Los discursos de Obama y Rohaní serán acompañados
por una reunión de Kerry y Zarif.
Las potencias negocian una resolución sobre Siria.
Rousseff denunciará el control sobre Internet.
ANTONIO CAÑO Nueva
York
Obama este lunes en un acto en Nueva York. / J. LEE (BLOOMBERG)
El inicio
de la Asamblea General de Naciones Unidas se presenta este martes como el marco
de un esperado deshielo en las relaciones de dos de los mayores contrincantes
mundiales, Irán y Estados Unidos, una posibilidad que eclipsa otros
esperados momentos de esta cita, como la difícil negociación de una resolución
sobre Siria o las denuncias de la presidenta de
Brasil sobre el espionaje de los servicios secretos norteamericanos.
Barack
Obama y el presidente iraní, Hassan Rohaní, están en Nueva York y hablarán este
martes ante la Asamblea, el primero en la sesión matutina y el segundo en la
vespertina. Oficialmente, no hay ninguna conversación prevista entre ambos,
pero la Casa Blanca no ha descartado por completo un
saludo y un breve intercambio de palabras si los dos se cruzan en los pasillos
de la ONU. Si se produce, sería el primero encuentro entre líderes de ambos
países desde la revolución islámica de 1979. De ocurrir, sería el mejor símbolo
de la apertura de una nueva época.
Pero
incluso si ese encuentro no tiene lugar, tanto los discursos de Obama como de
Rohaní, que llegan al podio precedidos de gestos que muestran su voluntad de
entendimiento, pueden servir para impulsar un diálogo que ha sido imposible
durante décadas de hostilidad y recriminaciones mutuas. Como ejemplo del nuevo
clima, la Casa Blanca ha confirmado la participación, esta semana en la ONU,
del secretario de Estado, John Kerry, en una reunión con el ministro de
Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, a la que asistirán también los otros
ministros del grupo negociador con Irán.
En las
días anteriores a esta Asamblea, Obama y Rohaní intercambiaron cartas en las
que expresaron su deseo de resolver mediante la negociación las enormes
diferencias que separan a sus dos países, especialmente sobre el programa
nuclear de Irán y las duras sanciones económicas que EE UU y la comunidad
internacional aplican como castigo a Teherán.
Washington
es prudentemente optimista sobre las posibilidades de una reconciliación. Las sucesivas muestras de apertura y moderación dadas
por Rohaní, que
pretende, aparentemente, romper con la línea dura mantenida por su antecesor,
Mahmud Ahmadinejad, han despertado esperanzas en la Administración
norteamericana. La política oficial del Gobierno es la de que no bastan las
palabras, sino que se requieren hechos para comprobar el cambio de actitud del
régimen iraní. Pero portavoces estadounidenses han expresado que Obama está
dispuesto a explorar la vía de un acercamiento diplomático.
Horas
antes de llegar a Nueva York, Rohaní manifestó que, en su discurso ante la
Asamblea General, expondrá una imagen de su país distinta a la que se ha
conocido hasta ahora. “Desafortunadamente”, declaró, “en los últimos años la
imagen de Irán, una nación civilizada, ha sido presentada de otra manera. Yo
aprovecharé esta oportunidad para presentar el verdadero rostro de Irán como un
país culto y amante de la paz”.
En años
anteriores, el paso de Ahmadinejad por Nueva York ha estado dominado por sus
declaraciones negando el Holocausto o promoviendo la desaparición del estado de
Israel. Para el Gobierno israelí, que siente a Irán como su principal amenaza, el riesgo no desaparece de repente por la sustitución
de Ahmadinejad por Rohaní, y
ha pedido a EE UU mucha cautela a la hora de bajar la guardia frente a Teherán.
Washington
pretende escuchar qué novedades ofrece Irán en las conversaciones sobre su
programa nuclear antes de avanzar en la reconciliación o la suavización de las
sanciones económicas. El lunes por la noche estaba prevista en Nueva York una
reunión entre el principal negociador iraní en esa materia, el ministro Zarif,
y la responsable de política exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton,
con el objeto de poner en marcha una nueva ronda de negociaciones.
La
actividad diplomática será intensa estos días en Naciones Unidas. Además del
asunto iraní, Kerry tratará de sacar adelante una resolución del Consejo de
Seguridad en la que se plasme el acuerdo alcanzado hace diez días con Rusia
para la eliminación del arsenal químico de Siria. Esa resolución ha sido
imposible hasta ahora por la negativa del Gobierno ruso a incluir cualquier
medida de castigo automático al régimen sirio en el caso de incumplir el
acuerdo, medidas que respaldan también Francia y el Reino Unido. Sin una
resolución del Consejo, el acuerdo firmado entre Kerry y el ministro ruso de
Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, que evitó una intervención militar de EE
UU en Siria, corre serio peligro.
La primera
invitada al podio de la Asamblea será, como es tradición, la presidenta de
Brasil, Dilma Rousseff, que acaba de suspender una solemne visita de estado a
Washington como
protesta por el espionaje al que, al parecer, se ha visto sometida de parte de
la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana. Rousseff tiene previsto
abordar ese tema, así como el de la necesidad de reducir la dependencia que el
mundo tiene actualmente de las grandes empresas de Internet, todas ellas
estadounidenses.
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