Hace solo unos años
los emergentes eran un pilar de la economía mundial; ahora son una amenaza.
MOISÉS
NAÍM/EL PAÍS
Los países emergentes son como los adolescentes: propensos a los
accidentes. Se caen, resbalan, los empujan, corren riesgos innecesarios… Por
supuesto que, tal como nos demostraron hace poco EE UU y Europa, a veces las
naciones maduras también se comportan de manera inmadura. Sus accidentes son
menos frecuentes, pero cuando los tienen son enormes. El mundo aún está pagando
con desempleo y pobreza las irresponsables audacias financieras de bancos,
Gobiernos y consumidores de los países más ricos. Y ahora nos viene una crisis
en los emergentes, esos países de menores ingresos cuyas economías y el
bienestar de su gente venían expandiéndose a un ritmo sin precedentes.
Hay dos preguntas de cuyas respuestas depende el pronóstico de la
economía mundial. Primera: ¿contagiarán las economías emergentes a las de los
países desarrollados? Segunda: ¿diferenciarán los inversores a los países
emergentes “buenos” de los “malos”? En otras palabras, ¿sacarán su dinero y
dejarán de invertir por un tiempo en todos los países emergentes sin hacer
distinciones o serán selectivos? Pero ¿qué significa “malo” o “bueno” en este
caso? Un gobierno “malo” es aquel que sufre de necrofilia ideológica: un
apasionado amor por ideas muertas; por enfoques que han sido probados y que han
fracasado repetidamente, pero por los cuales los poderosos sienten una
irresistible atracción. Un gobierno “bueno”, en cambio, aprende de los errores
y tiende a adoptar políticas que dan resultados y son sostenibles en el tiempo.
El caso de Argentina y Chile es muy ilustrativo: la economía argentina
es un desastre y el Gobierno de Cristina Fernández pasará a la historia como
uno de los más catastróficos que ha tenido un país adicto a elegir gobernantes
catastróficos. En contraste, Chile es un país cuyos Gobiernos han venido
haciendo las cosas bien, y de manera sostenida, independientemente de la
ideología de quien está en el poder. Así, la economía chilena va bien y es un
ejemplo para el mundo, mientras que la Argentina va muy mal y también es un
ejemplo para el mundo… de lo que no hay que hacer. Es muy racional entonces
sacar el dinero de Argentina. Y eso están haciendo tanto argentinos como
extranjeros. Las reservas internacionales han llegado a su nivel más bajo en
siete años, a pesar de los controles y otras medidas punitivas que el Gobierno
improvisa en repuesta a una crisis que lo desborda.
¿Cómo está capeando Chile esta crisis? Mucho mejor. Al igual que ocurre
en todos los demás países emergentes, su moneda se ha devaluado en los últimos
meses, pero de una manera mucho más ordenada y sin mayor trauma. Lo mismo está
pasando con otras economías sólidas: Corea del Sur, México y Filipinas están
sufriendo menos por esta crisis que Argentina, Ucrania o Venezuela, los tres
países que, según las agencias especializadas, tienen la peor gestión económica
y el mayor riesgo financiero del mundo. Esto significa que, por ahora, los
inversores internacionales no ponen a todos los países emergentes en una misma
canasta y diferencian en sus decisiones entre los que administran mal sus economías
de aquellos que lo hacen mejor.
Pero, ¿qué les pasó? Cuando EE UU y Europa estaban en recesión, los
emergentes eran un pilar de la economía mundial y ahora son una amenaza. “Estos
países, sobre todo los latinoamericanos, son mucho mejores manejando las crisis
económicas que manejando la prosperidad”, me dijo Luis Alberto Moreno, el
presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. “Venimos de una época de
abundancia que, al atenuarse, revela las precariedades de los países emergentes
que no han profundizado las reformas económicas que necesitan. Estas reformas
los harían menos vulnerables a los impactos que periódicamente les vienen de
afuera”, afirma Moreno.
Esta vez las economías emergentes están sufriendo una triple paliza: la
caída de los precios de las materias primas que tanto exportan, el aumento de
las tasas de interés internacionales y la resaca de años de abundancia vividos
como si esta no fuera a acabar nunca. La primera se origina en China, la
segunda en EE UU y la tercera es hecha en casa; un autogol que cada dispendioso
Gobierno emergente le marcó a su país. La abundancia permitió vivir por encima
de las posibilidades y, como dice Moreno, no hacer las reformas necesarias.
Volviendo a la primera pregunta: ¿contagiarán los emergentes a los países
más ricos? Es aún temprano para saberlo. Pero si bien la crisis de los
emergentes ya ha impactado en los más ricos (las Bolsas de EE UU, Europa y
Japón tuvieron el peor enero desde 2010), el consenso de los expertos es que,
por ahora, no hay signos de que el contagio vaya a ser grave. Ojalá.
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