Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 6 de diciembre de 2013

El angustiante mensaje de los saqueos



Aunque se trata de un fenómeno multicausal, la ola de robos que padeció Córdoba mostró la fragilidad del contrato social y, además, los límites del nuevo estilo amigable del Gobierno


Por Pablo Mendelevich  | 



El renovado temor de que todo puede descomponerse de un momento a otro y la comprobación de que 12 años después del gran colapso el contrato social es todavía frágil. Ésos son quizá los mensajes más angustiantes que envió Córdoba a todo el país. Justo Córdoba, cuna de la Reforma Universitaria y del golpe del 55, escenario del Cordobazo, provincia de anticipos.
El fenómeno de los saqueos, de modalidades variables, suele ser multicausal, pero cualquier argentino sabe que, cuando aparece, corresponde inquietarse, sobre todo si hay muertes. Reflejo de Pavlov de signo inverso, aplicado a la fisiología local: en la memoria colectiva, saqueos expandidos significa 2001, el infierno, como machacaba Kirchner, quien había entendido bien la persistencia del trauma. Fenómeno subcutáneo por naturaleza, cuando aparece no hay certidumbre sobre las réplicas. Sólo cabe esperar la singularidad.
Porque descifrar los saqueos nunca es sencillo. Su componente orgánico no aparece discriminado de la parte espontánea. Todavía hoy se discute qué sucedió en 2001. Aunque pasó casi inadvertido, Cristina Kirchner, horas después de los saqueos de diciembre de 2012 en Bariloche, se pronunció en favor de la tesis de que los hechos que enmarcaron la caída de De la Rúa estuvieron provocados por activistas peronistas. Dijo saber cómo empezó todo, cómo se organizó, quiénes fueron. Pero no brindó detalles. Los voceros del gobierno nacional le reprocharon ayer al gobernador José Manuel de la Sota no haber previsto de antemano una situación que se conocía. ¿Quién la conocía? ¿Cómo se utiliza la información de inteligencia sobre la intranquilidad social, que ciertamente manejan los espías del Estado, con el fin, se supone, de adelantarse a los hechos? ¿No se comparte la sospecha de un estallido inminente?
Desde luego que el vandalismo silvestre se entremezcla en estas ocasiones con la delincuencia de mayor oficio. Algunos actúan más organizados que otros. Pero es la política, que asoma casi siempre a través de punteros y barrabravas todoterreno, la que empuja el análisis al campo infinito de las conspiraciones. Lo corriente en la calle es pensar que las motivaciones sólo son dos: o son saqueadores "con hambre", supuestamente más respetables en la visión pedestre, o se trata de hordas con las necesidades básicas satisfechas, sujetos más despreciables. Acaso se trata de categorías yuxtapuestas por la confusión del polvo que levantan a su paso: la de los actores, la de sus manipuladores y la de las condiciones socioambientales que ponen el escenario.
Lo que estalló anteayer en Córdoba también puede ser visto como algo diferente, un experimento antropológico: dado que la policía se dedicó a hacer huelga, eso convirtió a la ciudad en tierra de nadie y la orfandad desafió la rutina de los habitantes y los incitó a dividirse entre asaltantes y asaltados. ¿Sin patrocinios?
Primera conclusión, el derecho a huelga de los policías -otra cosa es el derecho a agremiarse o a celebrar paritarias- parece tan contraindicado como el de los pilotos en vuelo. Tal vez resulte apresurado colegir que en toda población urbana privada de policía siempre habrá quien corra a saquear supermercados, negocios, casas, a destruir lo que encuentre a su paso y se tirotee con la parte de la población que esté decidida a defender sus bienes. Pero no pasaría en cualquier lado. Un trastrocamiento de valores subyace en esta clase de arrojo delincuencial, seguramente emparentado con la pobreza y la marginación.
Ahora hay, como dice el historiador Luis Alberto Romero, un mundo de la pobreza que antes no existía, conformado por un cuarto o un tercio de la población, dentro de una sociedad más segmentada. "Se ha consolidado un tipo de sociabilidad comunitaria, una forma de entender la vida y un conjunto de valores y expectativas singulares -escribió Romero en estas mismas páginas- que ya no dependen de la falta de empleo. Ni el trabajo estable ni la educación ocupan un lugar central, y la ley tiene una significación relativa. Pero, en cambio, son sólidas las jefaturas personales, de referentes o de «porongas»."
Y luego está el aspecto político-institucional. Debieron sentirse decepcionados ayer quienes creyeron que el gobierno nacional, domesticado por las derrotas electorales de junio y octubre, ingresó por fin, hace pocas semanas, en una sostenida fase contemporizadora. Jorge Capitanich se ocupó por la mañana de pulverizar las ilusiones remanentes. Recordó que la esencia kirchnerista está intacta. En realidad, no lo recordó, sino que lo dramatizó. Sin pruritos, como quien recibe una instrucción precisa, acicateó con todo el poder del Estado -al retacearle el envío de la Gendarmería- al gobernador cordobés, el menos alineado de los gobernadores peronistas. Aparte del recurso adolescente de decir que su celular no había sonado, Capitanich, hay que admitirlo, fue sincero (tanto como lo había sido la Presidenta cuando para aguijonear a Daniel Scioli puso en riesgo la estabilidad bonaerense). Sólo faltó que dijera "ésta la aprendimos de Lanusse". Pensaba el dictador Juan Carlos Onganía, décadas atrás, que, como comandante en jefe del Ejército, el general Lanusse había demorado en 1969 la ayuda de tropas militares que el presidente le había solicitado para reprimir el Cordobazo, con el propósito de desgastarlo y hacerle pagar el costo de los sucesos, tal como luego ocurrió.
Quizás al castigarlo con la retención de los gendarmes la Presidenta no quiso solamente culpar a De la Sota para rebajarle sus pretensiones presidenciales. Los adversarios peronistas son su primera obsesión, pero ella también teme, seguramente con motivo, el riesgo de que algún día los saqueos puedan hacer metástasis, lo cual invalidaría el argumento estrenado en Bariloche de que sólo suceden por culpa de la autoridad local. De allí el interés por insistir en el mal procesamiento de la crisis policial, en la ausencia del gobernador y en la insólita justificación de que De la Sota nunca llamó. Como si en la Casa Rosada no hubiera por lo menos un televisor que le permitiera ver a Capitanich -o a algún asistente- lo que medio país estaba viendo: la ciudad de Córdoba en estado preanárquico.
Mauricio Macri salió contento, el martes, de la Casa Rosada, porque todo lo que el Gobierno antes le negaba se lo consintió entre derroches de cortesía. Es el "diálogo" que vino con la era Capitanich, según dijo el oficialismo. Una ronda en la que incluir a De la Sota requerirá, como mínimo, conseguir que logren hablar por teléfono para concertar la cita.
© LA NACION. 

Obama: “Mandela ahora pertenece a la eternidad”



El presidente de EE UU destaca el impacto que el líder sudafricano ha tenido en su vida. El resto de exmandatarios reconocen su lucha por las libertades.




EVA SAIZ Washington 



Barack Obama durante su intervención tras la muerte de Nelson Mandela. / SHAWN THEW (EFE)

Visiblemente emocionado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha loado la trayectoria vital y política de Nelson Mandela y ha destacado el impacto que tuvo en su propia vida en un mensaje desde la Casa Blanca, ofrecido minutos después de que se anunciara la muerte del líder sudafricano. Las palabras del mandatario se han sumado a la de otros expresidentes y altas personalidades políticas de este país que han coincidido en resaltar su lucha a favor de la libertad y el poder transformador de su ejemplo en la deriva de Sudáfrica. Mientras Obama hablaba, en la embajada sudafricana en Washington se iluminaba la estatua de su expresidente, inaugurada hace unas semanas, frente a la que ya se habían empezado a congregar los primeros compatriotas que se habían acercado hasta allí para mostrar sus condolencias.
“Su compromiso por buscar la reconciliación con aquellos que lo enviaron a prisión es un modelo de conducta al que debería aspirar toda la humanidad”, ha señalado Obama. El presidente ha reconocido que Mandela era su héroe y, este jueves, se ha referido en varias ocasiones a la influencia que tuvo en él cuando todavía era un estudiante. “Mi primera actividad verdaderamente política fue manifestarme contra el apartheid”, ha recordado Obama, tras insistir en que no podía imaginarse su propia vida “sin el ejemplo dejado por Mandela”. “No nos pertenece, pertenece a la eternidad”, ha asegurado.
Este verano, el presidente viajó a Sudáfrica con la esperanza de poder conocer a Mandela, pero su delicado estado de salud frustró ese encuentro. Obama, no obstante, visitó junto a sus hijas la diminuta celda en la prisión de Robben Island, en la que el expresidente sudafricano vivió encerrado 27 años. “El día que fue excarcelado tuve la certeza de lo que los seres humanos pueden hacer cuando están guiados por sus esperanzas en lugar de por sus miedos”, ha explicado el presidente, en otro ejemplo del impacto que Mandela tuvo en él.
Su predecesor en la Casa Blanca, George W. Bush, ha destacado que el líder sudafricano fue “una de los grandes impulsores de las libertades y la igualdad de nuestro tiempo”. Su padre, George H. W. Bush, ha reconocido que era “un hombre de gran valentía que transformó el curso de la historia de su país”.
Bill Clinton ha mostrado sus condolencias vía Twitter junto a una foto de ambos: “Nunca olvidaré a mi amigo Madiba”. El expresidente demócrata y su mujer, Hillary, visitaron a Mandela en varias ocasiones y, como Obama, nunca ha ocultado su admiración por él. El expresidente Jimmy Carter se ha dirigido a los ciudadanos sudafricanos, señalando que “habían perdido a un gran líder”.
Desde Israel, donde se encuentra para tratar de impulsar las negociaciones de paz en Oriente Próximo, el secretario de Estado, John Kerry, ha destacado, precisamente, que Madiba será recordado como "un pionero de la paz". "Su viaje hacia la libertad dio un nuevo significado a las palabras valentía, perdón y dignidad humana. Ahora que ese largo camino ha llegado a su fin, el modelo que él ha ofrecido a la humanidad, vivirá para siempre", ha señalado Kerry en un comunicado.
El jefe de los republicanos en el Congreso, John Boehner, también ha recalcado el profundo cambio que llevó a su país. “Mandela lideró a sus conciudadanos en una transformación épica con una autoridad tranquila que dirigió su propio camino desde la prisión a la presidencia”.
"Siempre se dice de alguien cuando muere que sus palabras y sus acciones le sobrevivirán, pero en este caso es cierto", ha destacado en un comunicado la antigua secretaria de Estado con la Administración Clinton, Madeleine Albright. Otra ex secretaria de Estado, Condoleeza Rice, ha ensalzado la figura de Mandela como símbolo de lucha "por los derechos humanos y la igualdad".
El todavía alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, se ha lamentado por la “pérdida de una de las figuras más influyentes de la historia moderna” y el presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado, el demócrata Bob Menéndez, ha recordado cómo Mandela “nos enseñó sobre humanidad en medio de la inhumanidad”.
Muhhamad Alí, que coincidió con Mandela en varias ocasiones, ha dirigido una emotivas palabras en homenaje al expresidente sudafricano: "El suyo fue un espíritu libre nacido para alzarse sobre el arcoíris. Hoy ese espíritu se alza sobre los cielos y será libre para siempre". 

jueves, 5 de diciembre de 2013

Elogio de Nelson Mandela



Transformó la historia de Sudáfrica de una manera que parecía inconcebible y demostró, con su inteligencia, honestidad y valentía, que en el campo de la política a veces los milagros son posibles.






Nelson Mandela, el político más admirable de estos tiempos revueltos, agoniza en un hospital de Pretoria y es probable que cuando se publique este artículo ya haya fallecido, pocas semanas antes de cumplir 95 años y reverenciado en el mundo entero. Por una vez podremos estar seguros de que todos los elogios que lluevan sobre su tumba serán justos, pues el estadista sudafricano transformó la historia de su país de una manera que nadie creía concebible y demostró, con su inteligencia, destreza, honestidad y valentía, que en el campo de la política a veces los milagros son posibles.
Todo aquello se gestó, antes que en la historia, en la soledad de una conciencia, en la desolada prisión de Robben Island, donde Mandela llegó en 1964, a cumplir una pena de trabajos forzados a perpetuidad. Las condiciones en que el régimen del apartheid tenía a sus prisioneros políticos en aquella isla rodeada de remolinos y tiburones, frente a Ciudad del Cabo, eran atroces. Una celda tan minúscula que parecía un nicho o el cubil de una fiera, una estera de paja, un potaje de maíz tres veces al día, mudez obligatoria, media hora de visitas cada seis meses y el derecho de recibir y escribir sólo dos cartas por año, en las que no debía mencionarse nunca la política ni la actualidad. En ese aislamiento, ascetismo y soledad transcurrieron los primeros nueve años de los veintisiete que pasó Mandela en Robben Island.
En vez de suicidarse o enloquecerse, como muchos compañeros de prisión, en esos nueve años Mandela meditó, revisó sus propias ideas e ideales, hizo una autocrítica radical de sus convicciones y alcanzó aquella serenidad y sabiduría que a partir de entonces guiarían todas sus iniciativas políticas. Aunque nunca había compartido las tesis de los resistentes que proponían una “África para los africanos” y querían echar al mar a todos los blancos de la Unión Sudafricana, en su partido, el African National Congress, Mandela, al igual que Sisulu y Tambo, los dirigentes más moderados, estaba convencido de que el régimen racista y totalitario sólo sería derrotado mediante acciones armadas, sabotajes y otras formas de violencia, y para ello formó un grupo de comandos activistas llamado Umkhonto we Sizwe, que enviaba a adiestrarse a jóvenes militantes a Cuba, China Popular, Corea del Norte y Alemania Oriental.

En la soledad de la cárcel revisó sus ideas e hizo una autocrítica radical de sus convicciones

Debió de tomarle mucho tiempo —meses, años— convencerse de que toda esa concepción de la lucha contra la opresión y el racismo en África del Sur era errónea e ineficaz y que había que renunciar a la violencia y optar por métodos pacíficos, es decir, buscar una negociación con los dirigentes de la minoría blanca —un 12% del país que explotaba y discriminaba de manera inicua al 88% restante—, a la que había que persuadir de que permaneciera en el país porque la convivencia entre las dos comunidades era posible y necesaria, cuando Sudáfrica fuera una democracia gobernada por la mayoría negra.
En aquella época, fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, pensar semejante cosa era un juego mental desprovisto de toda realidad. La brutalidad irracional con que se reprimía a la mayoría negra y los esporádicos actos de terror con que los resistentes respondían a la violencia del Estado, habían creado un clima de rencor y odio que presagiaba para el país, tarde o temprano, un desenlace cataclísmico. La libertad sólo podría significar la desaparición o el exilio para la minoría blanca, en especial los afrikáners, los verdaderos dueños del poder. Maravilla pensar que Mandela, perfectamente consciente de las vertiginosas dificultades que encontraría en el camino que se había trazado, lo emprendiera, y, más todavía, que perseverara en él sin sucumbir a la desmoralización un solo momento, y veinte años más tarde, consiguiera aquel sueño imposible: una transición pacífica delapartheid a la libertad, y que el grueso de la comunidad blanca permaneciera en un país junto a los millones de negros y mulatos sudafricanos que, persuadidos por su ejemplo y sus razones, habían olvidado los agravios y crímenes del pasado y perdonado.
Habría que ir a la Biblia, a aquellas historias ejemplares del catecismo que nos contaban de niños, para tratar de entender el poder de convicción, la paciencia, la voluntad de acero y el heroísmo de que debió hacer gala Nelson Mandela todos aquellos años para ir convenciendo, primero a sus propios compañeros de Robben Island, luego a sus correligionarios del Congreso Nacional Africano y, por último, a los propios gobernantes y a la minoría blanca, de que no era imposible que la razón reemplazara al miedo y al prejuicio, que una transición sin violencia era algo realizable y que ella sentaría las bases de una convivencia humana que reemplazaría al sistema cruel y discriminatorio que por siglos había padecido Sudáfrica. Yo creo que Nelson Mandela es todavía más digno de reconocimiento por este trabajo lentísimo, hercúleo, interminable, que fue contagiando poco a poco sus ideas y convicciones al conjunto de sus compatriotas, que por los extraordinarios servicios que prestaría después, desde el Gobierno, a sus conciudadanos y a la cultura democrática.

Como la gota persistente que horada la piedra, fue abriendo puertas en esa ciudadela de desconfianza

Hay que recordar que quien se echó sobre los hombros esta soberbia empresa era un prisionero político, que, hasta el año 1973, en que se atenuaron las condiciones de carcelería en Robben Island, vivía poco menos que confinado en una minúscula celda y con apenas unos pocos minutos al día para cambiar palabras con los otros presos, casi privado de toda comunicación con el mundo exterior. Y, sin embargo, su tenacidad y su paciencia hicieron posible lo imposible. Mientras, desde la prisión ya menos inflexible de los años setenta, estudiaba y se recibía de abogado, sus ideas fueron rompiendo poco a poco las muy legítimas prevenciones que existían entre los negros y mulatos sudafricanos y siendo aceptadas sus tesis de que la lucha pacífica en pos de una negociación sería más eficaz y más pronta para alcanzar la liberación.
Pero fue todavía mucho más difícil convencer de todo aquello a la minoría que detentaba el poder y se creía con el derecho divino a ejercerlo con exclusividad y para siempre. Estos eran los supuestos de la filosofía del apartheid que había sido proclamada por su progenitor intelectual, el sociólogo Hendrik Verwoerd, en la Universidad de Stellenbosch, en 1948 y adoptada de modo casi unánime por los blancos en las elecciones de ese mismo año. ¿Cómo convencerlos de que estaban equivocados, que debían renunciar no sólo a semejantes ideas sino también al poder y resignarse a vivir en una sociedad gobernada por la mayoría negra? El esfuerzo duró muchos años pero, al final, como la gota persistente que horada la piedra, Mandela fue abriendo puertas en esa ciudadela de desconfianza y temor, y el mundo entero descubrió un día, estupefacto, que el líder del Congreso Nacional Africano salía a ratos de su prisión para ir a tomar civilizadamente el té de las cinco con quienes serían los dos últimos mandatarios del apartheid: Botha y De Klerk.
Cuando Mandela subió al poder su popularidad en Sudáfrica era indescriptible, y tan grande en la comunidad negra como en la blanca. (Yo recuerdo haber visto, en enero de 1998, en la Universidad de Stellenbosch, la cuna del apartheid, una pared llena de fotos de alumnos y profesores recibiendo la visita de Mandela con entusiasmo delirante). Ese tipo de devoción popular mitológica suele marear a sus beneficiarios y volverlos —Hitler, Stalin, Mao, Fidel Castro— demagogos y tiranos. Pero a Mandela no lo ensoberbeció; siguió siendo el hombre sencillo, austero y honesto de antaño y ante la sorpresa de todo el mundo se negó a permanecer en el poder, como sus compatriotas le pedían. Se retiró y fue a pasar sus últimos años en la aldea indígena de donde era oriunda su familia.
Mandela es el mejor ejemplo que tenemos —uno de los muy escasos en nuestros días— de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada, sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común, y que hay políticos, como el estadista sudafricano, que dejan su país, el mundo, mucho mejor de como lo encontraron.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2013.
© Mario Vargas Llosa, 2013.
 

Muere Nelson Mandela



Fallece el primer presidente negro de Sudáfrica y el hombre clave contra el 'apartheid'.




Nelson Mandela, en 2005. / EFE

Nelson Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica y el hombre clave para acabar con el régimen racista del apartheid, por el que una minoría blanca dominó durante décadas a sus compatriotas, ha fallecido a los 95 años en su casa de Johanesburgo, según ha confirmado el presidente surafricano Jacob Zuma. La salud de Madiba, como cariñosamente era conocido por su pertenencia a la etnia xhosa, era frágil hacía tiempo. Durante los últimos dos años tuvo que ser hospitalizado en cinco ocasiones, la última por una infección pulmonar, el pasado 8 de junio, un problema que ha arrastrado su salud desde los tiempos de confinamiento en la prisión de la isla de Robben.
Desde su última hospitalización y tras conocer la gravedad de su estado de salud, las calles de Sudáfrica han rezado por su vida, aunque también ha habido voces, como la del diario sudafricano Sunday Times, que han pedido que dejen descansar al expresidente. Las últimas imágenes ofrecidas del nonagenario fueron captadas en abril de este año, poco después de recibir el alta del hospital. El presidente Zuma acudió a su hogar para visitarle, pero la instantánea que resultó de aquel encuentro mostró a un Mandela ausente, serio, delgado y débil. La visita provocó fuertes críticas contra el propio Zuma por la escena que dejó entre los sudafricanos.  
A su vera en todo momento en esta última hospitalización ha estado su esposa, Graça Machel, que en una nota agradeció el pasado 17 de junio, ante las buenas noticias que llegaban desde la habitación de Madiba, los “miles” de mensajes “de amor, consuelo y esperanza”.
El pasado 23 de junio, la presidencia del país, en un comunicado firmado por el jefe de Estado, Jacob Zuma, informó de que empeoraba, de que su condición pasaba a ser "crítica". "Está en buenas manos", manifestó Zuma. Madiba no ha podido superar los problemas pulmonares.
Con Mandela desaparece una de las grandes figuras políticas del siglo XX. Su elección como presidente en las primeras elecciones multirraciales, celebradas el 27 de abril de 1994, fue la culminación de una trayectoria que empezó en las juventudes del partido Congreso Nacional Africano. Condenado a cadena perpetua en 1962 por su lucha contra el apartheid, pasó 27 años encarcelado, la mayoría en el penal de la isla de Robben, donde era el preso 46664.
El mundo sometió a la Sudáfrica blanca al boicot, las sanciones y el aislamiento internacional a causa de la política de segregación racial. Durante sus últimos años entre rejas, negoció en secreto con el presidente Frederik de Klerk el fin del sistema de apartheid y una vez libre retomó el liderazgo de su partido, que fue legalizado como otras organizaciones que habían luchado contra el régimen. Ambos políticos recibieron el Nobel de la Paz en 1993. Tras un único mandato de cinco años como presidente, se retiró de la política. 

El mapa de América Latina sin Brasil



Si se borrara la presencia del país en el continente, quedaría una figura irreconocible.



José Saramago, el fallecido Nobel de literatura portugués, me hizo notar un día que en España, cuando muestran el tiempo en la televisión, nunca lo hacen quitando a Portugal. Y me comentó: “Es que los españoles, si arrancáis del mapa a Portugal sentís complejo de castración”.
Y es cierto: la piel de toro ibérica, sin Portugal, aparece como una imagen mutilada, esquisita, en la acepción negativa del vocablo portugués.
Se discute, cada vez más si Brasil pertenece a título completo a América Latina. Los brasileños, en general, no se sienten del todo latinoamericanos sino simplemente “brasileños”, por múltiples razones históricas, no la última, la lengua que los separa de los otros pueblos del continente.
Sin embargo, Brasil, visto en el mapa, aparece como la barriga del continente. Recordando la anécdota de Saramago, he probado a imaginarme la figura de Latinoamérica, sin Brasil. Hagan una prueba con papel y lápiz. Todo queda desfigurado. Ese cuerpo robusto, compacto, macizo, lleno, que forma el continente, se convierte enseguida en una imagen irreconocible, como una serpiente en pie o un cuerpo al que le han vaciado del tronco y de la barriga.

Se puede discutir hasta el infinito sobre si existe la brasilinidad, sobre si hay dos Américas: la hispana y la portuguesa

Se puede discutir hasta el infinito sobre si existe la brasilinidad, sobre si hay dos Américas: la hispana y la portuguesa. Y es innegable que dentro de un mismo continente, cada rincón mantiene su idiosincrasia, sus características antropológicas e históricas.
La Unión Europea es, por ejemplo, en la época moderna, la más fuerte experiencia de un continente unido al que se le han borrado hasta las fronteras con una moneda única, un gobierno y un parlamento propios y hasta un Banco Central.
Y nadie podrá decir que la diversidad, no sólo de lenguas, sino de identidades culturales e históricas no sean menos más disparatadas que las de Brasil y México, por ejemplo. ¿Qué
tienen en común Suecia con Grecia, o Portugal con Reino Unido o con Holanda?
Y sin embargo, Europa, que ya fue el centro del mundo, del arte y de la cultura, es vista siempre como una identidad en sí. Se viaja a Europa, se vaya a Polonia o a Bélgica.
El sueño de no pocos latinoamericanos ha sido siempre el de llegar a ser de alguna forma, con sus profundas diversidades individuales, la Europa del Nuevo Mundo, es decir una unidad diferente en sus partes, pero formando una sola realidad.

El sueño de no pocos latinoamericanos ha sido siempre el de llegar a ser la Europa del Nuevo Mundo

El fruto mayor de estos últimos setenta últimos años en Europa ha sido el ser un continente que, por primera vez en muchos siglos, se ha visto libre de las guerras que fueron, en el pasado, su amargo pan cotidiano.
Hoy, en Europa vuelven a latir, sin embargo, tentaciones de vuelta a su antiguo desgarro. Nacen los movimientos contra la Unión Europea por parte de los que un día, como los seguidores de Moisés en el desierto, sienten la nostalgia de las ollas hirviendo de carne y cebollas del tiempo de la esclavitud.
Y Europa puede rasgarse de nuevo con el fantasma de fondo del retorno de las guerras. Fue faro de civilización, pero también campo de guerras sin fin. Ahora unido por la paz, sus pueblos vuelven a agitarse en una tentación diabólica de volver a su dramático pasado.

En esta nueva Europa de las Américas, está amaneciendo algo nuevo que lleva el cuño de la esperanza y del gusto por la vida

El peligro es que Europa, de nuevo con su túnica dividida, acabe siendo solo un museo de riquezas artísticas, un ”ya fue”, un imperio en declive, como lo fueron tantos en la historia antigua, una reliquia del pasado. Algo muerto.
Europa se ve azotada por la tentación pesimista que aqueja a los que sienten haber perdido la ilusión y hasta el liderazgo de una de las mayores civilizaciones que han existido.
Europa está de regreso de su civilización. Por ello, cansada. América Latina, al revés, está empezando un nuevo camino, quizá con las ilusiones que un día acunaron a Europa. Sobre esa experiencia de un mundo nuevo en ascensión en vez de en camino de vuelta, están estudiando justamente antropólogos y sociólogos europeos que ven en la nueva experiencia latinoamericana el germen de aquellas ilusiones que forjaron un día la Europa que hoy hace marcha atrás.
Es la ilusión- a pesar de los inmensos problemas y llagas aún abiertas y de la carga de corrupción política- contra la desilusión que acogota a tantos europeos.
Los pueblos nuevos de AL, de la que no podemos arrancar a Brasil sin sentir complejo de castración, se diferencian hoy de Europa en cuanto a la visión del futuro. La conciencia de sus ciudadanos, empezando por los brasileños, de que el futuro será mejor que el presente, es algo que diferencia fundamentalmente a ambos continentes.
Recuerdo una entrevista en Madrid, hace ya años, con el sociólogo italiano, Domenico de Masi, hoy un gran analista de la idiosincrasia brasileña, autor del famoso libro El ocio creativo.
Masi me sorprendió en aquella conversación al ponerme a Brasil como un laboratorio de análisis de las tendencias de una civilización nueva que podría estar surgiendo, ya que sus gentes, me decía, “trabajan para vivir y no viven sólo para trabajar”. Un país con rara tolerancia religiosa, con una enorme capacidad de aceptación del diferente, algo que es hoy la gran espina castradora de Europa: el miedo y el rechazo a los “otros”, considerados como nuevos enemigos.
En aquellos mismos días, el filósofo español Fernando Savater me puso, curiosamente, el mismo ejemplo de Brasil como germen de lo que podría ser un mundo nuevo “sin las guerras que asolaron a Europa” durante siglos. Me decía que esa capacidad de los brasileños de ser tan diferentes, pero sintiéndose todos orgullosos de su país y esa capacidad de recibir y mezclarse con todos los pueblos y razas (en São Paulo conviven en paz gentes de más de cien países que aportan libremente sus características propias) era el mejor antídoto contras las tentaciones de las guerras.
En Europa crecen, por ejemplo, peligrosamente, los movimientos y partidos ultras y vuelven a levantar cabeza los viejos fantasmas que habían sido domados de fascismos y nazismos. Se recela de la democracia y de las libertades tan duramente conquistadas para entregarse a la tiranía de los nuevos ídolos del capitalismo y del mercado.
En AL, al revés, se van disipando las nubes de las viejas dictaduras, existen anhelos cada vez más fuertes de abrir espacios a nuevas formas de democracia y participación ciudadana, a nuevos organismos que puedan ser, aunque aún confusamente, el embrión de un futuro continente sin fronteras y con una sola moneda. Y quizás hasta con dos lenguas hermanas dialogando amigablemente entre sí.
Y la historia nos enseña que son justamente las guerras de religión y de pensamiento, la tentación de querer marcar lo que nos separa más que lo que nos une, lo que hizo sufrir a Europa con sus hogueras de la Inquisición.
Aquí, en esta nueva Europa de las Américas, está amaneciendo algo nuevo que lleva, al revés, el cuño de la esperanza y del gusto por la vida y su disfrute, en un entorno natural aún con el sabor de la naturaleza no violada.
Lo dicen los que llevan analizando el fenómeno de estos pueblos nuevos que, pese a llevar todavía a cuestas las cicatrices de viejas esclavitudes y de dolorosas experiencias autoritarias colonizadoras, están apostando por un nuevo Renacimiento, quizá distinto del que forjó a la vieja Europa, pero también- y tantos apuestan por ello- más pegado a los valores humanos de convivencia, solidaridad, acogida del otro y ganas de vivir mejor, más cerca de la naturaleza que de las máquinas.
Y en este nuevo renacimiento del Nuevo Mundo o de la nueva Europa americana, Brasil no solo no puede ser arrancado del mapa del continente, que quedaría muy feo sin él, sino tampoco de la nueva experiencia que está germinando y que explicaría esa fascinación actual de los europeos hasta por la vida pobre de las favelas brasileñas, ricas en humanidad y creatividad y que apuntan, con todas sus contradicciones, valores de una nueva civilización en gestación.
Todo ello es más profundo en su realidad verdadera que lo que puede aparecer en la superficie de la banalidad de la simple política cotidiana.
El 98% de los europeos que visitan AL, y en concreto Brasil , confiesan que les gustaría volver. Sobre todo, por la calidez y la alegría de sus gentes. ¿Es poco en un mundo cada vez más huérfano de acogida del diferente? 

Obama cita la desigualdad como “el mayor desafío de nuestro tiempo”



El presidente de Estados Unidos menciona al papa Francisco en un discurso sobre economía de gran calado social.


YOLANDA MONGE Washington/EL PAÍS


 Barack Obama, durante su discurso hoy en Washington. / BRENDAN SMIALOWSKI (AFP)

El presidente que heredó la peor recesión económica desde la Gran Depresión dejó hoy la confortable Casa Blanca para trasladarse al límite sureste de la ciudad de Washington y pronunciar a orillas del río Anacostia –en uno de los barrios más depauperados de la capital de la nación- un discurso de gran calado social en el que citó al papa Francisco y declaró la desigualdad económica como "el mayor desafío de nuestro tiempo".
“La peligrosa y creciente desigualdad ha puesto en peligro” el fundamento social de la clase media de que “si trabajas duro tienes la oportunidad de salir adelante”, ha dicho Barack Obama, en un acto organizado en un centro social de Anacostia por el Center for American Progress, un think tank cercano a la Casa Blanca. Insistiendo en que esa desigualdad se ha convertido en “el mayor desafío” de nuestra era, el presidente estableció que si bien no se puede prometer “igualdad de ingresos” sí se debe poder garantizar “igualdad de oportunidades”.

La mayor parte del crecimento económico de los últimos años ha ido a unos pocos afortunados”
Barack Obama

Con resonancias de los legados dejados por tres presidentes republicanos –Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt y Dwight Eisenhower-, Obama ha expuesto lo que será su agenda doméstica durante el resto de su presidencia y dónde centrará sus energías. “La mayor parte del crecimento económico de los últimos años ha ido a unos pocos afortunados”, ha informado el presidente, con el dato en la recámara de que los ejecutivos de las empresas cobran hasta 273 veces más que los trabajadores.
A continuación, el mandatario ha hecho referencia al Papa, quien a lo largo de 142 páginas de exhortación apostólica describió a finales del mes pasado, en su primer gran documento, una iglesia católica que quiere transformar para hacerla más cercana a sus fieles y un mundo donde triunfa “una economía que mata” a través de la exclusión y la inequidad.
“Los ingresos económicos” de los trabajadores deberían estar marcados por “la ética del trabajo”, ha dicho Obama, no por “el código postal” en el que se viva”, ha recordado el presidente desde Anacostia y un día antes de que miles de empleados de las cadenas de comida rápida de más de 100 ciudades abandonen sus puestos en señal de protesta en lo que ha sido un largo año de denunciar las dificultades de tener que vivir con los 7,25 dólares por hora en los que está fijado el salario mínimo federal.

El presidente quiso recordar para quien no fuera consciente que el nivel de desigualdad económica en EEUU es comparable al de países como Jamaica y Argentina

Sin aportar ninguna receta económica que alivie los problemas existentes pero llamando a que el Congreso apruebe las leyes que están estancadas debido a el obstruccionismo político de la oposición republicana –a la que no mencionó por su nombre sino que se refirió a ella como el gran elefante que está sentando en la habitación y todos pretenden no ver-, Obama básicamente estableció el que será el tono de su discurso del estado de la Unión del próximo mes de enero –algo sobre lo que bromeó ante los asistentes al informarles que la alocución que estaba haciendo no era esa a pesar de que lo pareciera-.
El presidente quiso recordar para quien no fuera consciente que el nivel de desigualdad económica en EEUU es comparable al de países como Jamaica y Argentina. “La desigualdad económica no es solo una cuestión moral, es mucho más probable que suceda una recesión en países con mayores desigualdades”, ha declarado el presidente al reclamar al Capitolio que apruebe la elevación del salario mínimo.
También se refirió a la necesidad de sacar adelante la reforma migratoria, ley que sin duda ya no verá su aprobación este año. “Nuestra historia de discriminación”, ha dicho el primer presidente negro de EEUU, “hace que hispanos y afroamericanos paguen un mayor precio por la desigualdad económica”, ha recordado el mandatario. aunque ha matizado que "el problema es hoy día más de desigualdad entre clases que de desigualdad entre razas”.
Obama finalizó un discurso de casi 50 minutos con una nota de optimismo que contrastaba con un duro dato, el que asegura que más de la mitad de los norteamericanos sufrirá la pobreza en algún momento de su vida. Y aun así, el presidente dijo tener confianza en que el futuro luce más radiante que el pasado y que están por llegar grandes días para EEUU. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Obama dice que no derogará la reforma sanitaria mientras él sea presidente



El presidente dice que, pese a los problemas, más de un millón y medio de personas han sido aprobadas para tener cobertura el próximo 1 de enero.



YOLANDA MONGE Washington/EL PAÍS 


Barack Obama habla de la Reforma Sanitaria en Washington. / WIN MCNAMEE (AFP)

La Casa Blanca se ha embarcado en lo que apunta será la antepenúltima campaña para vender una ley de reforma sanitaria ratificada por ambas Cámaras del Congreso y declarada constitucional por el Tribunal Supremo de la nación. Tras un accidentado comienzo de la página web que debe registrar a los nuevos receptores de seguro médico, el presidente ha declarado hoy durante un evento consagrado a dar brillo a la ley que el portal de contratación de pólizas funciona ya para “la gran mayoría” de la población.
Barack Obama ha recalcado que en un mes, y pese a todos los problemas, más de un millón y medio de personas han sido aprobadas para tener cobertura sanitaria el próximo 1 de enero, a la vez que ha advertido a los republicanos que combatirá cualquier intento de la oposición de acabar con la ley. “No se va a derogar mientras yo sea presidente”, ha declarado Obama entre los aplausos de los asistentes al acto de la Casa Blanca.
“Si tengo que luchar otros tres años para asegurarme de que la ley va a funcionar, es lo que haré”, ha informado el mandatario, acompañado de personas que se han beneficiado de la ley y acusando a la oposición republicana de querer sacar réditos políticos de los fallos de la web.
Obama ha pedido a la población que no se desanime por “los problemas iniciales” del portal de contratación de seguros médicos y pretende, junto a su equipo, dedicar gran parte de este último mes del año a recordar a los estadounidenses por qué la Administración demócrata lucho por esta ley.
“Decidimos embarcarnos en esta pelea porque en América nadie debería de tener que preocuparse de caer en la ruina por ponerse enfermo”, ha declarado el presidente. “Nadie debería de tener que elegir entre poder dar de comer a sus hijos o llevarles a que les vea un médico”, ha añadido, recordando que más de 40 millones de personas carecen de cobertura sanitaria en EE UU (sobre una población de poco más de 310 millones).
Mientras que la Casa Blanca inicia una gira de contención de daños, tras las bambalinas se trabaja técnicamente a contrarreloj para resolver todos los problemas que de persistir volverían a sacar los colores a la Administración a principios de año, ya que son muchos los operadores que aseguran que los datos que están recibiendo de los futuros usuarios no valen y supondrá que no tendrán cobertura el 1 de enero de 2014, cuando la cobertura debe ser efectiva.
“La Ley funciona y funcionará en el futuro”, ha recalcado Obama, que ha reconocido que sus contrincantes políticos nunca estarán satisfechos y que incluso algunos de ellos desean que la reforma fracase. 

Estancados en un muy bajo nivel educativo

Pruebas PISA


Por  |  Para LA NACION



Los aprendizajes de los estudiantes secundarios de la Argentina en lengua, matemática y ciencias continúan estancados en un muy bajo nivel, sin mejoras ni caídas significativas. Así lo muestran los resultados de la evaluación internacional de jóvenes de 15 años llamada PISA ( Programme for International Student Assessment ) correspondientes a 2012. Esta prueba se realiza cada tres años desde 2000, y en esta última se animaron a participar 65 países, igual que en 2009; es decir, sólo un tercio del total mundial. De ellos, 34 son miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico); los 31 restantes son emergentes, en su mayoría de desarrollo intermedio. De América latina concursaron la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay.

Sobre el total de 65 países, la Argentina cayó entre 2009 y 2012 del rango 59 al 60 en lengua; del 56 al 59 en matemática, y del 57 al 58 en ciencias. En términos absolutos, los puntajes de nuestros estudiantes no variaron estadísticamente en lengua (398 a 396) ni en matemática (constantes en 388) y, buena noticia, mejoraron en ciencias de 401 a 406. En el primer caso, sus calificaciones están ahora 20% por debajo del promedio de la OCDE, algo peor que en 2000 (19%); en matemática y ciencia, en cambio, hubo casi imperceptibles mejoras del 22 al 21% y del 20 al 19%.

En una perspectiva más larga, desde la primera PISA de 2000 se observa un deterioro en lengua, estabilidad en matemática y un levísimo progreso en ciencias. En lengua, la Argentina ha sido el segundo país de peor desempeño respecto de lo esperado en función de su bajo nivel al comienzo (dado que, afortunadamente, han tendido a mejorar más los que peor se desempeñaran inicialmente). Lo que es aún más preocupante, y se contradice con lo afirmado por el ministro de Educación, Alberto Sileoni, es la confirmación en 2012 de que algo más del 50% de los chicos de 15 años no llegan al nivel 2 en lectura, lo que equivale a decir que no comprenden cabalmente lo que leen. Este nivel 2 es considerado el punto de partida necesario en el que los estudiantes empiezan a demostrar las competencias lectoras que los habilitarán para participar productivamente en la vida laboral. Según un estudio canadiense sobre la juventud en transición, los jóvenes que no llegan al nivel 2 tienen un riesgo muy elevado de tener muy pobre desempeño laboral.
Tampoco hay felicidad en la otra punta del espectro de los aprendizajes, ya que menos del 0,1% de los estudiantes argentinos accede al máximo nivel de comprensión lectora, el 6. Sin embargo, un dato positivo surge cuando se comparan las pruebas de la Argentina de 2009 y 2012: ha disminuido la incidencia de los factores socioeconómicos en los resultados educativos, una muy bienvenida aunque por cierto insuficiente dosis de menor desigualdad educativa. Análogamente, los resultados obtenidos por la ciudad de Buenos Aires, único distrito que participó por sí mismo además de hacerlo en la muestra nacional, se ubican cerca de los promedios nacionales de Chile o México y de los de Brasilia, pero muy lejos de lo que supo ser la ciudad en materia educativa hace ya muchas décadas.
El desempeño de los países latinoamericanos en 2012 no ha sido bueno, salvo en los casos de Perú en lengua y matemática; Brasil en matemática, y el ya citado de la Argentina en ciencias. Uruguay ha sido claramente el de peor performance. Aun en ese marco, el rango de la Argentina en América latina continúa empeorando. En lengua, la Argentina no era superada en 2000, pero ahora -como en 2009- está sexta sobre ocho países de la región; en matemática y ciencia tampoco éramos superados y ahora nos encontramos quintos, un puesto por debajo del de 2009.
Por aquello de "mal de muchos...", quizá consuele a algunos conocer la fuerte caída sufrida por Estados Unidos entre 2009 y 2012, desde el puesto 14 al 25 en lengua, del 25 al 36 en matemática y del 17 al 28 en ciencias.
Pero lo más relevante que muestra PISA 2012 para la comparación internacional es el creciente liderazgo de los países o regiones del Asia Pacífico, sobre todo los de origen chino. En el caso de lengua, ningún país de esa región estaba en 2009 entre los cinco primeros, pero en 2012 el ranking es encabezado por Shanghai, seguido de Hong Kong, Singapur, Japón y Corea del Sur. En matemática ya había tres países del Oriente lejano entre los primeros cinco, pero ahora los siete primeros lo son: Shanghai, Singapur, Hong Kong, Taipei, Corea del Sur, Macao y Japón (obsérvese que cuatro tienen población mayoritaria china). Vietnam, que participa por primera vez, ya está noveno en ciencias. Si algo más hiciera falta para enriquecer y complicar el análisis comparativo internacional es la decadencia relativa de Finlandia en 2012, aunque todavía en posiciones de privilegio.
Este país nórdico, que ha llegado a ser el faro de Alejandría de la educación básica en el siglo XXI, cayó del primer lugar en lengua en 2000 y 2003 al segundo en 2006, el tercero en 2009 y el sexto hoy. En matemática figura duodécimo, después de haber estado segundo en 2003 y 2006, y en ciencia se conserva quinto en nuestro podio ampliado, pero después de haber disfrutado del liderazgo en aquellos dos años.
Se perfila un más que interesante debate entre al menos tres modelos de organización de la educación. El tradicional, exigente y más verticalista del Extremo Oriente, pero basado también en mayor equidad social media, que pasa al primer lugar en logros; el finlandés, centrado en la autonomía responsable y el prestigio de los maestros y las escuelas y, en fin, el propugnado en Estados Unidos, de limitada vigencia efectiva, centrado en la decisión familiar-individual, en los incentivos y en la competencia.
Los resultados de la Argentina no sorprenden, porque la calidad de los aprendizajes de nuestros estudiantes ha estado cayendo sistemáticamente, tanto en la escuela primaria (pruebas de la Unesco) como en la secundaria (PISA), desde mediados de la década del 90, cuando empezaron a realizarse registros comparativos internacionales sistemáticos.
De cara a las evaluaciones PISA 2012, los antecedentes no eran alentadores. Por un lado, porque la generación de estudiantes evaluados ahora a los 15 años había obtenido malos resultados en tercer grado en la prueba de la Unesco de la década pasada (estudio Serce, centrado en 2006). Por otro lado, y comparando con los países que participaron en ambas pruebas, en PISA 2009 los argentinos se habían ubicado, en lengua y en ese orden, detrás de Chile, Costa Rica, Uruguay, México, Colombia y Brasil, superando sólo a Perú; en matemática y ciencia estábamos detrás de aquellos cuatro primeros países, igualando con Brasil y Colombia, y superando sólo a Perú.
La reiteración de los magros resultados de la educación básica no ha despertado la necesaria reacción de la dirigencia política ni social. Es cierto que en la década pasada se votaron leyes con normativas valiosas, sobre todo la de financiamiento educativo y la de educación técnica. En parte por incumplimiento, pero no sólo por eso, las leyes resultaron insuficientes, no sólo en la siempre arisca cuestión de los aprendizajes, sino aun en algo más básico como las tasas de escolarización, con aumentos mucho menores que lo esperado y necesario.
La cuestión ha estado tan ausente como siempre en la última campaña electoral. Muchos encuestadores subrayan un interés social limitado en el problema -basado en la errónea creencia de que se tiene resuelta la cuestión educativa familiar- y la inconveniencia para el político de abordarlo, porque los cambios educativos suelen generar conflictos y sus resultados se ven, en todo caso, a mediano y largo plazo.
Hasta que nuestras dirigencias, empezando por las de mayor rango político, dejen de lado los relatos educativos y decidan colocar a la educación en el primer plano de prioridades del país, será imposible cambiar este lamentable estado de cosas. Si ellas continúan sin hacerlo -hay, sí, escasas y honrosas excepciones- la sociedad civil deberá ser la que se los exija. No es una utopía, como lo muestran, cada uno a su modo, los casos de Brasil, Chile o México, países que han experimentado sensibles mejoras en sus aprendizajes desde el inicio de las pruebas PISA.
© LA NACION.