Majestuoso testimonio de un poder agostado

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viernes, 7 de febrero de 2014

Los empresarios urgen a Estados Unidos y a Brasil a relanzar sus relaciones



Las compañías de ambos países quieren que el 'caso Snowden' no trabe el creciente comercio bilateral entre las dos potencias. EE UU es el mayor inversor extranjero en territorio brasileño.



Manifestación a favor de que Brasil acoja a Snowden, ayer en Río. / M. T. (GETTY)


JOAN FAUS Washington 

Las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de la NSA no solo han generado problemas políticos entre Estados Unidos y muchos de sus aliados, sino también graves tensiones económicas.
Boeing, por ejemplo, poco se imaginaba antes de junio que las filtraciones de un exanalista por entonces desconocido de la Agencia Nacional de Seguridad le haría perder al cabo de unos meses un millonario contrato con las Fuerzas Áreas de Brasil. La compañía de aviación norteamericana parecía tenerlo todo de cara para alzarse con el suculento pedido de 36 aviones de combate por 4.500 millones de dólares, pero la publicación en septiembre de que EE UU había espiado a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, desató una tormenta diplomática y fue un factor determinante para que el Gobierno de Brasil se decantara finalmente en diciembre por comprar los aviones del fabricante sueco Saab.
La decisión, obviamente, no gustó nada a Boeing -ni al tercer aspirante, el francés Dassault- y puede poner en peligro el futuro de parte de su planta en el estado de Missouri, en el norte de Estados Unidos.
Y aunque Boeing sea seguramente el caso más paradigmático, el deterioro de las relaciones entre Washington y Brasilia por la estrecha vigilancia de la NSA -que provocó que Rousseff cancelara una visita de estado en octubre a EE UU- ha afectado al conjunto de los intereses empresariales en ambos países. “En general, las empresas estadounidenses que ya hacían negocios en Brasil no han sufrido problemas, pero lo que sí vemos es que es más difícil que avance nuestra agenda”, explica Fernanda Burle, directora de políticas del Consejo Empresarial EE UU-Brasil, en una entrevista en su despacho en la sede de la Cámara de Comercio de EE UU, enfrente de la Casa Blanca.

Boeing perdió un contrato de 36 aviones de combate para Brasil por culpa del 'caso Snowden'

El Consejo está integrado por más de un centenar de empresas estadounidenses de variados sectores -como defensa, energía, agricultura, tecnología, banca o alimentación- que operan en Brasil. Entre ellas, grandes multinacionales como Boeing, Shell, Cargill, Coca-Cola, FedEX, Apple, Metlife, Monsanto, General Electric, Nike, Cisco o Citigroup. El objetivo de la organización es fomentar el comercio y la inversión entre ambas naciones, por lo que mantiene contactos habituales con los dos gobiernos y defiende una serie de posicionamientos. Por ejemplo, aboga por un tratado económico bilateral entre EE UU y Brasil, y otro similar a nivel fiscal, que se agilicen los visados migratorios, que haya una mayor transparencia y armonización legislativa en Brasil, o que el gigante sudamericano flexibilice los requisitos de contenidos locales en industrias como la informática o la energética.
Las revelaciones del espionaje de la NSA han enfriado el notable progreso diplomático alcanzado entre ambas potencias en los últimos años, lo que, por ende, ha dificultado el avance de todas estas reclamaciones del Consejo Empresarial y ha repercutido directamente en los negocios de algunas compañías, al margen de Boeing. Renata Vasconcellos, directora para políticas públicas de la organización, menciona sobre todo los sectores relacionados con inteligencia y tecnología -por la legislación que prepara Brasilia sobre la recolección de datos y los derechos de los internautas- y los de gas y petróleo -por el hecho de que EE UU también escrutara las comunicaciones de Petrobras.
Todo esto ha hecho que las empresas con intereses en Brasil estén instando a las autoridades de ambos países a mejorar sus relaciones y dejar atrás el escándalo Snowden, deseosas de recuperar el brillo del pasado y explotar más, tras años de sostenido crecimiento comercial bilateral, las oportunidades derivadas del auge económico de Brasil y de su creciente clase media. “Todos [los empresarios] tienen a sus equipos de relaciones gubernamentales trabajando duro en ello. Es en su propio beneficio”, sostiene Vasconcellos. “Hay mucho interés en ambas comunidades empresariales”, tercia Burle.
En términos similares se expresan desde la Cámara de Comercio Brasiloamericana, que, a diferencia del Consejo, agrupa a compañías estadounidenses pero también brasileñas, como Petrobras e Itaú. “Las relaciones se han visto afectadas”, reconoce en conversación telefónica la brasileña Patricia Florissi, directiva de la empresa estadounidense EMC e integrante de la junta directiva de la Cámara, que tiene su sede en Nueva York y dispone de alrededor de 200 socios. La organización también promueve el comercio bilateral y busca “facilitar la comunicación” entre las compañías y los gobiernos de Brasil y EE UU.

"Ahora es más difícil que avance nuestra agenda", dice Fernanda Burle, directora de políticas del Consejo Empresarial EE UU-Brasil

Y, cinco meses después de las revelaciones de espionaje masivo, las cosas parece que están empezando tímidamente a moverse, con incipientes signos de deshielo. La semana pasada la administración de Barack Obama explicó en Washington al ministro de Exteriores de Brasil los cambios previstos en el funcionamiento de la NSA, y esta semana se han reunido en Brasilia altos cargos comerciales de ambas naciones y en la capital de EE UU representantes empresariales. Mientras, en paralelo, las dos potencias mantienen diálogos técnicos bilaterales en una veintena de asuntos. A mediados de diciembre, el Gobierno de Rousseff ya hizo un primer gesto conciliador hacia Washington al rechazar categóricamente la petición de asilo que le hizo Snowden, actualmente refugiado en Rusia.
“No tiene sentido que las revelaciones de la NSA fueran tan tremendas para las relaciones”, apunta Vasconcellos, que percibe cierta “fatiga” en esta cuestión. “La gente quiere avanzar. Este es un buen año para volver a encarrilar [la relación]. El sector privado y los dos gobiernos deberían trabajar intensamente para que el próximo año tras las elecciones presidenciales en Brasil [de octubre] podamos empezar frescos”, afirma.
La magnitud de la relación económica hace, de hecho, muy conveniente la reconciliación diplomática. Según los últimos datos del Departamento de Estado, Brasil es el octavo socio comercial de EE UU, que es el primer inversor extranjero en el gigante emergente; mientras que EE UU es el segundo destino de las exportaciones brasileñas. En 2012 el intercambio comercial bilateral registró un valor de 76.000 millones de dólares y se estima que en 2013 podría haber alcanzado los 100.000, manteniendo el crecimiento sostenido de los últimos años. 

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