Los jefes de la
diplomacia iraní y estadounidense se reúnen por primera vez en 35 años.
ANTONIO
CAÑO Washington
El secretario de Estado John Kerry y el ministro de Exteriores iraní Mohammed Javad Zarif. /JASON DECROW (AP)
La primera reunión en 35 años entre los jefes de la diplomacia de Irán y Estados
Unidos concluyó con claras expresiones de optimismo y el
compromiso de iniciar negociaciones “sustantivas” para el control internacional
del programa nuclear iraní el próximo 15 de octubre en Ginebra. La reunión, que
se celebró en Nueva York en el marco del grupo de potencias mundiales
implicadas durante años en las conversaciones con Irán, vino precedida por
declaraciones de Barack Obama y Hasan Rohaní, el
presidente iraní, mostrando su voluntad de reconciliación entre las dos
naciones.
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dijo tras el
histórico encuentro que daba por bienvenido “el cambio de tono” que había
observado entre sus interlocutores iraníes. El ministro iraní de Relaciones
Exteriores, Javad Zarif, calificó el diálogo de “constructivo”. Más efusivo, el
secretario del Foreign Office británico, William Hague, declaró que la reunión
había sido “extremadamente buena”.
Estas primeras declaraciones, no sólo confirman el nuevo clima que se ha
creado en las relaciones entre Irán y Estados Unidos, como consecuencia del
tono aperturista expresado por el nuevo presidente iraní,
sino que abren, por primera vez con ciertas garantías, la posibilidad de poner
fin a lo que se presentaba como una de las mayores amenazas para la seguridad
internacional.
Poco antes de la reunión de Nueva York, Rohaní manifestó en una
entrevista al diario The Washington Post que su Gobierno tiene
prisa en obtener resultados en estas conversaciones, y mencionó tres meses como
un plazo deseable para su conclusión. “Pueden ser tres meses, seis tal vez,
pero en todo caso es un asunto de meses, no de años”, declaró el presidente
iraní. Posteriormente, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, comentó que
ese tiempo dependerá de la capacidad iraní de ofrecer pruebas verificables de
que no está produciendo armas atómicas.
Las negociaciones, en las que participan también los otro cuatro
miembros permanentes del Consejo de Seguridad —China, Rusia, Reino Unido y
Francia—, Alemania y la Unión Europea, lo que se conoce en el argot diplomático
como P-5+1, quedan ahora a la espera de conocerse qué propuestas concretas hará
el Gobierno de Teherán en Ginebra.
La sesión de este jueves en Nueva York, además de su valor simbólico,
debido a la presencia de Kerry sentado junto a Zarif, estaba destinada
principalmente a comprobar que las palabras de buena voluntad expresadas por
Rohaní en la ONU pueden transformarse en hechos.
Todas las partes implicadas en esta negociación coinciden en que nunca
ha habido una oportunidad como esta para resolver el problema nuclear iraní por
la vía del diálogo. Existen varios factores que contribuyen al optimismo: Irán
está urgido a poner fin a unas sanciones internacionales que han debilitado
mucho su economía, Rohaní es sinceramente un moderado, los clérigos que
detentan el poder real en Teherán están públicamente detrás del nuevo
presidente y la Casa Blanca está ocupada por alguien que cree más en las
soluciones diplomáticas que en las militares.
Con todo eso a favor, son aún muchas las razones por las que se puede
predecir que la negociación con Irán encontrará muchos obstáculos. En primer
lugar, desde el punto de vista de EE UU, la disposición de Obama a llegar a un
acuerdo con Irán no garantiza que el Congreso, donde el extremismo y la falta
de sentido común prevalecen a diario, lo respalde. O mucho cambian las cosas o
no va a ser fácil que el presidente obtenga el visto bueno de los congresistas
para levantar las sanciones económicas a Irán, el precio justo y necesario que
habrá que pagar por el control internacional del programa nuclear iraní.
Desde el punto de vista iraní, junto a las múltiples dificultades que
pueden concebirse dentro de un régimen autoritario y, probablemente, dividido,
está el problema de Israel. Entre todas sus buenas palabras durante su estancia
en Nueva York, Rohaní ha recordado también que Israel no es signatario del
tratado internacional contra la proliferación de armas atómicas y que, si un
país acepta abrir las puertas de sus programas nucleares, todos deberían de
hacer lo mismo. Una lógica tan aplastante como difícil de aplicar, puesto que
Israel no va a aceptar de ninguna manera ser incluido entre las condiciones que
se negocien con Irán.
Estos inconvenientes en el horizonte no borran todavía el optimismo con
el que ayer empezaron las negociaciones con Teherán. Rohaní afirma que el líder
supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei, le ha dado “plenos poderes para llegar
hasta el final en las conversaciones sobre el asunto nuclear”, asegura que su
país ofrecerá “plena transparencia” a los inspectores de la ONU, e incluso
manifiesta su mejor disposición a contribuir para acabar con la guerra en
Siria.
Todo indica que el régimen iraní ha llegado a un punto de evolución en
el que parece haber entendido que hay muchas menos recompensas en persistir en
el radicalismo que en abrirse a un mundo que, en realidad, lo espera con los
brazos abiertos y en el que sus posibilidades de ejercer como potencia
regional, al estilo de India o Brasil, son considerables.