La
destitución del dirigente chino Bo Xilai, cuya esposa está acusada del
homicidio de un británico, se enmarca en las tradicionales luchas de poder en
el Partido Comunista Chino
A finales de 1989 -meses
después de las protestas de la plaza Tiananmen, que desencadenaron la purga del
entonces Secretario General del Partido Comunista Chino (PCCh), Zhao Ziyang,
por simpatizar con los estudiantes-, circuló en Pekín un chiste político que
sintetizaba los riesgos que jalonan el camino hacia el poder en el país
asiático. Contaba que en una ocasión iba el líder chino Deng Xiaoping en un
coche con otros dos altos dirigentes cuando encontraron que una vaca bloqueaba
la carretera. Uno de los funcionarios amenazó al animal con declarar la ley
marcial -como había hecho Deng durante las manifestaciones de Tiananmen-, pero
este no se movió. El otro le advirtió que enviarían al Ejército, y la vaca se
puso rápidamente de pie. Pero no fue hasta que Deng musitó en la oreja al
bovino que lo iba a nombrar jefe del partido que el animal salió corriendo
asustado.
La broma debió de sonar
dura a muchos en aquellos meses tristes, cuando el país estaba aún sacudido por
los efectos de la matanza en la madrugada del 4 de junio, pero resumía lo que
había ocurrido en el pasado y volvería a ocurrir en el futuro a algunos de
quienes ambicionan el poder en este país de régimen de partido único y
equilibrios delicados entre las distintas facciones.
La intervención del
Ejército, ordenada por Deng para poner fin a la Primavera de Pekín,
provocó entre varios cientos y miles de muertos, según las fuentes, con un Zhao
Ziyang bajo arresto domiciliario tras haber sido acusado por el entonces primer
ministro y gran enemigo político, Li Peng, y otros miembros del ala dura de
apoyar las revueltas y dividir el partido.
Las puertas giratorias del PCCh han vuelto a expulsar a
otro de sus altos dirigentes, Bo Xilai, exsecretario del partido en
la municipalidad de Chongqing y líder del ala más izquierdista y conservadora.
Y, aunque las circunstancias sean muy distintas de las que provocaron la
defenestración de Zhao Ziyang, su salida trae ecos de las tradicionales luchas
intestinas.
Bo, de 62 años, claro
aspirante hasta hace unas semanas a entrar en el próximo Comité Permanente del
Politburó -actualmente integrado por nueve miembros-, ha sido expulsado del
Politburó (25 miembros), bajo sospecha de estar implicado en “graves
violaciones de disciplina” y está siendo investigado. El mismo día que fue
anunciada su destitución, la semana pasada, su esposa, Gu Kailai, y uno de los
empleados del matrimonio, Zhang Xiaojun, fueron acusados de ser “altamente
sospechosos” del homicidio, en noviembre pasado, de un hombre de negocios británico,
Neil Heywood, amigo de la familia. Pekín no ha explicado cómo murió el
empresario, pero ha insistido que hay una investigación en curso y que “nadie
en China está por encima de la ley”.
Según la prensa
británica, que cita, entre otras, fuentes cercanas a la policía, Heywood fue envenenado con cianuro potásico porque amenazó con desvelar un plan de
Gu Kailai para sacar de China una gran suma de dinero. Afirman que Gu pidió a
finales del año pasado a Heywood que le ayudara a evadir el dinero, y, cuando
este le exigió una comisión mayor de la que ella estaba dispuesta a darle,
ordenó que lo mataran. Otras informaciones mezclan las supuestas fuga de
capitales y corrupción con la existencia de una relación íntima entre Gu y
Heywood, y afirman que fue Bo Xilai quien mandó su asesinato.
El mayor escándalo
político que vive China desde las luchas internas en el partido durante las
manifestaciones de Tiananmen ha estallado cuando el país se dispone a celebrar
este otoño el XVIII Congreso del PCCh, que dará entrada a una nueva generación
de líderes, encabezada por el actual vicepresidente, Xi Jinping, y el
viceprimer ministro Li Keqiang, quienes se prevé que ocupen en marzo de 2013 la
presidencia y la jefatura de Gobierno, respectivamente.
El
mayor escándalo político que vive China desde las luchas internas en el partido
durante las manifestaciones de Tiananmen ha estallado cuando el país se dispone
a celebrar este otoño el XVIII Congreso del PCCh.
La caída tumultuosa de
Bo rompe el cambio hacia transiciones tranquilas iniciado en 2002. Ese año, en
el congreso quinquenal, Hu Jintaoheredó las riendas del PCCh de Jiang
Zemin, en lo que fue calificado como el primer relevo de poder pacífico en la
historia del partido.
La caída del ambicioso y
carismático Bo ha vuelto a traer a la memoria las luchas e intrigas que
marcaron el gobierno de Mao Zedong y el de Deng Xiaoping. Entre los dos,
expulsaron a cinco sucesores designados.
Mao destituyó a su
primer sucesor, Liu Shaoqi, durante la Revolución Cultural
(1966-1976) por capitalista. Murió en prisión. Fue sustituido por Lin Biao,
quien falleció en un extraño accidente de aviación en 1971. Fue acusado de
haber intentado dar un golpe contra Mao. El tercer sucesor, Hua Guofeng, del
cual se dice que Mao le dijo poco antes de morir “Contigo a cargo, mi corazón
está tranquilo”, fue apartado por Deng en 1977, un año después de la muerte del
Gran Timonel. Deng había sido purgado dos veces por Mao antes de regresar y
asumir el poder.
En 1987, Deng Xiaoping
destituyó a su propio sucesor, Hu Yaobang, por simpatizar con manifestantes
prodemocráticos. Fue reemplazado por Zhao Ziyang. La muerte de Hu Yaobang en
abril de 1989 fue la chispa que desencadenó las protestas de Tiananmen. Un mes
después, Zhao Ziyang cayó también en desgracia.
El último elegido por
Deng, Jiang Zemin, sí finalizó su mandato. Logró deshacerse de sus potenciales
rivales y se mantuvo en el cargo durante la siguiente década hasta que entregó
el poder a Hu Jintao. En 1995, Chen Xitong, exalcalde de Pekín y miembro del
Politburó, fue apartado. Tres años más tarde, fue condenado a 16 años de cárcel
por corrupción. Chen era integrante de la facción de Pekín, rival de la facción
de Shanghai de Jiang Zemin.
En 2006, tras la llegada
de Hu Jintao, el secretario del PCCh en Shanghai y miembro del Politburó, Chen
Liangyu, fue purgado y condenado posteriormente a 18 años también por
corrupción. La caída de Chen Liangyu -hombre cercano a Jiang- fue vista como un
movimiento orquestado por Hu para consolidar su poder y deshacerse de un rival.
El Gobierno se ha
apresurado a difundir en los medios oficiales que la destitución de Bo Xilai no
tiene nada que ver con disputas políticas. Mientras, ha cerrado páginas
neomaoístas, que defendían a Bo y hablaban de una purga. Algunos rumores en
Internet han señalado que los partidarios de Bo Xilai intentaban hacer
descarrilar el relevo generacional en el congreso y han hablado de un golpe de
Estado. En los cafés y restaurantes en Pekín, no es extraño oír hablar estos
días del caso, y funcionarios del Gobierno reconocen que siguen con pasión las
noticias sobre el líder caído en la prensa extranjera.
Pocos analistas y
observadores políticos tienen dudas de que el hundimiento de Bo Xilai se debe a
algo más que “graves violaciones de disciplina”. “La limpia de Bo no es una
victoria de la justicia y no es un logro de la justicia, más bien es una prueba
clara de que el partido está por encima de la justicia”, ha escrito en Twitter
el artista y disidente Ai Weiwei.
El estilo extrovertido y
claramente ambicioso del exdirigente de Chongqing había provocado rechazos en
un partido donde las salidas de tono y el protagonismo abierto son vistos como
ofensivos por muchos dirigentes. Según algunos analistas, la salida de Bo indica
la existencia de una lucha de poder entre el ala conservadora del partido y la
liberal. “Bo Xilai no ha caído por las acusaciones de que era un corrupto y los
supuestos abusos e ilegalidades que cometió durante la campaña que lanzó contra
la corrupción y la criminalidad en Chongqing sino solo porque su estrategia
para hacerse un hueco en el Comité Permanente fue heterodoxa”, afirma un hombre
de negocios extranjero, buen conocedor de China.