Los países del Golfo respaldan
también como "representante legítimo del pueblo sirio" a la nueva
coalición contra el régimen de El Asad.
Ángeles
Espinosa Dubái
El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) ha sido
este lunes el primer bloque de países en reconocer a la nueva coalición
opositora siria como representante legítimo del pueblo sirio. Horas después, la
Liga Árabe, de la que Siria está suspendida desde hace meses, ha tomado
idéntica decisión en una reunión extraordinaria celebrada en El Cairo (Egipto),
informa Efe. Los ministros de Exteriores árabes pidieron al resto de las
corrientes opositoras que se unan a la recién formada Coalición Nacional para las
Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria, y a esta le instaron a que
atienda a todas las sensibilidades de la sociedad siria "sin excepción ni
discriminación".
Arabia Saudí, Catar, Kuwait, Emiratos Árabes
Unidos, Bahréin y Omán -miembros del CCG- confirmaron así su respaldo al cambio
de régimen en Damasco, una preferencia que, si bien con distinta intensidad, ya
habían dejado clara desde que el año pasado se inició la revuelta
contra Bachar el Asad.
“Los Estados miembros del CCG declaran su
reconocimiento de la Coalición Nacional Siria de las fuerzas de la oposición y
de la revolución (…) como representante legítimo del pueblo hermano sirio”,
asegura un comunicado difundido por el secretario general del CCG, Abdellatif
al Zayani, del que se han hecho eco las agencias de noticias.
El texto anuncia que los integrantes de ese bloque
“van a facilitar apoyo a la nueva entidad para que pueda llevar a cabo las
aspiraciones del pueblo sirio, con la esperanza de que [el grupo] sea un paso
adelante hacia una rápida transferencia del poder”. Esas palabras dan a
entender un aumento de la ayuda económica y militar que Arabia Saudí y Catar,
los dos países más implicados en la crisis siria, ya habían reconocido estar
brindando a los rebeldes. Al Zayani, un exgeneral bahreiní, expresa además su
deseo de que el resto de “los estados árabes y la comunidad internacional
reconozcan [también] a la coalición”.
La rapidez con que el CCG ha respondido a la
formación de la coalición opositora, apenas un día antes en Doha,
la capital de Catar, no constituye ninguna sorpresa. Desde el inicio de la
revuelta siria, en marzo de 2011, ese grupo ha sido muy crítico con el régimen de
Bachar y no ha escondido su preferencia porque fuera relevado al
frente del país. El emir de Catar incluso llegó a ofrecer asilo al dictador
sirio y a su familia.
Esos gestos están lejos de constituir un apoyo a
las aspiraciones democráticas de los sirios. Tanto los saudíes como el resto de los monarcas de la península
Arábiga han vivido con aprensión la Primavera Árabe y aún tratan de
protegerse del mínimo riesgo de contagio. Sin embargo, el régimen sirio siempre
ha sido una china en su zapato. Desde que Hafez el Asad, el padre del actual mandatario, se
pusiera de parte de Irán en su guerra con Irak durante los años ochenta del
siglo pasado, hasta el bombardeo israelí de Líbano en 2006 cuando Bachar les
llamó “medio hombres” por no intervenir en defensa de sus hermanos árabes,
Damasco siempre ha estado en la trinchera opuesta a sus intereses (salvo un
breve acercamiento durante la guerra para desalojar a Irak de Kuwait en 1991).
Ahora, el CCG espera que la nueva Coalición,
establecida tras grandes esfuerzos internacionales para amalgamar las diversas
y malavenidas tendencias opositoras que hasta ahora han sido incapaces de
coordinarse de forma efectiva, permita “acabar con el baño de sangre, proteger
la unidad territorial de Siria y poner en marcha un Congreso Nacional que
prepare el camino a un Estado sometido a la ley y abierto a todos sus
ciudadanos, sin excepción ni discriminación”. También, aunque no lo diga el
comunicado, un Estado que no intente exportar la democracia y mucho menos la
ideología islamista que se adivina entre las corrientes con más peso.
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