Majestuoso testimonio de un poder agostado
viernes, 8 de agosto de 2014
martes, 5 de agosto de 2014
“Los ricos de Latinoamérica se han llevado su dinero fuera”
El economista de
Tax Justice Network advierte de que, desde varios países del continente, se han
desviado dos billones de dólares, más que su deuda externa.
ALEJANDRO
REBOSSIO Buenos Aires
El economista James Henry.
James Henry es el economista norteamericano que en 2010 lideró enTax Justice
Network (red de justicia tributaria) una investigación sobre el
dinero que escondido en paraísos fiscales. Asesor senior
de esta organización y del Centro sobre Inversión Sostenible de la Universidad
de Columbia, ha llegado a Buenos Aires para continuar con su investigación
sobre la fuga de capitales de países en desarrollo a ricos por intermedio de
paraísos fiscales.
Pregunta. ¿Qué le trae a Argentina?
Repuesta. Estoy aquí por un proyecto financiado por el Ministerio de Asuntos
Exteriores noruego y que abarca a Argentina y Sudáfrica dentro del trabajo que
realizamos sobre la riqueza en el extranjero. Tax Justice Network realizó una
estimación en 2010 sobre el total de tal industria a partir de diversas
metodologías. Estimamos que existen entre 21 y 32 billones de dólares fuera del
control de las autoridades tributarias. Alrededor de un tercio de ese dinero
viene de países en desarrollo, como Argentina, Brasil, México y Venezuela. La
riqueza en el extranjero de la región es de alrededor de dos billones de
dólares, mucho más que la deuda externa total. Los ricos de Latinoamérica han llevado
su dinero fuera de la región. La excepción es Brasil, donde ha habido cierto
flujo en reversa pero, en casos como México y Argentina, el 90% o 95% de esos
capitales ha sido reinvertido fuera, en general en activos con bajos
rendimientos, como depósitos bancarios o bonos y acciones de los mercados
occidentales.
Latinoamérica es una gran fuente de financiación de los países ricos.
Esta es una de las patologías del sistema global que tenemos. Si miramos la
estructura de la banca privada en Latinoamérica, observamos que este negocio de
sacar dinero afuera está dominado por los principales bancos del mundo.
P. ¿Por qué se fugan los capitales de estos países?
R. En el caso de Argentina, la fuga ha estado asociada a la crisis y
la inestabilidad dentro del país. Pero en Tax Justice Network y en el trabajo
de Jorge Gaggero (economista argentino) analizamos el rol que
desempeñan las instituciones internacionales para facilitar esta salida de
dinero y para gestionarlo sin que tribute, lo que lleva a la descapitalización
del país.
Uno de los asuntos que tratamos es el rol de las compañías
multinacionales en tal fuga mediante el abuso de los precios de transferencia
(de exportaciones e importaciones) para defraudar impuestos. Por ejemplo, las
grandes compañías de grano, cuya lista fue publicada el año pasado por la
Administración Federal de Ingresos Públicos de Argentina. ¿Cómo puede ser que
uno de los países con más consumo de soja del mundo sea Uruguay, donde viven
tres millones de habitantes? Es que allí están las oficinas de grandes
comercializadoras de grano. Si las compañías multinacionales no pagan impuestos
por la renta que obtienen aquí, se transfiere el coste del presupuesto del
Gobierno a la clase media y los pobres, por ejemplo, mediante el IVA, que es un
impuesto más difícil de defraudar.
Hay entre 21 y
32 billones de dólares de riqueza privada en el extranjero fuera del control de
las autoridades tributarias
También estamos muy interesados en el rol de las grandes firmas
auditoras y legales que trabajan con los bancos para facilitar que los clientes
puedan migrar su dinero. Y además en Argentina tenemos este problema de los
fondos buitres. Es un atropello que alguien que especuló con la deuda de un
país pueda interferir en la reestructuración de su deuda. Es interesante ver
por qué Argentina no aprovechó todo el dinero que tiene fuera, por qué no lo
trajo de vuelta, por qué no se financió con un sistema tributario más efectivo.
P. ¿Qué sucede en el resto de Latinoamérica?
R. En Venezuela sigue creciendo la salida de capitales por la
incertidumbre política. Miami es la nueva capital financiera de
Venezuela. Si uno tiene una estrategia que le haga atractivo para los
inversores y que mejore las inversiones en educación, países como Argentina
podrían aprovechar el dinero que se fue. México ha sido llevado por esta
increíble guerra de las drogas, pero la economía parece haber andado bastante
bien, su bolsa es fuerte. En la medida en que la economía de EE UU se recupera gradualmente,
México crecerá más rápido.
En general, el problema de la salida de capital es un problema de
tributación. En organizaciones como Latindadd y Tax Justice Network
impulsamos a los países a que sean más activos en cuanto a la fiscalización
tributaria. Antes de la próxima cumbre del G20, hay un gran esfuerzo para que
haya más intercambio de información y para que se reforme el modo en que
tributan las multinacionales. Pero nos ha sido difícil que los países en
desarrollo hablen de estos temas, salvo muy pocas excepciones.
P. ¿Por qué?
R. Muchos países en desarrollo ni siquiera tienen una revisión
efectiva de los precios de transferencia. No tienen conciencia de lo que
podrían recaudar. Muchos precios de las exportaciones, importaciones y compras
de servicios que hacen las multinacionales no tienen comparaciones objetivas
para saber si son reales o no. Entre las farmacéuticas, mucha de la
investigación se hace aquí, pero dicen que compran este servicio en EE UU y así
transfieren dinero afuera del país y pagan aquí menos impuestos. Otro juego de
las compañías de grano es girar dinero mediante la prefinanciación de
exportaciones, que les sirve para mover los intereses fuera.
La riqueza en
el extranjero de Latinoamérica es de dos billones de dólares, mucho más que la
deuda externa total
P. ¿Quiénes son los grandes defraudadores en Latinoamérica?
R. Individuos y compañías. Si uno se fija en una industria como la
del plátano, cada gran jugador está involucrado en el juego de mover beneficios
a paraísos fiscales mediante clientes cautivos que les compran servicios. Entre
las grandes firmas globales, las norteamericanas Google, Microsoft, Apple y
farmacéuticas han arreglado las cosas para tener muchas de sus patentes en
Bermudas o Irlanda.
P. ¿Qué pueden hacer los gobiernos latinoamericanos?
R. Reconocer este tema como prioritario. Pero no oímos nada de esto
en las organizaciones multilaterales. La comisión tributaria de la ONU sería el
lugar apropiado para que los países en desarrollo trataran el tema, en lugar de
tener políticas formuladas por la OCDE, que es un grupo de 34 países ricos.
Pero la comisión tributaria de la ONU solo tiene un presupuesto de 400.000
dólares y tres empleados.
P. ¿Y qué pueden hacer los gobiernos dentro sus países?
P. ¿Y qué pueden hacer los gobiernos dentro sus países?
R. Un problema en toda América Latina es que hay muchos impuestos.
Hay que educar a la gente sobre qué son. Todos los servicios públicos como la
educación, la salud, las calles o la seguridad, suponen en los países
desarrollados al menos entre 30% y 35% del ingreso nacional.
Argentina, Brasil y otros han buscado otras formas de financiarlos. Por
ejemplo, con deuda, y fue un desastre. Probaron con las privatizaciones, y no
fueron muy exitosas. Probaron con la inflación y fue otro fracaso. Los países
menos desarrollados gastan en servicios públicos solo el 10% del PIB. No
conozco ningún país que se desarrolla con éxito y en democracia sin un Estado
fuerte basado en impuestos justos. Muchos países en Latinoamérica descansan en
el IVA, ya no buscan más recaudar de otra manera. No hay dudas de que en el
mundo la desigualdad ha crecido dramáticamente. El hecho de que ricos y
empresas puedan mover el dinero afuera ha hecho una enorme contribución.
P. ¿Ve algún buen ejemplo de sistema tributario en Latinoamérica? ¿O
en otro sitio?
R. Yo vengo del estado de Minnesota, con una población similar a
Uruguay. El gobernador dijo hace cinco años que podía recortar impuestos, como
los ricos le decían que hiciese, o podía aumentarlos e invertirlos en mejores
escuelas, sistemas sanitarios y carreteras. En esa época había una tremenda
competición de recorte de impuestos entre países, pero en Minnesota emergió una
historia de éxito. Si le ofreces a un país o Estado un sector público bien
gestionado, con seguridad, sin corrupción y con una justicia que no se vende,
los negocios prefieren estar en esos lugares donde pueden contar con el Estado
de derecho, con gente que se gradúa en la universidad, donde hay sentido de
comunidad y donde se pagan mejores salarios. Minnesota elevó el salario mínimo
y los impuestos a los ricos, y le va mejor que a EE UU. El crecimiento se
aceleró, que es lo contrario a los que los economistas neoliberales hubiesen
esperado. Reformar el Estado no significa reducirlo o eliminarlo. Tampoco
podemos volver al modelo socialista, que nunca fue muy exitoso, pero debemos ir
a un mejor Estado gestionado con fuerte sistema tributario.
P. ¿Ve algún buen ejemplo en Latinoamérica?
R. Hay muchos ejemplos negativos. Ha habido rebajas impositivas a los
negocios y han hecho códigos tributarios más regresivos. Nicaragua dio grandes
ventajas para que China hiciera un nuevo canal en Centroamérica, pero no sé si
ese canal es necesario. No he mirado de cerca lo que está haciendo ahora Chile.
P. ¿A dónde va el dinero que se fuga?
R. Va a los paraísos últimos: países del Primer Mundo. Nadie quiere
invertir su dinero en las islas Caimán o Jersey. Estos son conductos para
invertir en acciones y bonos en Nueva York, Londres o Zurich. Londres ha
explotado en su valor por el dinero ruso. Países como EE UU han diseñado sus
códigos tributarios para que, si eres un no residente y haces un depósito, por
ejemplo, no tengas que tributar. Es un gran paraíso fiscal. Además, EE UU no
tiene acuerdo de intercambio de información tributaria con países como
Argentina. Hemos aprobado una ley que exige a los bancos extranjeros que hacen
negocios en EE UU que informen sobre los ingresos que reciben de
norteamericanos, pero eso no es recíproco con otros países. Porque los bancos
norteamericanos hacen grandes negocios atrayendo capitales fugados de
Latinoamérica. Sería justo que los gobiernos latinoamericanos demanden a EE UU
que también provea información sobre los contribuyentes latinoamericanos.
Nuevo gesto de Francisco en favor de la teología de la liberación
El Papa levanta el
castigo de Juan Pablo II al sacerdote y ministro sandinista Miguel D'Escoto.
JUAN
G. BEDOYA Santander
Miguel D'Escoto, este lunes en Managua. / J. CAJINA (EFE)
Se sabía que el papa Francisco no es muy amigo de los
teólogos y sacerdotes de la liberación, tachados tantas veces de comunistas,
pero está dando pasos inequívocos de querer rehabilitarlos o, al menos, de
librarles de pasadas execraciones o excomuniones. Se nota que convivió con muchos
de ellos en su Argentina natal, cuando era el general de los Jesuitas y vivió
la experiencia de que su propia congregación era el gran vivero de esa
corriente teológica y pastoral en toda Latinoamérica. Algunos sacerdotes que
estaban bajo su mando sufrieron entonces la brutal persecución de la dictadura
militar, con secuestros, torturas e incluso muertes.
Radio Vaticano ha dado noticia, este lunes, de un nuevo episodio de
comprensión o, al menos, de misericordia hacia uno de los teólogos castigados.
Se trata del sacerdote y ex ministro de Exteriores de Nicaragua Miguel d'Escoto,
de 81 años. Suspendido en 1984 'a divinis' sin contemplaciones por Juan Pablo II,
Francisco ha ordenado ahora que se le levante el castigo, es decir, podrá
volver a tener trabajo pastoral, sobre todo la celebración de la Eucaristía y
la confesión de fieles.
D'Escoto pertenece a la Congregación misionera Maryknoll y escribió la
primavera pasada una carta al Papa para expresarle su deseo de volver a
celebrar la Eucaristía “antes de morir”. El pontífice argentino no ha tardado
en contestar. Además de aceptar la revocación de la “suspensión a divinis”, ha
pedido al superior general de la congregación que inicie cuanto antes el
proceso de reintegración del sacerdote nicaragüense, informa la agencia EFE.
Miguel D'Escoto Brockmann nació el 5 de febrero de 1933 en Los Ángeles
(EEUU). Ordenado sacerdote en Nueva York en 1961, pronto se convirtió en uno de
los exponentes de la teología de la liberación. Su colaboración con el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) comenzó en 1975 a través del Comité de
Solidaridad en los Estados Unidos. Tras el triunfo de la revolución sandinista,
fue llamado por la Junta de Reconstrucción Nacional para ser ministro de
Exteriores, con Daniel Ortega en la presidencia de Gobierno. Lo fue durante
todo el primer mandato del polémico grupo guerrillero. Tras el regreso al poder
del presidente Ortega en enero de 2007, fue nombrado asesor para asuntos
limítrofes y de relaciones internacionales, función de la que ya está retirado.
¿Habrá más rehabilitaciones de teólogos de la liberación o de sacerdotes
metidos en política en contra de los deseos (o las órdenes) del Vaticano? Es
muy probable. El paso de este lunes es un precedente poco habitual en una
confesión religiosa nada amiga de rectificarse a sí misma, o que lo hace, si no
tiene más remedio, dejando pasar antes incluso siglos. Con razón suele decirse
que cuando Roma habla sobre un tema, el caso está cerrado para siempre ('Roma
locuta est, causa finita est')
Fueron el papa polaco Juan Pablo II y su ‘policía’ de
la fe, el cardenal Joseph Ratzinger, ahora emérito Benedicto XVI, quienes
emitieron una severa condena de la Teología de la Liberación, echando de sus
cargos docentes y del ministerio ordenado a miles de sacerdotes de todo el
mundo, algunos también en España. Los casos más sonados, sin embargo,
ocurrieron en la Nicaragua de la revolución sandinista, sobre todo cuando el
Gobierno de ese país, tras derrocar a una brutal dictadura apoyada por Estados
Unidos, entró en guerra no declarada con la gran potencia, con el presidente
Ronald Reagan empeñado en desalojarlos del poder.
Juan Pablo II echó paladas de arena en aquel conflicto, sobre todo
durante su viaje a Managua, la capital de Nicaragua, el 14 de marzo de 1983.
Pese a ser tachado de anticlerical y comunista, el Gobierno en pleno acudió al
aeropuerto a recibir al pontífice romano. Había dos sacerdotes en aquel
Ejecutivo: D’Escoto y Ernesto Cardenal, éste como ministro de Cultura. Otro
sacerdote, Fernando Cardenal, jesuita y hermano del anterior, dirigía el
programa sandinista de alfabetización. Tras un discurso de bienvenida, el
presidente Ortega llevó al Papa hacia los miembros del Gobierno. Juan Pablo II
quiso saludarlos uno a uno. Cuando llegó delante de Ernesto Cardenal, el monje
trapense y ministro se quitó su famosa boina y se arrodilló. Con enérgicos
gestos de su mano derecha, el Papa le dijo: “Regulariza tu posición con la
Iglesia. Regulariza tu posición con la Iglesia.” La fotografía de aquella
reprimenda recorrió el mundo.
Pero Ernesto Cardenal, poeta de fama universal ya entonces, no hizo caso
a aquel gesto de desaprobación papal. Tampoco tomó medidas contra él su
congregación. Poco después, su hermano Fernando, el jesuita, aceptó el cargo de
ministro de Educación. Tuvo peor suerte. Inmediatamente, la Compañía de Jesús, muy presionada por Juan
Pablo II, (incluso con amenazas nada veladas de suspenderla, como había
ocurrido en el pasado), le comunicó que no podía seguir en la política como
jesuita. “Es posible que me equivoque siendo jesuita y ministro, pero déjenme
equivocarme en favor de los pobres, porque la Iglesia se ha equivocado durante
muchos siglos en favor de los ricos”, respondió a sus superiores.
Como señala el profesor Juan José Tamayo, también miembro de la teología
de la liberación, también castigado por Roma, “la presencia de obispos,
teólogos, sacerdotes y religiosos en la vida política es una constante en
América Latina desde los inicios de la conquista hasta nuestros días. Y no sólo
ni siempre del lado de los colonizadores, sino con frecuencia del lado de los
sectores marginados”. Casos emblemáticos de compromiso político liberador son
el obispo Bartolomé de Las Casas y el dominico Antonio Montesinos.
Pero el compromiso político de teólogos y sacerdotes se intensifica en
la década de los sesenta del siglo pasado, incluso con un cristianismo revolucionario
que tiene en Camilo Torres un mito tan arraigado, casi, como el del Ché
Guevara. Ejemplos de ese activismo, que no siempre acabó bien, hay también en
la actualidad. Es el caso de Fernando Lugo (San Pedro del Paraná, 1951), que
accedió a la presidencia del Paraguay tras su triunfo electoral en abril de
2008. Era el candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio y logró derrotar
al Partido Colorado, que llevaba más de sesenta años en el poder. Así resumió
resumía su programa de gobierno, nada más ser elegido: "A partir de hoy,
mi gran catedral será todo mi país. Hasta ahora estuve en una catedral
enseñando, compartiendo, sufriendo, construyendo”.
Había sido maestro. También fue misionero en una de las zonas más
depauperadas de Ecuador y después estudiante de sociología en Roma. El Vaticano
lo hizo finalmente obispo de la diócesis de San Pedro. Cuando renunció al
episcopado, el Vaticano le suspendió a divinis pese a que inicialmente le había
dado permiso para retirarse y dedicarse a la política. La dispensa se la
concedió en junio de 2008 Benedicto XVI. Es decir, la Santa Sede le permitía su
retorno al estado laical, que le da derecho a recibir los sacramentos como
católico, pero con pérdida de su estado clerical. Entonces se comunicó, además,
que si Lugo, desalojado ya de la presidencia tras un polémico proceso, volviese
a pedir su incorporación a la Iglesia católica como obispo, el caso sería
“analizado por la Santa Sede”.
Otro caso de compromiso político, también muy polémico, lo protagonizó
el salesiano haitiano Jean Bertrand d'Aristide, también en sintonía con la
teología de la liberación. Sacerdote en una parroquia pobre de Puerto Príncipe,
había participado activamente en el derrocamiento de la dictadura de Duvalier y
en diciembre de 1990 fue elegido presidente de Haití con el 67% de los votos.
Entre sus prioridades colocó la erradicación de la pobreza y la dignificación
de los sectores populares con las que estaba comprometido desde su época de
sacerdote. Fue derrocado por un golpe militar y posteriormente rehabilitado.
Poco a poco cambió de estilo de vida y se distanció de las opciones liberadoras
del comienzo.
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