Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

jueves, 3 de octubre de 2013

El presidente alemán pide un nuevo liderazgo global de Berlín



Joachim Gauk defiende una mayor implicación en conflictos 23 años después de la reunificación de Alemania.



ENRIQUE MÜLLER Berlín 



Gauck, en la celebración del Día de la reunificación, hoy. / FRANZISKA KRAUFMANN (EFE)

El 3 de octubre de 1990, Alemania celebró en medio de una gran fiesta la reunificación del país; Berlín, el estandarte de un poder desmesurado que llevó al país a la guerra y a la destrucción, recuperó el título de capital de Alemania y ese día todo el país comenzó a sacudirse el inmenso complejo de culpa heredado desde el fin de la guerra. 23 años después, y en el marco de un solemne acto para celebrar un nuevo aniversario de la reunificación, el presidente del país, Joachim Gauck, tuvo el coraje de admitir ante la nación el nuevo poderío alcanzado por el país y pidió al futuro gobierno que ejerza un nuevo liderazgo global.
Con palabras propias de su función de máximo representante del país, Gauck recordó a los invitados al solemne acto en Stuttgart que Alemania "no era una isla" y que había llegado la hora de poner fin a la ilusión de que el país podría estar a salvo de los conflictos políticos y económicos, ecológicos y militares, si evitaba participar en la solución de ellos.
"No me quiero imaginar que Alemania se agranda solo para dominar a los demás, pero tampoco me quiero imaginar que Alemania se empequeñece cuando se trata de solidaridad y asumir riesgos", dijo Gauck durante un discurso que fue transmitido en directo por la televisión pública.
El discurso de Gauck puede marcar un pequeño hito en el país si el futuro gobierno hace suyas las palabras del presidente, que tuvo también el coraje de criticar la ambivalencia política del gobierno de Merkel durante la crisis del euro, así como el rol vacilante en conflictos internacionales, como el de Libia o Siria.
Gauck tampoco olvidó mencionar el deseo de Alemania de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un deseo que ya había expresado el excanciller Gerhard Schröder y que se desvaneció con su negativa a apoyar la invasión militar estadounidense en Irak. El mandatario destacó que Alemania, además de desear convertirse en un miembro permanente también debía preguntarse qué papel quiere jugar en los conflictos internacionales. "La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿es adecuado nuestro compromiso con la importancia de nuestro país?", dijo Gauck.
El discurso del presidente alemán abre un paréntesis crucial en la breve historia de la reunificación germana. Por primera vez, el máximo representante del país exigió una mayor responsabilidad de liderazgo en el mundo, un rol que fue oprimido desde que Alemania se unificó. El excanciller Helmut Kohl y su sucesor Schröder pusieron especial cuidado en no despertar viejos resentimientos entre sus vecinos. Kohl solía decir que él se inclinaba siempre dos veces ante la bandera francesa, mientras que el exministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, más irónico, sostenía que Alemania debía llevar las riendas de Europa sin que nadie se diera cuenta de ello.
Como es habitual en el protocolo que regula el acto oficial del llamado Día de la Unidad, la canciller, Angela Merkel, no hizo uso de la palabra, pero una vez finalizado el acto, aprovechó la presencia de los periodistas para comentar el discurso del presidente alemán. En un tono que parecía darle la razón a lo expresado por Gauck, la canciller recordó que a lo largo de 23 años su país había recibió un gran apoyo. "Llegó la hora de devolver ese apoyo para trabajar por una Europa unida y por un mundo más justo", dijo. 

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