EEUU contempla un
par de días de ataques contra objetivos militares, según 'The Washington Post'.
ANTONIO
CAÑO Washington
Los principales ministros británicos llegan a Downing Street. / REUTERS - LIVE!
Estados Unidos está listo para un ataque sobre Siria, que podría ser
inminente: el dispositivo militar está en posición de combate, las razones han
sido expuestas a la opinión pública, el Congreso ha sido informado, se ha
obtenido el imprescindible respaldo de una parte sustancial de la comunidad
internacional y ha sido descartada cualquier otra alternativa. Todo está preparado para que el presidente Barack Obama
dé la orden, que la comunicará al mismo tiempo a toda la nación.
“Hemos desplazado los medios necesarios para cumplir con la opción que
el presidente desee tomar, estamos listos para actuar al instante”, dijo ayer
el secretario de Defensa, Chuck Hagel en una entrevista a la BBC. “Eso ocurrirá
en coordinación con nuestros aliados”, añadió. “Tiene que haber una respuesta y
la habrá”, certificó el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, quien explicó
que sería contraproducente para los intereses norteamericanos permitir que
otros regímenes crean que pueden utilizar impunemente armas químicas.
El Gobierno no precisó los medios que serán utilizados en esa operación,
pero EE UU tiene varios barcos de guerra en el Mediterráneo armados con misiles
de crucero y aviones en distintas bases de la zona con capacidad de bombardear
fuera del alcance de la artillería antiaérea siria. También Francia y el Reino Unido poseen flotas en la región y
han desplazado aviones con el armamento preciso para contribuir al ataque.
Ninguno de los tres países está ya a la espera de informes de Naciones
Unidas ni de ninguna otra baza diplomática que pudiera impedir la intervención
militar. Los tres, así como Turquía, la Liga Árabe, Canadá y Australia, con
cuyos jefes de Gobierno habló Obama el lunes y martes, comparten la convicción
de que Siria utilizó armas químicas en su ataque de la semana pasada contra
posiciones rebeldes en las afueras de Damasco y no creen necesario esperar a
que concluya su trabajo la misión de inspectores de la ONU que actualmente está
en Damasco, menos aún después de que ese equipo anunciase este martes un
retraso de sus investigaciones. Ninguno de los tres Gobierno alude ya a esa
misión y, en realidad, sólo se está a la espera de que Obama decida el momento
más conveniente para actuar.
Éste podría llegar incluso esta misma semana. Varios medios de
comunicación norteamericanos anticipaban, citando altos funcionarios de la Administración,
que el ataque podría ocurrir este mismo jueves. Este miércoles Obama
participará en un acto muy importante para conmemorar el 50 aniversario del
discurso de Martin Luther King 'I have a dream'. No parece el momento ideal de
empezar una guerra. Pero todas esas consideraciones son en este momento
secundarias frente a otras de carácter técnico-militar que, probablemente,
decidirán la hora H del día D.
El Gobierno norteamericano ha estado sugiriendo últimamente que el
ataque será limitado, pero es difícil anticipar qué significa ese concepto. El
mero lanzamiento de unos cuantos misiles de crucero durante un par de día,
serviría para mandar un mensaje al régimen sirio sobre la intolerancia de la
comunidad internacional a sus métodos de combate, pero difícilmente tendría un
impacto sobre la marcha de la contienda civil ni sobre la supervivencia del
propio Bachir al Asad, sobre quien Obama dijo hace más de dos años que tendría
que dejar el poder.
Una operación militar más larga y profunda, con el uso sostenido de la
aviación, por ejemplo, multiplicaría, a su vez, los riesgos evidentes de una
intervención de esta naturaleza en uno de los puntos más peligrosos del mundo,
con Líbano e Israel, entre otros, en la frontera con Siria.
Que todo esté preparado para un ataque no significa necesariamente que
esté bien preparado. De hecho, se aprecian ya varios inconvenientes. Aunque se
han trasladado a la opinión pública los argumentos que justifican la acción
–especialmente, el hecho de que EE UU no puede tolerar el uso de un arma tan
cruel como los gases venenosos, sobre todo cuando el presidente norteamericano
había advertido previamente que no se hiciera- la población es todavía reacia a
este ataque: solo un 9% lo apoya, y un 25% lo haría en el caso de que se demostrase
la utilización de armas químicas, según una encuesta de The Washington Post.
Al mismo tiempo, aunque la Casa Blanca asegura que el Congreso ha sido
informado de los planes del presidente, varios congresistas reclaman datos más
precisos y recomiendan una aprobación específica de parte de ambas cámaras. Es
poco probable que Obama atienda a esa recomendación, pero está obligado por ley
a solicitar la aprobación en el caso de que la participación militar
norteamericana se extienda por más de dos meses.
Parece que la voluntad de la Administración es que no sea necesario un
plazo tan largo. El ejemplo al que se acude es el de la intervención en Libia
en 2011, cuando EE UU atacó solo durante los primeros días y dejó después el
peso de la campaña aérea a sus aliados europeos. Pero esta vez no va a ser
fácil repetir ese modelo, en parte porque Francia y el Reino Unido no tienen
capacidad militar para una actuación así en Siria, y en parte porque la
ofensiva sobre ese país es mucho más compleja desde todos los puntos de vista.
Otros de los aspectos controvertidos de la operación que se avecina es
la de su legitimidad. Aunque en el pasado, se ha intervenido militarmente sin
el respaldo de la ONU –la más destacada, la de la OTAN en los Balcanes- los
participantes en este ataque van a tener algunas dificultades para justificar
legalmente su acción, particularmente si se producen víctimas civiles, lo que
no es descartable.
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