Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

martes, 5 de julio de 2011

El PRI arrasa en su camino hacia la reconquista del poder en México


El partido del candidato Enrique Peña gobierna en 19 de los 32 Estados

 

PABLO ORDAZ - México - 05/07/2011


El viejo PRI ni estaba muerto ni estaba de parranda. Su abrumadora victoria del domingo en los tres Estados que disputaba -Coahuila, Nayarit y, sobre todo, Estado de México- viene a demostrar que el Partido Revolucionario Institucional, formación hegemónica en México hasta 1996, está en disposición de concluir su travesía del desierto. Su actual carta de presentación no es mala: domina 19 de los 32 Estados de la República y enfrenta las elecciones presidenciales de 2012 con un candidato muy reforzado -el gobernador saliente del Estado de México, Enrique Peña Nieto- y con una maquinaria electoral tan mortífera como siempre. Enfrente, la desolación. Una derecha muy desgastada por la espiral de violencia que ya ha costado más de 40.000 vidas y una izquierda dividida y sometida a los erráticos designios de Andrés Manuel López Obrador, el candidato del PRD (Partido de la Revolución Democrática) que en 2000 no reconoció la derrota frente a Felipe Calderón, se autoproclamó "presidente legítimo" y se echó a los caminos en una campaña electoral continua con la vista puesta en 2012.
La izquierda aún sigue dividida ante las presidenciales de 2012
La derecha de Calderón sufre el desgaste de la espiral de violencia
Pero, desde aquel plantón que López Obrador protagonizó en el paseo de la Reforma, la situación ha cambiado mucho. Aunque siga siendo su obsesión, tal vez Calderón ya no sea su rival. Para empezar, porque el viejo PRI al que muchos dieron por muerto, una reliquia del peor pasado de México, siguió trabajando en lo que mejor sabe hacer: conservar lealtades allí donde no las perdió nunca -nada más y nada menos que en 10 Estados jamás gobernó otro partido- y, desde ahí, lanzarse a la reconquista de la presidencia. Con vistas a 2012, el PRI ha consolidado a un candidato muy mediático, Enrique Peña Nieto, seguramente más hábil políticamente de lo que propios y extraños estaban dispuestos a reconocerle.
Sin embargo, el contundente resultado obtenido ayer por el candidato del PRI en el Estado de México tal vez no sea lo más importante. Si bien es verdad que Eruviel Ávila logró el 62,5% de los votos frente al 21% de Alejandro Encinas, el candidato del PRD, y a un 12,5% de Luis Felipe Bravo Mena, el aspirante del PAN (Partido Acción Nacional); no es menos cierto que también hace seis años el PRI de Peña Nieto ganó por goleada en el Estado de México y luego quedó en tercer lugar en la carrera por la presidencia. Lo que, en cambio, sí parece relevante es que frente a la situación actual del PRI -buenos resultados y un candidato ungido-, el PAN y el PRD no ofrecen grandes alternativas. El partido de Felipe Calderón aún no ha decidido a quién postular, y varios secretarios de Gobierno luchan por hacerse acreedores del favor del presidente, al tiempo que enfrentan la complicada situación que atraviesa el país. Con respecto al PRD, ahí la situación es de guerra abierta. A menos de 24 horas de las elecciones, los dirigentes izquierdistas del Estado de México ya estaban responsabilizando a López Obrador de la dolorosa derrota. Por haber impuesto a su candidato y, sobre todo, por haberse negado en redondo a una coalición con la derecha para frenar al PRI.
Viejo guardián de las esencias de la izquierda, López Obrador no está dispuesto a reconocer lo que los datos, tozudos, se empeñan en demostrarle. Si no fuera porque, contra su voluntad, el PRD se alió con el PAN el pasado año en las elecciones estatales de Puebla, Oaxaca y Sinaloa, el PRI hubiese ganado también en esos Estados y hoy, en vez de tener 19 gobernadores, dispondría de 22... de los 32 que conforman la República. Ahora, la izquierda mexicana, tradicionalmente dividida, tendrá que decidir si marcha tras López Obrador en solitario hacia otra más que presumible derrota o hacer de tripas corazón y encargar al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, que lidere una candidatura más pragmática, que no asuste al poder económico y que, llegado el caso, pudiera suscribir algún tipo de acuerdo con la derecha para frenar el regreso del PRI. ¿Estaría dispuesto López Obrador a renunciar a favor de Marcelo Ebrard?
Hay preguntas -sobre todo en política- que solo el tiempo se atreve a contestar.

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