secreta, aprobado por un tribunal secreto, cuyas opiniones son “clasificadas”, aunque siempre autorizan lo que pide el ejecutivo, que actúa de juez y parte. El fetichismo tecnológico ha desarmado el pensamiento de una generación que ahora ve cómo el ciberespacio se escapa incluso a los poderes estatales; su control reside en media docena de corporaciones tecnológicas, desde Apple a Google, pasando por los espejos sociales Facebook y Twitter, capaces de obtener nuestras ideas mientras tecleamos. Un nuevo monstruo tecnológico industrial que sustituiría al complejo industrial militar que denunciara Eisenhower al abandonar la Casa Blanca. Esta copiosa minería de datos privados se obtiene mediante un proceso automático de recolección, sin necesidad de intervención humana. No es extraño que en las últimas semanas se hayan disparado las ventas del libro 1984 en el que Orwell profetizaba el Gran Hermano. ¿Quién vigila a los vigilantes? Todos los presidentes acaban abusando de su poder. El New York Times, muy crítico con Obama, advierte que el Ejecutivo usará cualquier poder que se le dé y probablemente abusará del mismo.
Con el primo británico dudando de su europeidad y Francia atrapada en su malaise existencial, Obama confirma a Berlín como la capital de Europa y a la Alemania de Merkel como interlocutor más práctico con una UE en declive pero todavía necesaria. El primer presidente estadounidense del Pacífico no quiere sin embargo poner todos los huevos en la cesta de Oriente. Estados Unidos ya no tiene capacidad por si solo para dibujar el nuevo mundo, ni siquiera Oriente Medio, la crisis de Siria es un buen ejemplo; Europa tampoco, pero el conjunto de las dos potencias puede configurar un nuevo futuro transatlántico, reiniciando una alianza que perdía progresivamente sentido. La amistad cimentada tras dos guerras mundiales y la Guerra Fría, con su núcleo emocional, ha sido borrada por los acontecimientos y EE UU regresa ahora a Europa, como un socio indispensable más que como un amigo, como explica Roger Cohen en el NYT. En este contexto se entiende la primacía que le ha dado Obama en su viaje europeo a la apertura de conversaciones, el mes que viene en Washington, del Tratado de Libre Comercio entre EE UU y Europa. Un instrumento práctico ante el crecimiento de China y los emergentes, la última oportunidad de occidente en palabras de un diplomático alemán a la revista Der Spiegel. Los datos no dejan lugar a dudas: Europa y EE UU representan conjuntamente el 50% del PIB mundial, el 60% del gasto global en investigación, y el 75% de todos los servicios financieros. Juntos, pueden. ¿Todavía nos queda Obama? 

El espionaje británico interviene millones de datos en Internet



El espionaje británico pincha cables de fibra óptica y accede a millones de correos y llamadas.


WALTER OPPENHEIMER Londres 


Edward Snowden el filtrador del espionaje en Internet. / GLENN GREENWALD/LAURA POITRAS (EFE)

Londres y Washington acumulan cada día una cantidad ingente de datos interceptados a través de las redes mundiales de fibra óptica, según la última entrega del diario The Guardian de los documentos que le entregó el exempleado subcontratado de la CIA Edward Snowden. Ambos países destinan en total a unos 550 especialistas a analizar la información. Aunque la cantidad de datos a los que acceden británicos y estadounidenses es colosal, un proceso automático de criba hace que la inmensa mayoría de esa información sea descartada sin ser analizada.
Toda esta actividad es en principio legal, aunque se desarrolla a espaldas de la opinión pública y gracias a la flexible interpretación de leyes redactadas en una época en la que no se podía imaginar el espectacular avance tanto de las comunicaciones como de las herramientas informáticas a disposición de los servicios secretos para poder interceptarlas.
El diario ha accedido a varios documentos que describen los esfuerzos de los servicios secretos por adaptarse al fenomenal crecimiento del caudal de información que circula por Internet. La agencia central de comunicaciones británica (GCHQ) lanzó con ese objetivo dos programas, Mastering de Internet (MT) sobre cómo dominar Internet, y Explotación de las Telecomunicaciones Globales.

Todo esta actividad es en principio legal, aunque se desarrolla a espaldas de la opinión pública

En síntesis, los británicos han aprovechado que gran parte de los cables de fibra óptica que conducen las telecomunicaciones globales pasan por su territorio. Y el GCHQ los ha interceptado con sofisticados programas informáticos con la ayuda de su homóloga estadounidense, la NSA. Los británicos se han esmerado tanto que ya son capaces de acumular más información que los estadounidenses. Y dedican a 300 especialistas, frente a 250 estadounidenses, a analizar la acumulada. Según The Guardian, “una innovación clave es la capacidad del GCHQ de interceptar y almacenar enormes volúmenes de datos obtenidos de los cables de fibra óptica durante hasta 30 días de manera que pueden ser cribados y analizados. Esta operación, conocida con el nombre clave de Tempora, ha estado funcionando desde hace unos 18 meses”.
En síntesis, miles de millones de llamadas telefónicas, mensajes electrónicos, datos sobre visitas a Internet son acumulados. “Esencialmente, tenemos la forma de seleccionar un pequeño número de agujas en un pajar. No miramos cada brizna de paja. Hay ciertos detonantes que te permiten descartar o no examinar muchos datos porque lo que buscas es una aguja. Si tiene usted la impresión de que estamos leyendo millones de emails, sepa que no lo estamos haciendo”, señala una fuente secreta del Guardian. “Los criterios son seguridad, terrorismo, crimen organizado. Y bienestar económico. La inmensa mayoría de los datos son descartados sin que ni siquiera los miremos. Simplemente, no tenemos los recursos para ello”, añade la fuente.

Miles de millones de llamadas telefónicas, mensajes electrónicos, datos sobre visitas de páginas a Internet son acumulados

Según esa fuente, la información obtenida de esa manera ha permitido descubrir nuevas técnicas utilizadas por terroristas para eludir los rastreos de seguridad y ha ayudado a identificar a terroristas que planeaban atentados y se ha utilizado para combatir a redes de explotación de menores.
En concreto, las fuentes consultadas por el diario londinense aseguran que esa información ha permitido “la detención y encarcelamiento de una célula en los Midlands que estaban planeando un ataque coordinado; la detención en Luton de cinco individuos que preparaban atentados y el arresto en Londres de tres personas que planeaban atentados antes de los Juegos Olímpicos”.
Según explica The Guardian, el GCHQ apoya la legalidad de los pinchazos a las redes de fibra óptica en la Ley de Servicios de Inteligencia de 1994, la misma en que se apoyaron para espiar a delegaciones extranjeras durante varias reuniones de los países del G-20 en territorio británico.
Uno de los documentos a los que ha accedido el diario describe la satisfacción de los británicos por los progresos de los últimos años. El texto subraya que hay ya 2.000 millones de usuarios de Internet en el mundo y más de 400 millones utilizan Facebook de forma habitual “pero estamos empezando a dominar Internet y nuestras capacidades actuales son impresionantes”. El informe enfatiza que Reino Unido tiene hoy en día el mayor acceso a Internet entre los llamados Cinco Ojos, los cinco países anglosajones que colaboran estrechamente en materia de inteligencia: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Hay, sin embargo, una sombra al acecho. Los proveedores de Internet estadounidenses están empezando a trasladarse a países como India y Malasia, lo que significa que cada vez habrá menos tráfico por territorio británico. La NSA “está comprando inmuebles en esos lugares”, advierte el autor del informe. Y sugiere que los británicos hagan lo mismo.

El proyecto Tempora o “la era dorada” del espionaje

Los documentos a los que ha tenido acceso el diario The Guardian indican que el espionaje británico pincha cables de fibra óptica, lo que le proporciona un gran acceso al tráfico de Internet que entra y sale del país.
Conocido como proyecto Tempora, permite almacenar grandes cantidades de información durante 30 días.
El año pasado, los británicos manejaban 600 millones de “eventos telefónicos” al día y pincharon más de 200 cables. Tenían capacidad para procesar al menos 46 cables a la vez..
Cada cable transporta 10 gigabites por segundo. En teoría, podían proporcionar 21 petabites al día; el equivalente a enviar toda la información que contiene la Biblioteca Británica 192 veces al día, según el cálculo de The Guardian.
“Estamos empezando a dominar Internet”, decía el autor de uno de los documentos filtrados. “Y nuestra capacidad actual es bastante impresionante”.
Uno de los documentos habla de que los británicos se encuentran en “la era dorada” del espionaje y de que han obtenido “el mayor acceso a Internet en cinco años”.
Los papeles sugieren que el espionaje británico manejó 39.000 piezas de información en un periodo de 24 horas, lo que a su juicio supone un paso “vital para adaptarse a los avances rápidos en las industrias de telecomunicaciones”.
El espionaje de EE UU resaltó el éxito de la colaboración con los británicos, que generan “una mayor capacidad de metadatos” que ellos mismos, según la información desvelada.


En Olivos seguía el misterio sobre el candidato en la Provincia

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Brasil: no se globaliza sólo el capital, también la protesta

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Se lanza Massa y Scioli todavía piensa con quién va a jugar

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jueves, 20 de junio de 2013

Una llave para salir del pantano electoral

El arte de armar coaliciones


Por  | LA NACION





Las opiniones están divididas frente a los riesgos institucionales que acechan este proceso electoral. Para unos, en estas elecciones se pone en juego una modificación sustancial del contenido republicano de nuestra democracia; para otros, en cambio, ese desafío no tiene entidad suficiente para perturbar un desenvolvimiento menos dramático.
Los del primer segmento consideran que del resultado de estos comicios depende que avance el proyecto de una reforma de la Constitución para habilitar un tercer período a Cristina Fernández de Kirchner; con una Presidenta cuya voluntad hegemónica no declina, el año decisivo es el que actualmente estamos transitando. Los del segundo segmento dan por descontado, al contrario, que la reforma constitucional no tiene más destino y que con ello se abre paso, de aquí en más, la sucesión presidencial. El año 2015 es, por tanto, el momento decisivo.
Si observamos de qué manera los partidos y facciones se han movido en estas últimas semanas, podríamos postular que la única franja en la cual esos actores han obrado con sentimientos asociativos y espíritu de concertación es la que gira en torno al eje de la UCR, el FAP, la Coalición Cívica y fuertes liderazgos de distrito (por ejemplo, Solanas y Carrió). La estrategia de quienes forman este conjunto se asienta, pues, sobre una urgente conjetura: sin capacidad electoral en 2013 para detener el avance hegemónico, el horizonte de 2015 estará inevitablemente contaminado.
Menos claro es el panorama que se observa en la otra orilla, en una franja más extensa en la cual se ubican tres actores: el llamado peronismo disidente, francamente opositor al oficialismo; las corrientes que se expresan en el macrismo con centro en la ciudad de Buenos Aires; por fin, unos protagonistas -fundamentalmente intendentes del Gran Buenos Aires- que asoman su cabeza al advertir que el peronismo podría afrontar de nuevo, dentro de sus vastas fronteras, un combate por la alternancia.
La experiencia nos enseña que el peronismo es social y electoralmente inclusivo y, al mismo tiempo, presenta un espectáculo transformista poblado de "rumbeadores". Como apuntó J.N. Matienzo, estos políticos detectan la oportunidad y huelen dónde están los oficialismos establecidos y los oficialismos futuros (ya nos hemos referido a estos juegos en otras ocasiones con motivo del pasaje de Menem a Duhalde y de éste a Kirchner). La trama de estos últimos días, en particular las horas que median hasta el próximo sábado a la noche, nos advierte que las idas y venidas de los rumbeadores están en plena actividad. El foco de atracción son los liderazgos -el más obvio es el de Sergio Massa- que van minando desde adentro, con intenciones análogas a las de Scioli, la férrea disciplina impuesta por la Presidenta al Frente para la Victoria.
Esta vieja historia vaciada en el molde de las nuevas generaciones de dirigentes de entre cuarenta y cincuenta años agita a los interesados en estos asuntos en un contexto electoral delimitado formalmente por las elecciones primarias (PASO) y, materialmente, por un pertinaz faccionalismo.
No faltan defectos en la invención legislativa de las PASO. En primer lugar, cada dos años, la ley obliga a los partidos a encarar procesos electorales de larga duración. Las inscripciones de alianzas y candidatos, las campañas para las PASO de agosto y para las definitivas de finales de octubre se extienden, en efecto, durante cinco meses. Con el agravante de que, una vez determinadas las candidaturas y la distribución de los cargos en las PASO, no hay en adelante replanteo posible.
Este cepo electoral explica las tensiones de última hora para dar a luz coaliciones o, simplemente, plegarse a un candidato que las encuestas estiman ganador. Es una mezcla cargada de silencios, gestos arrogantes y diarias apuestas con miras a 2015. Una coalición, como hemos visto, se adelantó para disipar una incertidumbre que en el otro conjunto se exacerba hasta el instante -ya llegaremos a la noche del sábado- en que se registren las listas de candidatos.
Tras esta aparente confusión, perduran las falencias de un cuerpo representativo invertebrado en el cual no emergen todavía liderazgos con la enjundia suficiente para sobresalir y arrastrar adhesiones. Éste es uno de los efectos de un régimen estructurado de arriba abajo por el poder presidencial. A medida que este poder se va apagando, lo que queda en su lugar, hasta prueba en contrario, es un laberinto de facciones y un partido presidencialista que, por flojo desempeño, se oxida y no responde a las demandas ciudadanas de seguridad en la vida cotidiana y en el transporte, de empleo y de estabilidad monetaria, entre otras.
Posiblemente, ese faccionalismo que brota por doquier sea uno de los mayores obstáculos para rehacer en democracia el perfil de la república representativa. El faccionalismo conspira contra la mediación responsable y destruye el cimiento de los partidos políticos. Es una fuga hacia la dispersión: cada dirigente se vale de un sello propio reconocido o busca adquirir uno de los tantos en oferta para luego negociar y, de ser factible, fabricar con otros socios una coalición laxa. En la provincia de Buenos Aires, al día de hoy, treinta sellos registrados para las PASO han armado nueve coaliciones; en la ciudad de Buenos Aires son diecinueve sellos y siete coaliciones.
Quizás en las otras provincias podría morigerarse esta tendencia. Sin embargo, aunque entre tantas facciones perduran algunos partidos organizados, las inclinaciones hacia la fragmentación del régimen se realimentan constantemente. Y lo hacen, tal vez, porque guardamos el recuerdo viviente de antecedentes que, de un día para otro, hacen el montaje con esos fragmentos dispersos de un nuevo arreglo de poder.
Dado que este fenómeno tuvo el referente exitoso de la rápida construcción del poder kirchnerista, entre 2003 y 2005, no faltarán dirigentes que contemplen llevar a cabo de nuevo esa vertiginosa recomposición de fuerzas. Pura magia de unos arquitectos del poder que acaso se inspiren en antecedentes lejanos: en 1943 Perón representaba muy poco; en 1946 convocaba a la mayoría del país. En estos casos, la materia prima de los rumbeadores está siempre disponible. Menuda cuestión para los partidos no peronistas que pretenden terciar en esas disputas.
¿Será éste el rumbo que en los próximos años nos conduzca hacia otro ciclo político? No es, obviamente, lo que el oficialismo pretende. Desde la Presidenta hasta los ministros y seguidores, el Gobierno sabe que sus posibilidades de retener el poder son tributarias del faccionalismo de los contrarios. Si esas resistencias flaquean, proseguirá avanzando el proyecto reeleccionista.
La acción de la Corte Suprema de Justicia, sin duda necesaria para mantener firme el rumbo constitucional de nuestra democracia (el fallo del martes así lo ratifica), no es condición suficiente para que esa arremetida se contenga. El suplemento indispensable es electoral y, por ende, proviene del ejercicio de la soberanía del pueblo. Los límites de los que tanto habla la propaganda opositora son entonces de dos clases: los fijan los pesos y contrapesos de la Constitución, y también los marca la ciudadanía que se representa electoralmente. Magistrados y mediadores. Quizás aquellos partidos que acierten en cultivar con eficacia el arte de las coaliciones electorales y programáticas tengan la llave para salir de este pantano. Por ahora, se ha acertado sólo en parte y por eso la atmósfera sigue nublada.
© LA NACION. 

El Papa Francisco proclamaría santo a Juan Pablo II en octubre

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Cristina: “Nos dieron algún dolor, pero nos vamos a curar”

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El Gobierno ya utiliza el fallo en contra como arma de campaña

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miércoles, 19 de junio de 2013

La Justicia dejó afuera de las elecciones a Das Neves y hay un escándalo en Chubut

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Con críticas a la Corte, Estela de Carlotto pidió "reformar la Constitución"

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“No hay otra alternativa a la solución de los dos Estados”

 

 

Estados Unidos intenta recuperar el proceso de paz entre palestinos e israelíes.


El presidente israelí cumple 90 años, pero dice preferir centrarse en el futuro.


DAVID ALANDETE Jerusalén 

El presidente de Israel, Simón Peres, durante la entrevista mantenida con EL PAÍS el 13 de junio de 2013. / ARIEL JEROZOLIMSKI

“Sólo tengo un recuerdo: No olvidar el futuro. Todo lo demás es insignificante”. Simón Peres no tiene tiempo para mirar atrás. A sus espaldas, nueve décadas de vida y 65 años sirviendo al Estado de Israel. Es un político que lo ha sido todo: varias veces ministro, en dos ocasiones jefe del Ejecutivo y, desde 2007, presidente y jefe de Estado de la nación. De puertas adentro se le reconoce haber convertido a Israel en una potencia nuclear y haber estabilizado y fortalecido la economía a mediados de los años 80 del siglo pasado. Para el mundo, es el padre y arquitecto de los acuerdos de Oslo, los cimientos del proceso negociador con los palestinos. Y a pesar de las muchas anécdotas que podría contar, al presidente Peres el pasado parece aburrirle. “No malgasto el tiempo mirando atrás y recordando. Espero que mi momento de mayor orgullo llegue el día de mañana, cuando la paz llegue a mi país”, dice.
En los pasados meses, Peres se ha convertido en la voz de la conciencia de su país. La gran mayoría de políticos israelíes, sobre todo los que gobiernan en la coalición que lidera Benjamín Netanyahu, parecen vivir de espaldas a Cisjordania y al muro, al bloqueo de Gaza y los prospectos de paz. El Presidente es una excepción. “Sólo la paz”, responde, cuando se le pregunta por su principal deseo al cumplir 90 años. “El problema es más psicológico que político. Es decir, hay que vencer al escepticismo”, añade, frunciendo el ceño y tensando la mandíbula. De verdad lo desea. Por eso, ha decidido ayudar, con todo su empeño, al nuevo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en su intento de devolver a ambas partes a la mesa de negociaciones, sin precondiciones.

Preferiríamos ver cómo las sanciones económicas y la presión diplomática [sobre Irán] ofrecen resultados, pero todas las opciones siguen encima de la mesa”

—¿Comparte usted el sentimiento de urgencia de Kerry?
—Siempre deberíamos tener ese sentido de urgencia por la paz, nunca deberíamos atrasar el poner un final al conflicto y a la guerra. Creo que ahora existe una oportunidad para recuperar las negociaciones y es una oportunidad que no deberíamos malgastar. No hay otra alternativa que la solución de dos Estados.
Su 90 cumpleaños es el 2 de agosto, pero Peres tendrá su gran celebración esta semana, con una conferencia titulada ‘Frente al mañana’, que comienza hoy en Jerusalén y en la que participarán, entre otros, Bill Clinton y Tony Blair. Ha cumplido ya seis de los siete años de los que consta el mandato único de Presidente, primero con Ehud Olmert como Primer Ministro, y luego con Netanyahu.
En los primeros años de la cohabitación con Netanyahu se vio a Peres como un contrapeso al Primer Ministro, un intermediario pacificador entre él y la comunidad internacional y, sobre todo, una barrera de contención frente a la Casa Blanca cuando las relaciones con Barack Obama tocaron fondo, durante su anterior mandato. El año pasado Peres aprovechó su 89 cumpleaños para tratar de calmar los ánimos justo en un momento en el que Netanyahu tañía los tambores de la guerra y advertía donde se le permitiera de la necesidad de atacar a Irán de forma preventiva, para evitar que alcanzara la capacidad de tener armas nucleares. “No podríamos hacerlo solos”, sentenció el Presidente, provocando la ira de Netanyahu e iniciando un proceso de distensión. Hoy, dicen sus colaboradores, la relación con el Primer Ministro es notablemente mejor.
—¿Qué otras opciones tiene hoy la comunidad internacional respecto a Irán?
—Irán es una grave amenaza no sólo para Israel sino para todo el mundo. Su ambición es la hegemonía sobre Oriente Próximo y el terror en todo el mundo. Las víctimas inmediatas del régimen iraní son los propios iraníes, son sus derechos humanos debilitados cada día. Mientras el régimen busca una bomba nuclear yerra en su deber hacia la gente que necesita comida y empleo, no uranio enriquecido. El presidente Obama lidera una coalición global comprometida con la defensa de la paz y la estabilidad en la zona. A ninguno de nosotros nos gustaría ver el uso de la fuerza, y preferiríamos ver cómo las sanciones económicas y la presión diplomática ofrecen resultados, pero todas las opciones siguen encima de la mesa.

No creo que Bachar el Asad pueda mantenerse en el poder, un líder que ha matado a tantas personas en su país no puede seguir sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga Árabe cree una fuerza de cascos azules”

—¿Ha visto recientemente una mejora de las relaciones entre Netanyahu y Obama, sobre todo después de la visita del último a Israel hace tres meses?
—Debería preguntarles a ellos, pero le puedo decir que las relaciones entre Israel y Estados Unidos son excelentes. La visita del presidente Obama a Israel fue una bocanada de aire fresco. En ella mostró la profundidad de su amistad y la fuerza de su compromiso con Israel.
Peres advierte también de los riesgos de una posible implicación de Israel en el conflicto Sirio. En lo que va de año, la Fuerza Aérea israelí ha atacado en tres ocasiones objetivos militares cerca de Damasco. La inteligencia norteamericana considera que el objetivo eran misiles enviados por Irán con destino Líbano. “Nuestra implicación en el conflicto sólo tendría efectos negativos. No veo la posibilidad de que con ello salváramos Siria o promoviéramos la paz”, dice. “No creo que Bachar el Asad pueda mantenerse en el poder, un líder que ha matado a tantas personas en su país no puede seguir sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga Árabe cree una fuerza de cascos azules, con el apoyo de Naciones Unidas, para acabar con el derrame de sangre y para crear un gobierno de transición”.
Hace gala, a cada respuesta, de su proverbial elocuencia. Ha sido siempre un encantador del verbo, y ese es uno de los motivos de su ascenso y también una de las razones por las que en sus pasadas encarnaciones políticas ha sido más popular y exitoso en la escena internacional, en sus tres mandatos como ministro de Exteriores, que en la a veces pantanosa e ingrata política nacional israelí. El fundador de la patria, David Ben Gurion, le eligió director general del ministerio de Defensa en 1953, un puesto desde el que fortaleció las relaciones con Francia, que ayudó a Israel en la construcción de un reactor nuclear. Un joven Peres ingresó en el parlamento en 1959, en las listas del laborismo. Fue Primer Ministro por primera vez en 1984, bajo el acuerdo de gran coalición entre el laborismo y el derechista Likud. Volvió al puesto en 1995 tras el asesinato de Isaac Rabin.
Admite que hay algo que en sus casi 90 años de vida no previó. Entre sus muchos sueños y aspiraciones desde que llegó a la Palestina del mandato británico en 1934 nunca soñó que en ella, dentro un Estado independiente, llegarían a vivir, un día, seis millones de judíos, el mismo número de personas de esa fe que perecieron en el Holocausto, en el que murió buena parte de su familia. Esa marca se rebasó en marzo, e Israel se convirtió en el país en que viven más judíos del mundo, superando a EE UU. “La realidad es más grande que mi sueño”, dice. “Me arrepiento de que soñáramos en pequeño y de que hayamos acabado siendo mayores en nuestra realidad”. 

Un Estado indiferente a la vida de las personas

La colisión de trenes en Castelar, las presuntas bóvedas patagónicas y las diatribas destituyentes contra la Corte Suprema son elementos que convergen en una única trama: un poder estatal en crisis severa.


Por Luis Alberto Romero  | Para LA NACION




Tres noticias han ocupado el fin de semana la tapa de los diarios: el accidente ferroviario de Castelar, el violento ataque de la Presidenta a la Corte Suprema de Justicia y las denuncias sobre bolsos de dinero que se cuentan al peso y se almacenan en bóvedas. Las tres se entrelazan y se potencian, y muestran una misma realidad, imposible ya de ignorar o menospreciar. Es la crisis del Estado: su funcionamiento, su institucionalidad y legitimidad, y también su explotación por obra de depredadores más voraces que cualquier otro anterior.
Ninguno de los problemas es nuevo. La larga crisis estatal lleva por lo menos cuatro décadas de desarrollo. Pero cada uno de estos hechos muestra una exacerbación, casi una exageración, de ese largo deterioro. Antes de la década de 1970, cuando comenzó su ciclo descendente, el Estado tenía todavía capacidad para emprender y sostener políticas públicas de alguna envergadura. Ciertamente, también era un Estado colonizado por diferentes corporaciones, que lo habían convertido en campo de guerra y botín. El fracaso del Pacto Social en 1974 lo mostró definitivamente desbordado por la puja corporativa. La dictadura inició la corrosión y la destrucción sistemática de sus mecanismos íntimos, su burocracia, sus agencias, su capacidad de regulación y de control de los gobiernos. La democracia de 1983 no pudo hacer mucho para recuperarlo. Con la bonanza económica de los años recientes no sólo no mejoró, sino que se profundizaron su destrucción y su subordinación al gobierno.
"Si usted usa el tren, olvídese de ellos", me dijo a fines de 1989 Jorge Garfunkel, un banquero que aspiraba a participar en las privatizaciones y conocía en detalle lo que se venía. Por entonces poco quedaba de aquellos ferrocarriles de los años 40, cuando los profesores que viajaban diariamente a La Plata usaban el tren para el estudio o la tertulia. Ni siquiera quedaban los ferrocarriles de los años 60 o 70, que, aunque estropeados, eran todavía un medio de transporte medianamente eficiente y medianamente humano. En tiempos de Menem se deterioraron rápidamente, por obra de un Estado negligente y de concesionarios voraces asociados con sindicalistas devenidos empresarios.
Sobre esta realidad, desde 2003 se montó una nueva trama, muy propia del gobierno actual. Fue tanto el producto de la crisis de 2001 como de la inesperada abundancia que le siguió. Los boletos tuvieron un costo ínfimo -tanto que las empresas no se molestaron en controlarlos- y el Estado entregó a los concesionarios una masa enorme de subsidios, a la que sumó otros beneficios, como la tercerización de servicios. A fines de 2010, el asesinato de Mariano Ferreyra sacó a la luz la red de intereses y de complicidades que unían a empresarios, sindicatos y funcionarios políticos. Todos se beneficiaban con los subsidios. La tragedia de Once y ahora la de Castelar revelaron que la masa de subsidios no se había traducido ni en inversiones ni en mantenimiento, y que los trenes acumulaban problemas demasiado profundos, no solucionables con reformas de urgencia.
Siguiendo el consejo del banquero, yo me olvidé de los trenes, como hicieron otros. Fue un privilegio del que no puede disfrutar el millón de usuarios diarios, que hoy entregan una cuota -me temo que regular- de víctimas fatales. Lo que fue uno de los orgullos del país y del Estado se ha convertido en una trampa mortal.
En décadas anteriores había una razón fuerte: el Estado era pobre. Pero desde 2003 el Estado volvió a tener muchos recursos, e incluso volcó una buena parte en los trenes. ¿A dónde fue a parar ese dinero? Aprovechadores del Estado hubo siempre, de los empresarios azucareros de principios del siglo XX a las empresas automotrices de los años 60. Cuanto más débil era, más fácil era arrancarle algún privilegio. En 1970, un grupo empresario recibió casi regalada la planta de Aluar. Con la dictadura, la explotación del Estado se hizo mayor y más íntima: la "patria financiera" en tiempos de la "plata dulce"; la "patria contratista", cebada con las empresas del Estado; la "patria privatizadora" en los años 90. Entonces se habló de neoliberalismo, casi un eufemismo.
Desde 2003 el expolio se profundizó y se reorganizó. Ya no fueron empresarios favorecidos -que también los hay- sino funcionarios políticos, electos o designados, que montaron un sistema para convertir subsidios y contratos en retornos a las cajas negras. Fue un verdadero modelo de acumulación: el modelo Santa Cruz, que se vistió de estatismo. Se desarrolló en diversos frentes: Ricardo Jaime estuvo encargado del área de los transportes, con socios como los hermanos Cirigliano. Un sistema tosco, casi primitivo, digno de aquellos jefes guerreros que se reservaban el quinto del botín, como lo han mostrado las denuncias recientes. Lo que en otros tiempos eran créditos, exenciones y promociones se convirtió en simple dinero, aparentemente embolsado, pesado y acumulado en misteriosas bóvedas de la Patagonia que recuerdan el tesoro del mítico Patoruzek.
Primer balance: los fondos del Estado supuestamente destinados a mejorar los ferrocarriles habrían ido a parar a esas bóvedas. Los ferrocarriles, librados a su destino, terminaron literalmente estrellados. No creo que Jorge Garfunkel, quien murió en 1999, hubiera imaginado ese final.
¿Cómo puede un secretario de Estado, un ministro, un presidente quizá, montar este latrocinio? ¿Dónde estaban quienes debían controlarlo? Esto nos lleva a otra faceta de esta historia de decadencia. Un Estado normal tiene mecanismos de control instituidos, independientes de los gobiernos. Existe una ley de contabilidad, hay sindicaturas y una auditoría. El Estado es regido por tres poderes, y la Constitución establece que se controlen recíprocamente. Para cumplir ese papel de control, el Poder Judicial debe estar distanciado del voto popular, sus oscilaciones y humores. Al menos, según los principios republicanos, que informan nuestra Constitución.
Desde los años 70, estos mecanismos vienen siendo erosionados, deslegitimados y destruidos por casi todos los gobiernos, con diferentes argumentos pero un mismo propósito subyacente: liberarse de tutelas y controles.
El Congreso cumplió con su función de control entre 1983 y 1989, pero después se transformó en mera escribanía del Ejecutivo, en el que delegó poderes excepcionales. Los sistemas burocráticos fueron heridos por la dictadura -uno de los precios de la represión clandestina- y luego por los gobiernos que usaron la emergencia económica para justificar su manejo discrecional.
En los años de Kirchner se avanzó un paso más. Agencias enteras, como el Indec -demasiado "alcahuete"-, fueron liquidadas. Bandadas de jóvenes militantes de La Cámpora -tan obedientes como ignorantes- desplazaron a los funcionarios de carrera. La caja fiscal se convirtió en el gran instrumento para disciplinar y afirmar el poder presidencial. Se acumuló poder y además se argumentó en contra de cualquier control y limitación, calificando esas instituciones de corporativas y no democráticas.
Se dice que el voto popular, esencia de la democracia, le confiere al presidente todo el poder, teoría que expuso Carl Schmitt y practicó un cierto dirigente alemán. Con mucho poder, unos pocos argumentos y alguna colaboración de opositores ingenuos, el Gobierno fue barriendo con las limitaciones institucionales. Hoy, la Presidenta dirige sus cañones contra el Poder Judicial. Parafraseando el refrán sobre el ladrón, que cree al resto de su misma condición, quien hoy está destituyendo las instituciones acusa de destituyentes a quienes se oponen.
Trenes, bóvedas patagónicas y diatribas destituyentes se combinan en un círculo perverso. En el centro está el Estado, cuya larga crisis remata hoy en un gobierno que utiliza al Estado para acumular poder y dinero, que formula la teoría del poder total y se desentiende de sus obligaciones básicas: la vida de la gente. Las bombas de tiempo van estallando y cobrando su cuota de muertos. Quizás alguien quiera calcular cuántos serán, a este ritmo, en diciembre de 2015.
© LA NACION. 

En un clima de Guerra Fría, Rusia y Occidente chocan por la crisis siria

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De Narváez, duro con Massa: “Los que dudan no somos nosotros”

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Una derrota política y un límite institucional

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martes, 18 de junio de 2013

Walking in my shoes - Depeche Mode



"Hagamos valer la vida"







Near Light - Ólafur Arnalds /INSTRUMENTAL




Suicide Blonde /INXS




Revelan que el primer héroe del espacio murió por un error humano

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Revés para el Gobierno: la Corte declaró inconstitucional la elección de consejeros

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Los primeros 100 días del papa Francisco



Por Andrés Oppenheimer | LA NACION


MIAMI.- Casi 100 días después de la asunción del papa Francisco, el primer papa latinoamericano, no hay dudas de que ha traído un cambio de estilo en el Vaticano con sus cotidianos gestos de humildad. Pero también hay signos de que este cambio puede ser no sólo de formas, sino también de fondo.
En los últimos días, una filtración periodística de los comentarios de Francisco a un grupo de religiosos visitantes ha conmovido al mundo católico y nos ofrece la mejor indicación hasta el momento de si el papa argentino se propone producir reformas en la Iglesia. Esa filtración, publicada en el sitio web de la revista chilena Reflexión y Liberación, una publicación católica progresista, cita a Francisco al decirle a una delegación de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR) que se está enfrentando con una red de corrupción y con un lobby gay dentro del Vaticano, que presuntamente se resiste a las reformas. Sus comentarios, realizados durante la audiencia privada con la CLAR el 6 del actual, se referían aparentemente a los escándalos financieros y a las acusaciones de encubrimiento de abusos sexuales de sacerdotes pedófilos.
Tal vez más importante aún, Francisco dijo a sus visitantes que está decidido a reformar la Iglesia, aunque advirtió que los cambios serán implementados por una comisión de ocho cardenales que él mismo ha designado. "La reforma de la curia es algo que pedimos casi todos los cardenales en las congregaciones previas al cónclave. Yo también la pedí", habría dicho el Papa a sus visitantes. "La reforma no la puedo hacer yo... Yo soy muy desorganizado, nunca he sido bueno en esto. Pero los cardenales de la comisión la van a llevar adelante", aseguró.
La CLAR ha emitido un comunicado en el que lamenta la publicación no autorizada de los comentarios del Papa. El Vaticano dijo que no haría comentarios, porque se trataba de una audiencia privada.
En una entrevista telefónica, el editor de Reflexión y Liberación Jaime Escobar me dijo que los comentarios del Papa son un claro signo de que se propone cambiar la Iglesia. Lo hará a través de la comisión que designó y de los inminentes nombramientos, aseguró. Y agregó que aunque los medios internacionales se centraron en las referencias a la corrupción y al lobby gay, "la parte más importante de lo que dijo el Papa es que tiene un mandato de reformas. Se viene una reforma de la curia", dijo Escobar.
Pero otros observadores del Vaticano no confían tanto en la comisión de cardenales. Argumentan que el líder de la comisión, el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga, ha sido denunciado por grupos como la Red de Sobrevivientes de los que sufrieron Abusos por parte de Sacerdotes (SNAP) por haber encubierto o desestimado alegatos de abuso sexual de niños. Rodríguez Madariaga no es ajeno a las controversias. Se han citado declaraciones suyas en las que sugería que los judíos influyeron sobre los medios para magnificar los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes, algo de lo que luego se retractó, según el Comité Judío Americano, pero que llevó al afamado profesor de leyes de Harvard Alan Dershowitz a llamarlo "antisemita".
"Esta comisión es problemática", dice Daniel Álvarez, profesor de Estudios Religiosos en la Universidad Internacional de Florida. "Tres de sus ocho miembros, incluido su coordinador, han sido implicados en el encubrimiento de sacerdotes pedófilos".
Mi opinión: la decisión de Francisco de no vivir en el lujoso departamento palaciego de sus predecesores, sino en un alojamiento más modesto del Vaticano -donde no está rodeado exclusivamente por miembros de la jerarquía eclesiástica- y sus comentarios a la CLAR de que fue elegido con el mandato de reformar la Iglesia sugieren que no sólo habrá un cambio de estilo, sino también un cambio de fondo. Es cierto que sus comentarios sobre el lobby gay son más preocupantes, aunque no sabemos bien en qué contexto lo habría dicho.
Y también hubiera sido mejor que, en vez de derivar las reformas a la comisión de cardenales, Francisco hubiera asumido el liderazgo de esa tarea. Pero mientras tenga en claro que tiene el mandato de reformar la Iglesia, hay motivos para ser optimistas.
© LA NACION. 

Francisco recibió a Maduro y analizaron "la situación social y política” de Venezuela

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Confesión de Elaskar ante el juez: “Mi familia se avergüenza de mí”

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lunes, 17 de junio de 2013

El péndulo de Alá


Pocas esperanzas quedan de conciliar islamismo y democracia.



En circunstancias muy diversas, el mes que ahora va acabándose ha traído consigo una sucesión de acontecimientos políticos donde la relación entre Islam y democracia ha sido puesta duramente a prueba. La más importante puede ser el reto que plantearán el 30 de junio las fuerzas políticas y sociales laicas frente a lo que juzgan instalación de un régimen islamista cada vez más cerrado bajo la presidencia de Mohamed Morsi en Egipto. Unos días antes, las elecciones en Irán parecen comprobar la hipótesis de que el régimen de los ayatolás sigue dispuesto a mantener unas instituciones en apariencia democráticas, con el propósito de que la hierocracia encabezada por el sucesor de Jomeini experimente los menores riesgos posibles y no sea necesario recurrir a la brutal represión que acabó en 2009 con la revolución verde.La sorpresa negativa vino poco antes de Turquía, el principal banco de prueba de una coexistencia entre islamismo y democracia, sobre un fondo de crecimiento en flecha de la economía. El país de Kemal Atatürk y de Rumí se presentaba como el ejemplo a seguir por otras sociedades musulmanas.
Así pudo ser, de no haber decidido Tayyip Erdogan y su partido, el AKP, descubrir su juego tanto en lo que concierne a la vocación autoritaria de su líder como en el propósito de ir borrando paso a paso el legado de Kemal en nombre de una cautelosa islamización revestida de neo-otomanismo. “Teme a Alá y sé paciente”, reza una sentencia del Profeta contenida en el Sahih Muslim. En la puesta en práctica de su estrategia política, Erdogan se ha revelado como un virtuoso en aplicarla, con el paso por las estaciones intermedias que en sus propias palabras deben acercar al punto de llegada. El objetivo de la integración en Europa obligó a algún frenazo, por ejemplo en la condena del adulterio, pero ahora ya no existe. Una vez desmontados el poder militar y el poder judicial adversos al islamismo, una intensa persecución de la prensa y de los opositores le ha dejado el espacio libre. Hasta el absurdo de sustituir uno de los contados parques de Estambul, el de Gezi, por unos reconstruidos cuarteles otomanos, o de ir convirtiendo las iglesias museos —las Santa Sofía de Nicea y Trebisonda— en mezquitas. En las elecciones de 2011 su efigie figuraba en la propaganda electoral acompañada de la de Mehmet el Conquistador y ahora el nuevo puente sobre el Bósforo llevará el nombre del sultán Selim, para que se enteren de quien manda en el país los millones de alevíes a cuyos antepasados diezmó en el siglo XVI. ¿Por qué no llamarle puente de Solimán, sultán de grandeza universalmente reconocida? Hasta el sanguinario sultán Abdulhamid es rehabilitado, por no hablar del horrendo diorama conmemorativo de la conquista de 1453, instalado cuando Estambul fue capital europea de la cultura. Es una deriva del todo innecesaria, salvo para hacer volver hacia atrás el reloj de la historia. Las elecciones pueden llegar a ser a este paso el aval de un régimen islamista autoritario, pésima noticia para quienes esperábamos ver en Turquía un ejemplo de todo lo contrario.

La victoria de Rohaní prueba que la sociedad iraní ansía reformas

En Irán, viraje limitado. El aplastamiento de la revolución verdede 2009 fue obra de la acción criminal de las fuerzas paramilitares y de la policía, bajo la dirección suprema del Guía de la Revolución, con la colaboración del presidente-candidato Ahmadineyad. La muerte, la tortura, la cárcel, las violaciones, anularon toda posibilidad de resistencia. Lo que no podía preverse era el posterior enfrentamiento de Ahmadineyad con el Guía, Jamenei. Impedido aquel por ley de volver a presentarse, y vinculado tanto a una vertiente integrista y populista de la revolución. Los grandes intereses económicos de los pasdaran, Guardianes de la Revolución, definen un polo de poder, frente a Alí Jamenei, dispuesto a mantener a toda costa la hegemonía de “su” hierocracia, desde una flexibilidad controlada.
El sistema de filtración de candidaturas por el Consejo de los Guardianes, versión clerical de lo que ya practicaran los Medici en la Florencia del siglo XV, redujo el número de aspirantes a la presidencia a un ramillete de candidatos, todos fieles al Guía. Ni Ahmadineyad pudo colocar su hombre, ni el expresidente Rafsanyani, personaje turbio y pragmático, superó el filtro. Claro que de Jatami en 1997 a Karrubi o Musavi en 2009 hubo sorpresas. Ahora las esperanzas renacen después de la victoria de Hasan Rohaní, clérigo de palabra crítica y leal a Jamenei, durísimo en 1999 frente a la revuelta estudiantil. Balance: continuismo pragmático.
Con todas sus vacilaciones, más la inseguridad introducida por los salafíes, por ahora únicamente en Túnez cabe esperar una conciliación de islamismo y democracia. En una situación muy distinta, Morsi ha aplicado en Egipto la paciencia resolutiva con intensidad superior a Erdogan. Apretando el nudo cada vez más, contra los jueces, frente a la cultura laica, nombrando un gobernador salafí para la turística Luxor. Confiemos en que no haya sangre el día 30. La conclusión es que el islamismo puede aceptar las elecciones. Otra cosa es la inexcusable puesta en vigor de la sharía. Ahí no hay solución.
Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas.