En lo que denomina un “ensayo sobre la
mutación política global”, Peirone analiza nuevas formas de interacción social
y reflexiona sobre los cambios que afrontan instituciones como la universidad.
Los habitantes de la sociedad red
tienden a organizarse “naturalmente” en nodos interconectados que distribuyen
información por encima de cualquier tipo de fronteras. Recordemos que, como
Internet, a mayor cantidad de nodos, mayor flexibilidad y, a mayor
flexibilidad, mayor capacidad de resistencia. Este dispositivo ha sido adoptado
como plataforma de operación política, pero ha desarrollado aspectos que, si
bien mantienen la lógica reticular, introducen algunas variaciones propias de
su campo. Lo político en la sociedad red se organiza en función de objetivos
compartidos y construye mediante la interacción, por irradiaciones y contaminaciones
sucesivas; lo político echa a andar una potencialidad del colectivo que no está
sujeta a una orden, sino a lo imprevisible. Este procedimiento recupera la
dimensión “pública” del otro, en tanto partícipe de lo común, y enhebra lo
intersubjetivo con “una intensidad propia de la religiosidad”; el sujeto
sustancial de la tradición occidental pierde importancia y gravedad frente a lo
trayectivo, para concederle valor, potencia, protagonismo y reconocimiento a lo
común. El sujeto deja de ser definido en relación con una conciencia de sí o
una esencia, la huella de sus relaciones o un origen pierden importancia en
cualquier “punto fijo” susceptible de ser referencia de cualquier
institucionalidad, tradición o escatología. Estas relaciones de poder que ya no
se estructuran sobre bases sólidas hay que pensarlas sin estructura, como una
trama capilar entregada al devenir como líneas de fuga (...).
Hablamos de un
pensamiento que se encuentra en proceso de conquistar la idea que sólo se
ofrece como sospecha o conjetura. Es decir: no hablamos de un pensamiento
clausurado, sino en plena apertura y descubrimiento. En este sentido, es bueno
aclarar que el tipo de procedimiento que estamos describiendo no se aplica a la
estructura institucional vigente, por la sencilla razón de que aún no tiene
representación institucional, más allá de que parezca que sólo es una cuestión
de tiempo. Pensemos que se trata de una nueva cultura política que trasciende
los territorios y los modelos de gobierno conocidos, y que se encuentra en una
etapa de plena exploración del poder colectivo, con los avances, retrocesos,
acuerdos y desa-cuerdos que eso implica (...).
Es ostensible el modo
en que el espacio público se ha deslizado de la esfera institucional a la
esfera comunicativa, aunque es igualmente evidente que sólo se trata de una
fase en un proceso de gran transformación social que aún no ha ingresado en el
tramo más importante –y tal vez más doloroso– de esa mutación. En este proceso,
todos los actores sociales que intervienen en la res-publica están siendo
empujados a revisar sus prácticas. Este ejercicio, claro está, no sucede sin
que las estructuras institucionales más tradicionales se vean inevitablemente
interpeladas, con lo que eso implica para configuraciones corporativas
plantadas sobre cimientos centenarios. Pero más allá de lo remisas que puedan
mostrarse muchas de estas corporaciones a revisar y reformular sus estructuras,
su modificación es un hecho factual que avanza y avanzará sin demasiadas
cortesías. Así como el ejemplo de los diarios en papel sirve para ver el modo
en que una corporación sólida y asentada tuvo que reformular no sólo su manera
de comunicar, sino también su razón de ser y su modelo de negocio para pensar
en un soporte –el digital– que tiende a imponerse definitivamente, de la misma
manera lo deberán hacer la corporación política, los sindicatos, la escuela y
la universidad. Y de hecho en algunos lugares ya lo están haciendo.
Diez años atrás nadie
–o muy poca gente– hubiera pensado que se iba a crear una Universidad del Agua
como la que tiene Brasil en la ciudad de San Pablo, orientada a “promover y
difundir el conocimiento científico acumulado sobre el agua en las ciencias
biológicas, ciencias exactas y humanas, en sus aspectos sociales, históricos, políticos,
éticos, científicos, tecnológicos, económicos y ecológicos”. ¿Quién podría
haber imaginado una institución universitaria enfocada en uno de los cuatro
elementos de la naturaleza? ¿Quién hubiera imaginado una empresa pedagógica sin
la producción en serie de perfiles profesionales? ¿Quién hubiera imaginado una
empresa interdisciplinaria alrededor del agua? El conocimiento resignificado y
socialmente extendido, con la posibilidad cierta de ser colectivizado, puede
generar este tipo de instituciones. Como la Universidad P2P creada en 2010 por
la Fundación Mozilla, que promueve todo tipo de cursos relacionados con
Internet, siguiendo la filosofía P2P de intercambio libre y gratuito de
contenidos. Según explica Philipp Schmidt, cofundador del proyecto, el sistema
que sigue la Peer-to-Peer University no se parece en nada al de las
universidades tradicionales, ya que “la discusión es pública y cualquiera puede
intervenir y proponer nuevos contenidos”. Los profesores de esta universidad no
precisan disponer de títulos, ya que cualquiera que tenga algo interesante para
compartir puede dar clases, aunque después son los alumnos quienes evalúan al
profesor y, si no les parece útil, dejan el curso sin más. Tampoco hay un
título en el sentido clásico, aunque algunas entidades, como la propia
Fundación Mozilla, certifican y acreditan los cursos.
Lo que exponen estas
experiencias es la capacidad de las instituciones para mutar en otra cosa; si
lo debieron hacer los individuos, modificando prácticas, hábitos, creencias y
modos de relacionarse con los demás y con el mundo, también deberán hacerlo las
instituciones.
* Mundo extenso,
publicado por FCE, será presentado el lunes 12, a las 19.30, en la Biblioteca
Nacional (Agüero 2502), sala Borges, con la participación de Christian Ferrer,
Alberto Quevedo y Alexandre Roig.