Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 21 de febrero de 2014

Venezuela: infierno de persecución



No hay nada peor que tener miedo a decir la verdad.




Quiero sumar mi voz a un coro de preocupación que recorre buena parte de nuestra América.
Miles de estudiantes y opositores al gobierno del Presidente Nicolás Maduro en Venezuela fueron brutalmente atacados con armas de fuego por los cuerpos de seguridad.
En ningún país verdaderamente democrático uno va a prisión o es asesinado por pensar distinto o por querer manifestar su oposición a las políticas del gobierno. Venezuela puede hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de que es una verdadera democracia, pero con cada violación a los derechos humanos que comete niega en la práctica esa afirmación, porque reprime la crítica y la disidencia.
Todo gobierno que respete los derechos humanos debe respetar el derecho de su pueblo a manifestarse pacíficamente. El uso de la violencia es inaceptable. Recordemos la advertencia de Gandhi: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.
Siempre he luchado por la democracia y estoy convencido de que en una democracia, si uno no tiene oposición debe crearla, no reprimirla y condenarla a un infierno de persecución, que es lo que parece hacer el gobierno del Presidente Maduro.
Venezuela debe respetar los derechos humanos, sobre todo los derechos de sus opositores, porque no tiene ningún mérito respetar sólo los derechos de sus partidarios.
En algún momento de su vida dijo Martin Luther King Jr. que “…los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en un período de crisis moral mantuvieron su neutralidad. Llega el momento en que el silencio se convierte en traición”.
Por ello estoy consciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo tipo de críticas de parte del Gobierno venezolano. Me acusarán de inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi con certeza, de ser un lacayo del imperio.
Sin duda, soy un lacayo del imperio: del imperio de la razón, de la cordura, de la compasión y de la libertad. No voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos.
No voy a callarme cuando la sola existencia de un gobierno como el de Venezuela es una afrenta a la democracia. No voy a callarme cuando se pone en jaque la vida de seres humanos, por defender sus derechos ciudadanos. He vivido lo suficiente para saber que no hay nada peor que tener miedo a decir la verdad.

Óscar Arias fue presidente de Costa Rica y obtuvo en 1987 el Premio Nobel de la Paz. 

El régimen ucranio intensifica la represión en el día más sangriento



Las autoridades cifran en 75 los muertos en Kiev en las últimas 48 horas. Solo hoy ha habido 35. La presencia de francotiradores en las calles genera pánico.










PILAR BONET Kiev/EL PAÍS 

Los ucranianos de a pie de Kiev no dan crédito a sus ojos: en esta ciudad europea amable y llena de bellos edificios, las armas comienzan a imponer su ley. Las noticias sobre la actuación de francotiradores desde los tejados en el centro asustaron a los pequeños comerciantes que cerraban las puertas de sus establecimientos mucho más allá del perímetro de la zona directa de riesgo, en la avenida Kreschatik y en las calles que llevan a los edificios gubernamentales.
Los francotiradores (un conjunto cuyo número y características es un tema a investigar) estuvieron entre los protagonistas de otra macabra jornada, ya que a ellos se les atribuye la responsabilidad por una parte de los muertos que se registraron el jueves. El ministerio de Sanidad informó de que habían perecido 75 personas y más de 500 heridos en los enfrentamientos ocurridos en el centro de Kiev del 18 hasta el 20 de febrero a las 18 horas (una hora menos en España). El servicio informativo Ukrainskaya Pravda afirmaba que 58 muertos habían sido identificados y que entre ellos había 10 policías, pero esta información no especificaba si estas muertes eran resultado de los enfrentamientos del jueves o del periodo transcurrido desde que se recrudeció la violencia el 18 de febrero.
En la noche del miércoles al jueves los tres líderes de la oposición, Vitali Klichkó, Arseni Yastseniuk y Oleg Tiagnibok, se reunieron con Yanukóvich y consiguieron garantías de una tregua nocturna entre los manifestantes concentrados en la plaza de la Independencia (el “Maidán"), por una parte, y las fuerzas del orden público y las unidades especiales (las Berkut), por la otra.
La tregua se rompió cerca de las nueve de la mañana, cuando, según una de las versiones, los Berkut habrían intentado atacar el conservatorio y los manifestantes atrincherados en él habrían respondido disparando.
Fuera este el detonante o no, lo cierto es que los manifestantes, bien organizados y en columnas, emprendieron una contraofensiva y avanzaron hacia los edificios gubernamentales y también por la avenida Krishatik, donde recuperaron el edificio de la Casa de Ucrania.
El vestíbulo del hotel Ucrania, donde están alojados muchos de los corresponsales occidentales y sobre todo de cadenas de televisión, se acumulaban 13 cadáveres que la médico Olga Bogomólets, atribuía a la acción de francotiradores. En los cristales del hotel había impactos de balas, según informaba la BBC. Antes, una docena de cuerpos habían sido trasladados al hotel Kozatski, en la plaza de la Independencia. El partido “Patria”, de la encarcelada primera ministra Yulia Timoshenko, anunciaba que en la plaza un francotirador había asesinado Alexandr Shcherbaniuk, miembro del partido y veterano de Afganistán. La bala le había alcanzado en el corazón. También en la plaza de San Miguel, frente al monasterio del mismo nombre (ahora convertido en hospital) habrían actuado los francotiradores. Miembros del servicio de Autodefensa en una conversación informal contaban que un francotirador había matado a tres personas en las inmediaciones, tras lo cual había sido detectado y echado al vacío desde el tejado en el que se habría apostado. Esta información no está verificada, pero da idea de cuán caldeado está el ambiente en la capital de Ucrania.
El jueves en diversos hospitales operaban a heridos. Frente al hospital número 17 montaban guardia un grupo de ciudadanos de pocas palabras que se definían como “voluntarios”. A juzgar por su aspecto y estilo, lo mismo podían ser activistas del Maidán que vigilaran ante la posible llegada de la policía (para evitar que desalojen a los heridos y los lleven a las comisarías) o ser ellos mismos policías. El ministerio del Interior confirmó en su página de Facebook que la policía había utilizado las armas para que agentes desarmados pudieran ponerse a salvo de los tiros contra ellos. Activistas del Maidán habían escoltado a agentes de los Berkut que, según el servicio de defensa de los manifestantes, se habían pasado a sus filas.
La violencia está presionando al partido de las Regiones y también al flamante alcalde de Kiev, Vladímir Makeenko, quien en una alocución distribuida por youtube anunció su salida del partido. Makeenko, que llegó a ser jefe del comité de reglamento de la Rada Suprema (el parlamento), calificó de “tragedia de todo el pueblo ucraniano” lo que está sucediendo, reprochó a los políticos y a los oligarcas el no interponerse en el enfrentamiento y exhortó a todos los diputados de la Rada, con independencia de su partido, a formar un escudo entre los “ciudadanos de Ucrania civiles y en uniforme”. Makeenko dijo tener que ocuparse cada día de enterrar a “docenas de muertos”. El alcalde dio orden de acelerar la inspección del Metro con el fin de que pueda reanudarse cuanto antes este servicio de transporte público.
Varios diputados más anunciaron su salida del partido de las Regiones e incluso la creación de un “grupo anticrisis” en el partido gubernamental, pero los intentos de tomar las riendas de la racionalidad en el parlamento y comenzar a producir resoluciones que enderecen la situación resultaron vanos. Medios de la oposición señalaban que tanto el jefe de la cámara, Vladímir Ribak, como el jefe del aparato de la misma, boicotearon la sesión.
Los tres ministros de Exteriores de la UE que visitaron el jueves Kiev, Laurent Fabius de Francia, Radoslaw Sikorski, de Polonia, y Frank-Walter Steinmeyer de Alemania, se entrevistaron con el presidenteYanukóvich en un segundo intento, después de que les dieran un portazo en el primero. Medios periodísticos ucranianos informan que Yanukóvich interrumpió la conversación con los ministros para llamar al presidente de Rusia, Vladímir Putin. Los ministros intentaban convencer al presidente de que adelantara a este año el final de su mandato (en 2015). El jefe de gobierno polaco, Donald Tusk, dijo que Yanukóvich había mostrado disposición a realizar elecciones anticipadas, según la agencia Reuters. Pero el líder del partido “UDAR”, Vitali Klichkó, manifestó que no se ha logrado ningún acuerdo para resolver la crisis en el país. Klichkó hizo estas declaraciones tras una reunión con los ministros de Exteriores europeos. “La toma de decisiones depende del presidente y después de esto podremos decir algo”, señaló. Klichkó no dijo si los líderes de la oposición se iban a entrevistarse anoche con el jefe del Estado.


NYT / EL PAÍS

En provincias también las armas adquieren protagonismo. En la región de Ternópol, en el oeste del país, el partido Libertad informó que los Berkut locales habían entregado las armas y se habían puesto del lado de los manifestantes. Por su parte, la policía de Lvov, también en el Oeste, informó de que se habían recuperado más de la mitad de las 1189 armas robadas en las revueltas locales, lo que equivale a decir que varios centenares de armas están en manos de los amotinados. El alcalde de Lvov manifestó también que se había podido evitar el asalto al consulado ruso local.
Desde Rusia, el secretario de Prensa del presidente Vladímir Putin, anunciaba que Moscú continuará prestando ayuda económica a Ucrania cuando se normalice la situación. En diciembre, Rusia compró obligaciones emitidas por el gobierno ucraniano por valor de 3000 millones de dólares, lo que supone el primer tramo del total de 15.000 millones de dólares prometidos según los acuerdos bilaterales del 17 de diciembre. La compra de las obligaciones se realiza a través de la bolsa de Irlanda, pero Rusia no puede comprar el segundo tramo porque el ministerio de Finanzas de Ucrania no ha emitido una nueva partida de obligaciones. 

Yanukóvich y la oposición firman un pacto que incluye comicios anticipados



El acuerdo prevé una reforma constitucional y un gobierno de unidad nacional, según la presidencia.

Una asamblea de los manifestantes aprueba el pacto.

Los líderes de la oposición todavía no han dado su asentimiento explícito al texto.



AGENCIAS Kiev 

Policías antidisturbios permanecen junto a una barricada de manifestantes en la Plaza de la Independencia, en el centro de Kiev (Ucrania). EFE

Una solución política a la crisis de Ucrania se vislumbra tras los violentos enfrentamientos de esta semana. El presidente Víctor Yanukóvich y los líderes de la oposición han firmado un acuerdo en el que se estipula elecciones presidenciales anticipadas, una reforma para regresar a la arquitectura constitucional de 2004 —que prevé menores poderes para el presidente— y la formación de un gobierno de unidad nacional. Los opositores y el mandatario se dirigen a la Rada Suprema (Parlamento) para someter el documento al voto de la cámara.

MÁS INFORMACIÓN



Tres ministros de Exteriores de la UE —Laurent Fabius de Francia, Radoslaw Sikorski, de Polonia, y Frank-Walter Steinmeyer de Alemania— llegaron a Kiev el jueves para tratar de desactivar la espiral de violencia que está azotando a Ucrania. Los tres mediaron en unas negociaciones que se desarrollaron a lo largo de toda la noche.
Fabius afirmó esta mañana que el acuerdo estaba pendiente de que los líderes de la oposición consultaran con sus bases sobre los términos del compromiso en declaraciones a la radio Europe 1. La fuente diplomática citada por Reuters informó de que esperaban de que un "acuerdo temporal" fuese firmado este viernes.
"Tras unas negociaciones que han durado toda la noche, el diálogo ha terminado a las 7.20h", indicó en un tweet Sikorski, sin precisar el resultado del mismo.
De confirmarse, el acuerdo llegaría tras una sangrienta jornada de enfrentamientos que elevó el total hasta al menos 75 el número de víctimas mortales desde el pasado día 18. Frente a la extremada violencia del jueves, las calles de Kiev amanecieron sin enfrentamientos este viernes. Sin embargo, tras una noche y unas primeras horas de la mañana tranquila, volvieron a producirse algunos tiroteos, según informa la policía. Las fuerzas de seguridad sostienen que respondieron a fuego abierto desde las filas de los manifestantes.
En un síntoma de reactivación del diálogo político, informa Pilar Bonet, 360 diputados —sobre un total de 450— participaban en la sesión matutina del Parlamento de Kiev, que el jueves fue desalojado por la presión de grupos manifestantes que trataron de hacerse con el control del edificio. La sesión fue marcada por una trifulca entre diputados de distintos bandos.
También este viernes el jefe en funciones del Ejército ucranio, el general Yuri Dumanski, renunció a su cargo en protesta porque el Gobierno ha tratado de involucrar a las Fuerzas Armadas para sofocar los disturbios en Kiev.
"Hoy en día el Ejército está involucrado en el conflicto civil, que podría conducir a la muerte masiva de civiles y soldados. He decidido renunciar para evitar una escalada", aseguró Dumanski a una televisora local.


domingo, 16 de febrero de 2014

La oposición venezolana convoca una gran marcha contra la violencia



El dirigente buscado López anuncia que asistirá a una protesta el martes.


EWALD SCHARFENBERG Caracas 



Mientras la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, denunciaba la posible gestación de un golpe de Estado en Venezuela, el ex candidato presidencial y líder opositor, Henrique Capriles Radonski –gobernador del estado de Miranda- anunció la próxima convocatoria de una concentración contra la violencia.
La titular del ministerio público sumó su voz a la de otros funcionarios públicos –entre ellos, el presidente Nicolás Maduro- que afirman que los desórdenes que tienen lugar en Caracas y otras ciudades venezolanas desde mediados de la semana pasada forman parte de una trama conspirativa que busca derrocar al Gobierno.
El domingo, la ministra de Información y Comunicación (MinCI), Delcy Rodríguez, insistió en la teoría de una conspiración, durante una conferencia de prensa en la que atribuyó la autoría del golpe en marcha “al narcoparaco” Álvaro Uribe Vélez, ex presidente de Colombia.
Capriles Radonski, en una rueda de prensa ofrecida el domingo en Caracas, le siguió la corriente a esa versión pero para reducirla al absurdo: “Los civiles no damos golpes de Estado”, le devolvió la pelota al oficialismo, “así que le exigimos al Gobierno que muestre las evidencias de los militares que pueden estar actuando contra la Constitución”.
El ex candidato Capriles Radonski dio un paso al frente con su intervención, después de que los hechos en la calle parecieran haberle concedido la iniciativa política a los dirigentes de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que, como Leopoldo López y María Corina Machado, favorecen opciones más allá de las electorales para desalojar al Gobierno de Nicolás Maduro. Capriles exigió al primer mandatario el desarme de los grupos paramilitares adeptos a la revolución y, si bien rechazó la violencia, pidió que no se criminalice a los estudiantes “que tienen razones para protestar”. Al adelantar la próxima realización de una marcha contra la violencia, aseguró que pronto dará a conocer el lugar y fecha para la convocatoria.
La noche anterior, autoridades de la policía política allanaron las residencias de Leopoldo López y de su padre. López, en busca y captura acusado de ser el instigador de los desórdenes, anunció este domingo por la noche en un vídeo colgado en su cuenta de Twitter que el martes encabezará una marcha al Ministerio del Interior. “Estaré allí para dar la cara. No he cometido ningún delito”, afirmó.
La jornada dominical pareció abrir una tregua después de cuatro días de protestas protagonizadas por grupos estudiantiles contrarios al Gobierno chavista. El sábado por la noche se desataron verdaderas batallas campales en algunos puntos del este de Caracas. Por tercera noche consecutiva, los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana desalojaron a grupos de manifestantes en las calles adyacentes a la Plaza Francia de Altamira. Las escaramuzas se tornaron violentas y se extendieron al vecino barrio de Chacao, donde se produjeron destrozos en inmuebles gubernamentales y agencias bancarias. Los sectores estudiantiles han denunciado la acción de presuntos infiltrados con la misión de generar violencia.
También se registraron disturbios nocturnos frente a la sede del principal canal de televisión del Estado, Venezolana de Televisión. La televisora está enclavada en el corazón de una zona residencial de clase media y tradicionalmente antichavista al este de Caracas. Piquetes de los cuerpos de seguridad dispersaron a los manifestantes mediante el uso de gases lacrimógenos y perdigones. En Ciudad Guayana, al sur del país, una vigilia estudiantil fue disuelta violentamente por efectivos militares.
El domingo, bajo el sol caribeño, cientos de estudiantes marchaban por la avenida Francisco de Miranda, el centro geográfico de la ciudad. Pero el lunes concentraba las expectativas. Ese día se despejarán las incertidumbres sobre los efectos que tendrá la decisión del presidente Nicolás Maduro de castigar a los cantones opositores suspendiendo los servicios de metro y metrobús que los atienden. Ambos sistemas constituyen los medios principales para la movilización de los caraqueños, que ahora deberán enfrentar, además de sus penurias cotidianas para conseguir determinados bienes de consumo, la duda acerca de cómo llegarán a sus sitios de trabajo.
También para el lunes se espera una reacción de los “colectivos” o grupos de base armados del chavismo, de quienes el sábado el presidente Maduro pareció distanciarse. “El que lleve franela roja y saque un arma para atacar a alguien, no es chavista”, fue su advertencia.
En su edición dominical el diario Últimas Noticias de Caracas puso en entredicho la versión oficial sobre los disturbios del miércoles, los más graves de la semana, que en la capital tuvieron un saldo de tres muertes y decenas de heridos. Haciendo un análisis de fotos y vídeos aficionados, el diario demuestra que funcionarios de la policía política reprimieron a los manifestantes con disparos, y que podrían haber causado dos de los decesos. 

#Resistencia18F

El hombre de la democracia



Vida y obra de Robert A. Dahl



Robert Dahl murió el 5 de febrero, a los 98 años. Fue tal vez el politólogo más importante del siglo pasado y, desde luego, fue uno de los sociólogos más destacados. Recibió innumerables galardones y títulos honoríficos, como el primer Johan Skytte Prize, creado en 1995 para compensar el hecho de que no existiera un Premio Nobel de Ciencias Políticas. Los textos de Dahl aparecen citados en decenas de miles de ocasiones, infinitamente más que los de sus contemporáneos. Muchas de las principales figuras actuales de la profesión estudiaron con él.
Nacido en 1915 en Inwood, Iowa, Dahl creció en Alaska, se graduó en la Universidad de Washington en 1936, obtuvo su doctorado en Yale en 1940 y entonces se alistó para contribuir al esfuerzo de guerra. Prestó servicio en la Junta de Producción de Guerra y luego como teniente en el ejército, y fue condecorado con la Estrella de Bronce con hojas de roble por servicios distinguidos. Tras un breve periodo en la administración de Roosevelt, regresó a Yale, ya como profesor, en 1946. Impartió clases durante 40 años y se jubiló con el título de Catedrático Emérito Sterling en 1986. Permaneció en activo y dedicado a sus estudios otros 20 años más.
En muchos sentidos, Dahl creó la disciplina de la ciencia política moderna. El estudio especializado de la política se remonta por lo menos a la antigua Grecia, desde luego. Y Dahl no era Platón, ni Aristóteles, ni Thomas Hobbes, pero aportó un elemento nuevo al estudio aficionado y salpicado de anécdotas reveladoras en que había consistido la actividad desde hacía milenios: el uso sistemático de las pruebas para valorar unas afirmaciones teóricas rigurosas. Desde la aparición de los innovadores trabajos de Dahl en los años cincuenta y sesenta, varias generaciones de sucesores suyos han desarrollado teorías y métodos empíricos que siguen múltiples direcciones, a veces poco coincidentes con él. Pero pocos podrían negar que él fue la base de todo.
A Dahl suele considerársele el fundador de la escuela conductista en ciencia política. El motivo es que dio mucha importancia a la conducta observable en uno de sus primeros trabajos teóricos sobre el poder y el comportamiento de las élites urbanas en ¿Quién gobierna?, su estudio sobre la toma de decisiones en New Haven. Sin embargo, es engañoso identificar a Dahl con una u otra escuela metodológica. Parte de su labor era conceptual, dirigido a comprender cosas como la naturaleza del poder y la democracia. Parte era institucional; estudió la viabilidad y la eficacia de la separación de poderes, si la democracia podía sobrevivir sin una economía de mercado y si una empresa democrática podía ser eficiente. Pero también se hizo preguntas de tipo normativo, cuya intención era determinar qué sistema de representación político es el mejor, si delegar el poder político a los expertos es buena idea y qué grado de desigualdad es deseable. Era un estudioso interesado por los problemas, que abordaba los grandes interrogantes de su época y escogía los métodos más apropiados para la tarea.
Una manera de comprender mejor la forma de estudiar de Dahl es observarle como su hubiera mantenido durante toda su vida un diálogo con James Madison. Dahl sentía enorme respeto por la generación de los fundadores del país. La afirmación de Madison en el número 10 de los Federalist Papers de que la existencia de múltiples facciones podía hacer que la democracia fuera viable a gran escala es quizá la primera manifestación de la lógica de las divisiones transversales y superpuestas sobre la que Dahl elaboraría su teoría pluralista de la democracia. En contraste con los racionalistas seguidores del economista estadounidense Kenneth Arrow, para quienes la inestabilidad del gobierno de la mayoría era un problema, el análisis de tipo madisoniano que hacía Dahl era que la inestabilidad es una virtud, porque hace que las mayorías siempre sean fluidas y, por tanto, impiden que la política se convierta en una rivalidad a vida o muerte en la que lo mejor que pueden hacer los derrotados es echar mano a la pistola.
Ahora bien, las teorías institucionales de los fundadores eran otra cuestión. El libro más agudo de Dahl desde el punto de vista analítico, Un prefacio a la teoría democrática, publicado en 1956, es una crítica mordaz de la separación de poderes en general, la revisión judicial en particular, y el sistema de representación que los fundadores concibieron en su intento, que resultó en vano, de evitar una guerra civil a propósito de la esclavitud.
Después destacar que el lema tan repetido que expuso Madison en el Federalist Paper número 51 de que “es necesario que la ambición contrarreste la ambición” estaba muy bien como muestra retórica pero no indicaba cómo se podía llevar a la práctica, Dahl mantuvo que los fundadores y muchísimos seguidores suyos se equivocaban al pensar que el orden constitucional estadounidense era el responsable de que sobreviviera la democracia en Estados Unidos. En su opinión, era el carácter pluralista de la sociedad lo que permitía que sobreviviera el orden constitucional.
En un artículo fundamental de 1957, Dahl se centró en la revisión judicial, para afirmar que los datos de que se disponían no apoyaban la idea tradicional de que el Tribunal Supremo protegía los derechos de las minorías. Otros estudios empíricos posteriores han confirmado la afirmación de Dahl. Tanto si nos fijamos en Estados Unidos a lo largo de su historia como en las comparaciones entre distintos países o en democracias que han pasado de no tener el mecanismo de revisión judicial a instituirlo, podemos comprobar que Dahl tiene razón al decir que el peso fundamental recae sobre la democracia, no sobre los tribunales constitucionales. Los dirigentes autoritarios ignoran a jueces y tribunales con impunidad, y el establecimiento de tribunales en las democracias no tiene consecuencias visibles en la protección de las libertades civiles ni los derechos de las minorías. Y a pesar de todo, curiosamente, seguimos insistiendo en que se creen aparatos judiciales independientes para hacer cumplir los derechos en las nuevas democracias.
También han surgido obras importantes a partir de la crítica de las instituciones republicanas que hizo Dahl en Un prefacio a la teoría democrática y otras obras. Una escuela se centra en las consecuencias de multiplicar las instancias con capacidad de veto en las estructuras de gobierno. Los seguidores de Dahl han demostrado que eso no solo inclina la balanza en favor del statu quo, sino también en favor de los que más recursos tienen. Hace falta mucha fuerza para mover a un elefante que no quiere moverse.
Dahl generó también mucha literatura sobre la representación. Su escepticismo sobre la obsesión por complacer a las minorías intensas resiste bien el paso del tiempo. Los detractores de la democracia consociativa y otros programas diseñados para ese fin han demostrado que esa actitud tiende a atrincherar a las partes y a provocar las divisiones y antipatías que pretendían mejorar. A Dahl, en concreto, le preocupaba la excesiva representación de los estados pequeños en el Senado de Estados Unidos, el único elemento de la constitución norteamericana que es imposible enmendar.
Dahl estudió las democracias de todo el mundo, pero solía recurrir a Estados Unidos como punto de referencia. Aunque discrepaba profundamente de Madison en muchos aspectos, pensaba que la mayoría de los errores de los fundadores se debían al reto que había supuesto crear una democracia de gran dimensión por primera vez en la historia, sin las ventajas que hoy tenemos de contar con las pruebas acumuladas y poder juzgar en retrospectiva. A Dahl le satisfizo descubrir que la experiencia política de Madison después de los Federalist Papers le hizo abandonar su antipatía hacia los partidos políticos y, al final, incluso su hostilidad hacia el gobierno de la mayoría. En el epílogo de Dahl a la edición conmemorativa del 50º aniversario de Un prefacio a la teoría democrática, destacaba y valoraba el hecho de que en 1833, tres años antes de morir, Madison declarase que quienes criticaban el gobierno de la mayoría “deben unirse a los defensores declarados de la aristocracia, la oligarquía o la monarquía, o bien buscar una Utopía que muestre una perfecta homogeneidad de intereses, opiniones y sentimientos, como no se ha visto nunca en las comunidades civilizadas”.
Dahl era también decididamente madisoniano en su preocupación por las consecuencias de la desigualdad para la democracia. Así como Madison acabó temiendo que los intereses del dinero que propugnaba Alexander Hamilton a principios de la década de 1790 pudieran destruir el incipiente orden democrático americano, cuando Dahl publicó La igualdad política, en 2006, se preguntaba si las crecientes desigualdades políticas que veía a su alrededor podrían “hundir a algunos países --incluido Estados Unidos-- por debajo del umbral de lo que consideramos ‘democrático’”. Su labor activa de investigación terminó con la publicación de este libro, pero acontecimientos posteriores han demostrado que en ese aspecto, como en tantos otros, las inquietudes de Dahl estaban bien fundadas.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Publicado previamente por Foreign Affairs 

Dar por perdidos a los parados



En la práctica, a millones de trabajadores estadounidenses se les ha abandonado.




Allá por 1987, mi compañero de Princeton Alan Blinder publicaba un estupendo libro titulado Hard heads, soft hearts. Era, como pueden imaginar, una defensa de una política económica tenaz, pero compasiva. Por desgracia, lo que en realidad hemos conseguido —especialmente de los republicanos, aunque no solo de ellos— ha sido lo contrario. Y es difícil encontrar un mejor ejemplo de la naturaleza despiadada y necia del actual Partido Republicano que lo que sucedió la semana pasada, cuando los republicanos del Senado emplearon una vez más el obstruccionismo para bloquear las ayudas a los parados de larga duración.
¿Qué sabemos del paro de larga duración en Estados Unidos?
Primero, que sigue estando casi más alto que nunca. Históricamente, los parados de larga duración —los que llevan 27 semanas o más sin trabajo— solían representar entre el 10% y el 20% de los parados totales. Hoy la cifra asciende al 35,8%. Pero ahora hemos dejado que prescriba la ampliación de las prestaciones por desempleo, que entró en vigor en 2008. En consecuencia, hay pocos parados de larga duración que estén recibiendo algún tipo de ayuda.
Segundo, si creen que el típico parado estadounidense de larga duración es una de esas personas —de color, con poca formación, etcétera—, se equivocan, según un estudio de Josh Mitchell, del Urban Institute. La mitad de los parados de larga duración son blancos no hispanos. Los titulados universitarios tienen menos probabilidades de quedarse sin trabajo que los trabajadores con menos formación, pero cuando esto sucede, tienen más probabilidades que otros de unirse a las filas de los parados de larga duración. Y los trabajadores de más de 45 años corren un mayor riesgo de pasar mucho tiempo parados.

En un mercado laboral decaído, el paro de larga duración tiende a perpetuarse

Tercero, en un mercado laboral decaído, el paro de larga duración tiende a perpetuarse porque, en la práctica, los empresarios discriminan a los parados. Muchos sospechaban que esto estaba ocurriendo, y el año pasado, Rand Ghayad, de la Universidad Northeastern, nos ofrecía una confirmación espectacular. Envió miles de currículos ficticios en respuesta a distintas ofertas de empleo y descubrió que la probabilidad de que los empresarios respondiesen se reducía drásticamente si el solicitante ficticio llevaba más de seis meses sin trabajar, aunque estuviera más cualificado que otros solicitantes.
Lo que todo esto da a entender es que los parados de larga duración son en su mayoría víctimas de las circunstancias, estadounidenses corrientes que han tenido la mala suerte de quedarse sin trabajo (cosa que le puede suceder a cualquiera) en un momento de extraordinario debilitamiento del mercado laboral, en el que el número de personas que buscan trabajo triplica el número de ofertas de empleo. Una vez que eso ocurre, el propio hecho de que estén desempleadas hace muy difícil que encuentren un nuevo trabajo.
¿Y cómo pueden los políticos justificar la supresión de una pequeña ayuda económica a sus conciudadanos más desafortunados?
Algunos republicanos justificaban el obstruccionismo de la semana pasada recurriendo al manido argumento de que no podemos permitirnos una subida del déficit. En realidad, los demócratas supeditaban la ampliación de las prestaciones a unas medidas destinadas a incrementar los ingresos fiscales. Pero en cualquier caso, esta es una objeción extraña en un momento en el que los déficits federales no solo están bajando, sino que claramente están bajando demasiado deprisa, lo cual está frenando la recuperación económica.
En la mayoría de los casos, sin embargo, los republicanos justifican su rechazo a ayudar a los parados afirmando que la razón por la que tenemos tanto paro de larga duración es que la gente no se esfuerza lo suficiente por encontrar trabajo, y que la ampliación de las prestaciones es uno de los motivos por los que no se hace ese esfuerzo.
Quienes dicen esta clase de cosas —gente como, por ejemplo, el senador Rand Paul— probablemente imaginan que están siendo tenaces y realistas. Lo cierto, sin embargo, es que están defendiendo una fantasía que no concuerda con la realidad. Por ejemplo: si el paro está alto porque la gente no está dispuesta a trabajar, lo que reduciría la oferta de mano de obra, ¿por qué no suben los salarios?

Si el paro está alto porque la gente no está dispuesta a trabajar, ¿por qué no suben los salarios?

Pero es bien sabido que la realidad tiene un sesgo liberal. Cuanto más falla su doctrina económica —recuerden que se suponía que las medidas de la Reserva Federal iban a conducirnos a una inflación descontrolada—, con más fuerza se aferran los conservadores a dicha doctrina. Más de cinco años después de que la crisis financiera sumiese al mundo occidental en lo que cada vez se parece más a una depresión casi permanente, y convirtiese la ortodoxia del libre mercado en un sinsentido, resulta difícil encontrar un republicano destacado que haya cambiado de opinión sobre… bueno, sobre lo que sea.
Y esta impermeabilidad ante la realidad va acompañada de una asombrosa falta de compasión.
Si siguen los debates sobre el paro, se sorprenderán de lo difícil que es encontrar a alguien del bando republicano que dé señales siquiera de una pizca de compasión por los parados de larga duración. El hecho de estar parado se presenta siempre como una opción, algo que solo les sucede a los perdedores que, en el fondo, no quieren trabajar. En efecto, uno tiene a menudo la sensación de que el desprecio por los parados es lo primero, que las supuestas justificaciones de las políticas despiadadas son una racionalización a posteriori.
La consecuencia es que, en la práctica, a millones de estadounidenses se les ha dado por perdidos, rechazados por sus posibles empleadores y abandonados por unos políticos cuya falta de claridad mental solo es comparable a la dureza de sus corazones.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008.
© New York Times Service 2014.
Traducción de News Clips.