ESCALADA
DE VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO
Israel moviliza a 75.000 reservistas ante una
posible ofensiva terrestre.
Las sirenas antiaéreas han sonado por primera vez
desde 1991 en la ciudad santa.
La última vez que un proyectil alcanzó Jerusalén
fue en 1970.
Netanyahu se reune con su gabinete para estudiar la
posibilidad de una ofensiva terrestre.
27 palestinos y tres israelíes mueren en el
intercambio de fuego en los últimos días.
- El Ejército israelí recrudece la ofensiva sobre la franja de Gaza
- Israel mata al jefe militar de Hamás en una ola de ataques contra Gaza
Ana
Carbajosa Gaza
En Gaza nadie se siente seguro. Las bombas
israelíes caen sin parar. Por toda la franja. El estruendo de los bombardeos se
combina con el zumbido de los drones (aviones no tripulados) y con el de los
cohetes palestinos que despegan en dirección a Israel y han alcanzado los
alrededores de Jerusalén. Es una banda sonora que mantiene a la mayoría de la
gente aterrorizada. Las calles están prácticamente desiertas. Apenas algunos
hombres que se agrupan en las esquinas o que van de un sitio para otro con un
cometido claro. Miran al cielo e intentan adivinar dónde caerá la siguiente.
Las cicatrices en forma de cráter que dejan los
misiles en los sembrados, y en las casas se ven por todas partes. Los coches
hacen largas colas en las gasolineras. El combustible escasea. Los que todavía
circulan evitan los edificios oficiales o pasan a toda prisa. Hay que dar
rodeos infinitos para evitar posibles objetivos. Aún así, las bombas sorprenden
a uno a la vuelta de la esquina. Es una tétrica lotería. Algunas familias
celebran funerales y reciben a vecinos y amigos en lugares que consideran más
resguardados. Calientan el té con brasas y se lo ofrecen a los recién llegados.
El Ejército israelí ha atacado unos 600 objetivos en Gaza en los últimos tres días,
según su propio recuento, mientras los cohetes de grupos armados palestinos
suman 550. Los militares aseguran que su objetivo son los líderes de Hamás y
los arsenales y zonas de lanzamiento de los cohetes. Pero todo hace prever una
nueva ofensiva terrestre sobre la franja tras la reunión ayer del primer
ministro Benjamin Netanyahu con su Gabinete. Poco después el ministro israelí
de Defensa, Ehud Barak, aprobó la movilización de 75.000 reservistas en el
marco de la ofensiva Pilar defensivo, informaron los medios israelíes.
Los dirigentes de Hamás andan escondidos, no salen
a la superficie. Saben que les buscan. El jueves el primer ministro, Ismail
Haniya, apreció en la televisión, pero lo hizo en una intervención pregrabada.
Hoy se dejó ver brevemente para dar la bienvenida a un invitado de honor, para
volver después rápidamente a su guarida.
Al hospital Shifa, en la ciudad de Gaza llegan los
heridos. Ha habido 257 desde el miércoles, el día en que el Ejército israelí mató a Ahmed Yabari, el jefe militar de
Hamás, desencadenando un ciclo de violencia alarmante incluso en
estas latitudes. El Centro Palestino para los derechos humanos de Gaza
(PCHR) sostiene que 253 de los heridos son civiles y hasta 62 niños. En una
cama del hospital Shifa, una niña de tres años yace con el cráneo partido por
la metralla, el fémur roto y una herida en la mano derecha. Está sedada. Su
madre la acompaña con la mirada ida. Su casa ha sido bombardeada.
Por la mañana y por la noche, cuando se
concentran los bombardeos, es cuando llega un mayor número de heridos. “En este
hospital ya no tenemos sitio. Hay que trasladarlos”, explica el doctor Samir al
Safadi, subdirector del servicio de urgencias. Cuenta que les hace falta todo
tipo de equipo médico, desde medicinas hasta jeringuillas o vías. “Cortamos las
toallas y las usamos para vendar”.
En la recepción del hospital, pacientes y
enfermeros escuchan la radio. De repente, un estallido de júbilo. “Un misil ha
alcanzado la Knesset [el Parlamento israelí]”. Lo dicen
fuentes de Hamás. No es cierto, pero la gente lo cree a pies
juntillas y pega saltos. Fuera, nuevos estruendos. Nuevos misiles que caen a
una distancia difícil de calcular.
Un total de 27 palestinos y tres israelíes han
muerto desde le miércoles. En la morgue del hospital Shifa descansa un cuerpo
envuelto en una sábana blanca ensangrentada. Nadie lo ha venido a recoger. En
el centro médico se rumorea que se trata de un colaborador que pasaba
información a Israel y que a río revuelto, los de Hamás han aprovechado para
liquidarlo.
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El primer ministro egipcio, Hicham Kandil, visitó esta
mañana el hospital en visita relámpago para mostrar solidaridad con
los palestinos, tratar de mediar y recordar de paso a los israelíes que la
complicidad de las épocas de Hosni Mubarak ha tocado a su fin. Israel se
comprometió a mantener un alto el fuego de tres horas durante la visita de Kandil
siempre y cuando los grupos palestinos también lo respetaran. Ni unos ni los
otros lo han hecho. Antes de que el político egipcio se despidiera por el paso
fronterizo de Rafah ya llovían bombas.
A unos kilómetros de allí, más al norte, en
Yabalia, jóvenes se concentran en un callejón. A las puertas de la casa con el
número 109. Hace una hora que ha caído un proyectil y ha matado a dos personas.
A un niño de ocho años y un chico de 20. Dicen que pertenecen a una familia de
carpinteros y que no tienen nada que ver con la llamada resistencia. La ropa
ensangrentada anda tirada por el suelo. Poco más allá, las mujeres lloran a los
muertos en una casa en construcción. En la oficina del PCHR, en la ciudad de
Gaza, Hamdi Shaqqura dice que están investigando las muertes, pero que las
primeras indicaciones apuntan a un fuego amigo. También aquí sucede. Cree
también que si la comunidad internacional no hace nada, la violencia se
disparará. “Todo parecía que iba bien, que la tregua iba a surtir efecto,
cuando de repente matan a este pez gordo [Yabari]…”.
El goteo de cohetes disparados por milicianos
palestinos contra suelo israelí desde la franja de Gaza colmó el día 10 la paciencia israelí. La
respuesta fue un bombardeo que acabó con la vida de Ahmed Yabari, jefe
militar de Hamás en Gaza y quien fuera el carcelero de Gilad Shalit, el soldado israelí
secuestrado por los islamistas durante cinco años. La escalada de violencia más
grave en la zona desde 2008 ha provocado que las sirenas antiaéreas volvieran a
sonar hoy en Jerusalén por primera vez desde la guerra del Golfo de 1991, poco
antes de que tres cohetes Fajr-5 cayeran sobre una zona poco poblada a las
afueras de la ciudad, según ha informado el canal 10 de la televisión israelí.
Uno de los proyectiles ha impactado en la colonia
de Gush Etzion, situada al suroeste de Jerusalén.
Desde Gaza, las Brigadas Azzedin al Kasam, brazo armado de Hamás, reivindicaban entretanto haber alcanzado
Jerusalén, que se encuentra a 65 kilómetros de distancia de la Franja. Las
Brigadas aseguran también que sus milicianos han derribado en Gaza un avión
F-16 del Ejército israelí con un misil tierra-aire.
Los palestinos alcanzaron el jueves la zona de Tel Aviv, en el
centro de Israel. Era la primera vez que los palestinos disparaban contra la capital
administrativa israelí, lo que ha supuesto un antes y un después en el
conflicto. Israel no deja de responder a estos lanzamientos con el Ejército.
Cuando cae la noche, la población de Gaza busca la
habitación de sus casas donde piensan que estarán más seguros. Ahí se reúnen
todos, apiñados a veces. Saben que por la noche, los bombardeos se
intensifican. Esta es especial. Desde las mezquitas, los clérigos cantan una
victoria que escupen los altavoces de los minaretes. En la franja, los rumores
de ataques a Tel Aviv, Jerusalén, aviones derribados y una larga lista de
supuestas victorias militares de Hamás les han entusiasmado efímeramente. Ahora
saben que después vienen las represalias y que en este rincón del planeta, rara
vez fallan.