Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

domingo, 22 de junio de 2014

La guerra civil asoma en Bagdad



Los milicianos chiíes hacen un alarde con desfiles armados y puestos de control.



ÁNGELES ESPINOSA Bagdad/EL PAÍS 




“Estos son los cimientos de la futura Ópera de Bagdad”, explica el arquitecto Jorge Bustinza frente a un enorme espacio ocupado por grúas y materiales de construcción en la orilla occidental del río Tigris, entre los puentes de Al Yumhuria y Sinak. Allí donde los ojos del profano sólo ven tierra revuelta y bloques de cemento, el vizcaíno sitúa el teatro, el Ministerio de Cultura y otros dos edificios administrativos. El proyecto, en el que participa la empresa española Aquiline, es sólo uno de los muchos con los que la capital iraquí quiere dejar atrás cuatro décadas de guerras, e iniciar un futuro de esplendor que se le ha resistido desde que los mongoles arrasaran el califato abasí en el siglo XIII.
Sin embargo, un poco más al oeste, en la calle Damasco, la realidad se impone a la voluntad de normalización. Un grupo de hombres con uniformes variopintos levanta a toda prisa un nuevo puesto de control, entre el parque Al Zaura y los terrenos de una antigua base militar en cuyos muros se anuncia una ambiciosa urbanización bautizada, en inglés, como Iraq Gate (Puerta de Irak). La estructura, mucho más simple que los proyectos arquitectónicos, está terminada pocas horas después; un nuevo obstáculo al libre movimiento de los bagdadíes.
Desde que el pasado día 10 el Estado Islámico de Irak y el Levante(EIIL) conquistara Mosul, la segunda urbe de Irak, e iniciara su marcha hacia Bagdad sin aparente resistencia de las fuerzas armadas, los habitantes de la capital han vivido con el alma en un puño. Durante un par de días, muchos optaron por quedarse en casa y evitar unas calles cada vez más hostiles. El fantasma de guerra civil volvió a apoderarse de la ciudad de Al Mansur. Incluso ahora, cuando el Ejército ha reaccionado por fin y parece haber frenado a los rebeldes a cierta distancia, Bagdad teme el enfrentamiento confesional. La ofensiva de los suníes ha despertado a las milicias chiíes.

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“No hace falta que venga nadie. Hay mucha gente que apoya al Daish y las milicias chiíes ya están aquí. La duda es cuándo van a enfrentarse”, manifiesta un residente en el barrio de Mansur. Daish es el acrónimo en árabe del EIIL, una facción de Al Qaeda que ha logrado explotar el malestar de la comunidad árabe suní de Irak y liderar a una docena de organizaciones diversas en armas contra el Gobierno.
“No pasarán”, advierte una pancarta en la plaza de Faris al Arabi. Sobre un fondo verde, el color del islam, un grupo de milicianos como los que he visto montando el control, exhiben sus armas en pose marcial. A su lado, un dibujo de los santuarios de Nayaf y Kerbala, donde están enterrados Ali y Husein, las dos figuras fundacionales del islam chií. El mensaje va dirigido a los extremistas suníes que han amenazado con llegar hasta esas ciudades santas, situadas a unos 160 kilómetros al sur de Bagdad.
“Son los hombres de Asaib Ahl al Haq”, me indica Diah, el conductor, con un gesto preocupado. El grupo, cuyo nombre significa Liga de los Justos, es una de las múltiples milicias islamistas chiíes que surgieron en Irak tras la invasión estadounidense en 2003. Se escindió del Ejército del Mahdi tres años más tarde, cuando un cabecilla, Qais al Khazali, cuestionó un alto el fuego aceptado por su líder, el clérigo Muqtada el Sadr. Los militares norteamericanos le atribuyen respaldo de Teherán y miles de ataques a las fuerzas de la coalición.
“Los milicianos habían desaparecido de la vista, pero desde la toma de Mosul han vuelto a las calles”, señala Mahmud Kalil, un funcionario que ve con recelo su proliferación. Además, de Asaib Ahl al Haq y el Ejército del Mahdi, hay al menos otras tres milicias chiíes operativas: Badr, Kataeb Hezbolá y los Caballeros de la Esperanza (del Consejo Supremo Islámico de Irak, CSII).
En realidad, hace ya meses que se habla de sus acciones. A medida que el Gobierno de Nuri al Maliki se ha visto empantanado en la lucha contra los insurgentes en Faluya, Ramadi y otras localidades de la provincia de Al Anbar, ha recurrido a estos voluntarios para reforzar a las tropas regulares. También han vuelto a vigilar los barrios donde son fuertes ante el aumento de los coches bomba y, según todos los indicios, a vengar esos atentados con asesinatos de suníes.
“Al Maliki ha reforzado la acción de las milicias”, asegura Amir al Kenani, un diputado sadrista. Añade que desde 2011 el Gobierno ha dado apoyo militar a Badr y Asaib Ahl al Haq, y facilita tarjetas identificativas oficiales a sus miembros. “Los utiliza para llevar a cabo operaciones contra sus rivales políticos”, denuncia.
Ahora, ante el temor al avance del EIIL y sus aliados, todas las milicias chiíes parecen haberse unido frente a los extremistas suníes. Al Kenani niega sin embargo que el Ejército del Mahdi esté en la calle. “Muqtada al Sadr ha llamado a formar brigadas de paz”, precisa. “Tememos que la situación empeore debido a la presencia de hombres armados en las calles apoyados por el Gobierno”, añade.
Con un nombre o con otro, los seguidores de ese popular clérigo desfilaron ayer por las calles de Ciudad Sadr, en respuesta a la fetua para defender el país que la semana pasada lanzó la máxima autoridad chií, el gran ayatolá Ali Sistani. Y no lo hiceron precisamente desarmados. Kalashnikovs, fusiles de asalto, lanzagranadas y otra parafernalia bélica subrayaban sus advertencias a los insurgentes. “No al terrorismo; no a Estados Unidos. Nos sacrificaremos por Irak”, coreaban.
De momento, en las áreas donde están desplegadas las milicias reina la calma, lo que algunos vecinos interpretan como prueba de su connivencia con las autoridades. Resulta difícil establecer los límites. La Organización Badr, formada por exiliados iraquíes que lucharon del lado iraní durante la guerra entre Irán e Irak, se convirtió formalmente en un partido político, encabezado por el actual ministro de Transporte, Hadi al Amiri, y sus fuerzas se integraron en el Ejército y la policía.
Los expertos temen el enfoque sectario de estos grupos. Cualquier incidente inesperado podría prender la mecha en un momento en que las sensibilidades están a flor de piel. Incluso en el mejor de los casos, resulta difícil imaginar que vayan a retirarse de sus posiciones una vez que pase la crisis. “Con la ciudad prácticamente segregada por confesiones, existe el riesgo de que se cantonalizen los barrios”, reflexiona un diplomático europeo.
Nada más lejos de los grandes planes de desarrollo que las autoridades tienen previstos para Bagdad. 

Simplificaciones, trampas y mentiras en Irak



Las acusaciones a Obama por la inacción en Oriente Medio son de un simplismo enorme y peligroso.




Voluntarios chiíes participan en un desfile en Bagdad. / K. K. (AP)


MOISÉS NAÍM/EL PAÍS 

“Los líderes del Partido Republicano están frustrados por el fracaso del presidente Obama en encontrar una solución al conflicto entre suníes y chiíes… Lo único que le pedimos al presidente en la reunión en la Casa Blanca fue que acabara con esta reyerta religiosa que comenzó en el año 632. ¿Y que nos ofreció el presidente? Nada”, afirmó molesto el senador Mitch McConnell. “Este conflicto lleva más de 1.500 años”, añadió John Boehner, jefe de los republicanos en la Cámara de Representantes. “Esto quiere decir que el presidente Obama ha tenido tiempo suficiente para resolverlo”.
La cita anterior es una broma inventada por el humorista Andy Borowitz. Esta, en cambio, fue planteada muy seriamente por Dick Cheney en un artículo que publicó con su hija Liz: “Pocas veces ha estado un presidente de Estados Unidos tan equivocado sobre tantas cosas a expensas de tanta gente… Las acciones de Obama, antes y después de los recientes avances de los yihadistas del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL) en Irak, han agravado la amenaza a la seguridad de EE UU… El presidente Obama parece estar decidido a dejar el cargo habiendo degradado a América… Va camino de asegurar que su legado sea el de un hombre que traicionó nuestro pasado y dilapidó nuestra libertad”.
La ironía de que el acusador sea uno de los responsables de la catastrófica invasión de Irak es solo superada por su desfachatez. El artículo ha provocado un alud de reacciones, recordando los muchos y trágicos errores de Cheney: “No hay duda de que Sadam tiene armas de destrucción masiva”. “Seremos recibidos como libertadores”. “No necesitaremos dejar muchos soldados en Irak después de la invasión”. “Suníes, chiíes y kurdos vivirán armónicamente en democracia”. “Los extremistas en la región se verán obligados a repensar su estrategia de yihad”. Estos, entre otros. Es obvio que el artículo va más dirigido a influir en la política interna de Estados Unidos que en la política en Oriente Próximo. Cheney se dirige a quienes “ya saben” que Obama es un pésimo presidente cuyas decisiones suelen ser erradas. Y así, Cheney y su hija se unen a la larga lista de quienes ofrecen soluciones a la situación en Siria e Irak, soluciones que, según los críticos, al presidente y a su equipo no se le ocurren, no entienden, no saben ejecutar o, como dice Cheney, Obama rechaza porque está empeñado en degradar la influencia de su país.
Lo interesante de las recomendaciones para resolver la complicadísima situación es que no solamente vienen de los republicanos, sino también de miembros de su partido. Una de las críticas más comunes es que Obama no ha armado a la oposición siria que lucha contra Bachar el Asad. “Armar a los moderados” es el mantra de quienes acusan a Obama de haber abandonado Siria. También lo acusan de haber abandonado Irak: los críticos insisten en que Obama no debió retirar todas sus tropas y que, por el contrario, debió dejar un contingente para hacer frente a emergencias militares. ¿Y qué recomiendan hacer ahora en Irak? Atacar con drones al EIIL que, desde Siria, invade Irak. También proponen deponer al primer ministro chií Nuri al Maliki, reemplazándolo por un líder menos sectario que provenga del consenso entre los grupos suníes, chiíes y kurdos.
El problema con estas recomendaciones es que son de un simplismo enorme, y peligroso. Y todas suponen que Obama y Estados Unidos tienen más poder, capacidades y conocimientos de lo que la experiencia reciente ha demostrado reiteradamente.
“Armar a los moderados en Siria” supone que EE UU sabe quiénes son y puede garantizar que las armas que va a suministrar no caerán en manos enemigas. Esto a pesar de que algunos efectivos del EIIL ya han sido vistos portando equipos que Washington había enviado a los supuestos moderados. Dejar tropas americanas en Irak se hizo imposible una vez que el Gobierno de Al Maliki, bajo presión de Irán, se negó a permitirlo. “Drones contra fanáticos” es otra idea que dista mucho de ser una solución mágica a problemas políticos que no se resuelven con robots. Quizás habrá que usarlos para detener al EIIL pero, como se ha visto en Afganistán, no resuelven el problema y crean otros. Lo mismo vale para la propuesta de sacar a Al Maliki del poder. Es inevitable, pero con su salida no desaparece la endemoniada política entre las sectas y tribus iraquíes. Según el humorista Borowitz, el único consenso que hay entre estos grupos es que Cheney se calle.
Y no es mala idea que también sean más parcos quienes tienen soluciones “obvias” que suponen que el Gobierno de Estados Unidos todo lo sabe y todo lo puede. Actuar a partir de esa suposición es lo que ha debilitado a la superpotencia.