Joachim Gauk
defiende una mayor implicación en conflictos 23 años después de la
reunificación de Alemania.
ENRIQUE
MÜLLER Berlín
Gauck, en la celebración del Día de la reunificación, hoy. / FRANZISKA KRAUFMANN (EFE)
El 3 de octubre de 1990, Alemania celebró en medio de una gran fiesta la
reunificación del país; Berlín, el estandarte de un poder desmesurado que llevó
al país a la guerra y a la destrucción, recuperó el título de capital de
Alemania y ese día todo el país comenzó a sacudirse el inmenso complejo de
culpa heredado desde el fin de la guerra. 23 años después, y en el marco de un
solemne acto para celebrar un nuevo aniversario de la reunificación, el
presidente del país, Joachim Gauck, tuvo el coraje de admitir ante la nación el
nuevo poderío alcanzado por el país y pidió al futuro gobierno que ejerza un
nuevo liderazgo global.
Con palabras propias de su función de máximo representante del país,
Gauck recordó a los invitados al solemne acto en Stuttgart que Alemania
"no era una isla" y que había llegado la hora de poner fin a la
ilusión de que el país podría estar a salvo de los conflictos políticos y
económicos, ecológicos y militares, si evitaba participar en la solución de
ellos.
"No me quiero imaginar que Alemania se agranda solo para dominar a
los demás, pero tampoco me quiero imaginar que Alemania se empequeñece cuando
se trata de solidaridad y asumir riesgos", dijo Gauck durante un discurso
que fue transmitido en directo por la televisión pública.
El discurso de Gauck puede marcar un pequeño hito en el país si el
futuro gobierno hace suyas las palabras del presidente, que tuvo también el
coraje de criticar la ambivalencia política del gobierno de Merkel durante la
crisis del euro, así como el rol vacilante en conflictos internacionales, como
el de Libia o Siria.
Gauck tampoco olvidó mencionar el deseo de Alemania de ocupar un asiento
permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un deseo que ya había
expresado el excanciller Gerhard Schröder y que se desvaneció con su negativa a
apoyar la invasión militar estadounidense en Irak. El mandatario destacó que
Alemania, además de desear convertirse en un miembro permanente también debía
preguntarse qué papel quiere jugar en los conflictos internacionales. "La
pregunta que se plantea es la siguiente: ¿es adecuado nuestro compromiso con la
importancia de nuestro país?", dijo Gauck.
El discurso del presidente alemán abre un paréntesis crucial en la breve
historia de la reunificación germana. Por primera vez, el máximo representante
del país exigió una mayor responsabilidad de liderazgo en el mundo, un rol que
fue oprimido desde que Alemania se unificó. El excanciller Helmut Kohl y su
sucesor Schröder pusieron especial cuidado en no despertar viejos resentimientos
entre sus vecinos. Kohl solía decir que él se inclinaba siempre dos veces ante
la bandera francesa, mientras que el exministro de Asuntos Exteriores, Joschka
Fischer, más irónico, sostenía que Alemania debía llevar las riendas de Europa
sin que nadie se diera cuenta de ello.
Como es habitual en el protocolo que regula el acto oficial del llamado
Día de la Unidad, la canciller, Angela Merkel, no hizo uso de la palabra, pero
una vez finalizado el acto, aprovechó la presencia de los periodistas para comentar
el discurso del presidente alemán. En un tono que parecía darle la razón a lo
expresado por Gauck, la canciller recordó que a lo largo de 23 años su país
había recibió un gran apoyo. "Llegó la hora de devolver ese apoyo para
trabajar por una Europa unida y por un mundo más justo", dijo.
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