Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

sábado, 9 de julio de 2011

ANÁLISIS/ Apátrida Messi

Que Leo meta goles parecidos a los de Diego no significa que sean jugadores parecidos...

 

RAMON BESA 07/07/2011

A Messi le duele la cabeza por la bronca de la hinchada de Argentina. No hay manera de que jugador y afición se reconcilien en la selección. Los reencuentros agrandan el distanciamiento más que propician el afecto. No hay que olvidar que la medalla de oro ganada por la albiceleste con Leo fue en Pekín y no en Buenos Aires. El problema de ser el mejor jugador del mundo en una selección cualquiera, como ahora es la argentina, es que nunca se suma sino que se descuenta. A Messi se le espera en la Copa América para que le dé el trofeo a Argentina mientras que en el Barça está para la Liga, la Copa y la Champions. A un lado se le exige y penaliza y al otro se le agradece su concurso y se teme por su suerte porque no renuncia a los amistosos ni acepta ser sustituido en las mayores goleadas.
Quienes comparan a Messi con Maradona se equivocan porque le quieren como solución y no como síntoma de un problema. Que Leo meta goles parecidos a los de Diego no significa que sean jugadores parecidos. Los tiempos cambian, y la selección argentina de hoy no es la misma que la de entonces. Dos cincos en el fútbol no hacen un diez y a la albiceleste le faltan centrocampistas y juego. Resulta curioso constatar cómo Argentina y Brasil coinciden en el excedente de delanteros y en cambio están faltos de medios, cosa que se acepta con naturalidad y no como sorprendente en dos países que han tenido a volantes de talla mundial. A Messi le faltan pasadores y precisa de cariño. Y no los encuentra precisamente en su Argentina.
A ojos barcelonistas, Messi juega en el Camp Nou y vive en Rosario, o al menos actúa como un ciudadano argentino. Únicamente tiene sentido en la cancha. Así que se trata de interpretar su juego para que sea feliz. Nadie le ha entendido mejor que Guardiola. El técnico le mima como un niño, justo lo contrario de cuanto ocurre en Argentina, país en que le toman por un adulto y le juzgan como un apátrida. El juego del Barça consiste en hacer llegar el balón a Messi en las mejores condiciones. Argentina, en cambio, no sabe cómo darle el balón porque piensan que su bota está cosida a la bola. Y como no habla, ni cuenta con hinchada propia porque se marchó del país a los 13 años, ni hay prensa que escriba a su favor cuando empata, es víctima de su silencio.
Falto de carisma, la grandeza de Messi es que solo tiene sentido en el campo, todo un defecto en un mundo mediático, virtual y aparente. Hasta que no llegue el próximo partido le lloverán las críticas igual que le caen los elogios en la victoria. Él no habla, juega.


miércoles, 6 de julio de 2011

La ONU denuncia la impunidad de la violencia sexual en Europa

EL PAÍS/Sociedad

 

Solo un 14% de los casos abiertos por violación acaba en condena - En medio mundo no se castigan las agresiones domésticas ni los abusos en el matrimonio

 

SANDRO POZZI - Nueva York - 


La igualdad entre hombres y mujeres está reconocida constitucionalmente por 139 de los 192 miembros de las Naciones Unidas. Pero ante los ojos de la ley, la brecha entre los dos sexos es importante y eso se traduce, por ejemplo, en que en Europa sea difícil probar los casos de violación ante la justicia o en que 603 millones de mujeres en el mundo no tengan protección legal frente a la violencia doméstica.
En algunos países el 60% de las mujeres ha sufrido agresiones
Bachelet pide a los Gobiernos que desarrollen leyes más protectoras
El informe de ONU Mujeres dice que hay un vacío legal contra la violencia sexista
Las investigaciones se abandonan por falta de pruebas, los costes y el estigma
En este último caso, son mujeres que viven en países donde, además, actos como la violación conyugal no son considerados explícitamente un delito. Eso, en cifras, significa que hay 2.600 millones de mujeres en 52 países que pueden ser asaltadas por sus maridos, sin que estos sufran castigo alguno.
Son algunos datos recogidos en el primer informe de ONU Mujeres, el órgano de las Naciones Unidas para las políticas y acciones en el ámbito de la igualdad de género. Las mujeres, según afirma su directora, Michelle Bachelet, "están marcando la diferencia y provocando el cambio". Pero la discriminación y la injusticia de género todavía son frecuentes en todo el mundo.
Las mujeres, denuncia la ex presidenta chilena y directora ejecutiva de ONU Mujeres, "siguen experimentando injusticias, violencia y desigualdades en el hogar y en el ámbito laboral". Algunos de los factores que explican esta brecha son las leyes basadas en costumbres y la religión, que restringen los derechos de la mujer sobre todo en el ámbito privado. Es una lacra también en el mundo desarrollado.
El informe cita un estudio realizado en 2009, que revela que solo el 14% de las denuncias por violación en 13 países europeos (la muestra no incluye a España) acababan en condena. Hay casos, como el de Bélgica, en el que no se llegaba al 5%. Esto, sumado al coste del proceso, las dificultades prácticas, la debilidad de los sistemas judiciales y el estigma social, provoca que el índice de abandono sea elevado.
Eso si llegan a denunciarlos. Hay países en los que el 60% de las mujeres ha experimentado alguna forma de violencia física o sexual. La lacra se repite en todo el mundo. En el 57% de los países miembros, el 10% de las mujeres afirma haber sufrido algún tipo de agresión sexual en su vida. Sin embargo, solo el 11% de ellas lo denuncia. En el caso de robo, el 38% sí busca justicia.
El informe también pone de relieve que en el ámbito laboral hay países donde las mujeres reciben un 30% de salario menos que sus pares varones. Y la mitad de las trabajadoras del mundo están en empleos que carecen de la protección de leyes laborales. De nuevo, las leyes en el ámbito de la igualdad salarial existen en 117 países, pero no se aplican de manera apropiada.
La ONU hace referencia al vínculo que hay entre la brecha por sexos en los salarios y la vida familiar. Es lo que se conoce como "castigo a la maternidad". Cuando el hombre asume una mayor proporción en las tareas domésticas, "la brecha salarial es inferior". Un tercio de los países impide a las mujeres trabajar en los mismos trabajos que los hombres con leyes "paternalistas".
También hay desigualdad en la vida pública, donde la proporción de mujeres en los Parlamentos es del 19% de media en el mundo. Hay 28 países que superan el umbral del 30%, un salto importante frente a los cuatro de 1997. En prácticamente todos, salvo en cinco, fue gracias a las cuotas. Y lo que es más alentador, es que seis de ellos son países que superaron una situación de conflicto.
Bachelet pide por eso a los Gobiernos que garanticen que sus legislaciones protegen a la mujer de la violencia y la desigualdad o apoyando servicios innovadores que garanticen que las mujeres puedan acceder a la justicia. Colocar a la mujer en el primer plano de la administración de justicia -juezas, legisladoras, policías- contribuirá a avanzar en ese camino.
El nivel de representación femenina en el sistema judicial es bajo en Europa, según la ONU. De media, las mujeres representan el 35% de la magistratura y el 32% de los fiscales.
En el caso del cuerpo de policía, el promedio de mujeres baja al 13% del personal total. "Cuando las mujeres son parte del cuerpo policial, las denuncias de agresiones sexuales aumentan", apuntan.
El informe pone como ejemplo a España, al decir que "un mayor número de mujeres en el Parlamento acelera las reformas". Pero no se trata simplemente de un cambio sobre el papel. Para que haya un cambio de actitud, debe velarse por que las leyes se apliquen y garantizar que las mujeres conocen y exigen sus derechos. "La base para la plena igualdad está ahí", concluye Bachelet.
Como señala la ONU, los tribunales fueron el lugar principal al que acudieron las mujeres para reivindicar sus derechos y donde se han sentado los precedentes legales. Es donde acudieron en EE UU una docena de empleadas de la compañía farmacéutica Novartis, por discriminación de salarios y en materia de ascensos.
O lo que hizo Unity Dow en Botswana, para que se reconociera el derecho de ciudadanía a las mujeres e hijos tras casarse con un extranjero.
El organismo también pide a los donantes de fondos para iniciativas relacionadas con la justicia, que destinen más a programas que promuevan la igualdad de género. De los 4.200 millones de dólares movilizados (2.890 millones de euros), solo se aprovecharon para eso 206 millones.

Persisten las desigualdades

Persisten las desigualdades

martes, 5 de julio de 2011

El PRI arrasa en su camino hacia la reconquista del poder en México


El partido del candidato Enrique Peña gobierna en 19 de los 32 Estados

 

PABLO ORDAZ - México - 05/07/2011


El viejo PRI ni estaba muerto ni estaba de parranda. Su abrumadora victoria del domingo en los tres Estados que disputaba -Coahuila, Nayarit y, sobre todo, Estado de México- viene a demostrar que el Partido Revolucionario Institucional, formación hegemónica en México hasta 1996, está en disposición de concluir su travesía del desierto. Su actual carta de presentación no es mala: domina 19 de los 32 Estados de la República y enfrenta las elecciones presidenciales de 2012 con un candidato muy reforzado -el gobernador saliente del Estado de México, Enrique Peña Nieto- y con una maquinaria electoral tan mortífera como siempre. Enfrente, la desolación. Una derecha muy desgastada por la espiral de violencia que ya ha costado más de 40.000 vidas y una izquierda dividida y sometida a los erráticos designios de Andrés Manuel López Obrador, el candidato del PRD (Partido de la Revolución Democrática) que en 2000 no reconoció la derrota frente a Felipe Calderón, se autoproclamó "presidente legítimo" y se echó a los caminos en una campaña electoral continua con la vista puesta en 2012.
La izquierda aún sigue dividida ante las presidenciales de 2012
La derecha de Calderón sufre el desgaste de la espiral de violencia
Pero, desde aquel plantón que López Obrador protagonizó en el paseo de la Reforma, la situación ha cambiado mucho. Aunque siga siendo su obsesión, tal vez Calderón ya no sea su rival. Para empezar, porque el viejo PRI al que muchos dieron por muerto, una reliquia del peor pasado de México, siguió trabajando en lo que mejor sabe hacer: conservar lealtades allí donde no las perdió nunca -nada más y nada menos que en 10 Estados jamás gobernó otro partido- y, desde ahí, lanzarse a la reconquista de la presidencia. Con vistas a 2012, el PRI ha consolidado a un candidato muy mediático, Enrique Peña Nieto, seguramente más hábil políticamente de lo que propios y extraños estaban dispuestos a reconocerle.
Sin embargo, el contundente resultado obtenido ayer por el candidato del PRI en el Estado de México tal vez no sea lo más importante. Si bien es verdad que Eruviel Ávila logró el 62,5% de los votos frente al 21% de Alejandro Encinas, el candidato del PRD, y a un 12,5% de Luis Felipe Bravo Mena, el aspirante del PAN (Partido Acción Nacional); no es menos cierto que también hace seis años el PRI de Peña Nieto ganó por goleada en el Estado de México y luego quedó en tercer lugar en la carrera por la presidencia. Lo que, en cambio, sí parece relevante es que frente a la situación actual del PRI -buenos resultados y un candidato ungido-, el PAN y el PRD no ofrecen grandes alternativas. El partido de Felipe Calderón aún no ha decidido a quién postular, y varios secretarios de Gobierno luchan por hacerse acreedores del favor del presidente, al tiempo que enfrentan la complicada situación que atraviesa el país. Con respecto al PRD, ahí la situación es de guerra abierta. A menos de 24 horas de las elecciones, los dirigentes izquierdistas del Estado de México ya estaban responsabilizando a López Obrador de la dolorosa derrota. Por haber impuesto a su candidato y, sobre todo, por haberse negado en redondo a una coalición con la derecha para frenar al PRI.
Viejo guardián de las esencias de la izquierda, López Obrador no está dispuesto a reconocer lo que los datos, tozudos, se empeñan en demostrarle. Si no fuera porque, contra su voluntad, el PRD se alió con el PAN el pasado año en las elecciones estatales de Puebla, Oaxaca y Sinaloa, el PRI hubiese ganado también en esos Estados y hoy, en vez de tener 19 gobernadores, dispondría de 22... de los 32 que conforman la República. Ahora, la izquierda mexicana, tradicionalmente dividida, tendrá que decidir si marcha tras López Obrador en solitario hacia otra más que presumible derrota o hacer de tripas corazón y encargar al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, que lidere una candidatura más pragmática, que no asuste al poder económico y que, llegado el caso, pudiera suscribir algún tipo de acuerdo con la derecha para frenar el regreso del PRI. ¿Estaría dispuesto López Obrador a renunciar a favor de Marcelo Ebrard?
Hay preguntas -sobre todo en política- que solo el tiempo se atreve a contestar.

lunes, 4 de julio de 2011

El mundo vira sin nadie al volante


LLUÍS BASSETS/EL PAÍS/INTERNACIONAL
El sueño de un Gobierno multilateral deriva en la pesadilla de una globalidad volcánica y sin dirección, en manos de los mercados y la comunicación viral
Solo ha transcurrido medio año, pero ya es suficiente para que las cifras de 2011 marquen sólidamente las piedras sobre las que se escribe la historia. Como 1989 (caída del muro de Berlín) o 1968 (mayo en París), si las comparamos con los acontecimientos más cercanos. Incluso con 1917 (revolución rusa), 1871 (Comuna de París), 1848 (revoluciones democráticas en Europa) o 1789 (Revolución Francesa) si nos remontamos más atrás.
Ya es una cosecha gloriosa. Para los árabes, sin duda. Dos tiranos derrocados (Ben Ali y Mubarak), tres más en el despeñadero (Gadafi, Saleh y El Asad) y todas las monarquías en alerta máxima, apresuradas ahora en apañar unas reformas plausibles tras decenios de despótico inmovilismo. Mientras tanto, los avalistas de todos estos regímenes (Washington, Londres y París principalmente) abandonan con un volantazo la realpolitik practicada con cinismo durante décadas e improvisan una nueva política árabe, basada esta vez en la democratización, las libertades y los derechos de los ciudadanos y no en los duros y crudos intereses económicos y geoestratégicos.
También es una cosecha de sangre y de incertidumbre. El pacifismo de los manifestantes tunecinos y egipcios no fue óbice para la represión violenta con que se despidieron sus respectivos dictadores. Y tras la virulencia mitigada con que cayeron los dos primeros, la oleada revolucionaria se ha convertido rápidamente en un rosario de intervenciones militares, matanzas y guerras civiles en un horizonte inabarcable de inestabilidad y desasosiego estratégico.
La geometría de las relaciones internacionales ha virado súbitamente cuando se ha quebrado el eje que formaban las dictaduras árabes con Estados Unidos, Europa e Israel. Este último país ha perdido a un aliado fiel y obediente como era Mubarak, mientras la perspectiva de una apertura democrática en la zona suscita reacciones urticantes en el búnker del sionismo extremista. A su Gobierno, más solitario y aislado que nunca, solo le preocupa que de la revolución árabe pudiera salir el reconocimiento internacional de Palestina sobre los territorios de Gaza y Cisjordania, donde los colonos reclaman derechos bíblicos para justificar una ocupación a todas luces ilegal. Todas sus energías las va a dedicar a impedirlo, en una gesticulación que en nada favorece a la imagen internacional de Israel, país salido a fin de cuentas del reconocimiento internacional por Naciones Unidas.
A la vez, las otras potencias regionales han visto ampliado un terreno de juego en el que pueden pujar para afianzar o ampliar su influencia. Es el caso de la emergente Turquía, que jugó sus fichas por adelantado con una política exterior neo-otomana con un radio de acción sobre los territorios que pertenecieron en el pasado parte al desaparecido imperio de la Sublime Puerta.
Dos modelos compiten en esta geografía islámica: el del triunfante partido turco Justicia y Desarrollo (AKP) y el de las opulentas monarquías del golfo Pérsico; el primero quiere hacer compatible la democracia y la modernidad con la conservación de la identidad islámica, mientras que el segundo utiliza el islam y el petróleo para evitar cualquier democratización y preservar el poder de las oligarquías familiares.
También Irán observa los movimientos con peligrosa avidez geopolítica. Tiene sus buenos tentáculos en el mismo Irak organizado por Estados Unidos y confía en sacar tajada de la agitación entre la extensa población chiíta de la península Arábiga. Cuenta con mejorar sus relaciones con Egipto después de haberlo hecho con Turquía y cultiva los secretos de su proyecto nuclear como expresión de su soberana voluntad hegemónica en la zona. Y también se angustia ante la primavera árabe, que puede sembrar de nuevo la revuelta entre sus jóvenes, pero de momento amenaza con sustraerle al principal aliado de la zona que es Siria.
La libertad es indeterminación e incertidumbre. Todo se mueve, pero la dirección es dudosa. Sobre todo porque ya se ha visto que no hay nadie al volante de este vehículo lanzado por una pista llena de peligrosos virajes. Sin líderes y sin mapas. Con la geometría de las instituciones internacionales todavía amoldadas al mundo de la guerra fría. El vendaval financiero desatado en 2007 por las hipotecas subprime en Estados Unidos apenas ha permitido reformar al G-20 e incorporar a las nuevas potencias emergentes, la parte del mundo donde la economía crece, aunque con mediocres resultados a la hora de avanzar en la domesticación del desorden económico del mundo.

Washington, Londres y París han abandonado la 'realpolitik' e improvisan una política árabe

Inutilizado el G-8 por la fuerza de los hechos y sin capacidad de cuajo el G-20, siguen siendo las instituciones salidas de la victoria sobre Alemania y Japón en 1945 las únicas que de verdad cuentan, empezando por el Fondo Monetario Internacional, de crucial papel en la resolución de la crisis de las deudas soberanas europeas y del propio euro. Solo faltaba la caída en los infiernos de su director gerente, Dominique Strauss-Kahn, para que los europeos aparecieran en toda su fragilidad defendiendo su sustitución por otro europeo en vez de una personalidad de un país emergente.

La UE permanece ensimismada en salvar las deudas soberanas de los países del sur

La incapacidad del mundo para gobernarse es la foto ampliada de una incapacidad más próxima, la de los europeos para enfrentar los retos de la crisis, adaptarse a los desplazamientos de poder y adoptar políticas comunes coherentes en algunos capítulos imprescindibles, entre los que sobresalen sus políticas económica y monetaria, energética y medioambiental y exterior y de defensa. No sirve la Unión Europea, obligadamente ensimismada en la salvación de las deudas soberanas de los países del sur, y se halla asimismo averiada la Alianza Atlántica, escurridiza en Afganistán e irresolutiva en Libia.
Los inservibles soberanismos nacionales regresan de la mano de los populismos y las xenofobias, el miedo al inmigrante y la exclusión del extraño, que han hecho ya entrada en Parlamentos y Gobiernos. Al retorno de los brujos o de sus fantasmas le acompaña el derrumbe de la socialdemocracia, la fuerza política que más ha hecho por el Estado social en Europa, obligada ahora a desaparecer por el foro, después de rendirse y de recortarlo. Como en la década de los noventa en los Balcanes, la intervención militar en Libia ha revelado de nuevo la incapacidad ejecutiva de los europeos para resolver por sí solos los problemas de su entorno si no hay un claro y enérgico liderazgo de Washington. En aquel entonces, Bill Clinton se puso al frente, pero esta vez Barack Obama ha preferido acogerse a la paradoja de "liderar desde atrás". Después de las experiencias de Irak y Afganistán, con las montañas de una deuda que hipoteca el futuro, no hay recursos ni energías políticas para hacer otra cosa.
París y Washington han sido muy activos, junto a Londres, para obtener la resolución de Naciones Unidas que autoriza al uso de la fuerza para proteger a la población libia atacada por su déspota en jefe Muamar el Gadafi. La aprobación de la resolución en el Consejo de Seguridad, gracias a la abstención de Rusia y China, que no quisieron utilizar su derecho de veto, aportó dos sorpresas calificables de históricas y de largas consecuencias políticas: una mala, que Alemania también se abstuvo, en disonancia con Londres y París y como nueva demostración de la deriva que conduce a Berlín a políticas y decisiones cada vez menos europeístas; y otra buena, como ha sido la resurrección del deber de proteger a las poblaciones en riesgo de genocidio, del que se desprende el derecho de injerencia de la comunidad internacional en la soberanía de quienes ataquen o desprotejan a sus poblaciones.
Para Francia y Estados Unidos la intervención en Libia ha sido también un cierto lavado de cara después de su dudoso comportamiento con Túnez y Egipto. Ben Ali y Mubarak consiguieron consolidar e incluso prolongar sus dictaduras gracias, respectivamente, a las complicidades, en algunos casos con corrupción económica incluida, con políticos y gobernantes franceses, y a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos e Israel en la estabilidad del entorno inmediato del canal de Suez, el Sinaí y la franja de Gaza.
Las dificultades y los virajes ante la primavera árabe son solo un reflejo del desorden del mundo. El cambio afecta a todos, incluso a los países democráticos y a las relaciones de vecindad entre las distintas potencias de la zona. Estados Unidos ya no está al mando, pero tampoco hay sustitutos. El secretario de Defensa saliente, Robert Gates, ha puesto dramáticamente el dedo en la llaga a propósito de los ataques de la OTAN contra el coronel Gadafi: si los europeos no se comprometen en su seguridad, el futuro de la Alianza está en peligro. Nunca las relaciones transatlánticas habían llegado a un punto más bajo.
A la salida del sueño del mundo gobernado multilateralmente sucedió el espejismo del planeta unipolar que debía calificar como definitivamente americano al siglo XXI. Pero el estallido multipolar que corona el primer decenio del siglo se está convirtiendo en la pesadilla de una globalidad volcánica, sin modelos ni dirección, en manos de los mercados y de la comunicación viral. En el mejor de los casos, un G-2, es decir, el mundo gobernado por dos, China y Estados Unidos. Y en el peor, en expresión de los expertos Ian Bremmer y David Gordon, un G-0, la silla del conductor vacía.
Las revoluciones árabes son un avatar de la globalización y su más violento coletazo. También son una forma de emergencia. Turquía, con un buen asiento en la mesa de juego, es un país emergente o si se quiere reemergente. A poco que salgan bien las cosas, también lo puede ser Egipto, aunque tiene un trecho enorme por recorrer. Pero donde mejor se expresa el carácter de las revueltas es en las ansias por vivir, trabajar y disfrutar de la libertad por parte de las nuevas generaciones árabes, unos jóvenes tan bien adaptados a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación como lo están las gentes de la misma edad del resto del mundo, y más específicamente los indignados que han ocupado las plazas españolas en protesta por las deficiencias de su sistema político ante la crisis y el paro. Es por tanto la emergencia de una generación global, que no se resigna a permanecer impávida en la mera aceptación del mundo en el que viven.
Así es como este terremoto geopolítico que ha hecho cambiar la geometría de las relaciones internacionales en apenas medio año no es más que una réplica, quizás la más intensa y concentrada, del movimiento sísmico que está desplazando el poder, la riqueza e incluso las ideas y valores desde el Occidente donde se asentaron durante los dos últimos siglos en dirección al sur y a oriente y también en el interior mismo de las sociedades, desde las zonas y clases hegemónicas hacia nuevas generaciones y grupos sociales.
La fuerza de este cambio viene también determinada por su velocidad. Todo sucede aceleradamente. Los acontecimientos de lo que llevamos de 2011 se amontonan: la primavera árabe, la exhibición de poderío militar de Obama frente a Osama, la catástrofe nuclear de Fukushima, los indignados en las plazas españolas, todo ello en un fondo de crisis europea que afecta a la gobernanza económica, a la estabilidad del euro y al mantenimiento del modelo social que ha caracterizado históricamente al continente.

EE UU advierte que el futuro de la OTAN está en peligro si Europa no se compromete más

La aceleración puede observarse también en el adelanto que llevan las previsiones sobre el sorpassoque está sufriendo Occidente de la mano de estos emergentes: según el FMI, la China que ya está en cabeza de la producción manufacturera mundial y del consumo de energía, igualará a Estados Unidos dentro de cinco años en PIB, mucho antes de lo que rezaban las anteriores previsiones. También India superará a Japón y se convertirá en la tercera economía mundial ya en 2016. Unas nuevas clases medias globales, surgidas de lo que hasta ahora eran los suburbios pobres del mundo, empujan con fuerza en todos los ámbitos: consumen más, quieren más oportunidades para estudiar y trabajar, exigen derechos y aspiran legítimamente a sus cuotas de poder en su país y en la gobernanza mundial. Todavía tardarán muchos años en atrapar a las clases medias europeas y americanas en nivel de renta y en capacidad adquisitiva, pero ya han conseguido hacerlo con su empuje demográfico y en su actitud eufórica ante el mundo cambiante. Unos se comportan de conformidad con quienes aspiran tan solo a mantener lo que tienen y los otros con el vitalismo de quienes se hallan en plena ascensión.

Surgen unas nuevas clases medias que consumen más y quieren más oportunidades

Las nuevas potencias ascendentes, en todo caso, van a lo suyo, a su interés y a su provecho. Es del todo lógico y nada puede reprochárseles en este capítulo. Ellos son los que menos sufren o se preocupan de las tres averías de la globalización: la medioambiental, la geopolítica y la económica. La que se ha declarado en Fukushima y nos ha proporcionado la ecuación irresoluble de unos costes energéticos que no cuadran con nuestros recursos, la que se ha abierto en el mundo árabe descomponiendo el sistema de alianzas que ha funcionado durante 70 años y la que se ha declarado con las cuentas de los países occidentales, obligados a recortar sus déficits públicos y a reformar sus sistemas de salud y de pensiones si no quieren terminar devorados por sus deudas.
Los emergentes ya tendrán tiempo más adelante, cuando termine su actual etapa de crecimiento acelerado, para preocuparse por estas y otras averías. Ahora son países optimistas que han transferido el sufrimiento y el victimismo a las clases medias europeas azotadas por la crisis. También el vértigo y la sensación de vacío son percepciones occidentales, que apenas sirve para países de potente demografía, economía boyante e incluso Gobiernos en nada ajenos a la peripecia del mundo global, pero ante todo asidos firmemente al volante de su propio automóvil y atentos a su carretera ascendente.