La Administración
asegura que tiene evidencias el uso de armas químicas por el Gobierno sirio,
frente a quienes dudan de la fiabilidad de los indicios.
ANTONIO
CAÑO Washington
El Gobierno de Estados Unidos asegura disponer de múltiples pruebas
–fotos, vídeos, conversaciones de funcionarios del régimen, imágenes de
satélite, declaraciones de testigos presenciales, informes médicos y de
organizaciones no gubernamentales, datos de servicios de espionaje-, algunas de
las cuales no pueden ser expuestas al público por razones de seguridad, que “demuestran
con alta confianza que el Gobierno sirio perpetró el ataque contra elementos de la
oposición en las afueras de Damasco el 21 de agosto”.
El secretario de Estado, John Kerry, encargado de hacer públicas esas
pruebas “para que cada uno pueda juzgar por sí mismo”, afirmó que se trata de
un material lo suficientemente concluyente como para obligar a la comunidad
internacional a dar una respuesta firme, no solo con el objetivo de que dejar
claro al régimen sirio que ese comportamiento es intolerable, sino también para
que otros países –mencionó a Irán, Corea del Norte y el grupo Hezbolá- sepan
que el uso de armamento de destrucción masiva no quedará impune.
El presidente Barack Obama, que este viernes volvió a reunirse con sus
principales asesores militares para ultimar los detalles de la intervención
contra Siria, anticipó en unas declaraciones a la prensa que, aunque aún no ha
tomado una decisión, “en ningún caso habrá tropas sobre el terreno”. “Sería un
acto limitado, reducido a la respuesta que se quiere dar”, dijo. Pero insistió
en que el ataque realizado por el Ejército sirio “es un desafío al mundo y el
mundo tiene la obligación de responder”. La orden de actuar se tomará, en todo
caso, en Washington sin esperar necesariamente al informe que presenten los
inspectores de Naciones Unidas, que no pueden aportar, según dijo
Kerry, “nada que no sepamos ya”. Obama declaró que hubiera preferido una
actuación con mayor respaldo internacional, pero que “el Consejo de Seguridad
de la ONU se ha mostrado impotente para reaccionar”.
“Sabemos desde dónde fueron lanzados los cohetes y a qué hora, sabemos
dónde impactaron y cuándo, sabemos que los cohetes procedían desde áreas
controladas por el régimen y fueron dirigidos únicamente contra vecindarios
controlados por la oposición”, declaró el secretario de Estado. La Casa Blanca
facilitó después un mapa en el que se detallan con su nombre esos lugares.
Mapa facilitado por el Gobierno de EE
UU como prueba del ataque con armas químicas.
Kerry insistió en que estas pruebas han sido minuciosamente analizadas
por los servicios de inteligencias hasta tener la seguridad de que no existe
posibilidad de error. “Se ha hecho así”, dijo, “conscientes de la experiencia
de Irak”. “No repetiremos ese momento”, garantizó.
Las pruebas fueron entregadas el
jueves al Congreso, que parece haber quedado razonablemente
convencido, puesto que no se han vuelto a escuchar después quejas al respecto.
Obama no someterá, sin embargo, su decisión sobre el ataque a la votación en
ambas cámaras.
La información de la que dispone EE UU le ha permitido calcular que en
el bombardeo de la pasada semana murieron 1.429 personas, entre ellas 426
niños. Ninguno de ellos sufrieron cortes o ampuntaciones. Todos presentaban,
según los testimonios recogidos sobre el terreno, quemaduras y otros “síntomas
claros de haber sido sometidos a gases venenosos, incluido gas sarín”.
Tres días antes del ataque, según los datos del Gobierno norteamericano,
personal del régimen sirio especializado en armas químicas estuvo en las áreas
que serían atacadas para hacer los preparativos necesarios. La inteligencia de
EE UU sabe, igualmente, que se impartieron instrucciones a las unidades
implicadas en el ataque para que tomaran las precauciones correspondientes,
incluido el uso de máscaras antigas.
Posteriormente, según los datos suministrados en Washington, un alto
funcionario del régimen sirio confirmó el ataque, analizó su impacto y confesó
su temor de que fuera descubierto. EE UU dispone de una grabación de esa
conversación, así como de otra en la que se da la orden de poner fin al ataque.
En las 24 horas posteriores al bombardeo los satélites de EE UU
detectaron actividad de cohetes y misiles sobre la misma zona atacada cuatro veces
superior a la de los diez días anteriores. Los ataque sobre esos vecindarios
continuaron intensivamente hasta la mañana del 26 de agosto, con el propósito,
según Kerry, de borrar los restos de las armas químicas.
A todas estas pruebas se suma el hecho, admitido por el propio régimen,
de que “Siria dispone”, según los datos facilitados por la Casa Blanca, “de un
gran arsenal de agentes químicos, incluyendo mostaza, sarín y VX, y que posee
miles de municiones que pueden ser usadas para transportar esos agentes
químicos”, medios con los que no cuentan los rebeldes.
“En todo esto”, añadió el secretario de Estado, “la comunidad de
inteligencia de EE UU tiene alta confianza, alta confianza, es de sentido
común, son pruebas, son hechos”. “Por tanto, la pregunta ya no es qué sabemos.
La pregunta ahora es qué es lo que mundo, colectivamente, va a hacer al
respecto”. El Parlamento británico rechazó el jueves en una votación participar
en ninguna acción militar conjunta. Francia, por su parte, sigue mostrándose partidaria
de castigar al régimen de Asad, aún sin el respaldo del Consejo de Seguridad de
la ONU.
Por lo que respecta a EE UU, Kerry afirmó que “tomará sus propias
decisiones, de acuerdo a su propio tiempo y a sus propios intereses”. “Después
de una década de conflicto”, admitió, “el pueblo norteamericano está cansado de
guerra. Créanme, yo también lo estoy. Pero el cansancio no nos puede impedir
asumir nuestras responsabilidades. Solo por anhelar la paz no la conseguiremos,
y la historia nos juzgará muy severamente si cerramos los ojos ante un dictador
sin escrúpulos que usa armas de destrucción masiva pese a todas las
advertencias”.
El secretario de Estado prometió que “cualquiera acción que se decida”
para intervenir militarmente en Siria “será limitada y diseñada para
asegurarnos de que el uso flagrante y brutal de armas químicas es adecuadamente
contestado”. En última instancia, concluyó, la solución de la guerra civil que
se libra en Siria desde hace más de dos años “tendrá que ser política, tendrá
que ocurrir en la mesa de negociaciones”.
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