La esposa de Guillermo de Orange visitó dos veces
la Casa Rosada y se reencontró con la presidenta argentina el mes pasado.
2 de febrero
de 2002. Una fecha histórica para Holanda. El país se vistió de naranja para
celebrar la boda del príncipe Guillermo Alejandro de Orange, el heredero al
trono, con la argentina Máxima
Zorreguieta. Ese mismo día, en el país natal de quien se convertiría
en una de las princesas más populares de Europa, se cumplía un mes de la
presidencia del peronista Eduardo Duhalde, después de la peor crisis económica,
política y social desde el regreso de la democracia.
Máxima,
quien mañana será coronada como
la nueva reina de los Países Bajos, siempre mantuvo presente a su país, al cual
debió renunciar formalmente para poder casarse con Guillermo y formar parte de
la casa real holandesa. Además de viajar a su país para visitar a parientes y
amigos, la economista impulsó el primer viaje oficial de la reina Beatriz a la
Argentina, en 2006, y dos años más tarde se reunió con la entonces flamante
presidenta Cristina Kirchner, con quien volvió a cruzarse este año en el
Vaticano. Así se forjó una relación cordial que ahora deberá mantener desde su
nuevo rol.
Después de
unas vacaciones familiares por la Patagonia y Punta del Este, la reina Beatriz
y los príncipes Guillermo y Máxima arribaron a Aeroparque el jueves 30 de marzo
de 2008 para iniciar la primera visita de Estado de
la casa real holandesa al país.
Al mediodía,
después de aterrizar, los tres se dirigieron hacia la Casa Rosada, donde fueron
recibidos por el entonces presidente, Néstor
Kirchner, y la primera dama y senadora, Cristina
Fernández de Kirchner.
"Hola, ¿cómo estás?, ¿qué decís?". Así la
recibió la entonces senadora a Máxima. Sólo a ella la tutearon en aquellos dos
días que duró la visita. Guillermo era "Su Alteza", y la reina,
"Señora", como les habían indicado desde Cancillería, en ese momento
encabezada por Jorge Taiana, cuando Kirchner preguntó por las reglas de
protocolo que debía seguir en esa situación.
Néstor, Cristina, Beatriz, Guillermo y Máxima
posaron para la foto de rigor en el Salón Blanco de Balcarce 50. Entre risas
cómplices durante la sesión, el momento quedó registrado con la presencia de la
Reina al centro de la imagen.
Más tarde, los cinco se trasladaron hacia el Salón
Verde para dar lugar a la audiencia privada. En lugar de firmar acuerdos de
cooperación o económicos, el encuentro sirvió como marco para un intercambio de
regalos. Los Kirchner habían solicitado al orfebre Juan Carlos Pallarols que
tallara un tulipán en oro y plata para Beatriz y un mate con bombilla de plata
para el príncipe Guillermo. A Máxima, en tanto, le regalaron una obra tallada
en rodocrocita y ónix. Por su parte, la reina llevó dos cuadros antiguos de
América latina para que decoren la quinta de Olivos.
Después de la reunión, la primera dama y el
canciller argentino acompañaron a las visitas a un tour que incluyó una muestra
sobre Ana Frank en el Banco Nación y una exhibición sobre derechos humanos en
la Argentina.
Por la tarde
de ese viernes, el anfitrión de la siguiente actividad en la agenda real fue el
entonces vicepresidente, Daniel
Scioli, quien los recibió en el Congreso junto a quien era en ese
momento titular de la Cámara de Diputados, Alberto Balestrini, y legisladores
de las comisiones de Relaciones Exteriores de ambas cámaras.
Previo paso
por el hotel Alvear Palace, donde los representantes de la realeza holandesa se
vistieron de gala, Beatriz y los príncipes se dirigieron al Palacio San Martín, sede
de la Cancillería, para la cena organizada por el gobierno argentino en su
honor.
"Quisiera elevar mi copa por la felicidad y
ventura de todos los aquí presentes. Majestad [por la reina Beatriz], no
olvidamos que su país fue refugio para quienes debieron abandonar nuestro país
para escapar de la persecución del terrorismo de Estado", dijo Néstor con
la copa en alto frente a Cristina y Scioli, entre otros invitados. Allí también
brindó por Máxima, "la querida princesa a la que seguimos sintiendo
argentina".
Por la
noche, en una ceremonia planeada para que los Orange despidieran al matrimonio
Kirchner, un gesto del ex presidente desentonó. La realeza holandesa
había organizado una gala en el Teatro Colón para honrar y agradecer a las
autoridades del gobierno argentino con un cocktail y la actuación de la
compañía de ballet holandés Introdans.
Sin embargo,
sin previa notificación, Néstor Kirchner se ausentó. Envió en su lugar a la
primera dama, mientras él viajó a Santa Cruz para descansar. También estuvieron
presentes Scioli y su mujer, Karina Rabolini, pero el protagonismo de la noche
se lo llevó la ausencia del presidente, fuertemente criticada por
la prensa holandesa.
VISITA EN PLENO CONFLICTO CON EL
CAMPO
La segunda visita de Máxima a la Casa Rosada tuvo
lugar dos años después, el 22 de abril de 2008. La princesa llegó entonces al
país como miembro del Grupo de Asesores de las Naciones Unidas para el
desarrollo de Sectores Financieros Inclusivos.
En pleno
conflicto del Gobierno con el campo, sector que ella conocía de cerca porque su padre siempre estuvo ligado con el mundo
agropecuario (incluso fue secretario de Agricultura durante la última dictadura
militar), Máxima mantuvo dos encuentros con el entonces ministro de Economía, Martín
Lousteau: uno, en una reunión y
otro, en un seminario sobre microeconomía que ella encabezó. Dos días después, el funcionario renunciaría en
medio de la fuerte crisis.
Después de ambos encuentros con Lousteau, de los
que sólo trascendió el contenido de sus conversaciones sobre los microcréditos
-el tema que había traído a Máxima al país- y ninguna apreciación sobre la
coyuntura argentina, Cristina Kirchner la recibió en su despacho de la Casa
Rosada.
De esa reunión sólo se supo que se trató de una
visita de cortesía y que la conversación giró en torno las actividades de
Zorreguieta en el país como asesora de la ONU. El hermetismo alrededor de ese
encuentro fue el mismo que en las reuniones con Lousteau.
EN EL VATICANO
Aquella visita a la Casa Rosada fue la última de
Máxima, al menos hasta el momento. Sin embargo, la princesa de Orange tuvo la
oportunidad de reencontrarse con Cristina el mes pasado, en la ceremonia de
inicio del Pontificado de Francisco.
En el
Vaticano, Máxima, que estaba acompañado por su esposo, se cruzó con Cristina
Kirchner -quien asistió con una comitiva de funcionarios y
representantes de distintos sectores políticos y sindicales-.
Las dos intercambiaron un cordial saludo y
algunas palabras, de las que tampoco trascendió el contenido.
Ambas se
mostraron muy emocionadas por la asunción del primer papa argentino, a quien
pudieron saludar individualmente. Cristina lloró y
le pidió que rezara por la Argentina. Máxima se arrodilló ante el Santo Padre.
La princesa no renunció a su religión ni siquiera cuando se casó con Guillermo,
que es miembro nominal de la Iglesia Reformada Holandesa.
Para mañana,
otro día histórico para Holanda, no está previsto un nuevo encuentro entre la
futura reina de Holanda y la presidenta argentina. Cristina decidió enviar en su representación al
vicepresidente Amado
Boudou junto a la segunda en la línea de sucesión, la
presidenta provisional del Senado, Beatriz Rojkés de Alperovich..
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