Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 9 de noviembre de 2012

La mutación en marcha




En lo que denomina un “ensayo sobre la mutación política global”, Peirone analiza nuevas formas de interacción social y reflexiona sobre los cambios que afrontan instituciones como la universidad.
Descripción: http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Fernando Peirone *
Los habitantes de la sociedad red tienden a organizarse “naturalmente” en nodos interconectados que distribuyen información por encima de cualquier tipo de fronteras. Recordemos que, como Internet, a mayor cantidad de nodos, mayor flexibilidad y, a mayor flexibilidad, mayor capacidad de resistencia. Este dispositivo ha sido adoptado como plataforma de operación política, pero ha desarrollado aspectos que, si bien mantienen la lógica reticular, introducen algunas variaciones propias de su campo. Lo político en la sociedad red se organiza en función de objetivos compartidos y construye mediante la interacción, por irradiaciones y contaminaciones sucesivas; lo político echa a andar una potencialidad del colectivo que no está sujeta a una orden, sino a lo imprevisible. Este procedimiento recupera la dimensión “pública” del otro, en tanto partícipe de lo común, y enhebra lo intersubjetivo con “una intensidad propia de la religiosidad”; el sujeto sustancial de la tradición occidental pierde importancia y gravedad frente a lo trayectivo, para concederle valor, potencia, protagonismo y reconocimiento a lo común. El sujeto deja de ser definido en relación con una conciencia de sí o una esencia, la huella de sus relaciones o un origen pierden importancia en cualquier “punto fijo” susceptible de ser referencia de cualquier institucionalidad, tradición o escatología. Estas relaciones de poder que ya no se estructuran sobre bases sólidas hay que pensarlas sin estructura, como una trama capilar entregada al devenir como líneas de fuga (...).
Hablamos de un pensamiento que se encuentra en proceso de conquistar la idea que sólo se ofrece como sospecha o conjetura. Es decir: no hablamos de un pensamiento clausurado, sino en plena apertura y descubrimiento. En este sentido, es bueno aclarar que el tipo de procedimiento que estamos describiendo no se aplica a la estructura institucional vigente, por la sencilla razón de que aún no tiene representación institucional, más allá de que parezca que sólo es una cuestión de tiempo. Pensemos que se trata de una nueva cultura política que trasciende los territorios y los modelos de gobierno conocidos, y que se encuentra en una etapa de plena exploración del poder colectivo, con los avances, retrocesos, acuerdos y desa-cuerdos que eso implica (...).
Es ostensible el modo en que el espacio público se ha deslizado de la esfera institucional a la esfera comunicativa, aunque es igualmente evidente que sólo se trata de una fase en un proceso de gran transformación social que aún no ha ingresado en el tramo más importante –y tal vez más doloroso– de esa mutación. En este proceso, todos los actores sociales que intervienen en la res-publica están siendo empujados a revisar sus prácticas. Este ejercicio, claro está, no sucede sin que las estructuras institucionales más tradicionales se vean inevitablemente interpeladas, con lo que eso implica para configuraciones corporativas plantadas sobre cimientos centenarios. Pero más allá de lo remisas que puedan mostrarse muchas de estas corporaciones a revisar y reformular sus estructuras, su modificación es un hecho factual que avanza y avanzará sin demasiadas cortesías. Así como el ejemplo de los diarios en papel sirve para ver el modo en que una corporación sólida y asentada tuvo que reformular no sólo su manera de comunicar, sino también su razón de ser y su modelo de negocio para pensar en un soporte –el digital– que tiende a imponerse definitivamente, de la misma manera lo deberán hacer la corporación política, los sindicatos, la escuela y la universidad. Y de hecho en algunos lugares ya lo están haciendo.
Diez años atrás nadie –o muy poca gente– hubiera pensado que se iba a crear una Universidad del Agua como la que tiene Brasil en la ciudad de San Pablo, orientada a “promover y difundir el conocimiento científico acumulado sobre el agua en las ciencias biológicas, ciencias exactas y humanas, en sus aspectos sociales, históricos, políticos, éticos, científicos, tecnológicos, económicos y ecológicos”. ¿Quién podría haber imaginado una institución universitaria enfocada en uno de los cuatro elementos de la naturaleza? ¿Quién hubiera imaginado una empresa pedagógica sin la producción en serie de perfiles profesionales? ¿Quién hubiera imaginado una empresa interdisciplinaria alrededor del agua? El conocimiento resignificado y socialmente extendido, con la posibilidad cierta de ser colectivizado, puede generar este tipo de instituciones. Como la Universidad P2P creada en 2010 por la Fundación Mozilla, que promueve todo tipo de cursos relacionados con Internet, siguiendo la filosofía P2P de intercambio libre y gratuito de contenidos. Según explica Philipp Schmidt, cofundador del proyecto, el sistema que sigue la Peer-to-Peer University no se parece en nada al de las universidades tradicionales, ya que “la discusión es pública y cualquiera puede intervenir y proponer nuevos contenidos”. Los profesores de esta universidad no precisan disponer de títulos, ya que cualquiera que tenga algo interesante para compartir puede dar clases, aunque después son los alumnos quienes evalúan al profesor y, si no les parece útil, dejan el curso sin más. Tampoco hay un título en el sentido clásico, aunque algunas entidades, como la propia Fundación Mozilla, certifican y acreditan los cursos.
Lo que exponen estas experiencias es la capacidad de las instituciones para mutar en otra cosa; si lo debieron hacer los individuos, modificando prácticas, hábitos, creencias y modos de relacionarse con los demás y con el mundo, también deberán hacerlo las instituciones.
* Mundo extenso, publicado por FCE, será presentado el lunes 12, a las 19.30, en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), sala Borges, con la participación de Christian Ferrer, Alberto Quevedo y Alexandre Roig.

Dos nuevos líderes para las superpotencias



Los obstáculos para poner en marcha las reformas son mayores en China que en Estados Unidos.
El resto del mundo depende de que triunfen esas reformas en ambos países. Esperemos que tengan éxito.



En una misma semana, hemos conocido quiénes serán los próximos dirigentes de las dos superpotencias: Barack Obama y Xi Jinping. Con una pequeña diferencia. No hemos podido saber que iba a ser Obama hasta las elecciones del martes pasado. En cambio, nos enteramos de que iba a ser Xi mucho antes de que se iniciara el proceso que ayer comenzó de manera oficial en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, del que saldrá designado como nuevo líder del Partido Comunista, para convertirse en presidente del país la próxima primavera.
Esta coincidencia invita a que nos hagamos dos preguntas: ¿Cuál de las dos superpotencias está en un proceso que la va a hacer cada vez más fuerte? ¿Y cuál de las dos es la que va a sufrir una crisis más profunda de su sistema económico y político? Por contradictorio que pueda parecer, la respuesta en los dos casos es: China.
Las dimensiones físicas de China, las ventajas del atraso que padece en materia de desarrollo, el carácter emprendedor de su pueblo, su historia como Estado imperial y las ansias manifiestas de riqueza y poder (una expresión muy utilizada allí), tanto individuales como colectivas, son los factores que contribuyen a que vaya a ser cada vez más fuerte; lo cual significa que, dado que todo poder es relativo, Estados Unidos será cada vez más débil. Sin embargo, al mismo tiempo, China padece unos problemas estructurales más profundos que necesita abordar porque, de no hacerlo, pueden retrasar su ascenso y convertirlo en un Estado inestable, impredecible e incluso agresivo. Durante los cinco últimos años, ya desde la última época del mandato de George W. Bush, Estados Unidos ha atravesado un periodo lleno de dificultades. Ahora, y sin que eso signifique que me alegro del mal ajeno, me atrevo a predecir que China va a vivir un periodo similar durante los próximos cinco años.
Todos estamos al tanto de los problemas de Estados Unidos, que fueron muy aireados durante la campaña electoral y a los que Obama se refirió en el discurso que pronunció tras la victoria, y que, por cierto, en ocasiones pareció más bien una lección de educación cívica. El déficit y la deuda, la paralización del Congreso, la existencia de un código tributario con un texto más largo que la Biblia, el abandono que sufren las infraestructuras y las escuelas, la dependencia del petróleo importado de otros países, el hecho de que la política esté casi totalmente controlada por el dinero. Que quede claro que no menosprecio lo difícil que va a ser tratar de abordarlos.
Pero todos estamos al tanto de ellos; y eso es lo importante. No conocemos la auténtica dimensión de los problemas de China porque el Estado prohíbe que los medios de comunicación chinos informen sobre ellos como es debido. En las discusiones oficiales del partido que controla el Estado, se ocultan los verdaderos problemas y se tapan con frases hechas llenas de carga ideológica. Por supuesto, algunos de los problemas de desarrollo que sufre China existirían incluso aunque contara con el mejor sistema político del mundo. El país ha vivido la revolución industrial más rápida y a mayor escala de la historia de la humanidad. Su población urbana ha aumentado en una cifra de alrededor de 480 millones en los últimos 30 años, con el resultado de que en la actualidad más de la mitad de la población vive en las ciudades. Es posible que esté aproximándose al llamado “punto de inflexión de Lewis”, el momento en el que la reserva de mano de obra barata procedente del campo empieza a agotarse. Es preciso que preste atención a su propia demanda interna, porque no puede depender de que Estados Unidos sea siempre el consumidor de último recurso.
Ahora bien, muchos de sus numerosos problemas son consecuencia directa de su peculiar sistema, lo que podríamos llamar capitalismo leninista. Teniendo en cuenta que nos han explicado hasta el agotamiento cómo funcionan los mecanismos del colegio electoral estadounidense, voy a aprovechar para recordarles aquí cómo es la versión china. Los 2.270 delegados al 18º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, que comenzó ayer, eligen aproximadamente a 370 miembros del Comité Central, y estos, a su vez, eligen a unas dos docenas de miembros del Politburó, que, a su vez, eligen un Comité Permanente de nueve —o ahora tal vez solo siete— integrantes, que constituye el pináculo del Estado monopartidista. En realidad, todos los nombramientos esenciales se deciden de antemano, en una serie de negociaciones e intrigas a puerta cerrada. Vladímir Ilich Lenin habría estado muy orgulloso, sin duda.
Sin embargo, al mismo tiempo, el enorme Estado chino posee un grado asombroso de descentralización apenas controlada y un modelo híbrido de capitalismo sin limitaciones, dos fenómenos que harían que se derritiera la cera de las cejas momificadas de Lenin. El resultado es un desarrollo muy dinámico pero deformado, en el que se producen hechos como, por ejemplo, que las ciudades hayan acumulado montañas de deudas imposibles de cobrar con instituciones financieras que, a la hora de la verdad, están en manos del Estado. Decir que el reparto del capital en China no es el óptimo sería quedarse francamente corto.
Parece indudable que el vínculo entre dinero y política constituye una de las razones fundamentales del bloqueo sistémico de Estados Unidos, pero lo mismo sucede en China. En la antigua Unión Soviética y los países del este de Europa es posible ver a antiguos dirigentes de partidos comunistas que se han transformado en megamillonarios que ejercen el capitalismo familiar; sus homólogos en China se han convertido en megamillonarios que ejercen el capitalismo familiar, pero que, además, han permanecido en el Partido Comunista y ha seguido ocupando puestos de dirección en él. Una investigación llevada a cabo hace poco por Bloomberg calculaba que la fortuna privada total de la familia del nuevo presidente chino, Xi, se aproxima a los 1.000 millones de dólares; otro estudio realizado por The New York Times situaba la de la familia del primer ministro saliente, Wen Jiaobo, en torno a los 2.700 millones de dólares. Vamos, que entre las dos familias habrían podido financiar toda la campaña electoral de Mitt Romney.
En China, como en cualquier otro país, una crisis puede servir de catalizador para introducir la reforma o la revolución. Recemos para que sea la reforma. Una reforma cada vez más urgente que, si se produce, no desembocará en una democracia liberal de corte occidental, ni a corto plazo ni tal vez nunca. Pero incluso algunos analistas del propio Partido Comunista reconocen que a China le conviene, por el bien de sus propios intereses nacionales, que los cambios se orienten hacia algo más parecido al Estado de derecho, con más obligación de rendir cuentas, seguridad social y un desarrollo ecológicamente sostenible.
Pero aquí está el inconveniente. Nosotros, el resto del mundo, nos jugamos nuestra propia existencia a que triunfen las reformas tanto en Estados Unidos como en China. El cariz belicoso de los enfrentamientos en la región de Asia y el Pacífico entre China y aliados de Estados Unidos como Japón resulta muy inquietante en una fase tan temprana de la nueva rivalidad entre superpotencias. Una encuesta reciente de Pew muestra que la desconfianza mutua entre las poblaciones china y estadounidense está aumentando con gran rapidez. Unos países descontentos, incapaces de resolver sus problemas estructurales internos, tienen más probabilidades de querer descargar su ira en el extranjero. Así, pues, no nos queda más remedio que desear que tengan éxito.
Timothy Garton  Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una década sin nombre.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Apuntes sobre la marcha




Descripción: http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif 
Página 12/Por Mario Wainfeld

La marcha de ayer superó la concurrencia a los cacerolazos de septiembre. Su cuantía numérica será objeto de disputa. El sector que la organizó, quienes participaron, los medios dominantes y la dirigencia opositora la considerarán un golazo y un éxito que superó sus expectativas. A primera vista se amplió el número, pero no se enriqueció el espectro social.
Una muchedumbre se hizo presente en el tradicional epicentro en la Ciudad Autónoma. También hubo movilizaciones en diferentes ciudades de varias provincias. El número en el espacio público siempre indica algo. El rango del congregado ayer es elevado, un síntoma del afán de un sector de la ciudadanía de “disputar la calle” al kirchnerismo. El involucramiento de minorías usualmente no activas amplía el campo democrático. Su participación y las coberturas militantes de tantos medios testimonian una amplia libertad de expresión.
La acción directa no es novedad en la Argentina, tampoco que sea utilizada contra este oficialismo. Huelgas incluyendo servicios públicos muy sensibles, bloqueos, tomas de establecimientos o escuelas, cortes de calles o rutas y un buen puñado de símiles son dato cotidiano. Es lógica instrumental: la acción directa es, en promedio, redituable para quienes la ejercen. Cuando peticionan algo específico, más vale. No es éste el caso.
Hay algo central del 13-S y del 8-N, que los distingue nítidamente de (por citar ejemplos memorables, no únicos) las convocatorias de Juan Carlos Blumberg o los cortes y movilizaciones “del campo”. Es su absoluta carencia de reclamos precisos, objetivos inmediatos accesibles, liderazgos visibles y (aspecto no menor en jugadas similares) oradores que las expresen, sinteticen o encuadren en el cierre de los actos. No falta quien ve pura virtud en esas ausencias, el cronista las lee como un límite severo. Su perduración, supone este escriba, podría signar el potencial de otras movidas. En septiembre estaba cantado que habría otra y que sería más grande. La repetición a futuro podría ser más trabajosa, aunque ningún porvenir está escrito totalmente de antemano. Cuerda para diciembre podría quedar.
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Espontaneidad y premios: El cronista no cree que las marchas espontáneas “valen” más que las organizadas. Más bien se inclina por lo contrario. Personas antipolíticas o autodesignadas apolíticas mocionan lo contrario. Se quiso embellecer los idus de septiembre atribuyéndoles ese “don”. Esta vez, el maquillaje se hizo imposible ya que proliferaron los convocantes. El editorial de ayer del diario La Nación, que insta a superar “el miedo” y se jacta de la constancia republicana de ese medio, se ganó el Olimpia de Oro. Su desparpajo al evocar su pasado, omitiendo el apoyo tonante a cuanto golpe y dictadura asoló este suelo, también merece su trofeo: un Guinness a la hipocresía y la mendacidad.
La cobertura de los medios dominantes durante las semanas previas, ayer y (delo por hecho) de los días venideros exudó pertenencia. La Nación on line se valió de las redes sociales para comprobar que el repudio anti K dijo “presente” en todo el planeta. Comenzó en Australia, como los festejos de fin de año: 32 asistentes. El hecho de masas se ramificó en París, Roma, Viena y otras comarcas, incluyendo Azerbaijan. De veras.
Un fantasma recorre el mundo podría decirse, si la frase no fuera de otro “palo”. La exageración es entre simpática o cómica (usted dirá) amén de muy sintomática. Agrandar es la consigna. El gobierno PRO difundió “cifras oficiales” de la protesta a la que convocó. Clarín on line las toma como verdad revelada. Poco serio...
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Toco, convoco, no voy: Dirigentes opositores trataron de capitalizar la marcha, sin contrariar a sus asistentes, que alegan no querer ser “usados”. Son contados los que se jugaron a ir. Muchos interpelaron a “la gente”, aunque prometiendo no estar. “Es la sociedad civil que se expresa” “no debemos enturbiar el acto” fueron, con matices mínimos, los argumentos más socorridos. Hay una insalvable contradicción en ese endiosamiento de una sociedad encapsulada, la supuesta retirada propia y el llamado a que se mueva. Mauricio Macri y Elisa Carrió incurrieron en ella sin mosquearse.
Los manifestantes, sus pancartas lo mostraron, tienen como consignas preferidas los “No” y los “Basta”. Pueden alcanzar para juntar en la protesta, no para articular una fuerza con potencial de gobernar.
El afán de los dirigentes que llaman y no van es mostrar una incomprobable unidad del 46 por ciento que votó fuera del kirchnerismo en diciembre. Y comandar ese colectivo más adelante. Varios obstáculos interfieren con esa táctica, no tan disímil a la del Grupo A a partir de 2008. El primero es que ese “colectivo 46” dudosamente exista en cuanto tal, unido y organizado. El segundo, más específico, es que una alternativa político-electoral requiere un esbozo de programa. El politólogo y periodista José Natanson da en el clavo cuando señala en un artículo publicado en Le Monde Diplomatique que no hay en plaza una oferta de programa económico alternativo al oficialista.
Tampoco emerge una fuerza no-K que interpele con cierto éxito a distintos estamentos sociales. Con ironía, Natanson recuerda a quienes “despotrican contra el populismo oficialista” que “el kirchnerismo es, como toda experiencia populista, un movimiento policlasista”. Sin base social extendida ni proyecto articulado, la oposición se cuelga de los faldones de los caceroleros.
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La parte y el todo: La Vulgata mediática y “la Opo” hablarán de “la gente” o la “ciudadanía” como si la parcialidad de ayer expresara a toda la sociedad. No se sabe en qué lugar quedan los que piensan diferente. O qué matemática los lleva a justipreciar que una marcha mide mejor la legitimidad que un rotundo veredicto electoral reciente.
El kirchnerismo, a su vez, debería evitar la tentación de confundir la parte con el todo. En dos sentidos. Uno, bastante trillado en el oficialismo, sería reducir la pluralidad de los manifestantes a su tramo más odioso, que existe y se hace notar. Pero la extrema derecha en Argentina es minoritaria y piantavotos, a diferencia de lo que ocurre en Chile, por ejemplo. Esos grupos ponen toda su carne al asador, es cierto, pero jamás suman tanto. Si pudieran lo hubieran hecho en Comodoro Py, ante cada sentencia ejemplar a los represores.
Otra mala lectura sería creer que los que pusieron el cuerpo son los únicos que lo cuestionan, que rechazan (así fuera en parte) sus políticas públicas o que han sido damnificados en intereses propios en lo que va del tercer mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Si hay malestares allende los manifestantes. O si problemas de gestión, errores en políticas determinadas, impactan en el cotidiano de muchas personas. O sea, si hay argentinos que se quedaron en casa (en los que es forzoso reparar) disconformes o menos conformes que un año atrás. Tal es, en rigor, una obligación constante del Gobierno. Hechos como el 8-N deben inducir a revisiones o miradas panorámicas que trasciendan el sobrevuelo más inmediato. Sin apearse del contrato electoral, casi sobra consignarlo.
Esta nota fue escrita sobre la marcha, en la doble acepción posible, las antedichas son las primeras observaciones. Deberán ser ampliadas y precisadas en días venideros, cuando el calor afloje un cachito.

La reelección de Obama propina un contundente golpe al Tea Party

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Quien quiera oír, que oiga

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jueves, 8 de noviembre de 2012

Dura advertencia de Hu Jintao: “La corrupción puede derrumbar al Estado y al Partido”

Dura advertencia de Hu Jintao: “La corrupción puede derrumbar al Estado y al Partido”

Entre el cielo y el infierno




Página 12/Opinión 
Por Gabriel Puricelli *

Un lugar para América latina

Miles de millones de personas nos veremos afectadas por el resultado de una elección donde algo más de tan sólo cien millones decidieron que Barack Obama seguirá siendo presidente de los Estados Unidos por cuatro años más. Con el poder económico que acumulan hoy un puñado de corporaciones, no parece prudente seguir diciendo que ese cargo convierte a quien lo ocupa en la persona más poderosa del mundo, aunque el hecho de que su pulgar pueda provocar la destrucción termonuclear de la vida en el planeta, lo pone tan cerca de ser todopoderoso como podamos imaginarlo.
Sin embargo, ese poder que los EE.UU. detentan en el mundo no guarda ninguna proporción con el lugar que la preocupación por ese mundo tiene en el debate electoral. En eso, el país no tiene nada de excepcional, aunque haya que decir que lo habitual es que se trate del país (tal vez junto a Francia en algunos momentos) en el que la discusión sobre la política exterior ocupa más tiempo. La campaña que acaba de terminar respetó religiosamente un formato habitual, incluyendo un debate específico sobre la cuestión. Así y todo, fue tan marcado el predominio de la cuestión económica que agobia a los estadounidenses, que el tema estuvo al final de la tabla de prioridades de los dos candidatos. Ni siquiera el tema del conflicto palestino-israelí, que interesa a una porción precisa del electorado, terminó gravitando, por más esfuerzos que hicieron algún financista de Romney y el propio (imprudente) primer ministro Benjamin Netanyahu.
El resultado de la elección, que por algo se vivió con un interés más inquieto que el habitual fronteras afuera de Estados Unidos, trajo un alivio que se hizo elocuente en las palabras que casi todos los líderes del resto de los países del mundo le hicieron llegar a modo de felicitaciones a Obama. La visión poco articulada y menos todavía sofisticada que había tenido ocasión de mostrar Mitt Romney había erizado las pieles de muchos, empezando por la cúpula dirigente china, que asistió tan impertérrita como atenta al uso de invectivas contra el país del que abusó el fallido candidato republicano. Un tratamiento parecido, pero con guión prestado del cine de espías, le fue dedicado a la irritable Moscú. Lo mismo puede también decirse de las capitales árabes, aun aquellas proestadounidenses, donde no quedaba claro si Romney entendía algo de lo (mucho) que estaba pasando, más allá de la cuestión palestina.
En cuanto a América latina, como no fuera en los débiles intentos de atraerse algún votante de ese origen, no existió a los fines prácticos, excepción obviamente hecha de ese gran socio comercial de EE.UU. que es México. En esta ausencia de América latina, ambos candidatos tuvieron el parecido que no se vio en casi ningún otro tema. Si hubo una región que los EE.UU. olvidaron en estos años, fue la nuestra. Dos razones sobresalen: demasiados recursos diplomáticos y militares dedicados a la zona turbulenta que se extiende del Mediterráneo hasta Pakistán y demasiada tranquilidad en este hemisferio como para preocuparse.
El presidente Obama fue consistente en su política de terminar la guerra de Bush Jr. en Irak, de disminuir su presencia en Afganistán y de dejar que la Primavera Arabe siga su curso con menos injerencia de Washington de la acostumbrada. Esa política va de la mano con su búsqueda de una economía “verde” y de incrementar las importaciones de petróleo de países seguros como Canadá. Esa decisión se traducirá en el futuro (y tal vez el segundo mandato de Obama sea el momento en que empecemos a verlo) en una política exterior que gravitará más hacia las Américas. Esta vez no será a causa de ninguna turbulencia, sino porque hay un dividendo de la paz que reina en la región que para Washington empieza a ser más atractivo que las guerras imperiales sin resultados de la pasada década. Aunque no se haya hablado mucho de esto en la campaña, tal vez sea hora de pensar cómo será esa relación una vez que Obama, en algún momento de los próximos cuatro años, haya cerrado el ciclo bélico posterior al 11 de septiembre de 2001.
* Presidente del Laboratorio de Políticas Públicas (http://www.lpp-buenosaires.net/)

Opinión
Por Atilio A. Boron *

Malo, pero no el peor

Escasamente la mitad de la población mayor de 18 años (lejos del record de la elección de John F. Kennedy, en 1960: 62,8 por ciento) se acercó el martes a las máquinas de votar para enfrentar un cruel dilema: ¿a quién elegir? Haciendo a un lado la retórica de ambos candidatos y las inverosímiles promesas reiteradas por sus comandos de campaña, la elección era entre el malo y el peor. El malo porque, como lo demuestran fehacientemente las estadísticas oficiales, la situación de los asalariados que constituyen la vasta mayoría de la población de Estados Unidos no sólo no mejoró sino que, por comparación con sus conciudadanos más ricos, se empeoró sensiblemente. Un ejemplo basta y sobra: según la Oficina del Censo en el 2010 el ingreso de una familia promedio fue de 49.445 dólares, o sea, un 7.1 por ciento debajo de la cifra de 1999. Y, debido a la profundización de la crisis económica general, en los dos años posteriores esta tendencia, lejos de revertirse, se acentuó.
Si tal como lo hicieran en generaciones anteriores esa familia quisiera enviar a uno de sus dos hijos a cursar una maestría, por ejemplo, en la Harvard Kennedy School, debería afrontar un costo total (matrícula más seguro médico, más alojamiento y alimentación) de 70.802 dólares anuales, lo que explica el fenomenal endeudamiento de la familia tipo en los Estados Unidos y el hecho de que cada vez queden menos estudiantes norteamericanos en las universidades de elite de ese país. Pero aquel promedio es engañoso, porque la familia tipo afroamericana tiene, según el mismo organismo oficial, un ingreso medio de 32.068 dólares, y los latinos de 37.595. Si unos y otros esperaban más de un presidente afroamericano sus esperanzas se desvanecieron durante el primer turno de Obama.
Por eso decimos que eligieron al malo que rescató bancos, fondos de inversión y grandes oligopolios –cuyos CEO siguieron cobrando decenas de millones de dólares al año por sueldos, premios, compensaciones, bonos y otras triquiñuelas por el estilo– mientras que el salario por hora de los trabajadores permanecía, ajustado por inflación, en los niveles de finales de la década de los setenta. En términos prácticos: ¡más de treinta años sin un aumento efectivo de la remuneración horaria! Ni hablemos de otras acciones del insólito Premio Nobel de la Paz, tales como escalar hasta lo inimaginable la política pergeñada por George W. Bush de asesinatos selectivos mediante la utilización de drones (en países con los cuales Estados Unidos ni siquiera está en guerra, como Pakistán, Palestina y Yemen); el vil linchamiento de Khadafi; el mafioso asesinato de Osama bin Laden frente a su familia, al estilo de la masacre perpetrada por Al Capone y sus muchachos la noche de Saint Valentine de 1929 en Chicago; el desenfreno del espionaje interno y externo y la intercepción de correos, mensajes de texto y telefonemas sin ninguna orden judicial denunciada por la American Civil Liberties Union, entre otras bellezas por el estilo.
Pero si Obama era la opción mala, Romney era mucho peor. El primero es un representante del capital, pero el segundo es el capital, y en sus versiones más degradadas y fascinerosas. Sus vinculaciones con los fondos buitre, entre ellos uno que acosa a la Argentina, son bien conocidas; su absoluto desprecio por la suerte de los trabajadores de su país fueron inocultables. Fulminó con una crítica racista y clasista al 47 por ciento de la población que “no paga impuestos” y cree que el gobierno debe ofrecerle gratis salud, educación, vivienda y comida. Este comentario, tan absurdo como incorrecto, empíricamente hablando, fue agravado por Paul Ryan, su candidato a vicepresidente impuesto por el Tea Party. En su delirio reaccionario Ryan llegó a decir que la “red de seguridad social” que hay en Estados Unidos se había convertido en una cómoda hamaca en donde los pobres dormían una plácida siesta confiados en que el Big Government vendría a satisfacer sus necesidades. Como si lo anterior no fuera suficiente, Romney se encargó de decir que reduciría aún más el impuesto a los ricos (pese a que varios de ellos, como el multimillonario Warren Buffet, confesaron que era ridículo e inmoral pagar, en proporción, menos impuestos que sus empleados) y que apoyaría sin titubeos a las fuerzas del mercado, al paso que hizo reiteradas declaraciones que evidenciaban un desbordante belicismo en el plano internacional. Rusia fue caracterizada como “enemigo número uno” de Estados Unidos, insinuó que lanzaría una guerra comercial con China (lo que hubiera provocado una verdadera debacle en su país) y amenazaba con promover acciones militares más enérgicas contra Irán, Siria, Cuba y Venezuela. En fin, lo que se dice un verdadero monstruo político ante lo cual el reticente electorado norteamericano optó, si bien a regañadientes, por el malo, convencido de que el otro representaba lo peor en su forma químicamente pura.
* Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales.

"Es preferible el ruido de los periódicos al silencio de tumba de las dictaduras”


 

 

Dilma Roussef pronuncia un discurso en la Conferencia Internacional Anticorrupción.

 

JUAN ARIAS Río de Janeiro 

En su discurso a la 15 Conferencia Internacional Anticorrupción en la que participan en Brasilia 160 países, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha hecho una acalorada defensa de la libertad de prensa. Recordando sus tiempos de lucha durante la dictadura militar cuando fue presa tres años y torturada durante 21 días, la mandataria brasileña, destacó que son preferibles las exageraciones de la información hoy, en tiempos de democracia, que el silencio de las dictaduras.
“Incluso cuando puedan existir exageraciones, y nosotros sabemos que existen en todas las areas, y existen en esta específica de la información, es siempre preferible el ruido de la prensa al ruido de tumba de las dictaduras”. Roussef quiso destacar que los que “sufrieron en su piel las consecuencias de las dictaduras” saben mejor que nadie “la importancia de la libertad de prensa”.
La mandataria recordó los esfuerzos que Brasil está haciendo en la lucha contra la corrupción. En este momento existen más de cien proyectos de ley contra la corrupción en el Parlamento, por ejemplo.
La presidenta de Brasil subrayó que actualmente en el país la corrupción “es un papel del Estado”, el cual a través de sus órganos de control ético, de la Ley de transparencia y de la Fiche Limpia, que impide a los políticos representarse a las elecciones después de haber sido condenados en alguna instancia, es el primero en perseguir los delitos de corrupción.
Entre los órganos que hoy combaten en Brasil la corrupción, nombró explícitamente a Fiscalía General del Estado, la Policía federal y la prensa libre.
El discurso de la Presidenta ha tenido un eco especial porque lo pronunció mientras en el Supremo Tribunal Federal, los magistrados discutían las penas de cárcel infligidas a los 25 condenados en el proceso del mensalão, entre los que figuran personajes de primer plano de su partido, el Partido de los Trabajadores (PT).
Dilma Roussef quiso puntualizar en su discurso contra la corrupción es que no debe confundirse con una lucha “contra el Estado o contra la política”. Se corrompen las personas no las instituciones, afirmó

Francia aumenta el IVA y baja impuestos a las empresas

Francia aumenta el IVA y baja impuestos a las empresas

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Waterloo del Partido Republicano




·                     ESPECIAL Elecciones EE UU 2012
·                     FOTOGALERÍA Las imágenes de la contienda electoral

ANTONIO CAÑO Washington 

Barack Obama consiguió frenar el avance de las tropas republicanas cuando éstas, tras dos años de una frenética ofensiva, estaban ya a punto de tomar el castillo. Ahora, no solo replegado, sino en desbandada, sin jefe ni estrategia para un contraataque, el ejército conservador retira a sus cadáveres y trata de sanar a sus heridos en este Waterloo del 6 de noviembre.
El Partido Republicano llegó a estas elecciones en medio de la euforia desatada por su triunfo en las legislativas de 2010, impulsado por la energía del Tea Party, un movimiento de ultra derecha, pero popular y carismático. Pese a disponer de un candidato que no satisfacía a la base más activa, consiguió unificarse en torno a la figura de Mitt Romney y, alentado por su comportamiento en el primer debate, confiaba en un triunfo que le diera el control absoluto de Washington después de haber conseguido el de la mitad del Congreso.
En cambio, recibió una derrota estrepitosa, no por los números, sino por su significado. Perdieron una gran parte de los candidatos del Tea Party, notoriamente aquellos que representaban a esa fuerza con mayor fanatismo. Y el partido, en su conjunto, quedó con el paso cambiado, sin saber si avanzar en la misma dirección en la que se ha movido en estos últimos años o dar un giro, y, en este caso, hacia dónde.
Una parte del partido estará tentada de descargar todas las culpas enRomney, la primera víctima fatal de este descalabro. El sector más conservador intentará demostrar que fue la indefinición del candidato, su falta de compromiso sincero con la ideología conservadora, la responsable de que no se recorriera el pequeño trecho que faltaba para la victoria.
Otra parte tratará, precisamente, de aferrarse a ese dato, la pequeña diferencia de votos entre Obama y Romney, para reconstruir fuerzas y recuperar la esperanza. Las elecciones muestran que el Partido Republicano cuenta, ciertamente, con una base electoral considerable. No es un partido muerto. Pero ese tramo de votos que le faltan para triunfar es, precisamente, el grupo de votantes con los que este conservadurismo se ha hecho irreconciliable: el centro.
Romney trató de dirigirse a ese grupo en la fase final de la campaña, pero resultó ser demasiado tarde. El partido, con ayuda de la hábil campaña demócrata, se había ganado ya una imagen extremista de la que le ha sido imposible separarse.
Los republicanos han desatado el pánico de los latinos con un mensaje racista, han creado preocupación entre las mujeres con su posición tan radical sobre el aborto y los anticonceptivos, han alejado a los jóvenes con su indiferencia sobre asuntos medioambientales y de igualdad de sexos y han perdido también votos de clase media con su hostilidad a la red social pública y a los impuestos para los ricos.
El Partido Republicano ha quedado convertido en el partido mayoritario de los hombres de raza blanca, el grupo que más retrocede en la evolución demográfica de este país.
Difícil saber quién puede sacarles de este atasco. Por el momento, su único líder visible es el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, que ha pasado dos años de calvarios tratando, sin éxito, de calmar a sus compañeros en el Capitolio.

Obama tras su reelección: “Para EE UU, lo mejor está por venir”


 

 

Obama gana también en voto popular con una ventaja de más de dos millones de sufragios.

El presidente agradece su victoria en un discurso que rememora el Obama de 2008.

Sus palabras, centradas en la inmigración y la economía, mandan un mensaje de optimismo.

 

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ANTONIO CAÑO Washington 

El presidente Barack Obama ha conseguido el respaldo de los norteamericanos para cuatro años más en la Casa Blanca en unas elecciones muy disputadas, pero en las que el presidente acabó obteniendo mayor ventaja de la prevista, lo que refuerza su liderazgo en Estados Unidos y en el mundo. Se trata de una victoria que confirma un nuevo mapa electoral en este país, en el que las minorías ganan protagonismo y desplazan a la tradicional mayoría de raza blanca.

 

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En un discurso emocionante que parecía el renacimiento de aquel Obama de 2008, el presidente apeló, en el reconocimiento de su victoria, a su antigua vocación bipartidista y prometió dirigirse a los líderes de los dos grandes partidos “para afrontar juntos los retos que nos esperan”. "Gracias, América", proclamó emocionado en el Centro de Convenciones McCormick de Chicago, donde sus seguidores se agruparon para arroparle y celebrar su victoria, informa Yolanda Monge.
"Para Estados Unidos de América lo mejor está por venir. He felicitado aRomney por el trabajo tan duro realizado en la campaña", ha dicho Obama en Chicago. "Él y su familia han trabajado por América y ese es hoy su legado". El presidente tuvo palabras para su vicepresidente, Joe Biden, y para su esposa, Michelle Obama, y, dirigiéndose a todos, aseguró: "A todos os digo: No importa donde vayáis esta noche, siempre llevaréis en vuestro recuerdo esta noche histórica. Me habéis llevado hasta la cumbre y siempre os estaré agradecido".
En un mensaje que intentó contagiar esperanza sobre el futuro del país, el presidente auguró la culminación de la recuperación económica ya iniciada y recordó que una década de guerra está llegando a su fin. Prometió trabajar por el bipartidismo y continuar sus esfuerzos por la inmigración. "Vuelvo a la Casa Blanca con más determinación e inspiración". "Nunca he estado tan esperanzado".
Obama transmitió optimismo y fe en las posibilidades de este país, para el que anunció que “sus mejores días están por llegar”. Aseguró que se pondrá cuanto antes a resolver los problemas más urgentes, entre los que mencionó una reforma para la legalización de los inmigrantes indocumentados.

Dos claves: voto latino y estados indecisos

Poco después de la una de la madrugada en Boston, el candidato republicano, Mitt Romney, que antes había llamado por teléfono a Obama para felicitarle por su triunfo, aceptó públicamente la derrota. Romney destacó que la victoria de su rival se produce “en un momento de grandes desafíos para Estados Unidos”, por lo que le deseó “suerte en la conducción de la nación”.

 

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Obama obtuvo la reelección con su victoria en la mayoría Estados indecisos, incluidos los de Florida, que le garantiza una mayoría más amplia de lo esperada, Ohio y Virginia, aunque éstos finalizaron el recuento después ya de que el presidente hubiera asegurado su triunfo.
El presidente iba también por delante anoche en el voto popular, con más de dos millones de votos más que su contrincante. Todavía queda por completarse el recuento en varios Estados de la costa oeste, en los que la victoria del presidente era, sin embargo, incuestionable.
Obama cimentó su victoria en el fuerte respaldo de los latinos y su considerable ventaja entre las mujeres y los jóvenes. Romney venció claramente entre la población de raza blanca, pero no por la diferencia suficiente como para compensar su pobre actuación entre hispanos y afroamericanos. Más de un 71% de los votantes latinos favorecieron a Obama. Romney fue el preferido entre los ciudadanos de más de 65 años, pero estuvo muy por detrás entre los menores del 30 años. La política republicana contra el aborto y los anticonceptivos han podido tener una influencia significativa en el voto de las mujeres.

Obama cimentó su victoria en el fuerte respaldo de los latinos

La campaña de Obama consiguió una fuerte movilización de las bases fieles al presidente, que, en ultima instancia resultó decisiva, para al victoria. Esa movilización se vio favorecida por un entusiasmo mayor de lo esperado entre los seguidores de Obama, que anoche coreaban su nombre frente a la Casa Blanca y en las calles de Washington con similar fervor al que se apreció en 2008.
Algunos analistas republicanos atribuían anoche la derrota de su candidato al efecto producido entre los votantes por el huracán Sandy, que azotó la costa Este de EE UU días antes de la votación. Igualmente consideraban que el respaldo que Obama recibió del gobernador republicano de New Jersey, Chris Christie, le ha permitido al presidente ganar el apoyo de votantes independientes que apuestan por el bipartidismo y la moderación. Obama ganó entre los electores que se identificaban políticamente de centro.
El Partido Demócrata ha reforzado su mayoría en el Senado, mientras que el Partido Republicano mantiene el control de la Cámara de Representantes. Continúa, por tanto, un Congreso dividido, aunque de un tinte menos conservador que el anterior puesto que han sido derrotados varios candidatos que competían con los colores del Tea Party, uno de los grandes derrotados de esta noche.
Este resultado obligará al Partido Republicano a una profunda reflexión sobre su futuro para evitar convertirse en una fuerza minoritaria sin posibilidad de acceder al poder en mucho tiempo.

"Vuelvo a la Casa Blanca con más determinación e inspiración". "Nunca he estado tan esperanzado".

"He hablado con el presidente y le he felicitado", había dicho Romney en Boston (Massachusetts) al reconocer su derrota. "Contribuiremos y trabajaremos por el bien del país". El candidato republicano agradeció a su esposa, a sus hijos y a todos los voluntarios la entrega que le ha llevado prácticamente a un empate en voto popular, que no se ha trasladado en los votos electorales necesarios.
Barack Obama se aseguró la reelección con su victoria en la mayoría Estados indecisos. Batalla clave se celebró en Ohio, donde desde los años sesenta, quien gana en este Estado gana en todo el país, informa David Alandete.
Obama ha ganado en Wisconsin, New Hampshire, Iowa, Nevada y Colorado, los cinco Estados que, junto a Ohio, Florida y Virginia, formaban el grupo en el que el resultado era imprevisible, de acuerdo a las encuestas. Con eso, más su victoria en aquellos en los que se daba por descontada, supera los 270 votos del Colegio Electoral que garantizan su reelección. Obama ha ganado también en Virginia.
Los norteamericanos han dado así una nueva oportunidad a Obama, que llegó en 2008 a la Casa Blanca en medio de una gran movilización y una oleada de entusiasmo, para acometer su programa de reformas sociales y sus proyectos de relanzamiento económico.
El Senado de Estados Unidos quedó bajo control de los demócratas, lo que representa un revés para los republicanos que intentan hacerse con la mayoría en la Cámara alta desde 2006, según las proyecciones de los medios estadounidenses.
El martes se eligieron en EE.UU. un tercio de los 100 escaños del Senado estadounidense, que hasta ahora ocupaban 23 demócratas y diez republicanos.
La racha de buenas noticias para los demócratas incluyó la victoria de Elizabeth Warren frente al senador republicano Scott Brown en el Estado de Massachusetts, en quien los republicanos habían cifrado sus esperanzas por recuperar el control de la Cámara alta. Brown había ganado una elección interina en 2010 para reemplazar al fallecido senador demócrata Edward Kennedy.
En Virginia, otra de las contiendas más reñidas en este ciclo electoral, el exgobernador republicano George Allen aceptó su derrota frente al ex gobernador demócrata Tim Kaine. Ambos se disputaban el escaño que dejó vacante el senador demócrata Jim Webb por su jubilación.
En Maine, el ex gobernador Angus King ganó como independiente el escaño por el Senado que deja vacante la senadora republicana Olympia Snowe. King, que prevé alinearse con los demócratas, derrotó a la demócrata Cynthia Hill y el secretario de Estado republicano Charlie Summers.
Los republicanos también tuvieron con malas noticias en Indiana, donde perdió Richard Mourdock, un favorito del Tea Party y polémico por decir que los embarazos tras una violación son un regalo de Dios, frente al congresista demócrata Joe Donnelly.
El congresista republicano por Florida, Connie Mack, perdió su batalla por el escaño del Senado frente al senador demócrata Bill Nelson.
También se aseguraron la reelección los senadores demócratas de Nueva Jersey, Bob Menéndez, y de Maryland, Ben Cardin.
En Connecticut, el demócrata Chris Murphy ganó el escaño por el Senado frente a la republicana Linda McMahon, pese a que ésta lo superó con creces en gastos publicitarios.
Por otro lado, la Cámara de Representantes se mantendrá bajo el control de los republicanos, que tienen 242 escaños frente a 193 de los demócratas.