El presidente de
Estados Unidos menciona al papa Francisco en un discurso sobre economía de gran
calado social.
YOLANDA
MONGE Washington/EL PAÍS
El presidente que heredó la peor recesión económica desde la Gran
Depresión dejó hoy la confortable Casa Blanca para trasladarse al límite
sureste de la ciudad de Washington y pronunciar a orillas del río Anacostia –en
uno de los barrios más depauperados de la capital de la nación- un discurso de
gran calado social en el que citó al papa Francisco y declaró la desigualdad
económica como "el mayor desafío de nuestro tiempo".
“La peligrosa y creciente desigualdad ha puesto en peligro” el
fundamento social de la clase media de que “si trabajas duro tienes la
oportunidad de salir adelante”, ha dicho Barack Obama, en un acto organizado en
un centro social de Anacostia por el Center for American Progress, un think
tank cercano a la Casa Blanca. Insistiendo en que esa desigualdad se
ha convertido en “el mayor desafío” de nuestra era, el presidente estableció
que si bien no se puede prometer “igualdad de ingresos” sí se debe poder
garantizar “igualdad de oportunidades”.
Barack Obama
Con resonancias de los legados dejados por tres presidentes republicanos
–Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt y Dwight Eisenhower-, Obama ha expuesto lo
que será su agenda doméstica durante el resto de su presidencia y dónde
centrará sus energías. “La mayor parte del crecimento económico de los últimos
años ha ido a unos pocos afortunados”, ha informado el presidente, con el dato
en la recámara de que los ejecutivos de las empresas cobran hasta 273 veces más
que los trabajadores.
A continuación, el mandatario ha hecho referencia al Papa, quien a lo
largo de 142 páginas de exhortación apostólica describió a finales del mes
pasado, en su primer gran documento, una iglesia católica que quiere
transformar para hacerla más cercana a sus fieles y un mundo donde triunfa “una
economía que mata” a través de la exclusión y la inequidad.
“Los ingresos económicos” de los trabajadores deberían estar marcados
por “la ética del trabajo”, ha dicho Obama, no por “el código postal” en el que
se viva”, ha recordado el presidente desde Anacostia y un día antes de que
miles de empleados de las cadenas de comida rápida de más de 100 ciudades
abandonen sus puestos en señal de protesta en lo que ha sido un largo año de
denunciar las dificultades de tener que vivir con los 7,25 dólares por hora en
los que está fijado el salario mínimo federal.
El presidente quiso recordar para quien no fuera
consciente que el nivel de desigualdad económica en EEUU es comparable al de
países como Jamaica y Argentina
Sin aportar ninguna receta económica que alivie los problemas existentes
pero llamando a que el Congreso apruebe las leyes que están estancadas debido a
el obstruccionismo político de la oposición republicana –a la que no mencionó
por su nombre sino que se refirió a ella como el gran elefante que está sentando
en la habitación y todos pretenden no ver-, Obama básicamente
estableció el que será el tono de su discurso del estado de la Unión del
próximo mes de enero –algo sobre lo que bromeó ante los asistentes al
informarles que la alocución que estaba haciendo no era esa a pesar de que lo
pareciera-.
El presidente quiso recordar para quien no fuera consciente que el nivel
de desigualdad económica en EEUU es comparable al de países como Jamaica y
Argentina. “La desigualdad económica no es solo una cuestión moral, es mucho
más probable que suceda una recesión en países con mayores desigualdades”, ha
declarado el presidente al reclamar al Capitolio que
apruebe la elevación del salario mínimo.
También se refirió a la necesidad de sacar adelante la reforma
migratoria, ley que sin duda ya no verá su aprobación este año. “Nuestra
historia de discriminación”, ha dicho el primer presidente negro de EEUU, “hace
que hispanos y afroamericanos paguen un mayor precio por la desigualdad
económica”, ha recordado el mandatario. aunque ha matizado que "el
problema es hoy día más de desigualdad entre clases que de desigualdad entre
razas”.
Obama finalizó un discurso de casi 50 minutos con una nota de optimismo que
contrastaba con un duro dato, el que asegura que más de la mitad de los
norteamericanos sufrirá la pobreza en algún momento de su vida. Y aun así, el
presidente dijo tener confianza en que el futuro luce más radiante que el
pasado y que están por llegar grandes días para
EEUU.
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