Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 9 de noviembre de 2012

La mutación en marcha




En lo que denomina un “ensayo sobre la mutación política global”, Peirone analiza nuevas formas de interacción social y reflexiona sobre los cambios que afrontan instituciones como la universidad.
Descripción: http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Fernando Peirone *
Los habitantes de la sociedad red tienden a organizarse “naturalmente” en nodos interconectados que distribuyen información por encima de cualquier tipo de fronteras. Recordemos que, como Internet, a mayor cantidad de nodos, mayor flexibilidad y, a mayor flexibilidad, mayor capacidad de resistencia. Este dispositivo ha sido adoptado como plataforma de operación política, pero ha desarrollado aspectos que, si bien mantienen la lógica reticular, introducen algunas variaciones propias de su campo. Lo político en la sociedad red se organiza en función de objetivos compartidos y construye mediante la interacción, por irradiaciones y contaminaciones sucesivas; lo político echa a andar una potencialidad del colectivo que no está sujeta a una orden, sino a lo imprevisible. Este procedimiento recupera la dimensión “pública” del otro, en tanto partícipe de lo común, y enhebra lo intersubjetivo con “una intensidad propia de la religiosidad”; el sujeto sustancial de la tradición occidental pierde importancia y gravedad frente a lo trayectivo, para concederle valor, potencia, protagonismo y reconocimiento a lo común. El sujeto deja de ser definido en relación con una conciencia de sí o una esencia, la huella de sus relaciones o un origen pierden importancia en cualquier “punto fijo” susceptible de ser referencia de cualquier institucionalidad, tradición o escatología. Estas relaciones de poder que ya no se estructuran sobre bases sólidas hay que pensarlas sin estructura, como una trama capilar entregada al devenir como líneas de fuga (...).
Hablamos de un pensamiento que se encuentra en proceso de conquistar la idea que sólo se ofrece como sospecha o conjetura. Es decir: no hablamos de un pensamiento clausurado, sino en plena apertura y descubrimiento. En este sentido, es bueno aclarar que el tipo de procedimiento que estamos describiendo no se aplica a la estructura institucional vigente, por la sencilla razón de que aún no tiene representación institucional, más allá de que parezca que sólo es una cuestión de tiempo. Pensemos que se trata de una nueva cultura política que trasciende los territorios y los modelos de gobierno conocidos, y que se encuentra en una etapa de plena exploración del poder colectivo, con los avances, retrocesos, acuerdos y desa-cuerdos que eso implica (...).
Es ostensible el modo en que el espacio público se ha deslizado de la esfera institucional a la esfera comunicativa, aunque es igualmente evidente que sólo se trata de una fase en un proceso de gran transformación social que aún no ha ingresado en el tramo más importante –y tal vez más doloroso– de esa mutación. En este proceso, todos los actores sociales que intervienen en la res-publica están siendo empujados a revisar sus prácticas. Este ejercicio, claro está, no sucede sin que las estructuras institucionales más tradicionales se vean inevitablemente interpeladas, con lo que eso implica para configuraciones corporativas plantadas sobre cimientos centenarios. Pero más allá de lo remisas que puedan mostrarse muchas de estas corporaciones a revisar y reformular sus estructuras, su modificación es un hecho factual que avanza y avanzará sin demasiadas cortesías. Así como el ejemplo de los diarios en papel sirve para ver el modo en que una corporación sólida y asentada tuvo que reformular no sólo su manera de comunicar, sino también su razón de ser y su modelo de negocio para pensar en un soporte –el digital– que tiende a imponerse definitivamente, de la misma manera lo deberán hacer la corporación política, los sindicatos, la escuela y la universidad. Y de hecho en algunos lugares ya lo están haciendo.
Diez años atrás nadie –o muy poca gente– hubiera pensado que se iba a crear una Universidad del Agua como la que tiene Brasil en la ciudad de San Pablo, orientada a “promover y difundir el conocimiento científico acumulado sobre el agua en las ciencias biológicas, ciencias exactas y humanas, en sus aspectos sociales, históricos, políticos, éticos, científicos, tecnológicos, económicos y ecológicos”. ¿Quién podría haber imaginado una institución universitaria enfocada en uno de los cuatro elementos de la naturaleza? ¿Quién hubiera imaginado una empresa pedagógica sin la producción en serie de perfiles profesionales? ¿Quién hubiera imaginado una empresa interdisciplinaria alrededor del agua? El conocimiento resignificado y socialmente extendido, con la posibilidad cierta de ser colectivizado, puede generar este tipo de instituciones. Como la Universidad P2P creada en 2010 por la Fundación Mozilla, que promueve todo tipo de cursos relacionados con Internet, siguiendo la filosofía P2P de intercambio libre y gratuito de contenidos. Según explica Philipp Schmidt, cofundador del proyecto, el sistema que sigue la Peer-to-Peer University no se parece en nada al de las universidades tradicionales, ya que “la discusión es pública y cualquiera puede intervenir y proponer nuevos contenidos”. Los profesores de esta universidad no precisan disponer de títulos, ya que cualquiera que tenga algo interesante para compartir puede dar clases, aunque después son los alumnos quienes evalúan al profesor y, si no les parece útil, dejan el curso sin más. Tampoco hay un título en el sentido clásico, aunque algunas entidades, como la propia Fundación Mozilla, certifican y acreditan los cursos.
Lo que exponen estas experiencias es la capacidad de las instituciones para mutar en otra cosa; si lo debieron hacer los individuos, modificando prácticas, hábitos, creencias y modos de relacionarse con los demás y con el mundo, también deberán hacerlo las instituciones.
* Mundo extenso, publicado por FCE, será presentado el lunes 12, a las 19.30, en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), sala Borges, con la participación de Christian Ferrer, Alberto Quevedo y Alexandre Roig.

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