POR JORGE CASTRO
Shale gas, el hallazgo. Campo de Marcellus, Pennsylvania /AFP
La recuperación de
la economía norteamericana supera las previsiones más optimistas, y tras dejar
atrás la crisis desatada en septiembre de 2008 (caída de Lehman Brothers) y sus
consecuencias -nueve meses de recesión y tres años posteriores de bajo
crecimiento económico-, ha comenzado a crecer acercándose a su promedio
histórico de expansión potencial de largo plazo (3% por año).
La industria
manufacturera, que encabeza este restablecimiento de la economía
estadounidense, creció en julio a la tasa más elevada de los últimos dos años,
con un índice del sector (ISM) que trepó a 55,4, el mayor desde junio de 2011,
tras superar en 5 puntos (50,9) el nivel del mes anterior, y orientarse
a alcanzar en la segunda parte del año el récord histórico de la actividad.
Lo actual se acercaría
a lo posible en el tercer trimestre de este año, con una expansión que
alcanzaría a 2,5% anual, después de haber logrado, en los 3 meses previos, un
nivel de 1,7% en el año.
No solo la
manufactura ha adquirido niveles récord.
Las exportaciones
(bienes de equipo y de capital en sus 3/4 partes) aumentaron 2,2% en junio con
respecto a mayo (22% anual) y alcanzaron un pico histórico de US$ 191.200
millones.
La expansión
industrial se sustenta en un factor disruptivo de extraordinaria intensidad, y es que la
revolución del shale gas ha adquirido un carácter explosivo.
La agencia de
energía estadounidense (USEIA) ha duplicado el stock de reservas de gas
del campo de Marcellus (Pennsylvania, Dakota del Norte), el
mayor reservorio de shale (gas/petróleo) de EE.UU.
, al tiempo que
comunicó que su producción aumentó 45% este año. Por eso, el precio del gas
cayó 30% en lo que va del año y las tasas de retorno de las firmas que explotan
Marcellus superaron 120%. Lo que sucede en EE.UU.
anuncia uno de los
grandes cambios estructurales de su historia, superior en intensidad a los 30
años posteriores a la Guerra Civil(1861-1865), o a la formidable
explosión de productividad de la Segunda Guerra Mundial.
El gobierno
norteamericano informó que ha incluido al gasto en investigación y
desarrollo (I&D) como parte integrante de la tasa de inversión, y ha
descartado su condición de costo de la producción. El resultado es que el PBI
ha aumentado 3%, proveniente de una inversión en I&D (capital intangible)
de US$ 550.000 millones en 2012 (2/3 obra del sector privado y 1/3 del Estado).
Más de la mitad de
la tasa de inversión en EE.UU. se realiza en capital intangible (innovación
tecnológica, científica y organizativa); y en la etapa de crisis, en que la
inversión en capital fijo (tangible) cayó 30%, el gasto en I&D aumentó más
de 40%.
De ahí que ese
período haya sido al mismo tiempo una etapa de extraordinario auge de la
productividad de todos los factores (PTF), que revela una de las más
gigantescas olas de innovación de la historia de EE.UU.
Así, la
productividad, tras crecer 3,57% anual entre 1997 y 2003, y caer luego a 1,62%
de 2004 a 2009, aumentó — PTF mediante — a 3,8% anual en el período 2009-2012,
con un pico de 6,1% en el primer trimestre de 2010.
El predominio de la
inversión en capital intangible revela que el capitalismo se ha
transformado en un proceso de acumulación que se confunde con el conocimiento;
y donde el actor relevante ya no es la fuerza de trabajo, ni siquiera el
capital, sino la “inteligencia colectiva” (stock de
conocimiento acumulado, intensificado por la multiplicación incesante de los
protagonistas).
El capitalismo
avanzado se torna cada vez más un sistema “liviano”, en el que “todo lo que es
sólido se desvanece en el aire”, que se aleja de la inversión en
toneladas, metros cúbicos y maquinarias pesadas (capital tangible) y se
vuelca al dominio de lo cualitativo, de lo nuevo y de lo sorprendente, que se
reencuentra con la magia (capital intangible). El dominio del capitalismo no es
más el de las pesas y las medidas.
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