Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 3 de mayo de 2013

El Flaco Spinetta







Trátame Suavamente - Soda




Capriles impugna la victoria electoral de Maduro



El presidente lanza amenazas en una visita al Estado que gobierna su rival.


EWALD SCHARFENBERG Caracas 


Mientras el equipo de abogados de Henrique Capriles presentaba este jueves ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en Caracas, un recurso de impugnación de las elecciones presidenciales del 14 de abril, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, viajó hasta la cercana ciudad de Los Teques, capital del Estado de Miranda —del que Capriles es gobernador—, para amenazar a su rival: “La revolución viene a Miranda a proteger al pueblo, porque está abandonado, lamentablemente, pero por ahora, eso no será para siempre”. En esa simultaneidad quedan patentes las estrategias de ambos bandos en la nueva fase en la que, desde los comicios, ha entrado la guerra de posiciones que desde hace 14 años libran chavismo y oposición.
Los opositores buscan atrincherarse en el frente legal y administrativo que, aunque escabroso —el oficialismo controla todos los poderes del Estado, incluido el judicial—, permite llegar hasta instancias judiciales internacionales. “Aunque sepamos cuál es la realidad”, dijo Capriles el miércoles al anunciar que acudiría al TSJ, “nosotros vamos a agotar toda la institucionalidad, todas las instancias internas”.
Por su parte, el Gobierno de Maduro sigue mostrando señuelos para sacar de esa trinchera a los opositores y enfrascarlos en una batalla campal que convierta el resultado de las elecciones —cuestionado por la oposición, que se niega a reconocerlo— en un dato apenas relevante.
A punto de cumplir dos semanas en el poder, el presidente se trasladó en un vagón de metro a Los Teques, baluarte político y electoral del gobernador Capriles. Se trataba de una jornada del denominado “gobierno de calle” que Maduro intenta implantar, mediante una serie de reuniones de su Gabinete ministerial de tipo itinerante por el país. En la capital de Miranda no solo criticó la gestión de Capriles, sino que pareció preparar el terreno para una inminente intervención estatal de la policía local, que, dijo, “está en manos de una mafia” y de bandas de secuestradores que acosan a los habitantes del área metropolitana de Caracas. “Ahora le toca al pueblo y al Estado decir si está de acuerdo o no”, aseguró, “vamos a revisar todo eso”.
Maduro ya había nombrado meses atrás a Elías Jaua, actual ministro de Exteriores Canciller y excandidato a la gobernación de Miranda —donde fue derrotado en diciembre en las urnas por Capriles— “Protector del Estado”, un cargo simbólico que no figura en ninguna normativa pero que le permite utilizar un andamiaje de gobierno paralelo para su próxima candidatura en el Estado.
Jaua, que acompañó a Maduro en su recorrido por barrios populares de Los Teques, ha sido el encargado en los últimos días de desechar las distintas ofertas de mediación o llamadas al diálogo entre las partes surgidos desde la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el ministerio de Exteriores español, o de la Conferencia Episcopal, esta última, haciéndose eco de la preocupación explícita del papa Francisco en torno a la situación venezolana.
El Gobierno está buscando desquiciar a la oposición, aun a costa de socavar un activo que el propio comandante Hugo Chávez —el valedor póstumo de Maduro— cuidó con celo: el aspecto democrático de su régimen. El ataque a los congresistas disidentes del pasado martes sería parte de este intento. También la radicalización expresada a través de la detención de dirigentes estudiantiles y de un líder opositor, el general retirado Antonio Rivero, exfuncionario de la Administración de Chávez.
La escalada puede alcanzar su cima si se concretan las amenazas de procesar a Capriles como presunto responsable de los desórdenes registrados en todo el país hace dos semanas, cuando el candidato opositor se negó a reconocer los resultados electorales. De acuerdo con los datos oficiales, los disturbios causaron 9 muertos y 78 heridos.
El Gobierno ha vetado en las cadenas públicas la cobertura en vivo de una rueda de prensa del gobernador del Estado de Lara y jefe del comando de Capriles, Henri Falcón, así como la presentación del documento de impugnación de las elecciones ante el Supremo. Maduro sostiene que está siendo objeto de censura e “invisibilización” por parte de los medios privados. Mientras tanto, el único canal que ha cubierto actos de la oposición, Globovisión, se halla inmerso en un proceso de cambio de propiedad.

México y EE UU acuerdan potenciar su integración económica



Obama acepta la nueva estrategia de seguridad del Gobierno de Peña Nieto.


ANTONIO CAÑO / LUIS PRADOS México 




Los presidentes Barack Obama y Enrique Peña Nieto sentaron este jueves, en su encuentro en Ciudad de México, las bases de una relación estratégica que buscará potenciar la integración económica entre ambos países con vistas a convertir a Norteamérica en un gran polo de influencia mundial. A ese fin, los mandatarios anunciaron la creación de un grupo de diálogo binacional de alto nivel, al que se sumará el vicepresidente Joe Biden, para explotar sus potencialidades y convertir a la región en la más competitiva del mundo. La primera reunión de ese grupo se celebrará en otoño.
En el frente de la seguridad y de la lucha contra el narcotráfico, Obama aceptó el cambio de estrategia del nuevo Gobierno mexicano, centrada en la reducción de violencia, pero sin aflojar el puño en el combate al crimen organizado. “Dos objetivos”, subrayó Peña Nieto, “que no se contraponen ni riñen entre sí”.
En una conferencia de prensa conjunta celebrada en el Palacio Nacional, en el Zócalo de la capital mexicana, Peña Nieto insistió en una nueva relación que “no esté centrada en solo tema”, como ha sido el de la seguridad en los últimos años, sino que ponga el énfasis en la “complementariedad económica” de los dos países, a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado hace ahora casi 20 años.
Obama recordó que el comercio anual entre las dos naciones supera los 500.000 millones de dólares y destacó la necesidad de avanzar en la integración económica para “competir juntos en el mercado mundial”. “Cuando un país prospera, también lo hace el otro”, destacó.
México se ha convertido en una prioridad para la Administración norteamericana. Siempre lo ha sido en términos de seguridad fronteriza e inmigración. Pero ahora lo es también como posible socio económico dentro de un reacomodo estratégico que incluye el desarrollo creciente de todo el continente y su apertura hacia el Pacífico.
México crece a un ritmo anual en torno al 4%, es uno de los principales centros de inversión internacional y posee todos los ingredientes –territorio, población, estabilidad política- para actuar como potencia emergente en el siglo XXI.
Este propósito compartido de mayor integración económica se llevará a cabo también en el campo de la educación, la innovación y en el impulso a la pequeña y mediana empresa.
La visita a México es la segunda, después de Israel, que el presidente de Estados Unidos hace al extranjero en su segundo mandato y la primera bajo la presidencia de Peña Nieto, cuya política aperturista y reformista ha cautivado la atención de Washington. Obama regaló los oídos de su homólogo y socio al manifestar su admiración por la “audacia” de la agenda de reformas estructurales emprendida por el jefe del Estado mexicano.
En cuanto a la cooperación en seguridad, Obama declaró su apoyo a la estrategia de reducción de la violencia anunciada por el Gobierno de México y reconoció su compromiso para “reducir la demanda de drogas” en EE UU así como “el flujo de armas” a través de la frontera. Peña Nieto agradeció los esfuerzos del presidente de EE UU a favor de un mayor control de armas en su país y reafirmó su intención de seguir combatiendo la introducción ilegal de armas en México compradas en el vecino del norte.
El presidente de México subrayó también que la cooperación en seguridad se institucionalizará por “canales claros y únicos”, con el fin de evitar la descoordinación habida durante el sexenio anterior entre las diferentes instancias del Gobierno mexicano y las distintas agencias de seguridad estadounidenses como la DEA, la CIA o el FBI. Este cambio había suscitado preocupación en EE UU cuyos agentes temen que su libertad de movimiento en territorio mexicano se vea restringida con la nueva Administración del PRI.
En el tercer tema central de las conversaciones entre los dos Gobiernos,la reforma migratoria que impulsa Washington para regularizar a 11 millones de emigrantes indocumentados, el 60% de ellos mexicanos, Obama se mostró optimista sobre su aprobación. “Nuestra frontera común es más segura que nunca. El número de intentos ilegales para cruzarla ha bajado mucho en los últimos tiempos. Soy optimista sobre la aprobación de la reforma y que EE UU, por tanto, siga siendo un país de inmigrantes”.
Como era inevitable, a Obama se le preguntó en la conferencia de prensa sobre una futura intervención norteamericana en el conflicto de Siria. El presidente de Estados Unidos afirmó que su Administración está “evaluando permanentemente la situación” y reveló que el régimen de Bachir el Asad “está recibiendo asistencia letal” por parte de otros países. Obama subrayó que su objetivo es favorecer “una transición que estabilice el país y que los sirios sean los que decidan su destino”.

Los mitos del peronismo disidente




Por  | LA NACION


¿Dónde queda la sede central del peronismo disidente? ¿Existe ese domicilio? ¿Es un movimiento, un partido, una interna, un club, una sociedad de socorros mutuos o un fantasma? Lo llamé a Julio Bárbaro y lo tomé por sorpresa: "¿Qué somos? -me respondió-. Los restos de algo... en busca de un jefe". Ese "algo" es más un aroma que una flor. No se trata del peronismo perdido, sino de su perfume, puesto que al expandirse y masificarse, al cambiar y volver a cambiar, y al tener tantos colores e ideologías, ya ni siquiera constituye una identidad política. Como el todo es la nada, el peronismo emula a la generala: hay que tachar la doble para empezar a hablar. Quiero decir, para empezar a hablar de proyectos y rumbos concretos ya no vale decirse peronista para definirse a sí mismo, como ya no sirve de mucho declararse un ser humano. Hay que ver qué clase de peronista y qué clase de ser humano, porque dentro de esos vastos envases vacíos pueden entrar derechas e izquierdas, nacionalistas o liberales, ángeles o demonios.

Uno podría decir que el progresismo disidente es aquel que no acepta la violación de las reglas de juego republicanas y que rechaza a la vez ese simulacro izquierdoso que encubre, en verdad, políticas reaccionarias y una distribución inequitativa de la riqueza. Con el peronismo disidente el asunto se torna más complejo. Los kirchneristas, tal como observa Alejandro Katz en alguno de sus escritos, no tienen una utopía adelante, sino atrás. Su utopía siempre se encuentra en el pasado. La idea melancólica del kirchnerismo consiste en volver al 45 y al 73. Los peronistas disidentes, en cambio, no tienen adónde regresar, como no sea a esos lugares míticos que simbólicamente les fueron arrebatados, y no se atreven siquiera a explicar en público que el peronismo evolucionó con autocríticas y errores, se hizo más democrático, federal y republicano, y que los Kirchner no hicieron más que hacerlo retroceder varios casilleros. Sin apropiarse de este último relato democratizador, sin hacerlo carne, los disidentes no podrían armar una segunda renovación peronista. No tendrían una dialéctica sólida para sostenerla, y es por eso que no hay a la vista quórum ni energía ni convicción para llevarla a cabo. Tal vez sería creíble en figuras como Felipe Solá o Eduardo Amadeo. Pero se caería a pedazos en boca de Moyano, Rodríguez Saá, Barrionuevo o De la Sota, que son la encarnación de la prehistoria.
Tampoco podrían denunciar con verosimilitud que el kirchnerismo no representa al peronismo auténtico porque fue cooptado por el setentismo imberbe y por el neocamporismo. La denuncia de esa impostura tampoco es consistente. Por lo tanto, no parece existir un elemento unificador en el peronismo disidente que no sea su odio a Cristina. Su conjunto es, por ahora, la expresión testimonial e inarticulada de esa rabieta. Los restos de algo en busca de un jefe.
Tal vez lo más interesante de este colectivo lo conformen esos extraños peronistas que son y no son disidentes. En algunas encuestas recientes, se descubrió que la mitad de los que votarían por Sergio Massa quiere al kirchnerismo y que la otra mitad directamente lo aborrece. Algo parecido ocurre con la grey de Daniel Scioli. Otros sondeos muestran que existe una creciente porción de bonaerenses que vive la angustia y la incertidumbre: el divisionismo y la virulencia antikirchnerista y prokirchnerista se ha colado en sus casas, ha separado familias y ha quebrado amistades. Esa gente aspira a un liderazgo unificador, que junte de vuelta a las partes, saque a todos de este laberinto y los lleve sin muchos sobresaltos a algún sitio nuevo, que queda en un modesto y reconciliador futuro.
Esa intención de voto, dentro de la que brilla aquella doble y antagónica confluencia, deja mudos y sin discurso político a Massa y a Scioli, que no quieren malquistarse con ninguna de las dos mitades enfrentadas. Sus eventuales candidaturas dependen, desde luego, de decisiones de índole personal, pero resultan cruciales para toda la sociedad argentina: si triunfan o fracasan en la provincia de Buenos Aires pueden abrir o sepultar para siempre el proyecto de re-reelección. Es en ese terreno donde se juega todo. Y hay dos escenarios posibles. Que, pese a los vientos que soplan en contra, el Frente para la Victoria vuelva a salirse con la suya. O que exista un voto castigo. La segunda opción cambia, a su vez, el tablero político nacional, termina con el abuso de mayorías y prepara un cambio moderado en el país. Sin un crac económico no puede existir un vuelco copernicano. Los argentinos únicamente han modificado de manera drástica sus creencias políticas después de catástrofes económicas: la hiperinflación y el 2001. Ningún economista prevé una situación explosiva de ese tenor. Aunque el deterioro ha entrado en una peligrosa e imprevisible dinámica propia. Muchos agoreros han anunciado repetidas veces el Apocalipsis y éste no se produjo. Eso no descarta, naturalmente, que alguna vez pueda acontecer. La enfermedad económica se parece un poco al alcoholismo. Decía Raymond Chandler que el médico le advierte una y otra vez al alcohólico que si no deja de comportarse de esa manera, su vida se destruirá, pero como el adicto continúa bebiendo y aparentemente no pasa nada durante muchos años, como no sean esas oscuras resacas de rutina, resulta que avanza diciéndose a sí mismo que la medicina anuncia desastres que jamás ocurren, que la ciencia es una superchería y que no puede estar más equivocada. El punto, asevera Chandler, es que cuando se desencadena el mal suceden todas esas cosas juntas y al mismo tiempo: se revientan el hígado, la vesícula, los riñones, los pulmones, y de pronto el alcohólico implosiona sin recordar la vieja admonición de su médico. La tormenta perfecta. Si eso ocurriera en el país (Dios no lo permita), el peronismo kirchnerista y el disidente pagarían juntos la cuenta. Si ese momento dramático jamás termina de desencadenarse, lo más probable es que los peronistas que sintetizan a las dos Argentinas enfrentadas puedan sacar muchos votos de la coyuntura.
El otro actor relevante de la disidencia es Francisco de Narváez, cuya buena performance se debe a que existe un 30% de antikirchnerismo feroz en el electorado de la provincia. El Colorado tiene la simpatía de esa multitud enojada, y su gran desafío es lograr que un 25% del resto, que es menos inflexible y hostil, se pliegue a su propuesta. Ha calado muy hondo entre la población bonaerense politizada la idea de que los años 90 fueron tóxicos. Algunos encuestólogos llegan a esa conclusión cuando, en los sondeos cualitativos, encuentran expresiones críticas a la era menemista y temores frente a lo que esos ciudadanos denominan "el gobierno de los ricos". "A nosotros no nos fue bien cuando gobernaron los ricos", se oye en una parte significativa del electorado. De Narváez es notoriamente un hombre rico y por lo tanto debe ofrecer garantías especiales en esta materia para penetrar en aquellos bolsones y cautivar más voluntades.
Su socio e íntimo enemigo, Mauricio Macri, también desempeña un rol, aunque por ahora esté ausente de esa contienda. Fuera de la General Paz, ¿es Pro una fuerza neoperonista? A veces parece que lo fuera, por su espíritu de alianzas provinciales y también porque el ex presidente de Boca coquetea consciente o inconscientemente en esos terrenos remotos con ser una especie de conservador popular. El macrismo, al menos en su táctica electoral, también se maneja en un desconcertante equilibrio entre la continuidad y la ruptura, aunque se encuentre por supuesto más cerca de esta última. 
Es paradojal, pero sus mejores amigos y sus peores adversarios se ubican en el peronismo disidente, y por momentos Mauricio insinuó ser el jefe que tanto buscaban. El asunto fracasó porque en su corazón late otra idea. Para Macri el peronismo disidente, en sus múltiples versiones, no debe ser visto como un puente, sino como un tapón. Scioli, por ejemplo, es percibido por muchos votantes como un puente entre el planeta cristinista y un nuevo mundo. Macri lo ve, en cambio, como un tapón que le impide a la sociedad dar un paso verdadero fuera de la lógica que nos ha gobernado durante diez años. Claro, Mauricio sueña con ser el gran elector de esa nueva época y con dinamitar los puentes, para construir una nueva forma de la política. No excluye la idea de recibir peronistas en su campamento, siempre y cuando se cobijen bajo su sombra. Cree que el argentino no vota ideologías, sino personas, y que, independientemente de lo que suceda este año, en 2015 quedarán en pie muy pocos dirigentes con capacidad presidencial. Cuenta Macri, por trabajo y por decantación, con ser en su momento el más presentable de todos ellos. Su plan, llegado el caso, sería poner una aspiradora y llenar de radicales, peronistas y liberales su partido. Puesto que no cree en cortes del tipo peronismo-antiperonismo, o progresismo-centroderecha. La pista de ese corte que se propone puede rastrearse en el título del nuevo ensayo de su asesor Jaime Durán Barba: se publicará en breve y se llama Autoritarismo o democracia.
Todos estos liderazgos, como se ve, son contradictorios y están en formación. Hacen un difícil equilibrio, viven en la incertidumbre y en los bordes, y practican la ambigüedad. Son necesariamente líquidos, diría Zygmunt Bauman, frente a un proyecto oficial hecho de concreto puro. Pero lleno de evidentes grietas e inquietantes crujidos.
© LA NACION.

Zygmunt Bauman: “El Estado benefactor volvió para los ricos”



Según el filósofo, estamos viviendo un “interregno”, un cambio del viejo orden mundial por otro cuyas características aún desconocemos pero que, seguramente, replanteará la relación entre poder y política. También reflexiona en esta conversación sobre los temores, las carencias y las incertidumbres de esa transición violenta.
POR HECTOR PAVON
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How to spend it.... Cómo gastarlo. Ese es el nombre de un suplemento del diario británico Financial Times. Ricos y poderosos lo leen para saber qué hacer con el dinero que les sobra.
Constituyen una pequeña parte de un mundo distanciado por una frontera infranqueable. En ese suplemento alguien escribió que en un mundo en el que “cualquiera” se puede permitir un auto de lujo, aquellos que apuntan realmente alto “no tienen otra opción que ir a por uno mejor...” Esta cosmovisión le sirvió a Zygmunt Bauman para teorizar sobre cuestiones imprescindibles y así intentar comprender esta era. La idea de felicidad, el mundo que está resurgiendo después de la crisis, seguridad versus libertad, son algunas de sus preocupaciones actuales y que explica en sus libros: Múltiples culturas, una sola humanidad (Katz editores) y El arte de la vida (Paidós). “No es posible ser realmente libre si no se tiene seguridad, y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad”, sostiene desde Inglaterra. Bauman se ha ocupado de la convivencia de los “diferentes”, los “residuos humanos” de la globalización: emigrantes, refugiados, parias, pobres todos. Sobre este mundo cruel y desigual versó este diálogo.
-En relación al título del libro “Múltiples culturas, una sola humanidad”... ¿hay en este concepto una visión “optimista” del mundo de hoy?
-Ni optimista ni pesimista... Es sólo una evaluación sobria del desafío que enfrentamos en el umbral del siglo XXI. Ahora todos estamos interconectados y somos interdependientes. Lo que pasa en un lugar del globo tiene impacto en todos los demás, pero esa condición que compartimos se traduce y se reprocesa en miles de lenguas, de estilos culturales, de depósitos de memoria. No es probable que nuestra interdependencia redunde en una uniformidad cultural. Es por eso que el desafío que enfrentamos es que estamos todos, por así decirlo, en el mismo barco; tenemos un destino común y nuestra supervivencia depende de si cooperamos o luchamos entre nosotros. De todos modos, a veces diferimos mucho en algunos aspectos vitales. Tenemos que desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con diferencias, de cooperar sin que los otros pierdan su identidad, a beneficiarnos unos de otros no a pesar de, sino gracias a nuestras diferencias.
-Es paradójico, pero mientras se exalta el libre tránsito de mercancías, se fortalecen y construyen fronteras y muros. ¿Cómo se sobrevive a esta tensión?
-Eso sólo parece ser una paradoja. En realidad, esa contradicción era algo esperable en un planeta donde las potencias que determinan nuestra vida, condiciones y perspectivas son globales, pueden ignorar las fronteras y las leyes del estado, mientras que la mayor parte de los instrumentos políticos sigue siendo local y de una completa inadecuación para las enormes tareas a abordar. Fortificar las viejas fronteras y trazar otras nuevas, tratar de separarnos a “nosotros” de “ellos”, son reacciones naturales, si bien desesperadas, a esa discrepancia. Si esas reacciones son tan eficaces como vehementes es otra cuestión. Las soberanías locales territoriales van a seguir desgastándose en este mundo en rápida globalización.
-Hay escenas comunes en Ciudad de México, San Pablo, Buenos Aires: de un lado villas miseria; del otro, barrios cerrados. Pobres de un lado, ricos del otro. ¿Quiénes quedan en el medio?
-¿Por qué se limita a las ciudades latinoamericanas? La misma tendencia prevalece en todos los continentes. Se trata de otro intento desesperado de separarse de la vida incierta, desigual, difícil y caótica de “afuera”. Pero las vallas tienen dos lados. Dividen el espacio en un “adentro” y un “afuera”, pero el “adentro” para la gente que vive de un lado del cerco es el “afuera” para los que están del otro lado. Cercarse en una “comunidad cerrada” no puede sino significar también excluir a todos los demás de los lugares dignos, agradables y seguros, y encerrarlos en sus barrios pobres. En las grandes ciudades, el espacio se divide en “comunidades cerradas” (guetos voluntarios) y “barrios miserables” (guetos involuntarios). El resto de la población lleva una incómoda existencia entre esos dos extremos, soñando con acceder a los guetos voluntarios y temiendo caer en los involuntarios.
-¿Por qué se cree que el mundo de hoy padece una inseguridad sin precedentes? ¿En otras eras se vivía con mayor seguridad?
-Cada época y cada tipo de sociedad tiene sus propios problemas específicos y sus pesadillas, y crea sus propias estratagemas para manejar sus propios miedos y angustias. En nuestra época, la angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la inevitable incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales. Por un lado, se proclama el libre acceso a todas las opciones imaginables (de ahí las depresiones y la autocondena: debo tener algún problema si no consigo lo que otros lograron); por otro lado, todo lo que ya se ganó y se obtuvo es nuestro “hasta nuevo aviso” y podría retirársenos y negársenos en cualquier momento. La angustia resultante permanecería con nosotros mientras la “liquidez” siga siendo la característica de la sociedad. Nuestros abuelos lucharon con valentía por la libertad. Parecemos cada vez más preocupados por nuestra seguridad personal... Todo indica que estamos dispuestos a entregar parte de la libertad que tanto costó a cambio de mayor seguridad.
-Esto nos llevaría a otra paradoja. ¿Cómo maneja la sociedad moderna la falta de seguridad que ella misma produce?
-Por medio de todo tipo de estratagemas, en su mayor parte a través de sustitutos. Uno de los más habituales es el desplazamiento/trasplante del terror a la globalización inaccesible, caótica, descontrolada e impredecible a sus productos: inmigrantes, refugiados, personas que piden asilo. Otro instrumento es el que proporcionan las llamadas “comunidades cerradas” fortificadas contra extraños, merodeadores y mendigos, si bien son incapaces de detener o desviar las fuerzas que son responsables del debilitamiento de nuestra autoestima y actitud social, que amenazan con destruir. En líneas más generales: los ardides más extendidos se reducen a la sustitución de preocupaciones sobre la seguridad del cuerpo y la propiedad por preocupaciones sobre la seguridad individual y colectiva sustentada o negada en términos sociales.
-¿Hay futuro? ¿Se puede pensarlo? ¿Existe en el imaginario de los jóvenes?
-El filósofo británico John Gray destacó que “los gobiernos de los estados soberanos no saben de antemano cómo van a reaccionar los mercados (...) Los gobiernos nacionales en la década de 1990 vuelan a ciegas.” Gray no estima que el futuro suponga una situación muy diferente. Al igual que en el pasado, podemos esperar “una sucesión de contingencias, catástrofes y pasos ocasionales por la paz y la civilización”, todos ellos, permítame agregar, inesperados, imprevisibles y por lo general con víctimas y beneficiarios sin conciencia ni preparación. Hay muchos indicios de que, a diferencia de sus padres y abuelos, los jóvenes tienden a abandonar la concepción “cíclica” y “lineal” del tiempo y a volver a un modelo “puntillista”: el tiempo se pulveriza en una serie desordenada de “momentos”, cada uno de los cuales se vive solo, tiene un valor que puede desvanecerse con la llegada del momento siguiente y tiene poca relación con el pasado y con el futuro. Como la fluidez endémica de las condiciones tiene la mala costumbre de cambiar sin previo aviso, la atención tiende a concentrarse en aprovechar al máximo el momento actual en lugar de preocuparse por sus consecuencias a largo plazo. Cada punto del tiempo, por más efímero que sea, puede resultar otro “big bang”, pero no hay forma de saber qué punto con anticipación, de modo que, por las dudas, hay que explorar cada uno a fondo.
-Es una época en la que los miedos tienen un papel destacado. ¿Cuáles son los principales temores que trae este presente?
-Creo que las características más destacadas de los miedos contemporáneos son su naturaleza diseminada, la subdefinición y la subdeterminación, características que tienden a aparecer en los períodos de lo que puede llamarse un “interregno”. Antonio Gramsci escribió en Cuadernos de la cárcel lo siguiente: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno aparece una gran variedad de síntomas mórbidos”. Gramsci dio al término “interregno” un significado que abarcó un espectro más amplio del orden social, político y legal, al tiempo que profundizaba en la situación sociocultural; o más bien, tomando la memorable definición de Lenin de la “situación revolucionaria” como la situación en la que los gobernantes ya no pueden gobernar mientras que los gobernados ya no quieren ser gobernados, separó la idea de “interregno” de su habitual asociación con el interludio de la trasmisión (acostumbrada) del poder hereditario o elegido, y lo asoció a las situaciones extraordinarias en las que el marco legal existente del orden social pierde fuerza y ya no puede mantenerse, mientras que un marco nuevo, a la medida de las nuevas condiciones que hicieron inútil el marco anterior, está aún en una etapa de creación, no se lo terminó de estructurar o no tiene la fuerza suficiente para que se lo instale. Propongo reconocer la situación planetaria actual como un caso de interregno. De hecho, tal como postuló Gramsci, “lo viejo está muriendo”. El viejo orden que hasta hace poco se basaba en un principio igualmente “trinitario” de territorio, Estado y nación como clave de la distribución planetaria de soberanía, y en un poder que parecía vinculado para siempre a la política del Estado-nación territorial como su único agente operativo, ahora está muriendo. La soberanía ya no está ligada a los elementos de las entidades y el principio trinitario; como máximo está vinculada a los mismos pero de forma laxa y en proporciones mucho más reducidas en dimensiones y contenidos.
La presunta unión indisoluble de poder y política, por otro lado, está terminando con perspectivas de divorcio. La soberanía está sin ancla y en flotación libre. Los Estados-nación se encuentran en situación de compartir la compañía conflictiva de aspirantes a, o presuntos sujetos soberanos siempre en pugna y competencia, con entidades que evaden con éxito la aplicación del hasta entonces principio trinitario obligatorio de asignación, y con demasiada frecuencia ignorando de manera explícita o socavando de forma furtiva sus objetos designados.
-La “modernidad líquida”, como un tiempo donde las relaciones sociales, económicas, discurren como un fluido que no puede conservar la forma adquirida en cada momento, ¿tiene fin?
-Es difícil contestar esa pregunta, no sólo porque el futuro es impredecible, sino debido al “interregno” que mencioné antes, un lapso en el que virtualmente todo puede pasar pero nada puede hacerse con plena seguridad y certeza de éxito. En nuestros tiempos, la gran pregunta no es “¿qué hace falta hacer?”, sino “¿quién puede hacerlo?” En la actualidad hay una creciente separación, que se acerca de forma alarmante al divorcio, entre poder y política, los dos socios aparentemente inseparables que durante los dos últimos siglos residieron o creyeron y exigieron residir en el Estado nación territorial. Esa separación ya derivó en el desajuste entre las instituciones del poder y las de la política. El poder desapareció del nivel del Estado nación y se instaló en el “espacio de flujos” libre de política, dejando a la política oculta como antes en la morada que se compartía y que ahora descendió al “espacio de lugares”. El creciente volumen de poder que importa ya se hizo global. La política, sin embargo, siguió siendo tan local como antes. Por lo tanto, los poderes más relevantes permanecen fuera del alcance de las instituciones políticas existentes, mientras que el marco de maniobra de la política interna sigue reduciéndose. La situación planetaria enfrenta ahora el desafío de asambleas ad hoc de poderes discordantes que el control político no limita debido a que las instituciones políticas existentes tienen cada vez menos poder. Estas se ven, por lo tanto, obligadas a limitar de forma drástica sus ambiciones y a “transferir” o “tercerizar” la creciente cantidad de funciones que tradicionalmente se confiaba a los gobiernos nacionales a organizaciones no políticas.
-¿Cree que esta crisis global que estamos padeciendo puede generar un nuevo mundo, o al menos un poco diferente?
-Hasta ahora, la reacción a la “crisis del crédito”, si bien impresionante y hasta revolucionaria, es “más de lo mismo”, con la vana esperanza de que las posibilidades vigorizadoras de ganancia y consumo de esa etapa no estén aún del todo agotadas: un esfuerzo por recapitalizar a quienes prestan dinero y por hacer que sus deudores vuelvan a ser confiables para el crédito, de modo tal que el negocio de prestar y de tomar crédito, de seguir endeudándose, puedan volver a lo “habitual”. El estado benefactor para los ricos volvió a los salones de exposición, para lo cual se lo sacó de las dependencias de servicio a las que se había relegado temporalmente sus oficinas para evitar comparaciones envidiosas.
-Pero hay individuos que padecen las consecuencias de esta crisis de los que poco se habla. Los protagonistas visibles son los bancos, las empresas...
-Lo que se olvida alegremente (y de forma estúpida) en esa ocasión es que la naturaleza del sufrimiento está determinada por la forma en que las personas viven. El dolor que en la actualidad se lamenta, al igual que todo mal social, tiene profundas raíces en la forma de vida que aprendimos, en nuestro hábito de buscar crédito para el consumo. Vivir del crédito es adictivo, más que casi o todas las drogas, y sin duda más adictivo que otros tranquilizantes que se ofrecen, y décadas de generoso suministro de una droga no pueden sino derivar en shock y conmoción cuando la provisión se detiene o disminuye. Ahora nos proponen la salida aparentemente fácil del shock que padecen tanto los drogadictos como los vendedores de drogas: la reanudación del suministro de drogas. Hasta ahora no hay muchos indicios de que nos estemos acercando a las raíces del problema. En el momento en que se lo detuvo ya al borde del precipicio mediante la inyección de “dinero de los contribuyentes”, el banco TSB Lloyds empezó a presionar al Tesoro para que destinara parte del paquete de ahorro a los dividendos de los accionistas. A pesar de la indignación oficial, el banco procedió impasible a pagar bonificaciones cuyo monto obsceno llevó al desastre a los bancos y sus clientes. Por más impresionantes que sean las medidas que los gobiernos ya tomaron, todas apuntan a “recapitalizar” los bancos y permitirles volver a la “actividad normal”: en otras palabras, a la que fue la principal responsable de la crisis actual. Si los deudores no pudieron pagar los intereses de la orgía de consumo que el banco inspiró y alentó, tal vez se los pueda inducir/obligar a hacerlo por medio de impuestos pagados al estado.
Todavía no empezamos a pensar con seriedad en la sustentabilidad de nuestra sociedad de consumo y crédito. La “vuelta a la normalidad” anuncia una vuelta a las vías malas y siempre peligrosas. De todo modos aún no llegamos al punto en que no hay vuelta atrás; aún hay tiempo (poco) de reflexionar y cambiar de camino; todavía podemos convertir el shock y la conmoción en algo beneficioso para nosotros y para nuestros hijos.

Publicado el 18/7/2009. Ñ 303

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jueves, 2 de mayo de 2013

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El Gobierno debe despejar sospechas de cleptocracia

Diplomacia a dos velocidades


 

 

A diferencia de Siria, donde está en juego la paz mundial en semanas, EE UU diseña con México una relación estratégica.







Obama y Peña Nieto, en una imagen de archivo. / EFE








ANTONIO CAÑO México 

Barack Obama está plenamente inmerso en estos días en una difícil diplomacia a dos velocidades: una en Siria, donde está en juego la estabilidad mundial en la próxima semanas, meses, todo lo más, y otra en México y Centroamérica, donde se juega el equilibrio mundial a lo largo del siglo.
Acuciados por lo instantáneo, como estamos los periodistas, Siria, donde se vislumbra la posibilidad de una nueva intervención militar norteamericana a corto plazo, será, probablemente, el asunto estrella en las ruedas de prensa que Obama ofrezca en este viaje, que empieza mañana. Un peso considerable de la política exterior de Estados Unidos está ahora puesto en ese asunto, que afecta a la seguridad de Israel, que influye en el contencioso con Irán y que podría acabar marcando la presidencia de Obama.
Pero hay otros temas de la política exterior que exigen un ritmo distinto porque trascienden a la repercusión sobre una determinada Administración o una particular coyuntura internacional. El de México es uno de ellos.
Los más de 3.000 kilómetros de frontera de México con EE UU no son coyunturales. México está ahí para quedarse, como lo está su población, que crece a un ritmo mayor que la norteamericana. En tiempos en que México se consumía en sus disputas internas y EE UU no tenía más competencia que la que le presentaba la Unión Soviética en el plano ideológico y militar, bastaba una política de contención con México, una garantía de que esa frontera era impermeable al comunismo, para desarrollar las relaciones con México.
Pero hoy, cuando el mundo está lleno de competidores y de naciones dispuestas a disputar la carrera del desarrollo y del liderazgo –México entre ellas-, EE UU tiene que elegir si quiere convertir a México en su rival o su aliado.
México no es fácil como aliado. Aunque las cosas han mejorado, el antiamericanismo es todavía apreciable entre los mexicanos. El sistema político mexicano está todavía buscando un equilibrio entre estabilidad y democracia, y adolece de múltiples carencias –corrupción, falta de transparencia…-. Tampoco su economía ha dado aún todos los pasos para su asimilación con la estadounidense.
No es un socio cómodo. Pero puede ser aún un peor rival. El narcotráfico, la inmigración, la seguridad fronteriza, la estabilidad de Centroamérica son asuntos, entre otros, que EE UU no puede afrontar si no cuenta con la colaboración de México.
Seguramente, la cosas se moverán lentamente en este frente de diplomacia tranquila. Desde luego, mucho más lentamente que en Siria. Pero da la impresión de que EE UU ha calibrado los beneficios a largo plazo de una gran alianza de Norteamérica. Esta visita de Obama puede ser el primer paso hacia su construcción.

Las reformas que la Constitución condena


El asedio a la Justicia

Con sus proyectos, el Gobierno hizo lo contrario a lo demandado por los intereses populares. Algunos de ellos, además, chocan de modo insalvable con la Ley Suprema.


Por Roberto Gargarella  | Para LA NACION

Contra lo señalado por la Presidenta, los críticos de la reforma judicial no objetamos en bloque los proyectos presentados por el Gobierno, y mucho menos los objetamos del mismo modo o por iguales razones. Tal vez al oficialismo le convenga confundirlo todo, pero quienes lo criticamos no tenemos por qué aceptar la confusión que el Gobierno propone, colocando las seis reformas "en el mismo lodo".

Para muchos críticos sigue resultando claro que entre los seis proyectos presentados existen tres que son, si bien mejorables o timoratos, constitucionalmente irreprochables (ingreso a la Justicia; declaraciones juradas; publicidad de las decisiones judiciales). Los otros tres proyectos, en cambio, concentran la atención y preocupación generales: la creación de nuevas cámaras de casación, la modificación de las cautelares y los cambios en las formas de designación de los miembros del Consejo de la Magistratura . De ellos, al menos los dos últimos se enfrentan a inconstitucionalidades graves.

El primero de los tres proyectos impugnados, referido a la creación de nuevas cámaras, no resulta obviamente inconstitucional, sino, en todo caso, antipopular y antiobrero. La iniciativa resalta ante todo por el modo en que contradice los objetivos declamados de la reforma: las nuevas cámaras de ningún modo democratizan nada, sino que vienen a reforzar la estructura jerárquica, verticalista y burocrática del viejo y vetusto sistema judicial existente. ¿Por qué llamar "democrática", entonces, a una reforma que en un aspecto central viene a hacer lo contrario de lo que proclama?
El problema, de todos modos, no se limita a una cuestión de nombres o adjetivos: estamos acostumbrados a la mentira oficial. El problema central es el modo en que con estas nuevas cámaras se afectarán los intereses de los más vulnerables (cámaras que además -así lo asegura la norma- serán inmediatamente ocupadas por nuevos jueces designados por el Gobierno, sin necesidad de acordar con nadie). Gracias a estas nuevas instancias, los jubilados que hoy litigan por el reajuste de sus haberes encontrarán un nuevo y terminal escollo (procesal y temporal) a sus reclamos; y los trabajadores pobres verán extendidos por unos cuantos años más los litigios que heroicamente se habían propuesto iniciar contra sus patrones: ¿qué trabajador estará capacitado, anímica y económicamente, para afrontar un proceso que, desde el inicio, promete extenderse hasta el infinito?
Los dos proyectos restantes -reforma de las cautelares, reforma del Consejo de la Magistratura- resultan en cambio implausibles, pero además, y sobre todo, claramente inconstitucionales. La inconstitucionalidad de la reforma de las cautelares resulta sencilla de ver, y más sencilla de ver resultará para los tribunales: ya repetidas veces, y con anterioridad a la llegada del kirchnerismo, los tribunales que entienden en lo Contencioso Administrativo han dejado en claro que rechazan las limitaciones impuestas por el poder político sobre las medidas cautelares. Eso es lo que dijo la Justicia, enfáticamente, frente al intento del ex presidente Eduardo Duhalde (y la ley 25.587) de restringir el alcance de las cautelares en los casos relacionados con el "corralito" sobre el sistema bancario: "Toda persona tiene derecho a poder recurrir a la Justicia" y así "ampararse ante los atropellos de los funcionarios".
La nueva regulación, en cambio, dispone limitaciones injustificadas para el establecimiento de una cautelar y le exige al juez, para establecerlas, niveles de certeza impensables aun para una sentencia definitiva. La pregunta es, entonces, por qué se ha procurado insistir en una limitación de los derechos individuales destinada al fracaso. El resguardo del interés de los más desaventajados requería, por parte del Gobierno, la concentración de esfuerzos en el acortamiento de los procesos judiciales, a la vez que el mantenimiento de las medidas de emergencia para la protección de derechos, como las cautelares. Por alguna extraña razón, el Gobierno hizo exactamente lo contrario a lo demandado por los intereses de los sectores populares: a resultas de la reforma, los procesos judiciales no se abrevian, sino que se alargan, mientras que las cautelares, en cambio, son las que se han limitado.
Finalmente, la reforma sobre el Consejo de la Magistratura es la más seriamente inconstitucional de todas las presentadas. Las violaciones de la Constitución son, en este caso, numerosas, y aquí me concentraré sólo en algunas de ellas, relacionadas con el nombramiento de los nuevos consejeros.
Desafortunadamente para el oficialismo, sin importar de qué teoría interpretativa partamos para leer la Constitución, el punto de llegada permanece inmodificado: la reforma es inconstitucional en todos los casos. Para los "textualistas" que se interesan sólo por la letra de la Constitución, el veredicto no deja dudas: nos guste o no (en lo personal no me gusta), la Constitución establece para el Consejo formas de representación profesional o especial. Los "jueces" y "abogados" del artículo 114 deben ser elegidos por sus pares, y sería impensable, legalmente, optar por otro camino (como sería impensable aceptar, por ejemplo, que los representantes argentinos ante la ONU fueran elegidos por todos los países del Mercosur o que los delegados de Italia o España ante la Corte Europea fueran designados por toda Europa).
Para los "originalistas" que pretenden resolver los conflictos de interpretación constitucional a través de la "voluntad original de sus creadores" la solución es clara y serena: el acuerdo al respecto entre los convencionales constituyentes (en el recinto y dentro de la comisión) fue absoluto: la representación de jueces y abogados no depende de las mayorías populares. Tal vez sea una pena, pero en todo caso una pena cuyo cambio requeriría un cambio constitucional.
Para los "deliberativistas" que ponen atención especial en las exigencias de "debate" que establece la Constitución para las decisiones legislativas (arts. 78, 83, 100 inc. 9, 106), la reforma (en general) aparece viciada: el requisito de "debate" no obliga a la mayoría oficialista a someterse a las críticas de la oposición, pero tampoco es compatible con su actitud de ignorarlas.
En lo personal, y desde una interpretación "procedimentalista", insistiría en un argumento diverso, fuertemente respaldado por la doctrina internacional (desde John Ely hasta Jurgen Habermas) y nacional (Carlos Nino), y que por suerte defendemos no desde hoy, sino desde hace décadas. Los jueces deben reservar el control constitucional a poquísimos casos: precisamente éstos. De modo más claro: los jueces (contra lo que es su costumbre) deben dejar márgenes de acción amplísimos para la política democrática, pero la contracara de ello es que deben ser hiperestrictos en el cuidado de los procedimientos (las reglas de juego) que hacen posible esa política democrática. Por eso mismo, los jueces deben examinar con presunción de invalidez o inconstitucionalidad todos los cambios en las reglas de juego que (sin surgir de un acuerdo constitucional amplio y profundo) impliquen de algún modo cambiarlas en una dirección favorable al gobierno de turno, cualquiera que éste sea. En definitiva, no importa la concepción interpretativa que se adopte, la reforma del Consejo de la Magistratura no tiene salvación constitucional.
¿Podríamos decir, en conclusión, que nos encontramos ante el fin de la República? Seguramente, no. Nos encontramos frente a aquello a lo que el kirchnerismo nos ha acostumbrado: una norma antipopular, hecha en nombre del pueblo, viciada en su constitucionalidad en aspectos que le son centrales.
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