El
presidente israelí y Felipe González coinciden en Guadalajara sobre la
oportunidad histórica de un acuerdo que se ha abierto en Oriente Próximo.
BERNARDO
MARÍN Guadalajara
(México)
González, Krauze y Peres, en Guadalajara. / SAÚL RUIZ
Dos
viejos amigos se sentaron ayer a charlar en la Feria del Libro de Guadalajara.
De un lado, el presidente de Israel y premio Nobel de la Paz, Simon Peres, que se definió como un “optimista
insatisfecho”, con esa insatisfacción que ha sido “la mayor contribución del
judaísmo a la historia de la humanidad”. Del otro, el ex presidente español Felipe González,
un “cristiano con minusvalía al que abandonó la fe”. Moderados por el escritor
e historiador mexicano Enrique Krauze, los dos estadistas hablaron de la
tolerancia, del poder, de la ciencia, de Dios, de los desafíos de la democracia
en el siglo XXI. De lo que ha cambiado el mundo desde que se conocieron, hace
40 años. Pero sobre todo, de lo que no ha cambiado: del complicado camino hacia
la paz en Oriente Próximo.
En Peres
latía la melancolía por las oportunidades perdidas. Pero apeló precisamente a
la historia para soñar con un futuro optimista. “Cuando echo la vista atrás veo
que hemos llegado a la paz con Egipto y hemos llegado a la paz con Jordania,
devolviendo todos los territorios ocupados”. Y se mostró conciliador: “No
podemos seguir siendo judíos y dominar a otro pueblo, va en contra de lo que
significa el judaísmo. Cuando dicen que somos el pueblo elegido quiere decir
que hemos elegido el valor moral. Fuimos atacados siete veces por enemigos
superiores, y ganamos siempre. Pero incluso cuando ganamos dijimos que no
queríamos esa victoria, la vitoria será la paz, porque las victorias militares
son temporales.”.
Pero esa
paz, según el presidente israelí, choca una y otra vez contra un grave escollo:
que los palestinos no tengan una posición común. “El problema de verdad es que
los árabes están divididos, una parte está con la paz y otra con el terrorismo…
Los israelíes también tienen diferencias, pero no nos matamos entre nosotros”.
E hizo una petición a los árabes que quieran ayudar a solucionar al conflicto:
“Vayan y díganle a los palestinos de Gaza que dejen de disparar, para
facilitarán un gran acuerdo”. Y una solución que favorecería a ambas partes: "Para
nosotros un Oriente Próximo tranquilo es una bendición. No nos da ningún placer
ver a la gente sufriendo o a niños hambrientos".
González
coincidió en que el tema es complejo. “Le he dicho muchas veces a los
palestinos que el problema de la paz depende de la renuncia a toda clase de
violencia”. Pero advirtió de que, igual que hay que decirles las verdades a los
amigos, también debía decírselas a Israel. Y así recordó al país que preside
Simon Peres que hay un momento histórico irrepetible para alcanzar la paz, con
una región agitada por los vientos de la Primavera Árabe, por mucho
que para algunos se haya enfriado en una suerte de invierno árabe; con unas
negociaciones nucleares con Irán; y con crisis irreversible en Siria. Su
conclusión es que Israel debe llegar a un acuerdo cuanto antes. Pero al acuerdo
de una paz que “no va a depender de la eficacia de un muro que recuerda a los
guetos impuestos a su pueblo”.
Tampoco
vale, según el ex presidente español, que el objetivo sea solo sentarse a
negociar. Y, si se rompe el diálogo, volverse a sentar. “El objetivo tiene que
ser alcanzar un acuerdo: el doble estado, ambos viables, con seguridad”. Y dejó
en el aire dos preocupaciones. De un lado que Israel, al que calificó de Estado
amigo, esté perdiendo la comprensión y el apoyo de la opinión pública
internacional. De otro, la necesidad de comprometer a Europa seriamente en el
proceso, porque su pérdida de relevancia es “una desgracia”.
¿Vive
efectivamente Oriente Próximo una ocasión histórica para alcanzar la paz? La
última palabra del debate para contestar a esa pregunta la tuvo Peres. “Creo
que hay una oportunidad, aunque hay dificultades”. Y citó no solo la división
entre los palestinos, también las resistencias en la opinión pública israelí:
“¿Por qué pagar un precio tan alto? ¿Por qué fiarnos de ellos?”. Por ello,
invitó a los negociadores a no ser totalmente racionales, “porque solo hay dos
cosas que no pueden hacerse con los ojos abiertos, el amor y la paz”. Y dejó
para concluir un mensaje de esperanza. “No desespero. Igual que firmamos la paz
con Egipto y Jordania, la firmaremos con los palestinos, esa es la prioridad...
Negociar depende de no perder los nervios y de no perder la esperanza. Si uno
fracasa, levantarse y no mirar atrás”.
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