Majestuoso testimonio de un poder agostado

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miércoles, 2 de octubre de 2013

El plan de regular Internet


Por Andrés Oppenheimer | LA NACION


MIAMI.- El duro discurso de Dilma Rousseff ante la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, en el que denunció el espionaje electrónico de Estados Unidos en su país fue aplaudido por casi todos los asistentes, pero su propuesta de regular Internet debería ponernos muy nerviosos a todos.

Rousseff se refirió a las recientes filtraciones del ex contratista de las agencias de inteligencia estadounidenses Edward Snowden según las cuales el gobierno de Estados Unidos había interceptado comunicaciones electrónicas de altos funcionarios brasileños, incluyendo a ella misma, y de la empresa petrolera estatal de Brasil, Petrobras.
"Las revelaciones de las actividades de una red global de espionaje electrónico han causado la indignación y el repudio de la opinión pública en todo el mundo -dijo Rousseff-. Es una violación de la ley internacional y una afrenta a los principios que deben guiar las relaciones entre países, especialmente entre naciones amigas."
Hasta ese momento del discurso, era difícil disentir de Rousseff. Aunque los funcionarios de Estados Unidos digan en privado que todos los países -y no sólo Estados Unidos - interceptan comunicaciones, y que Washington tiene la obligación ante sus ciudadanos de llevar a cabo actividades de inteligencia que los protejan de ataques terroristas, esos argumentos no son sólidos en el caso de Brasil.
Aunque la política exterior brasileña suele estar alineada con regímenes dictatoriales, en el ámbito interno Brasil es un país democrático y está muy lejos de promover o albergar a terroristas internacionales.
Pero, tras su denuncia del espionaje estadounidense, Rousseff dijo que el mundo necesita "mecanismos multilaterales" para regular Internet y que la ONU debería estar a la cabeza de ese proyecto. Agregó que Brasil propondrá una "regulación responsable" de Internet para impedir las malas prácticas en el ciberespacio.
El problema de esa propuesta es que Brasil, junto con Rusia, Sudáfrica e India, ha hecho propuestas de regular la Web desde 2005 y, en general, han sido aterradoras, según los defensores de la libertad de expresión que ven en esas propuestas un camino que conduce a la censura.
En diciembre pasado, en una importante Conferencia Mundial de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de la ONU, celebrada en Dubai, los países que piden regulación de Internet -encabezados por China y Rusia- propusieron una resolución destinada a regular el spam. Pero Estados Unidos y varios países europeos objetaron esa propuesta con el argumento de que la interpretación que hacen China y Rusia de spam podría llevar a la censura de contenidos.
Varios expertos me dicen que las propuestas de Brasil no son tan extremas, aunque podrían ser preocupantes. "Internet funciona mejor bajo un sistema de gobierno descentralizado que incluya la participación de expertos, defensores de los derechos humanos y miembros de la comunidad técnica", dice Emma Llanso, del Centro para la Democracia y la Tecnología.
Mi opinión: la propuesta de Rousseff de crear "mecanismos multilaterales" destinados a regular Internet no debería ser automáticamente desestimado, porque hay algunos aspectos de la Red -como el espionaje electrónico, la pornografía infantil o el fraude financiero- que necesitan alguna forma de supervisión internacional. Pero dejar la regulación en manos de la ONU, donde China, Rusia y sus amigos autoritarios gozan de enorme poder, es una pésima idea porque les permitiría hacer en el extranjero lo que hacen en su ámbito nacional: censurar lo se puede leer o ver en Internet.
La presidenta Rousseff tiene razón en estar enojada por el espionaje electrónico y, posiblemente, también en que hay que establecer algunos lineamientos internacionales para impedir estas prácticas. Pero dejar que la ONU tome el liderazgo en esta materia daría demasiado poder a los gobiernos y demasiado poco a las organizaciones de defensa de la libertad de información y a la sociedad civil en general. Sería el principio del fin de la libertad de expresión en el ciberespacio.
© LA NACION. 

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