El Papa critica el
vaticano-centrismo que “se olvida el mundo que nos rodea”.
El Pontífice inicia
el cambio de rumbo de la institución.
PABLO
ORDAZ Roma
El Papa con los obispos del 'G-8'. / REUTERS-LIVE! / REUTERS
El día que el consejo de ocho cardenales comienza sus trabajos en
Roma para cambiar la Iglesia, el diario La Repubblica amanece
en los quioscos con una entrevista exclusiva de su
fundador, Eugenio Scalfari, con el papa Francisco. Y, como viene
siendo habitual, Jorge Mario Bergoglio dice lo que piensa con una sencillez y
una espontaneidad que, por momentos, sorprende al prestigioso periodista,
convencidamente ateo, pero no anticlerical.
Hay un momento de la entrevista en que, hablando sobre la exhortación de
Jesús — “amar a los otros como a sí mismos”, Scalfari pone en circulación la
palabra narcisismo. “A mí”, reflexiona el Papa, “la palabra narcisismo no me
gusta, indica un amor desmedido por uno mismo (…). El verdadero problema es que
los más afectados por esto, que en realidad es una especie de desorden mental
son personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son narcisistas”.
Scalfari le hace ver: “También muchos altos cargos de la Iglesia lo han sido…”.
El Papa acepta el desafío: “¿Sabe qué pienso sobre esto? Los jefes de la
Iglesia a menudo han sido narcisistas, adulados por sus cortesanos. La corte es
la lepra del papado”.
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El periodista se extraña por la dureza de la expresión: “¿Pero cuál es
la corte, se refiere tal vez a la curia?”. Francisco puntualiza: “No, en la
curia hay algunos cortesanos, pero la curia en su conjunto es otra cosa. Es
aquello que en los ejércitos se llama la intendencia, gestiona los servicios
que necesita la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es vaticano-céntrica. Cuida
los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses
temporales. Esta visión vaticano-céntrica se olvida del mundo que nos rodea. No
comparto esta visión y haré todo lo posible por cambiarla. La Iglesia es o debe
volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los curas, los párrocos, los
obispos están al servicio del pueblo de Dios”.
La entrevista, que arranca en la portada y ocupa las tres primeras
páginas del diario, comienza con una de las obsesiones del Papa, ya desvelada durante el viaje a Río de Janeiro: “Los males
más graves que afligen al mundo en estos años son la falta de trabajo de los
jóvenes y la soledad en que son dejados los viejos. Los viejos tienen necesidad
de cuidado y de compañía; los jóvenes, de trabajo y de esperanza, pero no
tienen ni lo uno ni lo otro, y el problema es que ya no lo encuentran. Están
aplastados por el presente. Y dígame: ¿se puede vivir aplastado por el
presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse al futuro
construyendo un proyecto, un porvenir, una familia...?”.
Un Papa tan preocupado por el mundo que le rodea no escatima al
entrevistador su visión de la política: “Pienso que el llamado liberalismo
salvaje convierte a los fuertes en más fuertes y a los débiles en más débiles y
a los excluidos en más excluidos. Se necesita gran libertad, ninguna discriminación,
no demagogia y mucho amor. Se necesitan normas de comportamiento y también, si
fuese necesario, la intervención directa del Estado para corregir las
desigualdades más intolerables”.
Francisco
El encuentro tuvo lugar el pasado martes, en la residencia de Santa
Marta, después de que el Papa y el fundador del diario La Repubblica protagonizaran
un público intercambio de cartas sobre el diálogo entre creyentes y no
creyentes. El Papa insiste en su intención de abrir los brazos de la Iglesia:
“Cada cual tiene su idea del bien y del mal y debe elegir seguir el bien y
combatir el mal como cada uno lo conciba. Sería suficiente esto para mejorar el
mundo”.
Al hablar de la Teología
de la Liberación, Eugenio Scalfari le pregunta si considera justo
que el papa Wojtyla excomulgase y combatiese a sus líderes. “Ciertamente”,
responde Francisco, “le daban un sesgo político a su ideología, pero muchos de
ellos eran creyentes con un alto concepto de humanidad”.
Sobre el consejo de cardenales, el llamado G-8 del Vaticano, el papa
Francisco advierte de que no se trata de cortesanos, sino de personas sabias y
animadas por sus mismos objetivos: “Este es el inicio de una Iglesia con una
organización no tan vertical sino también horizontal”. Se considera consciente
de la dificultad para hacer valer los nuevos métodos, pero se declara
convencido de seguir adelante: “Con prudencia, pero con firmeza y tenacidad”.
El Papa y el veterano periodista quedan en verse otra vez. Eugenio
Scalfari termina su entrevista con una reflexión: “Este es el papa Francisco.
Si la Iglesia se convierte en la que él quiere e imagina, cambiará una época”.
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