Majestuoso testimonio de un poder agostado
sábado, 5 de octubre de 2013
viernes, 4 de octubre de 2013
El líder republicano advierte que “esto no es un juego” y que no habrá marcha atrás
Boehner transmite a
sus congresistas que participan en “una batalla épica”. Obama se pasea por
Washington en el cuarto día de cierre administrativo.
ANTONIO
CAÑO Washington
El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. / MICHAEL REYNOLDS (EFE)
“Esto no es un maldito juego”, ha
salido a decir este viernes, con gesto de ira, John
Boehner, el presidente de la Cámara de Representantes y máxima
autoridad republicana en el Capitolio, para desmentir rumores de que estaba
considerando ceder y darle a la Casa Blanca el presupuesto que reclama. Lejos
de eso, miembros de la oposición aseguran que su líder les ha comunicado que
esto es “una batalla épica” en la que “no habrá marcha atrás”.
Todo sigue igual en Washington, quizá algo peor. En el Congreso no hay
movimiento. Lo que se observa, si acaso, es un mayor distanciamiento. En el
cuarto día del cierre de la administración federal, la inactividad en la
capital de la nación es aún más visible. Los pequeños negocios empiezan a
resentirse. La ciudad ofrece un deprimente aspecto de desolación. Barack Obama
ha salido a pasear un rato por el centro y comer un sándwich para tratar de
compensar ese vacío. Aprovechó para decir que no va a negociar “con una pistola
apuntando a la sien del pueblo norteamericano”.
El daño económico
se hace más evidente, sobre todo para las personas que han sido cesadas en sus
trabajos, los bonos del Tesoro se empiezan a resentir en el mercado
Los republicanos insisten en hay
que sentarse a hablar. Los demócratas y Obama les contestan que lo
harán solo cuando aprueben la extensión presupuestaria que tienen bloqueada.
Los republicanos confían en que el público castigará esa resistencia de sus rivales
al diálogo y les obligará a hacer concesiones. Los demócratas creen que los
ciudadanos culpan al otro bando por esta crisis y es solo cuestión de esperar a
que esa presión se les haga irresistible.
Mientras tanto, el daño económico se hace más
evidente, sobre todo para las personas que han sido cesadas en sus
trabajos, los bonos del Tesoro se empiezan a resentir en el mercado, las dudas
sobre la solvencia política de la mayor potencia mundial se acrecientan y el
riesgo, que hasta ahora parecía menor, de una suspensión de pagos empieza a
hacerse más real.
Ya se sabe que, en todas las negociaciones, hay que esperar a que las
cosas se pongan muy mal para que empiecen a ponerse bien. Cada bando explota al
máximo las debilidades del contrario antes de hacer las primeras concesiones.
Podría ocurrir también en este caso. Hay que recordar que EE UU estuvo ya en
2011 al borde de la suspensión de pagos y se encontró una solución en el último
instante. En aquella ocasión, el conflicto se produjo sobre qué recortes del
gasto público estaba dispuesto a hacer Obama a cambio del levantamiento del
techo de deuda.
Hay que recordar
que EE UU estuvo ya en 2011 al borde de la suspensión de pagos y se encontró
una solución en el último instante
Como en esta ocasión, aquello era un chantaje: no cumplo con un trámite
al que estoy obligado constitucionalmente si no me das algo a cambio. Como le
ha dicho por cartael líder demócrata en el Senado, Harry Reid, a
Boehner, es como si los demócratas le hubieron dicho a George W. Bush: no
elevamos el techo de deuda si no se detiene la guerra de Irak.
La diferencia de la crisis actual es que el margen de la negociación es
mucho más estrecho, en realidad, nulo. En 2011, aunque Obama también denunció
el chantaje, podía, y finalmente pudo, darle a los republicanos algunos de los
recortes de gastos que pedían. La solución fue mala y provisional, como el
tiempo demostraría, pero se evitó la catástrofe.
Esta vez, lo que piden los republicanos es la
reforma sanitaria de Obama, al completo o parcialmente, una ley que
es el emblema de su presidencia y, probablemente, la razón principal por la que
será recordado en la historia. Es un precio demasiado alto que el presidente no
puede pagar sin infligir un daño descomunal a su prestigio y a su gestión.
Pero Boehner insiste en que esta crisis no se va a resolver si Obama no
cede, aunque sea un poco, con esa reforma. “Le recordé al presidente la otra noche
–estuvieron reunidos en la Casa Blanca el miércoles- que el es famoso por decir
que, en toda negociación, nadie consigue el 100%. Pues bien, no lo va a
conseguir tampoco esta vez”, advirtió el presidente de la Cámara de
Representantes.
La ruleta rusa del Tea Party
Un grupo
irresponsable ha cerrado el gobierno federal porque ha antepuesto sus obsesiones
ideológicas al bienestar de Estados Unidos. Pero no ha logrado su máximo
objetivo, paralizar la reforma sanitaria de Obama.
EVA VÁZQUEZ
La sanidad esencialmente privada estadounidense tiene los mayores costes
internacionales, pero también indicadores a la zaga en el mundo desarrollado;
48 millones de personas carecen de seguro, la burocracia es exuberante y el
fraude masivo. Las aseguradoras privadas (HMO) cargan altas primas y copagos,
excluyen enfermedades crónicas y seleccionan riegos para reducir costes y
aumentar ganancias. No hay un seguro nacional sanitario, como en la Unión
Europea, Canadá y la mayoría de Iberoamérica, donde el Estado es el asegurador
o juega un rol crucial en la provisión, regulación y supervisión del sistema
privado. En Chile, pionero en la privatización sanitaria, solo un 16% de la
población está cubierta por ese sector y el resto por el sistema público. En
1966, enfrentando un boicot de los médicos, el presidente Johnson creó el
seguro de sanidad para retirados (Medicare), obligatorio y con financiación
federal, pero con atención por instalaciones privadas y seguro suplementario en
HMO. Hoy es el segundo programa público más popular en el país.
La Ley de Atención Sanitaria Asequible (ASA o Obamacare) aprobada
por el Congreso en 2010, que comenzó a operar el 1 de octubre, enfrenta los
severos problemas descritos. No cambia el sistema privado pero hace obligatoria
la cobertura, garantiza prestaciones mínimas, provee subsidios a los
necesitados y multa a los infractores, lo cual es tildado de “socialización de
la medicina” por los extremistas republicanos del Tea Party. Estos solo cuentan
con unos 40 miembros en el Congreso pero han cerrado el Gobierno federal, al
vincular la aprobación del presupuesto a su demanda de recortes de fondos o
demoras en Obamacare. Unos 800.000 funcionarios quedaron
parados mientras que un millón pueden trabajar sin salario, y están cerrados
desde el Parque Nacional del Gran Cañón hasta la Estatua de la Libertad (¿signo
ominoso?). Un grupito irresponsable antepone sus obsesiones ideológicas al
bienestar del país; al no poder derrotar a Obama en las elecciones de 2012,
ahora intentan cobrársela cerrando el Gobierno. La ironía es que la ley no ha
sido bloqueada porque tiene financiamiento obligatorio.
Bajo Obamacare, las aseguradoras deberán garantizar 10
prestaciones esenciales a todos: atención preventiva, ambulatoria, emergencia,
hospitalaria, maternidad y neonatal, pediátrica, mental, dental y ocular, de
enfermedades crónicas, rehabilitadora y de laboratorio y fármacos. El Gobierno
federal abonará subsidios para cubrir a los pobres y personas de bajo e incluso
mediano ingreso (con una escala decreciente); se predice que siete millones
recibirán el subsidio. Las HMO no podrán negar cobertura por enfermedades
preexistentes pero podrán cargar extra a los fumadores. La prima promedio sin
subsidio se estima en menos del 1% del salario.
La cobertura es obligatoria para lograr la universalidad y un pool muy
amplio de asegurados que equilibre riesgos; aquellos que ya están cubiertos por
HMO, planes de empresa o Medicare pueden conservar sus planes y no tienen que
inscribirse. El registro ya se abrió y habrá que inscribirse a final de año
para tener cobertura en 2014. Los que rehúsen registrarse pagarán una multa del
1% del salario o 70 euros anuales, pero creciente. Para aumentar la competencia
y reducir la prima, funciona un mercado de planes de seguro gestionado por el
Gobierno federal en el que los habitantes comparan prestaciones y primas, y
seleccionan el plan privado que más les guste (por Internet, correo, teléfono o
en persona). Los empresarios con menos de 50 trabajadores también podrán
comparar opciones y escoger un plan; los empresarios grandes sin un plan
adecuado para sus empleados serán multados. Hay fondos federales para entrenar
a “navegadores” que ayuden de forma gratuita a consumidores y empresas a
estudiar los planes y hacer decisiones.
No todo es Jauja: aún se están promulgando regulaciones y guías
federales, no se comenzó la educación al público con suficiente antelación y
existe confusión, el programa para pequeños empresarios fue pospuesto para
noviembre, y las multas a los empleadores grandes que no cubran a sus empleados
hasta 2015. Estos son dificultades lógicas en un programa grande que comienza,
pero las bondades capitales de la ley son indudables y el mercado de planes se
ha iniciado con vigor inesperado: seis millones de visitas en dos días, que han
atascado Internet.
El jefe de la mayoría republicana en la Cámara, John Boehner,
inicialmente fue conciliador pero, arrastrado por el vociferante Tea Party, se
unió a su esfuerzo para abolir un impuesto de 2,3% o posponer un año el registro
en Obamacare. La ofensiva conservadora alcanzó su cénit con el
maratón oratorio del senador Ted Cruz de Texas, que habló 21 horas sin parar a
fin de atrasar el debate y criticar laObamacare, así como a sus
colegas moderados acusándoles de que aceptar la ley era igual que apaciguar a
los nazis. Su meta era ganar puntos con los extremistas en Texas y para su
posible nominación presidencial en 2016, sin importarle un bledo el daño al
país; pero al final su pataleta —según el New York Times— lo
convirtió en “el hombre más impopular en Washington”.
Boehner ha perdido estatura, ha sido incapaz de enfrentarse a Cruz y
está siendo perjudicado por el impasse.
El Tea Party aduce que representa al pueblo norteamericano, pero las
cifras prueban que no hay tal mandato. Según encuestas recientes,
el 44% se opone a la ley (debido a la escasa información ciudadana y la masiva
y aviesa propaganda conservadora), pero el 71% está en contra de cerrar el
Gobierno para bloquear a Obamacare. La elección presidencial
de 2012 fue ganada por cinco millones de votos demócratas (con esta ley como
una conquista clave de Obama), y la “victoria” republicana en la Cámara fue
manipulada con su previo rearreglo de distritos electorales y los demócratas
ganaron por 1,4 millones el voto popular.
Los republicanos más racionales y moderados, como el senador John
McCain, saben que los kamikazes perderán la batalla y que el cierre
gubernamental les perjudicará como ocurrió en 1995-96, cuando ayudó a la
reelección de Clinton, porque la población los culpará de ello, dañando así sus
posibilidades en 2014 de mantener la mayoría en la Cámara y ganarla en el
Senado. Varios ya han declarado públicamente que el cierre del Gobierno es una
locura irresponsable y se están pasando al otro bando. Harry Reid, jefe de la
mayoría demócrata en el Senado, ratifica que su bloque se opondrá a un recorte
o demora en la ley, y Obama advierte de que vetará cualquier presupuesto que se
le someta con dichas cortapisas.
El miércoles Obama se reunió con los cuatro dirigentes del Congreso pero
no se llegó a un acuerdo. Paliativos que se barajan son: pasar una “resolución
continua” para mantener el Gobierno funcionando o un presupuesto por un periodo
corto (stop gap), o financiar sectores como la
investigación sanitaria y los parques, pero estos son parches que no resuelven
el problema. Peor aún, el 17 de octubre es posible que, por primera vez en la
historia, la Cámara se niegue a alzar el tope a la deuda federal (porque los
republicanos demanden concesiones sobre regulación ambiental y bancaria,
recortes presupuestarios, etcétera), desatando la insolvencia federal para
pagar sus obligaciones, una vuelta a la recesión y la agravación de la crisis
económica mundial. Los economistas predicen una caída en el valor de los bonos
del Tesoro, un disparo en los intereses, una pérdida de 15.000 millones de
euros en un decenio, y el derrumbe en los mercados de valores en el mundo. En
fin, la catástrofe a fin de derrotar a esta ley y a Obama.
A la larga saldremos de esta crisis, aunque pagando un coste; Obamacare mejorará
la sanidad norteamericana y llegará a ser tan popular como Medicare. Pero la
división profunda en el Congreso y en la nación es un grave reto al progreso
democrático y económico de EEUU.
Carmelo Mesa-Lago es catedrático emérito de Economía y Estudios
Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburgh, autor de una docena de libros
sobre reformas sanitarias en el mundo y finalista al Premio Príncipe de
Asturias en Ciencias Sociales en 2009.
jueves, 3 de octubre de 2013
El presidente alemán pide un nuevo liderazgo global de Berlín
Joachim Gauk
defiende una mayor implicación en conflictos 23 años después de la
reunificación de Alemania.
ENRIQUE
MÜLLER Berlín
Gauck, en la celebración del Día de la reunificación, hoy. / FRANZISKA KRAUFMANN (EFE)
El 3 de octubre de 1990, Alemania celebró en medio de una gran fiesta la
reunificación del país; Berlín, el estandarte de un poder desmesurado que llevó
al país a la guerra y a la destrucción, recuperó el título de capital de
Alemania y ese día todo el país comenzó a sacudirse el inmenso complejo de
culpa heredado desde el fin de la guerra. 23 años después, y en el marco de un
solemne acto para celebrar un nuevo aniversario de la reunificación, el
presidente del país, Joachim Gauck, tuvo el coraje de admitir ante la nación el
nuevo poderío alcanzado por el país y pidió al futuro gobierno que ejerza un
nuevo liderazgo global.
Con palabras propias de su función de máximo representante del país,
Gauck recordó a los invitados al solemne acto en Stuttgart que Alemania
"no era una isla" y que había llegado la hora de poner fin a la
ilusión de que el país podría estar a salvo de los conflictos políticos y
económicos, ecológicos y militares, si evitaba participar en la solución de
ellos.
"No me quiero imaginar que Alemania se agranda solo para dominar a
los demás, pero tampoco me quiero imaginar que Alemania se empequeñece cuando
se trata de solidaridad y asumir riesgos", dijo Gauck durante un discurso
que fue transmitido en directo por la televisión pública.
El discurso de Gauck puede marcar un pequeño hito en el país si el
futuro gobierno hace suyas las palabras del presidente, que tuvo también el
coraje de criticar la ambivalencia política del gobierno de Merkel durante la
crisis del euro, así como el rol vacilante en conflictos internacionales, como
el de Libia o Siria.
Gauck tampoco olvidó mencionar el deseo de Alemania de ocupar un asiento
permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un deseo que ya había
expresado el excanciller Gerhard Schröder y que se desvaneció con su negativa a
apoyar la invasión militar estadounidense en Irak. El mandatario destacó que
Alemania, además de desear convertirse en un miembro permanente también debía
preguntarse qué papel quiere jugar en los conflictos internacionales. "La
pregunta que se plantea es la siguiente: ¿es adecuado nuestro compromiso con la
importancia de nuestro país?", dijo Gauck.
El discurso del presidente alemán abre un paréntesis crucial en la breve
historia de la reunificación germana. Por primera vez, el máximo representante
del país exigió una mayor responsabilidad de liderazgo en el mundo, un rol que
fue oprimido desde que Alemania se unificó. El excanciller Helmut Kohl y su
sucesor Schröder pusieron especial cuidado en no despertar viejos resentimientos
entre sus vecinos. Kohl solía decir que él se inclinaba siempre dos veces ante
la bandera francesa, mientras que el exministro de Asuntos Exteriores, Joschka
Fischer, más irónico, sostenía que Alemania debía llevar las riendas de Europa
sin que nadie se diera cuenta de ello.
Como es habitual en el protocolo que regula el acto oficial del llamado
Día de la Unidad, la canciller, Angela Merkel, no hizo uso de la palabra, pero
una vez finalizado el acto, aprovechó la presencia de los periodistas para comentar
el discurso del presidente alemán. En un tono que parecía darle la razón a lo
expresado por Gauck, la canciller recordó que a lo largo de 23 años su país
había recibió un gran apoyo. "Llegó la hora de devolver ese apoyo para
trabajar por una Europa unida y por un mundo más justo", dijo.
El éxtasis del Tea Party
Prometieron que harían todo lo posible para parar la reforma sanitaria
de Obama.
ANTONIO
CAÑO Washington
Desde su
aparición en la escena norteamericana, en el verano de 2009, pocos meses
después de la toma de posesión de Barack Obama, el Tea Party ha
pasado por momentos de gran relevancia, como en las elecciones legislativas de
2010, y otros de cierto repliegue, como en las presidenciales de 2012. Pero su
protagonismo nunca había llegado a ser el factor dominante de la situación
política del país. Hasta ahora, con el cierre de la administración federal,
cuando ha arrastrado a toda la nación a un estado extremo de
ingobernabilidad.
Pocas
horas antes de que se consumara la suspensión de la actividad pública, Obama
decía que “una facción de un partido en una cámara de uno de los poderes del
Estado no puede paralizar todo un país”. Se equivocaba. Sí pudo. Pudo, en
parte, porque su radicalismo no se detiene ante consideraciones como la
estabilidad política, los riesgos económicos o la imagen de una gran potencia.
Pero pudo también porque al Tea Party le sobra la determinación y el arrojo que
les falta a todos los demás políticos del país.
John
McCain, que desaprueba por completo las tácticas del Tea Party, tenía razón
cuando decía anoche que, en el fondo, los congresistas de esa tendencia no
estaban haciendo más que cumplir con el compromiso asumido ante sus electores.
Prometieron en sus campañas que harían todo lo humanamente posible para parar
la reforma sanitaria de Obama, y eso es lo que están haciendo, todo lo posible,
sin límites, sin excusas sobre intereses de Estado.
Al Tea
Party se le podrá acusar de muchas cosas excepto de incoherencia. Defiende el
aislacionismo en política internacional, y se plantó en el Congreso contra la
intervención militar en Siria. Se opone a los anticonceptivos, el aborto y el
matrimonio homosexual, y obstruyen cualquier avance en esa dirección en
cualquier instancia de poder a la que acceden. Abominan del Gobierno, y lo
paralizan.
Las
huestes del Tea Party en Washington no son, precisamente, políticos
convencionales. En su origen, muchos de ellos, son simples vendedores de
coches, fontaneros o médicos. Vinieron a esta ciudad para hacer la revolución,
no para hacer amigos. Muchos de ellos duermen en sus despachos, entregando cada
minuto de sus vidas a una labor que no es un oficio, sino un sacerdocio, una
misión, una causa.
Este
Washington de hoy, con el Gobierno cerrado, está mucho más cerca de su ideal.
Les importa un rábano la crítica de que están dividiendo al Partido
Republicano. Esta crisis es su éxtasis. No van a ceder fácilmente.
La Presidenta analiza alternativas de relevo en el gabinete económico
Por la
necesidad perentoria de retomar la iniciativa y dar un golpe de efecto, la
presidenta Cristina
Kirchner analiza en estos días un fuerte reordenamiento del
gabinete, un cambio del equipo económico y la renovación de otros ministros.
Algunos especulan con que podrá decidirlo antes de las elecciones del 27 de
este mes. El propósito sería remontar la decaída intención de voto de sus
candidatos en las encuestas.
Según pudo saber LA NACION de varias fuentes de la
Casa Rosada, la mandataria está buscando y llamando a figuras de relieve para
ofrecerles cargos. Pero su gran preocupación es que hasta ahora todos los
rechazaron. El desgaste del Gobierno, que terminará en 2015, hace pensar en que
deba conformarse con recurrir a su propia cantera.
La prioridad
sería mostrar una conducción económica fuerte. Se evalúa reemplazar al ministro
de Economía, Hernán
Lorenzino, por una figura que transmita confianza en sectores
económicos y financieros ante difíciles desafíos futuros, como el gasto, la
deuda, la inflación y las reservas.
También en
Olivos buscan oxigenar al Banco Central. Su presidenta, Mercedes
Marcó del Pont, podría emigrar a otro cargo. La emisión y la caída
de reservas son parte de las crecientes peleas dentro del gabinete.
Ayer ganó
fuerza la versión de que la Presidenta también podría desplazar al jefe de
Gabinete, Juan
Manuel Abal Medina, y sustituirlo por una figura de peso político,
capaz de neutralizar las feroces internas desatadas entre ministros tras la
dura derrota en las primarias.
La mayor
paradoja: el secretario de Comercio Interior, Guillermo
Moreno, es el eje de los pases de facturas internos tras el fracaso
persistente de todas sus iniciativas y haber sido procesado por la Justicia.
Pero hasta ahora tiene el mayor apoyo de Cristina Kirchner. Sin los cepos y
controles de Moreno, cree la Presidenta, la economía podría desmadrarse.
La danza de
nombres está a la orden del día. Para el cargo de Lorenzino se mencionó al
director de la Anses, Diego
Bossio, de creciente influencia. También se estudia convocar a una
figura académica, de prestigio, aunque no tienen ningún nombre definido.
El Gobierno buscaría hacer responsable a Lorenzino
del fracaso judicial en Nueva York con los fondos buitre. "El objetivo
real es oxigenar la gestión y recuperar votos para el 27 de octubre. Pero la
derrota está descontada y podrían hacerlo después para recuperar capital
político", dijo a LA NACION un funcionario. La última palabra será de la
Presidenta.
También algunos especulan con que Axel Kicillof,
viceministro de Economía, sucedería a Lorenzino. O la misma Marcó del Pont. En
ese caso, al Central podría ir el actual titular del Banco Nación, Juan Carlos
Fábrega, enfrentado con Moreno y Kicillof, que quieren colonizar ese banco.
Habrá pulseadas duras.
La autoridad monetaria es la madre de todas las
batallas. Marcó del Pont quiere acotar la emisión monetaria, mientras Moreno y
Kicillof promueven expandirla, sin importar el impacto en la inflación.
Las versiones de cambios crecieron en los últimos
días, pero explotaron cuando Moreno le ganó anteayer la pulseada al director de
la AFIP, Ricardo Echegaray, que había propuesto no prorrogar el blanqueo de
dólares no declarados. Moreno convenció a Cristina de prorrogarla y Echegaray
ofreció su renuncia, que fue rechazada por Cristina y que sus allegados
desmintieron.
También la mandataria está descontenta con la
conducción política interna de Abal Medina. Fue cuestionado por intendentes y
gobernadores por la campaña tras la derrota en las primarias y no puede detener
las peleas internas.
Todos los ministros piden por lo bajo la cabeza de
Moreno. Su único aliado es Kicillof. Lo culpan por los índices falsos del
Indec, el control de precios, la fuga de capitales, el cepo cambiario, el dólar
paralelo, el fracaso del blanqueo, las trabas comerciales, el Plan Mirar para
Cuidar, la "Supercard", los aprietes a empresarios, los insultos a
periodistas y empresarios y la intervención sobre el trigo y la carne.
Se enfrentó a Julio De Vido, Florencio Randazzo,
Carlos Tomada, Julio Alak, Débora Giorgi, Echegaray y Marcó del Pont. Además,
Randazzo está peleado con De Vido por el mal estado de los trenes, y La Cámpora
con varios ministros.
miércoles, 2 de octubre de 2013
Francisco: “Es el inicio de una Iglesia con organización más horizontal”
El Papa critica el
vaticano-centrismo que “se olvida el mundo que nos rodea”.
El Pontífice inicia
el cambio de rumbo de la institución.
PABLO
ORDAZ Roma
El Papa con los obispos del 'G-8'. / REUTERS-LIVE! / REUTERS
El día que el consejo de ocho cardenales comienza sus trabajos en
Roma para cambiar la Iglesia, el diario La Repubblica amanece
en los quioscos con una entrevista exclusiva de su
fundador, Eugenio Scalfari, con el papa Francisco. Y, como viene
siendo habitual, Jorge Mario Bergoglio dice lo que piensa con una sencillez y
una espontaneidad que, por momentos, sorprende al prestigioso periodista,
convencidamente ateo, pero no anticlerical.
Hay un momento de la entrevista en que, hablando sobre la exhortación de
Jesús — “amar a los otros como a sí mismos”, Scalfari pone en circulación la
palabra narcisismo. “A mí”, reflexiona el Papa, “la palabra narcisismo no me
gusta, indica un amor desmedido por uno mismo (…). El verdadero problema es que
los más afectados por esto, que en realidad es una especie de desorden mental
son personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son narcisistas”.
Scalfari le hace ver: “También muchos altos cargos de la Iglesia lo han sido…”.
El Papa acepta el desafío: “¿Sabe qué pienso sobre esto? Los jefes de la
Iglesia a menudo han sido narcisistas, adulados por sus cortesanos. La corte es
la lepra del papado”.
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El periodista se extraña por la dureza de la expresión: “¿Pero cuál es
la corte, se refiere tal vez a la curia?”. Francisco puntualiza: “No, en la
curia hay algunos cortesanos, pero la curia en su conjunto es otra cosa. Es
aquello que en los ejércitos se llama la intendencia, gestiona los servicios
que necesita la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es vaticano-céntrica. Cuida
los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses
temporales. Esta visión vaticano-céntrica se olvida del mundo que nos rodea. No
comparto esta visión y haré todo lo posible por cambiarla. La Iglesia es o debe
volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los curas, los párrocos, los
obispos están al servicio del pueblo de Dios”.
La entrevista, que arranca en la portada y ocupa las tres primeras
páginas del diario, comienza con una de las obsesiones del Papa, ya desvelada durante el viaje a Río de Janeiro: “Los males
más graves que afligen al mundo en estos años son la falta de trabajo de los
jóvenes y la soledad en que son dejados los viejos. Los viejos tienen necesidad
de cuidado y de compañía; los jóvenes, de trabajo y de esperanza, pero no
tienen ni lo uno ni lo otro, y el problema es que ya no lo encuentran. Están
aplastados por el presente. Y dígame: ¿se puede vivir aplastado por el
presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse al futuro
construyendo un proyecto, un porvenir, una familia...?”.
Un Papa tan preocupado por el mundo que le rodea no escatima al
entrevistador su visión de la política: “Pienso que el llamado liberalismo
salvaje convierte a los fuertes en más fuertes y a los débiles en más débiles y
a los excluidos en más excluidos. Se necesita gran libertad, ninguna discriminación,
no demagogia y mucho amor. Se necesitan normas de comportamiento y también, si
fuese necesario, la intervención directa del Estado para corregir las
desigualdades más intolerables”.
Francisco
El encuentro tuvo lugar el pasado martes, en la residencia de Santa
Marta, después de que el Papa y el fundador del diario La Repubblica protagonizaran
un público intercambio de cartas sobre el diálogo entre creyentes y no
creyentes. El Papa insiste en su intención de abrir los brazos de la Iglesia:
“Cada cual tiene su idea del bien y del mal y debe elegir seguir el bien y
combatir el mal como cada uno lo conciba. Sería suficiente esto para mejorar el
mundo”.
Al hablar de la Teología
de la Liberación, Eugenio Scalfari le pregunta si considera justo
que el papa Wojtyla excomulgase y combatiese a sus líderes. “Ciertamente”,
responde Francisco, “le daban un sesgo político a su ideología, pero muchos de
ellos eran creyentes con un alto concepto de humanidad”.
Sobre el consejo de cardenales, el llamado G-8 del Vaticano, el papa
Francisco advierte de que no se trata de cortesanos, sino de personas sabias y
animadas por sus mismos objetivos: “Este es el inicio de una Iglesia con una
organización no tan vertical sino también horizontal”. Se considera consciente
de la dificultad para hacer valer los nuevos métodos, pero se declara
convencido de seguir adelante: “Con prudencia, pero con firmeza y tenacidad”.
El Papa y el veterano periodista quedan en verse otra vez. Eugenio
Scalfari termina su entrevista con una reflexión: “Este es el papa Francisco.
Si la Iglesia se convierte en la que él quiere e imagina, cambiará una época”.
Obama afirma que EE UU es rehén de “una cruzada ideológica”
ANTONIO
CAÑO Washington
Barack
Obama ha denunciado este martes “una cruzada ideológica” contra la sanidad
universal emprendida por una facción del Partido Republicano, que ha conseguido ya paralizar la
actividad de la administración y los servicios públicos del país y que, dentro de dos semanas, puede
obligar a Estados Unidos a suspender sus pagos por primera vez en la historia.
El presidente norteamericano advirtió que, pese a esas amenazas, no habrá
concesiones y que la reforma sanitaria “está aquí para quedarse”.
“No, este
cierre de la administración no tiene nada que ver con el déficit, ni con el
presupuesto”, aseguró Obama. “Este cierre pretende únicamente entorpecer
nuestros esfuerzos para dotar de seguro de salud a quienes no lo tienen”.
Precisamente
este martes comenzó el proceso para que el 15% de la población de EE UU que no
está asegurado escoja el seguro que prefiera dentro de las opciones que se ha
obligado a ofrecer a las aseguradoras privadas. La mayor parte de ese grupo de
población –todos los que tengan ingresos inferiores a los 28.000 dólares
anuales- recibirán subsidios públicos para hacer frente a sus seguros. Más de
un millón de personas han accedido, según la Casa Blanca, a las páginas de
Internet en las que se informa del procedimiento a seguir para adquirir una
póliza. A comienzos del año próximo, el seguro será obligatorio, y se espera
que solo una porción residual de ciudadanos se quede al margen.
Si el
Partido Republicano no consigue acabar con la reforma sanitaria antes del 1 de
enero, para hacerlo después tendrá que retirar los subsidios a los millones de
personas que desde ese momento los recibirán para el pago de sus seguros.
Teniendo en cuenta que la oposición a la reforma sanitaria es la causa principal sobre la
que se sostiene el Tea Party y
la razón fundamental por la que muchos republicanos ganan sus escaños en el
Congreso, se puede anticipar lo difícil que va a ser resolver esta crisis.
La Cámara
de Representantes, por iniciativa del Tea Party, ha votado hasta ahora contra
la reforma sanitaria 43 veces, en todas ellas sin conseguir la mayoría
requerida en el Senado. La reforma sanitaria fue el tema dominante en la última
campaña presidencial, en la que el candidato republicano, Mitt Romney, que
prometió abolir esa ley, fue derrotado contundentemente. El Partido Republicano
llevó la reforma sanitaria a los tribunales, y sus argumentos fueron rebatidos
por el Supremo, que el año pasado ratificó su constitucionalidad.
Obama ha
insistido en que no va a volver a negociar sobre la reforma sanitaria. Mucho
menos, en unas circunstancias en las que el Partido Republicano “utiliza la
economía norteamericana como rehén” para conseguir “mediante el chantaje” lo
que no ha conseguido en el Congreso ni en las urnas ni en los tribunales. “No
voy a negociar sobre la responsabilidad del Congreso de pagar los gastos que ya
se han hecho, no voy a permitir que nadie hunda en el barro el buen nombre de
EE UU para volver a pelear causas que ya se han resuelto en las elecciones o
para imponer sus exigencias ideológicas”, afirmó el presidente.
Así pues,
no parece que exista otra alternativa más que los republicanos accedan a
aprobar sin condiciones la extensión presupuestaria que se requiere para
reabrir la administración y que, antes del 17 de octubre, autoricen la
elevación del techo de deuda que se necesita para evitar la suspensión de
pagos. Lo primero está causando ya un daño inmediato a los 800.000 empleados
públicos que se han quedado en casa sin paga y puede provocar daños mayores a
la economía a medio plazo. Lo segundo es una catástrofe económica que tendría
efectos mundiales.
La ciudad
de Washington amaneció este martes en un estado de confusión y enojo por causa
del cierre. Los principales monumentos de la ciudad están vallados, los
edificios públicos, semidesiertos, solo con el personal imprescindible. Pero lo
peor de todo era la sensación de desconcierto sobre cuánto puede durar esto y a
dónde puede conducir al país el nivel de ingobernabilidad al que se ha llegado.
“Cuanto
más dure este cierre, peores serán sus consecuencias”, advirtió Obama. “Más
familias sufrirán, más empresas se verán perjudicadas. Por lo tanto, una vez
más, pido urgentemente a la Cámara de Representantes que reabra la
administración, que reanude los servicios de los que dependen los
norteamericanos, que permita a los empleados públicos volver a sus trabajos”.
En la
Cámara de Representantes no había ayer movimientos significativos al respecto.
El último paso dado por los republicanos en esa cámara fue el de invitar al
Senado, dominado por el Partido Demócrata, a negociar. Pero a negociar, ¿qué?
El presupuesto enviado por la Casa Blanca lleva seis meses en un cajón del
líder republicano en la Cámara de Representantes sin que, hasta el momento, se
haya dignado siquiera a tomarlo en consideración. Cuando los republicanos
hablan de negociación se refieren a negociar la reforma sanitaria, y eso es
algo que para Obama equivaldría a arrojar por la borda toda su presidencia.
El plan de regular Internet
MIAMI.- El duro discurso de Dilma
Rousseff ante la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, en
el que denunció el espionaje electrónico de Estados Unidos en su país fue
aplaudido por casi todos los asistentes, pero su propuesta de regular Internet
debería ponernos muy nerviosos a todos.
Rousseff se refirió a las recientes filtraciones
del ex contratista de las agencias de inteligencia estadounidenses Edward
Snowden según las cuales el gobierno de Estados Unidos había interceptado
comunicaciones electrónicas de altos funcionarios brasileños, incluyendo a ella
misma, y de la empresa petrolera estatal de Brasil, Petrobras.
"Las revelaciones de las actividades de una
red global de espionaje electrónico han causado la indignación y el repudio de
la opinión pública en todo el mundo -dijo Rousseff-. Es una violación de la ley
internacional y una afrenta a los principios que deben guiar las relaciones
entre países, especialmente entre naciones amigas."
Hasta ese momento del discurso, era difícil
disentir de Rousseff. Aunque los funcionarios de Estados Unidos digan en
privado que todos los países -y no sólo Estados Unidos - interceptan
comunicaciones, y que Washington tiene la obligación ante sus ciudadanos de
llevar a cabo actividades de inteligencia que los protejan de ataques
terroristas, esos argumentos no son sólidos en el caso de Brasil.
Aunque la política exterior brasileña suele estar
alineada con regímenes dictatoriales, en el ámbito interno Brasil es un país
democrático y está muy lejos de promover o albergar a terroristas
internacionales.
Pero, tras su denuncia del espionaje
estadounidense, Rousseff dijo que el mundo necesita "mecanismos
multilaterales" para regular Internet y que la ONU debería estar a la
cabeza de ese proyecto. Agregó que Brasil propondrá una "regulación responsable"
de Internet para impedir las malas prácticas en el ciberespacio.
El problema de esa propuesta es que Brasil, junto
con Rusia, Sudáfrica e India, ha hecho propuestas de regular la Web desde 2005
y, en general, han sido aterradoras, según los defensores de la libertad de
expresión que ven en esas propuestas un camino que conduce a la censura.
En diciembre pasado, en una importante Conferencia
Mundial de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de la ONU,
celebrada en Dubai, los países que piden regulación de Internet -encabezados
por China y Rusia- propusieron una resolución destinada a regular el spam. Pero
Estados Unidos y varios países europeos objetaron esa propuesta con el
argumento de que la interpretación que hacen China y Rusia de spam podría llevar
a la censura de contenidos.
Varios expertos me dicen que las propuestas de
Brasil no son tan extremas, aunque podrían ser preocupantes. "Internet
funciona mejor bajo un sistema de gobierno descentralizado que incluya la
participación de expertos, defensores de los derechos humanos y miembros de la
comunidad técnica", dice Emma Llanso, del Centro para la Democracia y la
Tecnología.
Mi opinión: la propuesta de Rousseff de crear
"mecanismos multilaterales" destinados a regular Internet no debería
ser automáticamente desestimado, porque hay algunos aspectos de la Red -como el
espionaje electrónico, la pornografía infantil o el fraude financiero- que
necesitan alguna forma de supervisión internacional. Pero dejar la regulación
en manos de la ONU, donde China, Rusia y sus amigos autoritarios gozan de
enorme poder, es una pésima idea porque les permitiría hacer en el extranjero
lo que hacen en su ámbito nacional: censurar lo se puede leer o ver en
Internet.
La presidenta Rousseff tiene razón en estar enojada
por el espionaje electrónico y, posiblemente, también en que hay que establecer
algunos lineamientos internacionales para impedir estas prácticas. Pero dejar
que la ONU tome el liderazgo en esta materia daría demasiado poder a los
gobiernos y demasiado poco a las organizaciones de defensa de la libertad de
información y a la sociedad civil en general. Sería el principio del fin de la
libertad de expresión en el ciberespacio.
© LA NACION.
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