Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

sábado, 17 de agosto de 2013

Psicología y política en la encrucijada presidencial



Por Eduardo Fidanza  | Para LA NACION



Foto: LA NACION


La respuesta presidencial ante la derrota en las PASO constituyó un repertorio de negación y subestimación de la realidad. Además, como muchos analistas han destacado,incluyó un claro menosprecio a la decisión de la mayoría del electorado, que optó por restarle su apoyo. En un discurso desafortunado, la Presidenta concluyó que la gente está mal informada por los medios y advierte tarde la pérdida de sus beneficios, dando a entender que se equivocó al votar. Sin verdadera voluntad de cambio, desafió a empresarios y sindicalistas a debatir cara a cara. Los llamó "los dueños de la pelota", relegando a la categoría de "suplentes" a los dirigentes que ganaron las elecciones.
A espaldas de la Presidenta, apenas un poco más allá de su círculo íntimo, cunde el estupor. Los funcionarios saben que el argumento de Cristina no hará más que aumentar las dificultades de un Gobierno desgastado, con una economía en problemas y un creciente rechazo popular. Pero nadie puede detenerla o hacerla reflexionar. Ella cree tener razón y cualquier contradicción es sospechosa de ser una conspiración contra la gesta que encabeza. La asiste la razón y quien considere una alternativa está en el error. La mística y el dogma ocupan el lugar del juicio. Ante la impotencia del entorno, las explicaciones trascienden la política para internarse en la psicología.
La psicología de los líderes no ha sido una materia relevante en la Argentina. Se habla, en off y despectivamente, de los avatares de la cordura presidencial, pero no se estudian las consecuencias que pueden tener en la marcha del Estado. Hemos escuchado innumerables historias acerca de depresiones, enojos histéricos, veleidades narcisistas, manías obsesivas y otras neurosis de nuestros presidentes, sin saber nunca si eran ciertas y cómo influían en las decisiones políticas del más alto nivel.
El desprecio nacional por el estado mental de nuestros máximos líderes contrasta con antecedentes extranjeros sobre el tema. Un intento clásico de explicar el vínculo causal entre psicología y política lo constituye el estudio que Sigmund Freud y el embajador William Bullitt le dedicaron al presidente Wilson. Publicado originalmente en 1966, bajo el título de Thomas Woodrow Wilson, Twenty-Eighth President of the United States. A Psychological Study , el libro se editó en Buenos Aires en 1973.
Tal vez justifique esta mención la referencia a un defecto característico de los liderazgos presidenciales, señalado por Freud y abundantemente respaldado por la casuística: la negación de la realidad, la imposibilidad de aceptar los acontecimientos, en particular si son desfavorables, y actuar en consecuencia. A propósito, escribió Freud sobre Wilson: "Declaraba reiteradamente que los meros hechos no tenían ningún significado para él. [?] Como resultado de esta actitud, era natural para su manera de pensar ignorar los hechos del mundo exterior, aun hasta el punto de negar que existieran si estaban en conflicto con sus esperanzas y deseos. Por lo tanto, no tenía ningún motivo para reducir su ignorancia enterándose de los hechos. Nada importaba salvo las buenas intenciones".
En otro registro, el experto en técnicas de gobierno Carlos Matus, dice en su libro El líder sin Estado Mayor que la autocrítica es casi imposible para un presidente. Éste, según el especialista, "tiene una particular ceguera para comprender la importancia de la baja calidad de gobierno y atribuye siempre sus deficiencias a otros, a la oposición implacable, a los medios de comunicación, a alguna conspiración imaginaria, a los mandos medios y bajos o a los condicionantes externos". La ceguera de los líderes es también una persistente metáfora de Shakespeare, de Macbeth a Edipo.
En la mitología de los presidentes argentinos la intolerancia a los hechos adversos torna indispensable un recurso para aliviar la frustración del jefe. Es lo que se conoce como "el diario de Yrigoyen", un tópico y una leyenda -en rigor, nunca existió- que escenifican a un entorno de cortesanos editando una realidad paralela, rosada y favorable al gusto presidencial. Decir que un presidente necesita ese subterfugio equivale a aceptar que se internó en la niebla de la sinrazón.
Esperemos que en este caso prevalezca la lucidez. Cuando remitan las pasiones, la crítica histórica podrá construir un juicio más equilibrado sobre Cristina Kirchner. Aflorarán allí sus innegables logros y sus profundos desaciertos. Así en la política como en la vida, ni más ni menos. Pero aún no llegó ese momento. En la actualidad ella se enfrenta a un hecho natural: el desgaste y los límites temporales de su gestión. Encara, por así decirlo, su crepúsculo administrativo, no necesariamente el final de su carrera.
Los indicios de que la Presidenta podría no aceptar ese destino con sensatez ubican su encrucijada entre la psicología y la política, abriéndonos a una incertidumbre de la que Shakespeare y Freud ya nos advirtieron.
© LA NACION.


Tensión entre Cristina y los gobernadores por la estrategia electoral


Por Mariano Obarrio | LA NACION


 Cristina Kirchner, Beder Herrera, Fellner, Gioja y "Paco" Pérez. 


Después de la derrota en las primarias, la estrategia que desplegará el kirchnerismo en el camino hacia las elecciones generales del 27 de octubre desató, esta semana, evidentes tensiones entre la Casa Rosada y los gobernadores. Y el eje de las discrepancias pasa especialmente por el rol de Cristina Kirchner en la campaña.
La Presidenta busca evitar que los gobernadores "provincialicen" sus campañas con miras a octubre . Por eso llamó a varios mandatarios para diseñar una agenda de viajes a sus distritos. "Ella se pondrá la campaña al hombro. Está convencida de que suma votos y de que le faltó ir más a las provincias", dijo a LA NACION un alto funcionario. El secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, está armando esa agenda.
Pero los gobernadores piensan al revés. "Quieren «provincializar» la campaña porque la gestión y la radicalización de Cristina desgastan a sus candidatos", confió un operador. Existe una tensión velada por estas diferencias. Los gobernadores querrían tomar distancia de la Casa Rosada, porque consideran que el domingo último se votó "contra la gestión nacional".
Otra queja de gobernadores e intendentes ante Balcarce 50 es que el dinero de la campaña no llegó fluidamente a los territorios, y acusan a La Cámpora de retener esos recursos. Por eso, Cristina decidió crear un comando nacional de campaña que dirigirán el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini. Ambos recibieron reproches de los jefes territoriales por los manejos de recursos y los armados de las agendas de campaña.
En forma deliberada, Cristina Kirchner sentó a varios gobernadores del PJ para anunciar el programa agropecuario Agrovalor. "Sabiendo que ellos quieren provincializar su campaña, ella los subió al resultado de octubre. No había caras contentas", dijo un funcionario. Para la mandataria está en juego su autoridad y su liderazgo.
En medio de ese malestar hubo dos ausencias notorias: los gobernadores de San Juan, José Luis Gioja, y el de Jujuy, Eduardo Fellner, no asistieron a Tecnópolis. El sanjuanino fue derrotado en las primarias, mientras que el jujeño logró un triunfo mucho más ajustado que lo habitual.
"Se está programando la agenda por las provincias, todavía no está definida. Vamos a hacer tres videoconferencias por provincia", dijo a LA NACION un vocero de Parrilli. La mandataria dejó esas directivas y viajó ayer a Río Gallegos para pasar el fin de semana y analizar futuras medidas económicas.
La preocupación por el discurso en Tecnópolis era palpable no solo en gobernadores, intendentes y candidatos. También hubo funcionarios de primera línea muy inquietos por el impacto en octubre de esa radicalización.
La Presidenta negó la derrota, argumentó que había ganado en la Antártida, y descalificó a los ganadores de las primarias como "suplentes" de sectores empresariales, a los que definió como "titulares" o "dueños de la pelota" y a ellos los convocó a un diálogo sobre el futuro de la economía.
Cristina está convencida de que Massa le robó votos a ella por la "confusión" del electorado que lo cree kirchnerista. De ese modo, ella redoblará sus ataques a Massa, lo que podría convencer a electores de Francisco de Narváez de que Massa es más opositor.
Pero el ex intendente de José C. Paz Mario Ishii, kirchnerista a ultranza, había señalado días atrás que la gente "votó contra el gobierno nacional". En esa misma línea, los gobernadores comunicaron a la Casa Rosada, en persona o por teléfono, su intención de "provincializar" la campaña. Este mensaje no fue bien recibido por la Presidenta.
A Balcarce 50 fueron Luis Beder Herrera (La Rioja), Martín Buzzi (Chubut), ambos derrotados el domingo, José Alperovich (Tucumán) y el candidato a diputado de Santa Fe Jorge Obeid, que salió tercero. "Hay que focalizar la campaña en temas provinciales, incluso criticar un poco la inflación", se escuchó en esas reuniones.
Quienes no fueron a Balcarce 50 pero dejaron trascender su fastidio, aunque algunos debieron ir a Tecnópolis a desgano, fueron Gioja, Fellner, Maurice Closs (Misiones), Juan Manuel Urtubey (Salta), Francisco Pérez (Mendoza), Gildo Insfrán (Formosa), y Lucía Corpacci (Catamarca) y Jorge Sapag (del MPN, Neuquén).
Los que no quieren "provincializar" son Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Jorge Capitanich (Chaco): ambos pretenden ser designados a dedo por Cristina como candidatos presidenciales para 2015 y competir contra el mandatario bonaerense, Daniel Scioli.
Tampoco Scioli la "provincializará" porque el candidato a diputado del Frente para la Victoria de su distrito, Martín Insaurralde, fue designado por Cristina para competir. De todos modos, Scioli ruega que la Presidenta cambie el tono del discurso, aunque aprobó el llamado al diálogo con empresarios.
Sobre el dinero de la campaña, Abal Medina llamó a gobernadores para comunicarles que la semana próxima terminará de diseñar el comando de campaña nacional.
Esos recursos, claves para afiches, boletas, actos, punteros, publicidad y la logística del día de las elecciones, son uno de los nudos centrales de la tensión con la Casa Rosada. "Ese núcleo duro distribuirá la plata con Abal a la cabeza", señalaron en Balcarce 50..
El kirchnerismo aún está procesando la derrota y tiene varios diagnósticos posibles. Algunos gobernadores creen que se pueden salvar sin Cristina.


La propuesta de Scioli, con un inesperado apoyo kirchnerista

La propuesta de Scioli, con un inesperado apoyo kirchnerista

viernes, 16 de agosto de 2013

Los otros discursos de Kennedy

 

 

Hace cincuenta años, el presidente estadounidense imaginó que era posible normalizar la política mundial y eliminar la probabilidad de un final apocalíptico para la humanidad. Su deseo es hoy una realidad.










EVA VÁZQUEZ





La visita del presidente Kennedy a Berlín Occidental el 26 de junio de 1963, la entusiasta acogida de las multitudes y su apasionado discurso en el Ayuntamiento son ya legendarios. Allí proclamó que Estados Unidos defendería a la ciudad rodeada. Pero ya en agosto de 1961 Kennedy había comprendido que la construcción del Muro era, para la Unión Soviética y Alemania Oriental, el reconocimiento de la existencia de Berlín Occidental y sus ocupantes aliados. Hubo tensión entre las superpotencias (por el derecho de los aliados a entrar en Berlín Este), pero Jruschov y Kennedy retiraron sus carros de combate de Checkpoint Charlie. Algunos norteamericanos, como el general Clay, que había dirigido en 1948 el puente aéreo de abastecimiento a la ciudad, eran partidarios de derribar el Muro. Kennedy le escuchó con el mismo escepticismo que mostraría cuando los generales y asesores exigieron atacar Cuba durante la crisis de los misiles de noviembre de 1962. En Berlín, varios acuerdos locales sobre transacciones económicas y visitas familiares aliviaron a los habitantes de los dos lados. También se iniciaron los pasos hacia una reconciliación que sería el legado de Willy Brandt, continuado por Schmidt y Kohl.
 En su breve discurso en el Ayuntamiento, Kennedy elogió el valor de los berlineses, denunció el poder comunista en términos muy duros y dijo que había escasas posibilidades de que la situación mejorase. Sus asesores Arthur Schlesinger y Theodore Sorensen, que estaban con él en Berlín, dieron a su siguiente discurso, en la Universidad Libre, un tono muy distinto, con la predicción de que el enfrentamiento entre los bloques sería sustituido por el reconocimiento de la coexistencia como interés común. Kennedy pidió a los ciudadanos de Occidente que, en lugar de malgastar energías en congratularse, promovieran la justicia social y económica en sus sociedades. Habló del movimiento de los derechos civiles y dijo que los “vientos de cambio” soplaban en contra del Telón de Acero: una frase tomada del primer ministro británico Harold Macmillan, que la había utilizado en Sudáfrica en 1960 para pedir el fin del apartheid.

La lección kennediana fue que eran factibles muchas cosas que se creían imposibles

Ese segundo discurso de Kennedy en Berlín expresó su visión política más general. En la primavera de 1963 estaba preocupado por la disparidad entre su imagen, muy favorable tanto en Estados Unidos como en el mundo, y unos logros que consideraba mediocres. No le gustaban los triunfalistas que veían la retirada de los misiles soviéticos de Cuba como una victoria sobre el adversario; él pensaba que se había evitado la guerra nuclear por los pelos. En la clase dirigente estadounidense, muchos, incluidos sus propios jefes militares, criticaban abiertamente que no hubiera aprovechado la crisis para expulsar a la URSS de Europa del Este o incluso para acabar con ella. Sabía que a Jrushchov le angustiaba la locura de Mao, dispuesto a asumir el peligro nuclear, y que muchos militares y políticos soviéticos no le perdonaban que dialogara con Estados Unidos. Kennedy temía otra crisis en la que los líderes políticos de las superpotencias no lograran arrebatar a sus generales el control de los acontecimientos. Los estadounidenses estaban aún atrapados en una cultura llena de imágenes de guerra nuclear y creían que ellos (y unos cuantos aliados obedientes) eran los únicos buenos. El presidente pensaba que la situación era aún muy delicada y deseaba contar con la cooperación soviética para fomentar la coexistencia. Pero antes tenía que tranquilizar a su propio país.
El 10 de junio pronunció en la American University de Washington un discurso en el que atrevió a ir mucho más allá que cualquier otro presidente. Insistió en la humanidad común de las poblaciones de los dos bloques, elogió a la Unión Soviética por sus sacrificios durante la guerra, se declaró dispuesto a colaborar para hacer posible, poco a poco, la coexistencia. Para su consternación, la reacción estadounidense fue tibia. En Rusia, la respuesta fue positiva, y el texto se publicó en la prensa, un hecho extraordinario para la época.
Kennedy estaba negociando con Jrushchov a traves de intermediarios extraoficiales. Su asesor científico, el físico Jerome Wiesner, había ido a Moscú para tantear la posibilidad de un acuerdo sobre la limitación de las pruebas nucleares. Tras el discurso del 10 de junio, Kennedy envió a Averell Harriman, que regresó con dicho tratado, que el Senado estadounidense ratificó por amplio margen ese otoño.
Mientras tanto, Estados Unidos se debatía con su más grave problema social. Los afroamericanos del sur exigían acabar con la segregación y que se les reconociera la plena igualdad civil teóricamente concedida desde hacía un siglo, y la sociedad estaba dividida. Al día siguiente de las palabras sobre la guerra fría, en un apasionado discurso televisado, Kennedy declaró que era un problema moral y necesitaba una respuesta moral. El discurso del 11 de junio no estaba planeado como el anterior, sino que fue una respuesta al intento del racista gobernador Wallace de Alabama de impedir que los afroamericanos asistieran a la universidad pública del Estado. En el plazo de unos días, Kennedy arriesgó su presidencia y sus posibilidades de reelección. Desafió el nacionalismo desmesurado y a quienes se beneficiaban de él y se atrevió a enfrentarse a las patologías más profundas del espíritu nacional. Cuando, dos semanas después, en la Universidad Libre de Berlín, pidió a las democrcacias occidentales que aceptaran los riesgos del progreso, era la encarnación de la autenticidad.
La guerra fría no terminó con la unificación de Alemania (profetizada por Kennedy en la Universidad Libre). Ya había perdido mucha intensidad. Sucesivos acuerdos internacionales, algunos tácitos e incluso negados, evitaron los peligros de conflictos involuntarios. Y las poblaciones de los dos bloques rechazaron la nuclearización de la política internacional.

En 1973, Estados Unidos y la URSS no consintieron que Egipto e Israel les arrastraran a una guerra

Los choques continuaron. Pero, en 1973, Estados Unidos y la URSS no consintieron que Egipto e Israel les arrastraran a una guerra. Sus intervenciones como superpotencias culminaron en derrotas militares y morales, para Estados Unidos en Vietnam y para la Unión Soviética en Afganistán. La debacle del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia en 1968 se compensó con la brutalidad del apoyo estadounidense al golpe chileno de 1973. La temeridad de las superpotencias al estacionar nuevos misiles nucleares en Europa a finales de los setenta causó malestar en los dos bandos. La agitación hizo más poroso el Telón de Acero. En 1971 se firmaron los acuerdos de Helsinki, que tuvieron las consecuencias imprevistas. El bloque soviético aceptó las cláusulas sobre derechos humanos como algo inocuo. Pocos occidentales comprendieron su importancia: recuerdo a Kissinger dormitando en la reunión. Sin embargo, esas cláusulas fueron la base que dio legitimidad política a los grupos de oposición a las dictaduras en la Europa soviética y estimularon la democratización en Portugal y España.
Todo aquello podía no haber ocurrido. Poca gente lo predijo. Los discursos de Kennedy tuvieron gran trascendencia histórica porque mostraron que muchas cosas que se creían imposibles eran factibles. Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan y Bush padre abordaron las negociaciones con la URSS con normalidad. Los socialdemócratas y demócratas liberales de Alemania, con gran respaldo de la Iglesia protestante, lograron una serie de acuerdos con la República Democrática Alemana y la Unión Soviética. El Vaticano ejerció su propia diplomacia en el Este, con especial repercusión en Hungría y Polonia.
Los discursos de Kennedy de hace 50 años imaginaron la normalización de la política mundial y la eliminación gradual de la posibilidad de un fin apocalíptico para la humanidad. Hace 50 años, cualquier gran error político podía ser fatal. Hoy no son más que errores. Freud dijo que, cuando el psicoanálisis sustituía el sufrimiento neurótico por una infelicidad humana normal, eso era una gran victoria. El deseo de Kennedy de un mundo pacificado, hasta ahora, nos ha aportado una infelicidad normal, pero él se refirió además a algo más profundo. Si eso le costó su vida unos meses después es materia para otra reflexión.
Norman Birnbaum es catedrático emérito de la Universidad de Georgetown.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.


Scioli reclama una interna para dirimir el liderazgo del peronismo



Dijo que el peronismo debe elegir candidatos en primarias, eludió hablar de la derrota electoral y sólo admitió que Insaurralde es poco conocido.


Por Pablo Morosi  | LA NACION



Scioli ayer, con los jefes distritales de la policía bonaerense. Foto: Gobernación



LA PLATA.- Daniel Scioli busca mostrar que se mueve al compás de las demandas de la provincia después del traspié del oficialismo en las elecciones primarias del domingo pasado. Acaba de terminar una reunión con casi un centenar de jefes policiales y llama al ministro de Salud, Alejandro Collia, para decirle que lo quiere en Chascomús, escenario de la tragedia vial en la ruta 2 (de lo que se informa por separado) .

Ese Scioli que parece hiperactivo habló con LA NACION sobre el escenario que se abrió tras las primarias y eludió referirse a una derrota del kirchnerismo, aunque dijo que trabajarán sobre la experiencia para "ir mejorando". Además, reconoció que el candidato del oficialismo, Martín Insaurralde, tiene "un bajo nivel de conocimiento".
Pese a su estilo evasivo, el gobernador admitió que su proyecto presidencial sigue en pie, y planteó la forma de resolver las candidaturas para 2015. "Tenemos que buscar la manera de poder dirimir nuestros liderazgos mediante elecciones internas. Creo que es un tema pendiente del peronismo", afirmó, como para dejar en claro su rechazo a cualquier imposición de postulaciones.
En cambio, no quiso opinar sobre las implicancias de la victoria de Massa en su proyecto personal.
"La verdad es que no ando haciendo análisis o especulaciones sobre lo que hacen o dicen los demás; yo me ocupo de hacer mi trabajo", responde al ser consultado sobre si cree que el líder del Frente Renovador puede convertirse en un competidor en la carrera presidencial para 2015.
-¿Cuál es su balance del resultado de las PASO ?
-La elección fue sólo una elección interna para formalizar las candidaturas que se van a disputar recién en octubre. Por no darse la competencia dentro del seno de los propios partidos, consistió sólo en la proclamación de candidaturas que en octubre se van a disputar.
-Hubo intendentes que asumieron su responsabilidad por la derrota y otros que se quejaron de fallas de organización. ¿Usted cómo lo vio?
-Sobre la experiencia de las PASO se va a trabajar para ir mejorando todo el potencial electoral que tiene nuestra propuesta y particularmente un candidato como Martín (Insaurralde), que fue el que más fue creciendo durante la campaña a medida que la gente lo fue conociendo.
-¿Usted cree haber incidido con su activa participación en la campaña en el crecimiento en la consideración del electorado respecto de Insaurralde?
-El crecimiento y la recuperación de Insaurralde son mérito de él y de todos lo que hemos trabajado y colaborado acompañando la decisión que tomó la Presidenta. Es un candidato que todavía tiene un nivel de desconocimiento, que en la medida en que lo conozcan y que él entusiasme con sus propuestas puede generar mayor adhesión.
-¿Se pudo haber elegido un mejor candidato?
-Él es muy interesante porque tiene una gestión muy exitosa en un municipio muy complejo que asumió agobiado de problemas y mostró gran capacidad, voluntad.
-¿Cómo vio a la Presidenta tras la derrota?
-Estuve con ella el domingo a la noche; la vi tranquila, con fuerza y abierta a hacer correcciones. Empeñada en buscar decisiones orientadas a la coherencia, a mantener las bases de los logros: el mercado interno, el empleo y el crecimiento del país.
-¿Habrá escuchado que hay gente que opina que la Presidenta no asume la derrota? Para usted, ¿hubo una derrota?
-Son interpretaciones... A ver, las elecciones son en octubre, ahora los partidos políticos eligieron sus candidatos. Es una referencia que, obviamente, hay que tener en cuenta sin quitarle mérito a nadie de cara a octubre. En cuanto a la Presidenta, cuando dice que hay que corregir, es porque está viendo la situación y tiene voluntad de estar abierta. Cuando ella dice: "Me quiero reunir con los distintos sectores de cara a octubre", me imagino qué estará pensando decirles a los distintos sectores; algunos plantean temas de ganancias, subsidios, el cepo al dólar...
-¿Ésas son las cosas que habría que corregir?
-No, no. Yo no voy a poner ninguna definición porque ella fue muy clara cuando dijo tener la voluntad de hablar con los representantes de distintos sectores. En campaña se plantean cosas, pero ella lo dijo muy claro el domingo a la noche: "Yo no voy a prometer por una campaña algo que no voy a poder cumplir".
-¿Mantendrá hasta octubre su activa participación en la campaña?
-Como siempre, estaré para poner el hombro. Cómo voy a ser indiferente a un proceso electoral, cómo no voy a decir lo que pienso. Voy a seguir trabajando por lo que es lo mejor para la provincia y para el país.
-Si en octubre se repitiera el resultado de las PASO, ¿cree que afectaría la gobernabilidad?
-Siempre es mejor para la gente que el Ejecutivo tenga todas las herramientas necesarias en el campo legislativo para avanzar rápidamente con las iniciativas necesarias de una articulación entre ambos poderes.
-¿Podría o no afectar la gobernabilidad?
-(Silencio)... A ver, a nosotros acá en la provincia nos ha tocado gobernar con y sin mayoría, y siempre buscamos el acompañamiento sobre la base de la racionalidad de las cosas que presentamos.
-Usted ya explicitó su deseo de convertirse en presidenciable en 2015. ¿Cree que Massa quedó posicionado para competir con esa aspiración suya?
-La verdad es que no ando haciendo análisis o especulaciones sobre lo que hacen o dicen los demás. Yo me ocupo de hacer mi trabajo y las definiciones que he tenido que dar al respecto ya las hice, fui claro, la gente lo entendió y no tengo nada más que agregar. Lo demás se verá. Faltan más de dos años y lo importante es que los gobernadores y el peronismo estén movilizados para apoyar las políticas que hicieron resurgir al país.
-¿Cree que hubiera sido mejor dirimir las diferencias del PJ en una interna?
-En la medida en que la democracia va madurando y fortaleciéndose vamos viendo que el espíritu de las PASO es que las diferencias internas se puedan zanjar, como se hace en otros países, mediante el debate interno, y que se pueda competir y que las PASO sean un gran ordenador interno de las aspiraciones de cada uno.
-Pero eso no ocurrió en este caso con el peronismo?
-Acá se ha dado un salto al implementarse las PASO, pero no fue acompañado por los protagonistas, como puede ser el peronismo o el radicalismo. Tenemos que enfrentar la dispersión y la atomización. Es un tema pendiente del peronismo, como en otros partidos políticos, que hay que trabajarlo; yo voy a trabajar en eso, voy a trabajar para unir al peronismo.. 

Scioli: “Vamos a corregir lo que haya que corregir”

Scioli: “Vamos a corregir lo que haya que corregir”

jueves, 15 de agosto de 2013

Ciudadanía fraccionada



Ser político en sentido auténtico es preferir enmendar errores a linchar culpables.


En una de sus cartas, Voltaire asegura que los humanos tenemos un número determinado de dientes, cabellos e ideas que con los años vamos perdiendo paulatinamente hasta quedar reducidos al despojado modelo que la vejez presenta al público. Puedo dar fe personal de ese desguace, pero no todos sus registros me parecen igualmente deplorables. En concreto el adelgazamiento de la provisión ideológica tiene bastante de beneficioso.
La experiencia demuestra que rebosar de ideas no es señal de gran inteligencia, sino más bien de lo contrario: los sabios las someten al mismo régimen que las juergas y se permiten muy pocas. A quienes no lo somos, nos viene bien que el tiempo nos desbroce de la excesiva facundia, sobre todo en lo político. A mí me ha dejado reducido al ideal socialdemócrata y poco más. Ya sé que el término les suena peyorativo y anticuado a amigos a los que intelectualmente aprecio, porque les recuerda la propaganda ineficaz o nociva de ciertos socialistas al hispánico modo, pero a mi juicio equivale al sentido común (un punto escéptico) aplicado a la gestión de lo común. Aún más, creo que se trata ni más ni menos de lo que George Orwell (a quien por cierto ahora algunos, a propósito de Snowden, confunden con Mercedes Milá) llamaba common decency, la decencia corriente en lo que toca a lo común.

Defender los derechos
de lo común a todos, como la lengua, se toma como  una agresión

Ahora estamos viendo que la socialdemocracia, con su combinación cívica de derechos y deberes, su énfasis en la defensa de un espacio vital y unos servicios públicos no sometidos a la mera regulación comercial y su principio de que toda riqueza es social y por tanto debe ser socialmente responsable, no es una aspiración política facilona ni aburridamente modesta como algunos han podido suponer. Aún menos, desde luego, una suerte de totalitarismo light que marchita o proscribe la excelencia individual. Más bien se trata del auténtico esfuerzo revolucionario de la era contemporánea, contra la que han ido creciendo obstáculos institucionales y económicos que revelan el fondo subversivo de sus aparentemente sosegadas propuestas. Lo que parecía un ideal domesticado se ha convertido por la zapa de intereses reaccionarios en casi una utopía. En efecto, la socialdemocracia nunca ha pedido el sol a media noche, sino una red de alumbrado público eficaz cuando se pone oscuro. Eso la enfrenta por igual a quienes claman que debemos resignarnos a las tinieblas pues son naturales (salvo para los héroes capaces de conseguir su propia linterna) y a los que recomiendan apedrear las pocas farolas que pueda haber y exigir el amanecer ya o nada.
En el fondo, los movimientos ciudadanos como el 15-M y derivados, aunque peraltados en ocasiones por declamaciones radicales de hoja caduca (véase el párrafo primero de esta nota), lo que coinciden en exigir es la recuperación de los puntos perdidos o jibarizados del ideario socialdemócrata. Zarandeados por una crisis que exige reformas de calado, pero también se presta a servir de coartada a retrocesos antiigualitarios, los más adormecidos han cobrado conciencia de que el llamado Estado de bienestar no tiene piloto automático y que nada socialmente bueno está garantizado para siempre si sus beneficiarios no quieren o no saben empeñarse políticamente en conservarlo y actualizarlo.
Se nos ha dicho que no solo los ciudadanos de a pie padecen la tormenta actual, sino también grandes inversores, entidades bancarias y hasta Gobiernos, nacionales o regionales, para cuya recuperación debemos consentir en sacrificios… por nuestro bien. Pero aunque puede que, lo queramos o no, los problemas de los poderosos sean nuestros problemas, “lo que es seguro es que sus soluciones no son nuestras soluciones”. Tomo la cita del muy sugestivo y didáctico libro que ha dedicado Félix Ovejero a la teoría de la democracia a partir del 15-M: ¿Idiotas o ciudadanos? (ed. Montesinos). Un oportuno prontuario de cómo mantener y poner al día las reivindicaciones de la socialdemocracia en la estación poco propicia, sin abandonismo resignado ni autocomplacencia.

Se extiende en España el separatismo manso: esa gente que solo se siente unida al resto ante un accidente grave o un triunfo deportivo

A mi juicio, lo primero que hay que recobrar es la dimensión política de cada uno y todos en la palestra democrática. Ser político en el sentido auténtico del término, no en el insultante y pueril, es preferir enmendar errores a linchar culpables. Para ello no basta con tener claros los legítimos intereses particulares sino buscar la forma de encuadrarlos y defenderlos en el conjunto de todos los afanes sociales, que también debemos considerar como propios para no fraccionar nuestra ciudadanía. Una de las exigencias más repetidas, sea con honesto fervor o por rutina demagógica, es que los políticos que ocupan cargos representativos deben salir de sus despachos y acercarse más a los problemas de la gente; pero, puesto que esa gente también está formada por políticos y no por idiotas aislados en sus reclamaciones, no menos oportuno sería que cada cual intentase imaginarse en el despacho del representante de turno, teniendo que armonizar demandas y urgencias contrapuestas. No vale monopolizar en provecho propio, aun legítimo, la voz del pueblo, porque esta rara vez suena con la unanimidad del orfeón. “La argumentación pública obliga a mostrar que, en algún sentido, las tesis defendidas se corresponden con principios generalmente aceptables, de interés general, y con la realidad del mundo” (F. Ovejero, op. cit.).
En España, el peor sabotaje al uso racional de la ciudadanía es el separatismo bravo o manso que se ha generalizado. Este último, el separatismo de los no separatistas, es el más extendido y por tanto el más dañino. Esa buena gente que solo se siente unida al resto de sus compatriotas cuando hay un accidente trágico o un triunfo deportivo, nunca en la gestión política. En las peores épocas del terrorismo, oíamos decir a gente bienintencionada (creo yo): “Eso es algo que tenéis que resolver los propios vascos”. Y hoy se discute si el derecho a decidir en Cataluña es legal o ilegal, pero pocos mencionan que excluye antidemocráticamente de la decisión al resto de los españoles de cuyo país forma parte Cataluña. Es el patriotismo de la vaca que ríe: cada región una porción separada envuelta en su papel de plata, que comparten la misma cajita, pero se comen por separado. Y eso en el mejor de los casos…
Defender los derechos de lo común a todos (por ejemplo, la lengua y el derecho a ser educados en ella) es una agresión a idiosincrasias sacrosantas, a veces de cuño reciente. El lenguaje políticamente correcto decreta que “euskaldunizar”, “catalanizar” o “descentralizar” pueden llevar a abusos, pero son términos aceptables; en cambio “españolizar” o “recentralizar” son voces reaccionarias en sí mismas, incluso fascistas. Los políticos antiseparatistas, si quieren ser gente progre, serán vasquistas, catalanistas o galleguistas y proclamarán que ya no tiene sentido reivindicar la nacionalidad estatal, pasada de moda. Y ni siquiera se puede culpar de este fraccionamiento a los nacionalistas, lo mismo que no llamamos “ladrón” a quien entra en una casa de puertas abiertas y se lleva algo precioso que nadie protege ni reclama como suyo. ¡Qué difícil es que los ciudadanos puedan luchar eficazmente por actualizar el proyecto socialdemócrata en estas condiciones!
Fernando Savater es escritor.


Paraguay normaliza su situación institucional



Cartes, elegido en las urnas, asume la presidencia y su país retorna a Mercosur y Unasur.



ALEJANDRO REBOSSIO Buenos Aires 


Horacio Cartes tras jurar como nuevo mandatario de Paraguay. / ANDRÉS CRISTALDO (EFE)

Un empresario polémico y sin experiencia política, Horacio Cartes, de 57 años, asumió este jueves la presidencia de Paraguay. Cartes fue investigado por EE UU por presunto lavado de dinero, según los cables de Wikileaks, entró en política hace solo cuatro años y con su llegada al Gobierno regresa al poder el conservador Partido Colorado, que había gobernado Paraguay durante seis décadas, incluida la dictadura militar de Alfredo Stroessner (1954-1989), hasta 2008, cuando el ex obispo socialista Fernando Lugo fue elegido presidente. Lugo fue destituido en un juicio sumario en junio de 2012, por un acuerdo de los legisladores colorados y liberales, y entonces Paraguay fue suspendido como miembro de Mercosur y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) por violación de la cláusula democrática de ambos bloques. Pero en abril pasado se celebraron elecciones presidenciales en este país desigual en lo social y rico por su naturaleza, y Cartes, uno de los empresarios más millonarios, con inversiones en banca, tabaco y refrescos, venció con el 46%. Así que es Unasur y Mercosur han anunciado que a partir de este jueves se levantaba la suspensión a Paraguay, pero no está claro que este país esté tan convencido del modo de regresar a la unión aduanera que integra con Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela.
Es casi evidente que Paraguay necesita de Mercosur. Un cuarto de sus exportaciones se destina a Argentina y Brasil, con los que comparte las presas de Yacyretá e Itaipú, respectivamente. Pero Cartes, así como su antecesor, el liberal Federico Franco, que sucedió a Lugo, rechazaron que en julio de 2012, mientras su país estaba suspendido de Mercosur, Argentina, Brasil y Uruguay concretaran el ingreso de Venezuela al bloque. El país caribeño llevaba años esperando su ingreso y solo faltaba que el Parlamento paraguayo, dominado por colorados y liberales, lo ratificara. Cuando Paraguay quedó al margen, Venezuela entró. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Eladio Loizaga, pidió antes de asumir el cargo que se subsanara el “modo ilegal del ingreso de Venezuela”. También dijo que, mientras tanto, su país profundizará relaciones con otros de fuera del bloque.
En el Gobierno interino de Franco, Paraguay se sumó como observador de la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile). También lo hizo el Uruguay de José Mujica. El ministro de Exteriores paraguayo dijo que su país “va a ir avanzando” hacia la Alianza del Pacífico. Sin embargo, el Gobierno de Brasil ha dicho públicamente que los miembros de Mercosur no pueden sumarse a la zona de libre comercio del Pacífico, pues resultaría incompatible con la unión aduanera.
Cartes, de todos modos, destacó en el acto de asunción de la presidencia “la presencia de dos distinguidas damas”, en referencia a las presidentas de Brasil, Dilma Rousseff, y de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. También viajaron a Asunción el príncipe Felipe, Mujica y los presidentes de Chile, Sebastián Piñera, y de Perú, Ollanta Humala. En cambio, no fue invitado el de Venezuela, Nicolás Maduro, a quien el Parlamento paraguayo declaró el año pasado persona non grata porque supuestamente arengó a los militares paraguayos a evitar la destitución de Lugo. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, no viajó ni envió a nadie a la jura en solidaridad con Maduro. Estos dos jefes de Estado se verán las caras con Cartes a finales de agosto en Surinam en la cumbre de Unasur, que, a diferencia de Mercosur, es una alianza netamente política y no económica y que integra a países tanto de esta unión aduanera como de la Alianza del Pacífico.
"Si dentro de cinco años, al concluir el mandato, no hemos reducido sustancialmente la pobreza, serán estériles todas las obras”, dijo Cartes en el discurso inaugural de su presidencia, mientras maestros y médicos protestaban en las calles por sus nóminas. “Por eso reitero que nuestra obsesión es ganar cada batalla en la guerra que hoy declaramos a la pobreza", añadió el nuevo presidente paraguayo, que, al mejor estilo Silvio Berlusconi, tambien se metió en el fútbol y presidio el Libertad. "Quien desee adueñarse de la cosa pública no contará con la complacencia del jefe de Estado", se refirió Cartes a la corrupción, un mal endémico del que por décadas se ha acusado a la clase política paraguaya y al Partido Colorado en especial.
“Este país tiene agua potable, ríos, áreas cultivables. Nos faltan recursos económicos, pero tenemos recursos humanos", dijo Cartes. "Paraguay es el tesoro mejor guardado de América Latina, pero debemos cuidar nuestro tesoro y el mundo nos exige que cuidemos nuestros recursos naturales. También me interesa cuidar la dignidad de nuestra gente", opinó el presidente, antes de referirse a los cientos de miles de paraguayos que migran a otros países, como Argentina o España: "Espero que las familias paraguayas desintegradas vuelvan a unirse algún día. Si no logro eso al cabo de cinco años habrán sido estériles todos nuestros esfuerzos”.