El conflicto
ucranio provoca una escalada de acusaciones entre los dos países.
Los aliados
europeos necesitan el apoyo de Washington pese a su malestar.
La subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, en la embajada de EE UU en Ucrania este viernes. / MARTIN BUREAU (AFP)
La prolongada crisis política, social y económica de Ucrania pone
a prueba los nervios, la competencia diplomática y la capacidad de liderazgo
internacional de Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, los grandes actores
internacionales en el continente, para encontrar soluciones al desestabilizador
conflicto que ahonda las divisiones no superadas desde la guerra fría.
Los aliados europeos de EE UU se han irritado por el exabrupto de la subsecretaria de
Estado para asuntos europeos, Victoria Nuland (“que le den a la UE”) y
ha criticado la política de Bruselas frente a Ucrania, en una conversación
privada con el embajador norteamericano en Kiev. Nuland se ha disculpado y, le
guste o no, la canciller alemana Ángela Merkel no puede dar carpetazo al
trabajo conjunto con Washington en un tema tan delicado como Ucrania.
Después de casi tres meses de tener movilizados a sus diplomáticos yendo
y viniendo a Kiev incluso durante las Navidades, ni la UE ni EE UU han
encontrado la clave para superar el enfrentamiento entre el régimen del
presidente Víctor Yanukóvich (elegido en las urnas en 2010) y
los manifestantes que piden su cese. Con sus continuos viajes a Kiev los
occidentales cumplen una función de “amortiguador” por conversar con Yanukóvich
y también con la oposición parlamentaria.
“EE UU y la UE valoran la situación de la misma manera en Ucrania. A
saber, que es necesario resolver el conflicto de forma pacífica mediante una
mesa redonda, aunque pueden tener diferencias en los métodos sobre cómo
ayudar”, señala Irina Geráshenko, diputada del grupo UDAR y miembro del comité
de Integración Europea de la Rada Suprema (Parlamento) de Kiev. Geráshenko se
niega a opinar sobre el contenido de la conversación en la que Nuland apostó
por Arseni Yatseniuk y no por Vitali Klichkó, para encabezar el Gobierno. “Los
servicios de seguridad de Ucrania están en una situación tan lamentable que
permite a los servicios secretos de otros países actuar en nuestro país”.
Los espías rusos se han convertido en los principales sospechosos de la
filtración. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, hizo carrera en el KGB y
luego en el Servicio Federal de Seguridad (SFS) y medios políticos rusos le
atribuyen la difusión de documentos comprometedores, entre ellos el vídeo que
hizo caer al fiscal general de Rusia en los años noventa cuando éste se
disponía a organizar una investigación sobre la familia del expresidente Borís
Yeltsin. La difusión del diálogo de Nuland con su embajador tendría por objeto
provocar un nuevo pique (a añadir a los que ya ha provocado el exanalista de
inteligencia Edward Snowden) entre europeos y norteamericanos, en este caso en
relación a Ucrania.
A la hora de facilitar ayuda económica a Ucrania EE UU tiene más
facilidad y puede ser más ágil que la UE. Tal vez sea un símbolo que en el
otoño, cuando Victoria Nuland y la jefa de la política exterior de la UE,
Catherine Ashton, se pasearon por el Euromaidán (la plaza símbolo de las
protestas), la primera se dedicó a repartir bollos entre los manifestantes, y
la segunda, no repartió nada. En su viaje a Kiev esta semana Ashton encontró a
Yanukóvich muy indiferente ante las perspectivas, teóricamente abiertas, de avanzar
hacia la firma del fallido acuerdo de asociación con la UE, señalan medios
diplomáticos en Kiev.
Para tomar el pulso al Euromaidán,
tanto estadounidenses como europeos se han apoyado en los líderes de los grupos
parlamentarios de la oposición, que no son exactamente los líderes del
Euromaidán, porque las protestas tienen su propia dinámica y los manifestantes,
sus propias reivindicaciones.
Los emisarios occidentales conocen bien a Klichkó, el líder de UDAR, a
Arseni Yatseniuk, el jefe del grupo parlamentario Patria de la encarcelada
Yulia Timoshenko, y al nacionalista Oleg Tiagnibok, del partido Libertad. Pero
conocen peor el tejido interno del Euromaidán. Medios diplomáticos europeos que
en noviembre se esforzaban en “mantener encendida” la llama del Euromaidán para
presionar a favor de la integración de Ucrania en Europa, tratan ahora de
identificar a los colectivos de manifestantes que, en una situación crítica,
pudieran desempeñar un papel moderador y disuasivo de los radicales dispuestos
a morir si no se va Yanukóvich. El actual presidente “no dará el poder y, es
más, su figura es necesaria para que no se desestabilice el Este de Ucrania”,
señalan, en privado, medios diplomáticos europeos muy involucrados en la
búsqueda de una solución para el conflicto de Ucrania.
Su mensaje, también en privado, es que EE UU y Rusia deben mantener su
implicación en esta búsqueda. Esto exigiría formar una base de confianza entre
estos grandes actores que están viviendo trayectorias divergentes. Moscú
presenta las protestas en Ucrania como un fenómeno impregnado de ideología
fascista y acusa a los países occidentales de aventar las protestas con
intenciones antirusas. Los políticos de la oposición ucraniana han dado la
espalda a Moscú, por considerar que el Kremlin se inmiscuye en los asuntos de
su país y contribuye a desestabilizarlo.
Las relaciones de Occidente con Rusia son más tensas que en 2004, cuando
se montó un amplio mecanismo de mediación conjunto en el que participaba Boris
Grizlov, por entonces jefe de la Duma Estatal de Rusia. Aquel mecanismo
concluyó en diciembre de 2004 con un acuerdo que permitió disolver la crisis,
cuyo origen era precisamente la truculenta victoria de Yanukóvich en unos comicios
presidenciales. Los rusos no compartían ni de lejos los argumentos de los
líderes de la Revolución Naranja ni de los occidentales, pero formalmente
fueron parte de la solución.
P. B., KIEV
El presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich,
se enfrenta a un intento de golpe de Estado violento y se verá obligado a usar
la fuerza, si no quiere que el país se “sumerja en el caos”. Así lo manifiesta
Serguéi Gláziev, asesor del presidente ruso Vladímir Putin y responsable de las
relaciones con Ucrania y países postsoviéticos. “Las autoridades ucranianas hoy
no recurren a la fuerza, sino que solo se defienden cuando ocurren ataques a
las sedes del poder”, señaló Gláziev en una entrevista al periodico Kommersant
Ukraina. “Para comenzar a usar la fuerza, en una situación cuando las
autoridades se enfrentan con un intento de golpe de Estado, no tendrán otra vía
de acción (que el uso de la fuerza)”, señaló. “De lo contrario, se sumergerán
en el caos”, afirmó.
Las alternativas al uso de la fuerza
por parte de Yanukóvich serían, a su juicio, enfrentamientos civiles violentos,
“guerra civil” y “la división del país”. Afirma Gláziev que Rusia, junto con EE
UU, es garante de la integridad territorial de Ucrania desde 1994, cuando este
país se convirtió en miembro del Tratado de No Proliferación como Estado
desnuclearizado. En virtud de aquel tratado Rusia y EEUU tienen derecho a
inmiscuirse conjuntamente en los asuntos de Ucrania, pero no de forma
unilateral como hace EE UU, que trata de controlar la situación en Ucrania,
según el funcionario.
Gláziev acusa a Washington de chantajear, presionar e incluso de armar a
la oposición ucraniana. El régimen demora el uso de la fuerza por temor a las
represalias norteamericanas, en concreto teme por sus cuentas en el extranjero
y sus propiedades, explica. Recomienda el político ruso un sistema federal para
Ucrania, en lugar del unitario actual, lo que, en su opinión, crearía una
estructura más flexible para conservar el Estado. Pone como ejemplo la relación
de Dinamarca con Groenlandia, en la que este territorio danés no es miembro de
la UE. Señala también que entre las regiones occidentales de Ucrania y las
orientales hay menos vínculos culturales y económicos que entre el Sur y Este
de Ucrania, por una parte, y Rusia, por la otra. Asimismo insiste en crear un
sistema de consultas trilateral Ucrania-Rusia- EU para tratar de la
colaboración económica y comercial con Kiev.