Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

sábado, 31 de agosto de 2013

El Nobel de la paz anuncia la guerra



Obama, ante un dilema desgarrador en el que se juega su lugar en la historia.



ANTONIO CAÑO Washington 

Obama comparece en presencia de su vicepresidente Biden / AFP

En las horas más críticas de su presidencia, cuando ha decidido lanzar un ataque en la región más explosiva del mundo, Barack Obama se juega su lugar en la historia como el incompetente que condujo a su país a otra guerra innecesaria o como el líder firme que se plantó ante la actuación salvaje de un tirano.
Tendrá primero que convencer a un Congreso hostil y una opinión pública escéptica. Pero, frente a aquellos que este sábado se manifestaban en las puertas de la Casa Blanca con pancartas para que EE UU no ponga sus manos en Siria, el presidente que ganó las elecciones con la promesa de paz tiene ahora que defender la necesidad de la guerra.
Obama se ha visto ante la responsabilidad de acatar el veredicto de silencio de la ONU y quedarse quieto o actuar fuera de la única legalidad internacional que se conoce. El dilema es desgarrador. Como decía el viernes el secretario de Estado, John Kerry, al presentar las pruebas que, según él, vinculan al régimen de Bachar el Asad con el ataque químico, “todo el mundo advierte de los peligros de una intervención, pero ¿alguien ha pensado en el peligro de no hacer nada?”.
Un ataque a Siria, pese a que Obama ha prometido que será de carácter “limitado”, es decir, corto y sobre objetivos muy concretos, engendra un alto riesgo de propagación del conflicto en la zona y en la propia Siria, con la posibilidad de que EE UU se vea obligado a otros y más prolongados ataques en una espiral infernal.
Pero no hacer nada supone, desde la perspectiva de Washington, no sólo sancionar el uso de armas químicas en Siria, sino enviar a Irán, Corea del Norte o cualquier otro país que quiera escucharlo el mensaje de que no existen límites en el grado de crueldad que el mundo está dispuesto a soportar de forma impasible. Es cierto que ya han muerto más de 100.000 personas desde que la guerra civil en Siria estalló hace más de dos años, y que un millar más de cadáveres, por mucho que las armas con las que murieron fueran químicas, no parece cambiar mucho el balance de la tragedia. Pero Obama lo ha planteado como una cuestión de límites. EE UU no puede intervenir en todos los conflictos ni impedir todas las catástrofes humanas, pero el uso de armas de destrucción masiva constituye una línea roja que el propio Obama marcó en su día y que El Asad han traspasado groseramente ahora, según los datos que exhibe la Administración.
Este momento es particularmente angustioso para Obama, que construyó su leyenda sobre las cenizas de un predecesor arrogante y belicista. También es especialmente desconcertante para el resto del mundo ver al frente de esta nueva aventura militar al hombre en quien se creyó para construir la paz.
El propio Obama admitió el viernes que “mucha gente, entre la que me encuentro, está harta de guerra”, teniendo en cuenta las experiencias de Afganistán y de Irak. Pero añadió que también “hay mucha gente que dice que hay que hacer algo y luego nadie hace nada”. “Es importante tener en cuenta que, cuando más de 1.000 personas son asesinadas, incluyendo centenares de niños inocentes, por el uso de armas químicas, de las que el 98% o el 99% de la humanidad cree que no deberían utilizarse, si no hay una respuesta estamos enviando una señal que pone en peligro nuestra seguridad nacional”. 

Obama decide atacar Siria pero lo someterá a votación del Congreso



 “He decidido que EE UU debe actuar militarmente en Siria”, afirma el presidente.

El mandatario apuntó el viernes la posibilidad de llevar a cabo una acción militar "limitada".


ANTONIO CAÑO Washington 





Barack Obama ha anunciado este sábado que ha decidido tomar represalias militares contra el régimen de Siria, pero, tratando de hacer más robusta su posición política y de ganar legitimidad para su actuación militar, someterá su decisión a la votación del Congreso –de vacaciones hasta el día 9-, lo que, como mínimo, retrasará varios días el posible ataque, si es que no lo impide por completo, teniendo en cuenta que la oposición republicana tiene el control de una de las cámaras, la Cámara de Representantes.
Obama declaró, en una comparecencia en el Rose Garden de la Casa Blanca al borde de las dos de la tarde (hora local), que, como comandante en jefe, está capacitado para ordenar el ataque en cualquier momento. Pero añadió que, “como presidente de la democracia constitucional más vieja de la tierra, es preciso liderar, no solo con la fuerza, sino también con el ejemplo”, por lo que, aunque no está obligado legalmente a ello, va a implicar a los representantes de los ciudadanos en esta grave decisión.
Se trata de una maniobra enormemente arriesgada, puesto que Obama está lejos de tener asegurado un voto favorable, pero, al mismo tiempo, increíblemente hábil, ya que, sin renunciar a una respuesta firme contra el régimen de Bachar el Asad, le otorga a su decisión una legitimidad, al menos desde el punto de vista nacional, que lo pone a salvo de futuros y previsibles riesgos una vez que la operación militar haya comenzado.
Obama establece, además, un precedente muy relevante: todos los últimos presidentes norteamericanos, de todos los signos políticos, desde Ronald Reagan hasta Bill Clinton, han procedido sin votación en el Congreso a acciones militares de muchas más envergadura que la que se espera en Siria, que Obama repitió que será “limitada” y no incluirá el despliegue de tropas sobre el terreno. “Sé que puedo hacerlo sin la autorización del Congreso, pero seremos más efectivos si buscamos su aprobación", declaró el presidente.

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Este paso abre, no obstante, un largo proceso de debate lleno de incertidumbres. Obama dijo que ha comunicado su decisión al presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, a la líder demócrata en esa cámara, Nancy Pelosi, al líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, y al líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, quienes le comentaron que respaldaban esa medida. Falta ahora que esos líderes convoquen a sesiones de urgencia a sus respectivas cámaras, que actualmente se encuentra en receso.
Si no se produce una convocatoria urgente, el debate en el Congreso no podría celebrarse hasta el próximo 9 de septiembre. Aún convocándose una sesión de emergencia, el debate podría ser largo y accidentado, sobre todo en la Cámara de Representantes, donde los líderes republicanos no tienen pleno control sobre un extenso grupo de congresistas vinculados al Tea Party cuyo radicalismo, aventurerismo y odio visceral a Obama es de sobra conocido.
Si la Casa Blanca no ha acudido antes al voto del Congreso es, precisamente, porque teme meterse en una dificilísima negociación sobre lo que los miembro del Tea Party pueden exigir a cambio de su voto a favor de la intervención en Siria. Conociendo los antecedentes ocurridos, la verdad es que puede esperarse cualquier cosa. Basta citar como ejemplo que EE UU se verá de nuevo a mediados de octubre ante la amenaza de la suspensión de pagos porque la Cámara de Representantes se niega a apoyar el presupuesto sin una serie de condiciones, por ejemplo, sobre la reforma sanitaria.
Es decir, que Obama ha abierto la caja de Pandora y tiene que prepararse para un camino lleno de obstáculos en el Congreso. Su ventaja es que el público norteamericano no suele ver con buenos ojos una actitud obstruccionista de parte de la clase política cuando el presidente y comandante en jefe está en medio de una crisis militar. Pero tiene en contra que la opinión pública no está aún convencida de la necesidad de actuar en Siria. Sólo un 20% de la población comparte actualmente los argumentos del Gobierno.
En su intervención, Obama trató de agrandar ese porcentaje con nuevos argumentos sobre la gravedad de lo ocurrido en Siria, que describió como “el peor ataque químico del siglo XXI”, y la necesidad de darle respuesta. “¿Qué mensajes estaremos mandando si un dictador puede gasear cientos de niños hasta la muerte a la vista de todo el mundo sin pagar un precio?”, preguntó.
El momento del ataque queda ahora pendiente de esos dos factores: la decision del Congreso y el estado de la opinion pública. ¿Cuando? Obama trató de quitarse presión de encima sobre la fecha de la intervención. “Puede ser en un día, en una semana, en un mes”, dijo. Las fuerzas militares están listas y la decisión de la Casa Blanca plenamente tomada.
El resto de los elementos que se han manejado en los últimos días ya apenas cuenta. El informe de los inspectores de Naciones Unidas, que también puede tardar varios días, no es considerado en Washington un asunto relevante. El apoyo de otros países, tampoco mucho.
Obama aseguró que ha recibido en privado el respaldo de varios Gobierno del mundo, a los que animó a que lo hagan público. Pero su actuación no va a depender de eso. “Somos los Estados Unidos de América, No miramos a otra parte respecto a lo que ha sucedido en Damasco", manifestó. 

Obama, decidido a lanzar el ataque tras presentar las pruebas contra Siria

 

 

La Administración asegura que tiene evidencias del uso de armas químicas por el Gobierno de Damasco, frente a quienes dudan de la fiabilidad de los indicios.



ANTONIO CAÑO Washington 


El Gobierno de Estados Unidos asegura disponer de múltiples pruebas –fotos, vídeos, conversaciones de funcionarios del régimen, imágenes de satélite, declaraciones de testigos presenciales, informes médicos y de organizaciones no gubernamentales, datos de servicios de espionaje-, algunas de las cuales no pueden ser expuestas al público por razones de seguridad, que “demuestran con alta confianza que el Gobierno sirio perpetró el ataque contra elementos de la oposición en las afueras de Damasco el 21 de agosto”.
El secretario de Estado, John Kerry, encargado de hacer públicas esas pruebas “para que cada uno pueda juzgar por sí mismo”, afirmó que se trata de un material lo suficientemente concluyente como para obligar a la comunidad internacional a dar una respuesta firme, no solo con el objetivo de que dejar claro al régimen sirio que ese comportamiento es intolerable, sino también para que otros países –mencionó a Irán, Corea del Norte y el grupo Hezbolá- sepan que el uso de armamento de destrucción masiva no quedará impune.


ATLAS
El presidente Barack Obama, que este viernes volvió a reunirse con sus principales asesores militares para ultimar los detalles de la intervención contra Siria, anticipó en unas declaraciones a la prensa que, aunque aún no ha tomado una decisión, “en ningún caso habrá tropas sobre el terreno”. “Sería un acto limitado, reducido a la respuesta que se quiere dar”, dijo. Pero insistió en que el ataque realizado por el Ejército sirio “es un desafío al mundo y el mundo tiene la obligación de responder”. La orden de actuar se tomará, en todo caso, en Washington sin esperar necesariamente al informe que presenten los inspectores de Naciones Unidas, que no pueden aportar, según dijo Kerry, “nada que no sepamos ya”. Obama declaró que hubiera preferido una actuación con mayor respaldo internacional, pero que “el Consejo de Seguridad de la ONU se ha mostrado impotente para reaccionar”.
“Sabemos desde dónde fueron lanzados los cohetes y a qué hora, sabemos dónde impactaron y cuándo, sabemos que los cohetes procedían desde áreas controladas por el régimen y fueron dirigidos únicamente contra vecindarios controlados por la oposición”, declaró el secretario de Estado. La Casa Blanca facilitó después un mapa en el que se detallan con su nombre esos lugares.


Mapa facilitado por el Gobierno de EE UU como prueba del ataque con armas químicas.

Kerry insistió en que estas pruebas han sido minuciosamente analizadas por los servicios de inteligencias hasta tener la seguridad de que no existe posibilidad de error. “Se ha hecho así”, dijo, “conscientes de la experiencia de Irak”. “No repetiremos ese momento”, garantizó.
Las pruebas fueron entregadas el jueves al Congreso, que parece haber quedado razonablemente convencido, puesto que no se han vuelto a escuchar después quejas al respecto. Obama no someterá, sin embargo, su decisión sobre el ataque a la votación en ambas cámaras.
La información de la que dispone EE UU le ha permitido calcular que en el bombardeo de la pasada semana murieron 1.429 personas, entre ellas 426 niños. Ninguno de ellos sufrieron cortes o ampuntaciones. Todos presentaban, según los testimonios recogidos sobre el terreno, quemaduras y otros “síntomas claros de haber sido sometidos a gases venenosos, incluido gas sarín”.
Tres días antes del ataque, según los datos del Gobierno norteamericano, personal del régimen sirio especializado en armas químicas estuvo en las áreas que serían atacadas para hacer los preparativos necesarios. La inteligencia de EE UU sabe, igualmente, que se impartieron instrucciones a las unidades implicadas en el ataque para que tomaran las precauciones correspondientes, incluido el uso de máscaras antigas.
Posteriormente, según los datos suministrados en Washington, un alto funcionario del régimen sirio confirmó el ataque, analizó su impacto y confesó su temor de que fuera descubierto. EE UU dispone de una grabación de esa conversación, así como de otra en la que se da la orden de poner fin al ataque.
En las 24 horas posteriores al bombardeo los satélites de EE UU detectaron actividad de cohetes y misiles sobre la misma zona atacada cuatro veces superior a la de los diez días anteriores. Los ataque sobre esos vecindarios continuaron intensivamente hasta la mañana del 26 de agosto, con el propósito, según Kerry, de borrar los restos de las armas químicas.
A todas estas pruebas se suma el hecho, admitido por el propio régimen, de que “Siria dispone”, según los datos facilitados por la Casa Blanca, “de un gran arsenal de agentes químicos, incluyendo mostaza, sarín y VX, y que posee miles de municiones que pueden ser usadas para transportar esos agentes químicos”, medios con los que no cuentan los rebeldes.
“En todo esto”, añadió el secretario de Estado, “la comunidad de inteligencia de EE UU tiene alta confianza, alta confianza, es de sentido común, son pruebas, son hechos”. “Por tanto, la pregunta ya no es qué sabemos. La pregunta ahora es qué es lo que mundo, colectivamente, va a hacer al respecto”. El Parlamento británico rechazó el jueves en una votación participar en ninguna acción militar conjunta. Francia, por su parte, sigue mostrándose partidaria de castigar al régimen de Asad, aún sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU.
Por lo que respecta a EE UU, Kerry afirmó que “tomará sus propias decisiones, de acuerdo a su propio tiempo y a sus propios intereses”. “Después de una década de conflicto”, admitió, “el pueblo norteamericano está cansado de guerra. Créanme, yo también lo estoy. Pero el cansancio no nos puede impedir asumir nuestras responsabilidades. Solo por anhelar la paz no la conseguiremos, y la historia nos juzgará muy severamente si cerramos los ojos ante un dictador sin escrúpulos que usa armas de destrucción masiva pese a todas las advertencias”.
El secretario de Estado prometió que “cualquiera acción que se decida” para intervenir militarmente en Siria “será limitada y diseñada para asegurarnos de que el uso flagrante y brutal de armas químicas es adecuadamente contestado”. En última instancia, concluyó, la solución de la guerra civil que se libra en Siria desde hace más de dos años “tendrá que ser política, tendrá que ocurrir en la mesa de negociaciones”. 

La generación del 70 prepara las valijas



Por Eduardo Fidanza  | Para LA NACION


Aunque no se advierta a primera vista, es probable que la transición provocada por las elecciones signifique algo más que un recambio presidencial dentro de dos años. Sucede que el carácter y el discurso de Cristina Kirchner, la figura que dejará el poder, es quizás el síntoma de una generación que marcó, de un modo u otro, nuestra historia política en las últimas décadas. Por eso, tal vez, el crepúsculo de la Presidenta suscite una reflexión más amplia sobre el devenir político y la vida privada de los argentinos en ese lapso.

Cuando se alude a la idea de generación, la referencia inevitable es Ortega. Como se sabe, el español atribuyó a los miembros de una generación ciertos rasgos típicos que los diferencian decisivamente de las anteriores. Para el filósofo, una generación no se agota en sus representantes más conocidos, sino que "tiene su minoría selecta y su muchedumbre", y sus integrantes pueden adquirir puntos de vista muy distintos que los lleven a enfrentarse como antagonistas. Sin embargo, dirá Ortega, con prosa inconfundible, "bajo la más violenta contraposición de los pro y los anti descubre fácilmente la mirada una común filigrana". Se trata de hombres de su tiempo que a fuerza de diferenciarse se parecen más todavía.
Pero antes que a la filosofía o la sociología, las generaciones pertenecen a la experiencia común que expresa el devenir de las familias. La sucesión de abuelo, padre, hijo, nieto es la secuencia en la que se tejen las más sublimes y terribles historias. La herencia, el mandato, la maldición son adjetivos que se aplican a las sagas familiares y que marcan, bajo la forma de carga opresiva o confianza filial, la vida de los individuos. La literatura y el cine han mostrado a su vez, con la fuerza de las metáforas, la influencia de las épocas y sus dramas en la vida de las generaciones familiares. Novelas como Los Buddenbrook, de Thomas Mann, y La marcha Radetzky, de Joseph Roth, o películas como Sunshine, de István Szabó, son conmovedoras expresiones de este fenómeno. Introducirse en ellas eriza la piel: reflejan el cruce dramático de las historias pública e íntima, que condiciona nuestros logros y fracasos como personas privadas y ciudadanos.

Sugiero ubicar el fin de ciclo de Cristina en este marco, porque su tiempo agitó la vida pública y privada. No se trata, en rigor, de su persona, sino de los rasgos de una época que acaso esté llegando a su fin. Convencidos idealistas o impostores, los Kirchner contribuyeron a restaurar mitos y símbolos de los 70, reivindicando la rebelión contra la concepción política y económica de las dictaduras militares.
Esta restauración significó revitalizar las premisas de la generación del 70. No se trató de nada nuevo: su modelo proviene de las religiones de salvación y de su heredero secularizado, el racionalismo revolucionario. Consiste en creer, en primer lugar, que se puede poseer la única verdad; en segundo lugar, que esa verdad ordena los hechos y les otorga sentido; en tercer lugar, que debe combatirse sin cuartel a los que piensan distinto porque representan el error o el mal.
Una operación complementaria caracterizó la restauración kirchnerista: la manipulación de la memoria. Reivindicar una parte de la historia significó invalidar la otra. Afirmar ciertas voces como verdaderas convirtió las alternativas en disidentes. Y provocó una respuesta especular que parece darle la razón a Ortega: dentro de una misma generación los diferentes son, en realidad, muy parecidos. Así, a las apologías del montonerismo se les opusieron amenazantes "huevos de la serpiente", con reivindicaciones de Videla y la dictadura militar.
Pero el presente nunca reproduce el pasado. Como se ha señalado, parafraseando a Marx, la tragedia puede regresar como farsa. Si eso les sucedió al kirchnerismo y su década, debe agregarse, para ser justos, que también tuvo lugar un amplio debate, plasmado en libros y artículos, sobre la época en que las cuestiones políticas se dirimían a tiros. Con honestidad intelectual, y diversos grados de lucidez, se buscaron explicaciones, se asumieron culpas, se propusieron caminos de superación. La izquierda fue ejemplar en esto, basta con ver sus testimonios; la derecha aún está en falta. Esa amplia bibliografía es, en cierta forma, la elaboración de un duelo y la conclusión de una época.
Tengo la impresión de que la generación del 70 prepara las valijas. Empieza a despedirse con Cristina y sus detractores. Las luchas y preocupaciones de su época ya no son las de este tiempo. El afán de salvación, el sectarismo, la violencia, un modo de concebir los ideales perdieron centralidad. Asoman nuevos liderazgos y se enfrentan otros problemas. La tecnología domina la escena, la imagen supera al concepto; el éxito se desembarazó del mérito, la política erradicó la muerte.
Pronto la memoria de los 70 se convertirá en historia. Esperemos que a los contemporáneos les sirva su legado. Porque, como creía Ortega, cada generación enfrenta un doble trabajo: recibir lo vivido y dejar fluir su propia espontaneidad.
© LA NACION. 

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Siria espera el ataque “en cualquier momento”

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viernes, 30 de agosto de 2013

La filtración de los fondos reservados de Inteligencia revela las metas de EE UU



La CIA tiene el mayor presupuesto, destinado a operaciones cibernéticas, contraespionaje y lucha antiterrorista, según las últimas filtraciones de Snowden.



EL PAÍS/ EVA SAIZ Washington 


La entrada de la sede de la CIA en Langley (Virginia). / AP

Las últimas revelaciones facilitadas por Edward Snowden han permitido conocer por primera vez cómo se desglosa la partida de fondos reservados que el presupuesto de EE UU destina a las agencias de Inteligencia. La nueva documentación, publicada el jueves por The Washington Post, permite conocer las prioridades de la Administración y el creciente peso de la CIA, que ha multiplicado su presupuesto desde los ataques del 11-S y reforzando sus servicios informáticos y las actividades de ciberespionaje y contraespionaje.
El presupuesto que la Administración destina a las 16 agencias de inteligencia es público desde 2007, pero nunca antes se había dado a conocer su distribución, “para evitar que los servicios de inteligencia extranjeros puedan hacerse una idea de cuáles son nuestras prioridades en seguridad”, de acuerdo con la respuesta que el director Nacional de Inteligencia, James Clapper, remitió al Post con ocasión de esta última filtración. De los 52.600 millones solicitados para el ejercicio fiscal de 2013 -antes del 30 de septiembre se sabrá la cantidad finalmente asignada-, 14.700 se han destinado a la CIA, 10.800 a la cuestionada Agencia Nacional de Inteligencia, NSA, y 10.300 a la Oficina de Reconocimiento, encargada de los satélites de inteligencia.
Los documentos exponen las prioridades de los servicios de inteligencia y su organización. La lucha antiterrorista, la disminución de la proliferación nuclear y el contraespionaje, en especial el cibernético, son los objetivos preponderantes. La información del Post refleja la implicación cada vez mayor de la CIA en operaciones de espionaje informático centradas, en especial, en Corea del Norte, China, Rusia, Irán, Cuba y también, lo que ha sorprendido a varios analistas, en Israel.
La información que Snowden sustrajo de la NSA ilustra el cambio de rol de la CIA desde los atentados de 11-S, pasando de ser una agencia de espionaje anclada en la guerra fría a una institución que ha incrementado su presencia y su peso dentro del servicio de inteligencia, conduciendo, no sólo actividades propias del área de investigación, sino adoptando un rol paramilitar dirigiendo los ataques con drones en la lucha antiterrorista.
La filtración de Snowden revela también las inquietudes de los servicios de seguridad, como la necesidad de tener un mayor control sobre el personal subcontratado -de acuerdo con la documentación, la NSA, antes de que Snowden entrara a trabajar para ellas, había previsto investigar a 4.000 empleados relacionados con brechas en la seguridad, un extremo que la agencia ha desmentido este viernes en un comunicado- la dificultad de penetrar en el sistema informático de Rusia, China y, sobre todo, Corea del Norte o la escasa información sobre las intenciones del régimen de su presidente, Kim Jong-un.
Los nuevos datos desvelados por Snowden también ilustran el importante papel que jugó la inteligencia, en concreto de los satélites de espionaje, en la captura de Osama bin Laden. 

México y Brasil, ¿modelos diferentes?



Durante décadas ambos países han sido los motores de la economía latinoamericana.




En menos de dos años hemos transitado del milagro carioca a la resurrección mexicana. A ojos de la prensa internacional y de multitud de especialistas financieros, Brasil ha pasado de ser ejemplo de equilibrio entre Estado y mercado a ser un país ineficiente, demasiado orientado al mercado interno y paralizado por una ola inesperada de protestas sociales y de ataques especulativos. Gracias a unos pocos meses de alto crecimiento económico apoyado en las exportaciones y por una redescubierta retórica reformista, México lo ha sustituido como la joya latinoamericana y el modelo a seguir. Los adalides de la apertura no han tardado en ensalzar la voluntad mexicana de profundizar las reformas neoliberales y firmar nuevos acuerdos comerciales. Sin ir más lejos, el exministro de Finanzas de Chile y contrastado especialista en desarrollo económico, Andrés Velasco, alababa hace no mucho el compromiso mexicano con la reducción de aranceles, la integración con Estados Unidos y las políticas macroeconómicas ortodoxas, y recomendaba al resto de países de la región que aprendieran de México.
Sin embargo, la validez de este tipo de comparaciones basadas en comportamientos de corto plazo y en simplificaciones sobre las políticas adoptadas es cuestionable. Nuestra búsqueda de modelos exitosos a imitar nos lleva con demasiada frecuencia a confundir los retos estructurales y las condiciones coyunturales, a olvidar las trayectorias de largo plazo y a obviar las similitudes entre países en el proceso de desarrollo.
De hecho, desde una mirada de largo plazo, el rendimiento económico de Brasil y México no es tan distinto. Entre 1960 y 2011, el PIB real per cápita creció a una tasa media anual del 3% en Brasil y del 2,3% en México. Si exceptuamos unos pocos años de alto crecimiento en Brasil al final de los sesenta, la trayectoria es todavía más similar. Durante décadas ambos países han sido los motores de la economía latinoamericana, convirtiéndose, además, en líderes en la producción de automóviles y algunas otras manufacturas. Ambos se han comprometido con la estabilidad macroeconómica y llevan años combinando baja inflación y superávits fiscales primarios.
Brasil y México se enfrentan también a algunos retos comunes. Sus niveles de ahorro y, sobre todo, inversión son muy inferiores a los del sureste asiático y difícilmente podrán garantizar un crecimiento económico rápido o saltos significativos en la competitividad y la productividad agregada. A pesar de una década de mejoras distributivas, ambos países siguen siendo enormemente desiguales y sus élites controlan una enorme cantidad de recursos, además de acceso privilegiado al diseño de las políticas públicas. Los niveles de corrupción son elevados en ambos casos, las infraestructuras deficientes y la calidad burocrática sin duda mejorable.
El reto del siglo XXI es la consolidación de Estados más activos, más inteligentes y más comprometidos con la equidad
No se me malinterprete, no quiero decir con ello que se trate de países iguales. Sin duda, sus modelos son distintos en muchas áreas. Mientras que México ha optado por facilitar el acceso incondicional a sus mercados y proteger los intereses de las empresas transnacionales, Brasil ha sido mucho más cauto en su estrategia de incorporación al mercado internacional y ha protegido mucho más su propia economía y a sus empresas. En política industrial, México se ha limitado a promocionar las exportaciones a través de algunos incentivos fiscales, mientras que Brasil, en cambio, ha sido mucho más agresivo en su apoyo a grandes y medianas empresas a través de incentivos y del crédito concedido por su gran banco de desarrollo. México saca mejor nota en el ranking del Doing Business del Banco Mundial, pero Brasil lo hace en el índice de competitividad mundial de Davos.
Lo que mantengo es que estas diferencias deben enmarcarse dentro de una perspectiva regional más amplia y una visión histórica más profunda. Más aún, estas diferencias no deben servirnos para alabar a uno u otro país según nuestras preferencias ideológicas o la coyuntura política y económica en la que nos encontremos. Deben servirnos, más bien, para entender que la agenda de reforma futura debe ser necesariamente distinta en los dos gigantes latinoamericanos. En México, el objetivo prioritario no debería ser más liberalización sino el apoyo a la economía informal, la creación de más encadenamientos entre el sector exportador y el resto de la economía y la mejora de la capacidad de aprendizaje e innovación a través de una alianza estratégica entre un Estado más activo y el sector privado. Brasil, en cambio, tiene que buscar nuevas formas de frenar el proceso de desindustrialización y reducir la regulación excesiva en muchos sectores. El crecimiento económico brasileño depende, sobre todo, de la capacidad del Estado para utilizar las rentas de los recursos naturales con el objetivo de fomentar nuevas manufacturas y mejorar la competitividad de los sectores no transables.
No se trata, en definitiva, de seguir cayendo en el debate de siempre entre mercado y Estado e ir eligiendo un nuevo país ejemplar cada mes. El reto del siglo XXI, al menos en América Latina es más bien la consolidación de Estados más activos, más inteligentes y más comprometidos con la equidad y mercados más eficientes y justos, entendiendo las circunstancias y necesidades específicas de cada país, pero también considerando semejanzas e historia compartida.
Diego Sánchez Ancochea es profesor de Economía Política de América Latina en la Universidad de Oxford.


EE UU ofrece pruebas de “alta confianza” de que Asad perpetró el ataque químico



La Administración asegura que tiene evidencias el uso de armas químicas por el Gobierno sirio, frente a quienes dudan de la fiabilidad de los indicios.



ANTONIO CAÑO Washington 


El Gobierno de Estados Unidos asegura disponer de múltiples pruebas –fotos, vídeos, conversaciones de funcionarios del régimen, imágenes de satélite, declaraciones de testigos presenciales, informes médicos y de organizaciones no gubernamentales, datos de servicios de espionaje-, algunas de las cuales no pueden ser expuestas al público por razones de seguridad, que “demuestran con alta confianza que el Gobierno sirio perpetró el ataque contra elementos de la oposición en las afueras de Damasco el 21 de agosto”.
El secretario de Estado, John Kerry, encargado de hacer públicas esas pruebas “para que cada uno pueda juzgar por sí mismo”, afirmó que se trata de un material lo suficientemente concluyente como para obligar a la comunidad internacional a dar una respuesta firme, no solo con el objetivo de que dejar claro al régimen sirio que ese comportamiento es intolerable, sino también para que otros países –mencionó a Irán, Corea del Norte y el grupo Hezbolá- sepan que el uso de armamento de destrucción masiva no quedará impune.
El presidente Barack Obama, que este viernes volvió a reunirse con sus principales asesores militares para ultimar los detalles de la intervención contra Siria, anticipó en unas declaraciones a la prensa que, aunque aún no ha tomado una decisión, “en ningún caso habrá tropas sobre el terreno”. “Sería un acto limitado, reducido a la respuesta que se quiere dar”, dijo. Pero insistió en que el ataque realizado por el Ejército sirio “es un desafío al mundo y el mundo tiene la obligación de responder”. La orden de actuar se tomará, en todo caso, en Washington sin esperar necesariamente al informe que presenten los inspectores de Naciones Unidas, que no pueden aportar, según dijo Kerry, “nada que no sepamos ya”. Obama declaró que hubiera preferido una actuación con mayor respaldo internacional, pero que “el Consejo de Seguridad de la ONU se ha mostrado impotente para reaccionar”.
“Sabemos desde dónde fueron lanzados los cohetes y a qué hora, sabemos dónde impactaron y cuándo, sabemos que los cohetes procedían desde áreas controladas por el régimen y fueron dirigidos únicamente contra vecindarios controlados por la oposición”, declaró el secretario de Estado. La Casa Blanca facilitó después un mapa en el que se detallan con su nombre esos lugares.


Mapa facilitado por el Gobierno de EE UU como prueba del ataque con armas químicas.

Kerry insistió en que estas pruebas han sido minuciosamente analizadas por los servicios de inteligencias hasta tener la seguridad de que no existe posibilidad de error. “Se ha hecho así”, dijo, “conscientes de la experiencia de Irak”. “No repetiremos ese momento”, garantizó.
Las pruebas fueron entregadas el jueves al Congreso, que parece haber quedado razonablemente convencido, puesto que no se han vuelto a escuchar después quejas al respecto. Obama no someterá, sin embargo, su decisión sobre el ataque a la votación en ambas cámaras.
La información de la que dispone EE UU le ha permitido calcular que en el bombardeo de la pasada semana murieron 1.429 personas, entre ellas 426 niños. Ninguno de ellos sufrieron cortes o ampuntaciones. Todos presentaban, según los testimonios recogidos sobre el terreno, quemaduras y otros “síntomas claros de haber sido sometidos a gases venenosos, incluido gas sarín”.
Tres días antes del ataque, según los datos del Gobierno norteamericano, personal del régimen sirio especializado en armas químicas estuvo en las áreas que serían atacadas para hacer los preparativos necesarios. La inteligencia de EE UU sabe, igualmente, que se impartieron instrucciones a las unidades implicadas en el ataque para que tomaran las precauciones correspondientes, incluido el uso de máscaras antigas.
Posteriormente, según los datos suministrados en Washington, un alto funcionario del régimen sirio confirmó el ataque, analizó su impacto y confesó su temor de que fuera descubierto. EE UU dispone de una grabación de esa conversación, así como de otra en la que se da la orden de poner fin al ataque.
En las 24 horas posteriores al bombardeo los satélites de EE UU detectaron actividad de cohetes y misiles sobre la misma zona atacada cuatro veces superior a la de los diez días anteriores. Los ataque sobre esos vecindarios continuaron intensivamente hasta la mañana del 26 de agosto, con el propósito, según Kerry, de borrar los restos de las armas químicas.
A todas estas pruebas se suma el hecho, admitido por el propio régimen, de que “Siria dispone”, según los datos facilitados por la Casa Blanca, “de un gran arsenal de agentes químicos, incluyendo mostaza, sarín y VX, y que posee miles de municiones que pueden ser usadas para transportar esos agentes químicos”, medios con los que no cuentan los rebeldes.
“En todo esto”, añadió el secretario de Estado, “la comunidad de inteligencia de EE UU tiene alta confianza, alta confianza, es de sentido común, son pruebas, son hechos”. “Por tanto, la pregunta ya no es qué sabemos. La pregunta ahora es qué es lo que mundo, colectivamente, va a hacer al respecto”. El Parlamento británico rechazó el jueves en una votación participar en ninguna acción militar conjunta. Francia, por su parte, sigue mostrándose partidaria de castigar al régimen de Asad, aún sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU.
Por lo que respecta a EE UU, Kerry afirmó que “tomará sus propias decisiones, de acuerdo a su propio tiempo y a sus propios intereses”. “Después de una década de conflicto”, admitió, “el pueblo norteamericano está cansado de guerra. Créanme, yo también lo estoy. Pero el cansancio no nos puede impedir asumir nuestras responsabilidades. Solo por anhelar la paz no la conseguiremos, y la historia nos juzgará muy severamente si cerramos los ojos ante un dictador sin escrúpulos que usa armas de destrucción masiva pese a todas las advertencias”.
El secretario de Estado prometió que “cualquiera acción que se decida” para intervenir militarmente en Siria “será limitada y diseñada para asegurarnos de que el uso flagrante y brutal de armas químicas es adecuadamente contestado”. En última instancia, concluyó, la solución de la guerra civil que se libra en Siria desde hace más de dos años “tendrá que ser política, tendrá que ocurrir en la mesa de negociaciones”. 

Obama afirmó que aún no hay una decisión final para atacar Siria

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Hollande cree que hay que frenar a El Asad pero que “no se trata de derrocarle”

 

 

Alemania dice no a intervenir: "Ni se nos ha pedido ni lo consideramos".


 



MIGUEL MORA París 

El presidente francés, François Hollande. / I. LANGSDON (EFE)

El presidente francés, François Hollande, ha concedido una entrevista a Le Monde en la que afirma que “es un hecho” que el régimen de Bachar El Asad usó armas químicas el pasado 21 de agosto, reitera que se trata de un crimen contra la humanidad, y propugna una intervención militar de alcance limitado en Siria. “La matanza química de Damasco no puede ni debe quedar impune. (…) Yo no soy favorable a una acción internacional que intente ‘liberar’ a Siria o derrocar al dictador. Pero sí creo que hay que frenar a un régimen que comete actos irreparables contra su pueblo”, afirma el jefe del Estado francés.
Hollande explica que “todas las opciones de intervención están sobre la mesa”, y afirma que Francia desea una “acción proporcionada y firme contra el régimen de Damasco”. Tras reconocer que es muy difícil que el Consejo de Seguridad de la ONU, “bloqueado desde hace dos años”, dé luz verde a cualquier tipo de intervención, el presidente galo vaticina que se formará una coalición internacional. “Debería ser lo más amplia posible”, enfatiza, y “apoyarse sobre la Liga Árabe, que ha condenado el crimen y alertado a la comunidad internacional”.
Preguntado por la directora de Le Monde, Natalie Nougayrède, y otros periodistas del diario sobre los objetivos de una posible guerra en Siria, Hollande responde: “Yo no hablaría de una guerra, sino de sancionar una violación monstruosa de los derechos humanos. Tendría un valor disuasorio. No actuar sería igual a dejar hacer. (…) [El Asad] ha franqueado una línea horrible. Y es la respuesta, y no la inercia, lo que impondrá una solución política”.


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El presidente admite, en todo caso, que “hay pocos países que tengan la capacidad de infligir sanciones con los medios apropiados. Francia es uno de ellos. Y está preparada. Decidirá su posición en estrecho contacto con sus aliados”.
Sobre el veto del Parlamento británico a la intervención deseada por David Cameron, Hollande no entra a juzgar su valor político: “Cada país es soberano para participar o no en una operación”, dice. “Eso vale tanto para el Reino Unido como para Francia”. Y enseguida agrega que mantendrá, hoy viernes, una “amplia conversación” con el presidente estadounidense, Barack Obama.
Hollande garantiza que no tomará una decisión “antes de disponer de todos los elementos que la justifiquen”, recuerda que ha convocado una sesión extraordinaria del Parlamento para el próximo miércoles, y descarta que la acción militar vaya a producirse antes de que los inspectores de la ONU abandonen Siria.

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EE UU aún está abierto a una coalición

El secretario de Defensa de EE UU, Chuck Hagel, ha subrayado este viernes que la Casa Blanca seguirá buscando una "coalición internacional" para actuar contra el régimen de Bachar el Asad por el supuesto uso de armas químicas en Siria. "El objetivo del presidente Obama y de nuestro Gobierno, sea cual sea la decisión final, es que haya colaboración internacional. Y nuestra idea sigue siendo encontrar una coalición internacional para actuar juntos", ha dicho desde Manila, donde está de visita oficial.
Mientras, el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, ha descartado una participación germana en la intervención militar contra Siria. "Ni se nos ha pedido intervenir", ha afirmado en una entrevista al diario Neue Osnabrucker Zeitung para su edición del sábado, "ni lo consideramos".
El jefe del Pentágono ha destacado que "ya ha habido varios países que se han posicionado públicamente sobre el uso de armas químicas" en la guerra civil del país árabe. Hagel ha hecho estas declaraciones después de que Reino Unido dijese "no" a intervenir ahora en Siria, debido a que varios conservadores se han unido a los laboristas por sorpresa. Sobre este rechazo Hagel ha dicho que "cada nación tiene la responsabilidad de adoptar sus propias decisiones, y nosotros lo respetamos". Hagel no ha querido especular sobre qué podría hacer el Gobierno sirio para escapar a la intervención, pero ha apuntado que hasta la fecha el régimen de Bachar el Asad no ha cambiado de actitud.
El primer ministro británico, David Cameron, uno de los líderes internacionales que más ha presionado en este sentido, ha afirmado en una entrevista televisada que "no necesita pedir disculpas" al presidente estadounidense por el resultado de la votación del Parlamento. Horas antes, había asegurado que respetará la voluntad de los Comunes aunque insistiendo en que "es necesario dar una fuerte respuesta al uso de armas químicas". A pesar de ello, la Casa Blanca ha informado en un comunicado de que "Estados Unidos seguirá consultando con Reino Unido, uno de sus más estrechos aliados y amigos", la respuesta internacional al uso de armas químicas en Siria.
Debido al bloqueo en el Consejo de Seguridad, máximo órgano ejecutivo de Naciones Unidas, Estados Unidos y sus aliados han comenzado a plantearse la posibilidad de intervenir militarmente en Siria sin el visto bueno de la organización internacional. Fuentes del Gobierno estadounidense han aseverado a la cadena NBC que la acción militar contra Siria sería inminente. Al parecer, iría dirigida contra objetivos concretos, por lo que apenas duraría tres días. Su finalidad sería enviar un mensaje al régimen de El Asad. En respuesta a estos rumores, el presidente estadounidense ha aclarado que "todavía" no ha tomado una decisión sobre la intervención militar en Siria, al tiempo que ha subrayado que no está interesado en "un conflicto abierto" en la región.
Reino Unido, principal aliado de la Casa Blanca en este asunto, ya ha descartado su participación en una eventual intervención militar en Siria porque la Cámara de los Comunes rechazó el jueves la propuesta del Gobierno en este sentido.
Las alarmas saltaron el pasado 21 de agosto, cuando las tropas gubernamentales lanzaron un ataque químico sobre Damasco dejando cientos de muertos y miles de afectado, según han denunciado activistas y opositores. Este supuesto ataque químico ha activado el engranaje de la política internacional permitiendo que, tras meses de espera, finalmente un grupo de expertos de Naciones Unidas llegara a Siria para investigar estas denuncias sobre el terreno.
El Gobierno sirio ha dado su visto bueno, permitiendo el acceso irrestricto de los expertos de la ONU a todo el territorio, a pesar de que hasta ahora se había negado a que investigaran también las denuncias de la oposición. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ha pedido calma a la comunidad internacional para permitir que los inspectores completen su trabajo. Se espera que el grupo de expertos abandone territorio sirio este sábado por la mañana.