La productividad y el ahorro
impulsan el empleo a distancia.
El estancamiento profesional y la
soledad, los mayores riesgos.
María
R. Sahuquillo Cristina Delgado
Para reducir costes de oficina y energía, para
ayudar a los trabajadores a conciliar; también para mejorar la productividad y
retener talentos. Cada vez son más las empresas que apuestan por el
teletrabajo. La fórmula de enviar o permitir al empleado a hacer sus labores (o
parte de ellas) desde fuera de la oficina gana terreno en España impulsada por
Internet y las tecnologías de la comunicación. El 21,8% de las empresas ya
tiene programas de trabajo a distancia, según datos del INE. Desde grandes compañías como Indra,
Kellogg’s o BBVA a pequeñas empresas que acaban de arrancar. Este sistema,
además de reportar beneficios económicos —ahorro de costes y subvenciones—,
puede aumentar la productividad. Y es que trabajar a distancia para muchos
supone, según los expertos, trabajar más. Aunque tiene sus ventajas, no todo el
mundo está preparado para ejercer desde su casa sin caer en la obsesión o el
aislamiento. Además, la normativa que debería amparar a estos trabajadores
todavía tiene algunas lagunas.
Teletrabajar no es trabajar desde casa. Es trabajar
a distancia. En el jardín, en el salón o en un tren. Es una de las cosas que
aclara la reforma laboral, que ha regulado, por primera vez, el teletrabajo.
Aunque ha habido avances, siguen sin estar del todo claras las reglas de juego.
Pero al menos, la nueva norma, establece que debe existir un contrato escrito
sobre este régimen, que los empleados que trabajen a distancia tienen derecho a
cobrar lo mismo que sus compañeros presenciales o que su empresa les debe garantizar
medios, formación y posibilidad de ascender.
“Los empleados que desarrollaban su labor sin estar
entre las cuatro paredes de la empresa estaban regulados por unas escuetas reglas
de hace décadas que se crearon pensando en las mujeres que tejían o cosían
pantalones en su hogar. Hablaba de trabajo en casa. Ahora por fin es trabajo a
distancia”, apunta Josep Ginesta, director de la Oficina de Trabajo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), destinada
a ofrecer orientación laboral a empresas y estudiantes. Este experto apunta que
todavía queda pendiente un desarrollo más profundo de la reglamentación, pero
agradece que al menos se hayan sentado algunas bases que puedan ayudar a
eliminar alguno de los estigmas que acompañan al teletrabajo. Según la reforma
laboral, el empresario deberá “establecer los medios necesarios” y “la
formación profesional continua, a fin de favorecer su promoción profesional”.
Según Ginesta, este es precisamente uno de los principales problemas del
trabajo a distancia: el estancamiento profesional. Asegura que hay cifras que
indican que el 20% de los teletrabajadores no vuelven nunca a ser
promocionados. “Y la mayoría de teletrabajadores son mujeres. Lo que significa
que si se extendiera la práctica sin paliar esto, el teletrabajo podría ser una
condena, no un beneficio”, advierte. Otros riesgos quedan, sin embargo, todavía
en el aire. Por ejemplo, los relacionados con las enfermedades laborales. Si
una persona que está en casa trabajando tiene un accidente doméstico, ¿la baja
será laboral o no? “Las mutuas, por sistema, no aceptan las dolencias que se
producen en el hogar, y el trabajador tiene que reclamarlo”, dice Ginesta. Para
los sindicatos, el potencial del teletrabajo sigue desaprovechado.
La presencia en las compañías de empleados a
distancia va en aumento, aunque las estadísticas que lo miden son recientes,
por lo que la comparación no puede hacerse con mucha perspectiva. Según el INE,
actualmente el 21,8% de las compañías tienen personal que realiza al menos
media jornada a la semana fuera de la sede de la empresa a través de
herramientas telemáticas. Un año antes era el 21,6%. En 2009 era el 16%. Esta
práctica es mayor en las grandes compañías (de más de 250 empleados), donde
llega casi al 60%, mientras que en las de menos de 10 empleados solo alcanza al
18%.
Los defensores del teletrabajo, aunque reconocen
que existen algunos riesgos, aseguran que tiene innumerables ventajas. En
especial, económicas. Un estudio de la Red de Investigación para el Teletrabajo
de Canadá y el Centro para el Desarrollo Económico de Calgary —donde se intenta
impulsar esta fórmula— señala que dos días de teletrabajo a la semana pueden
suponer un ahorro para las empresas, los empleados y el Estado de unos 35.000
millones de euros al año en ese país. “La disminución del movimiento de
personal y el aumento de la productividad ayudan a las empresas a economizar.
Además, el teletrabajo reduce el desgaste de los empleados y el absentismo”,
explica Robyn Bews, responsable del estudio, que incide en que la medida evita
gastos también a los asalariados, como el de desplazamiento, lo que ayuda a
reducir los gases de efecto invernadero.
En España algunas grandes empresas han ido
introduciendo la fórmula en los últimos años. Es el caso de Indra, por ejemplo,
que tiene un programa de trabajo a distancia, destinado sobre todo a los
empleos de perfil más técnico. Además, según explica una portavoz, siete de
cada diez trabajadores que optan por este sistema de trabajo tienen
“responsabilidades familiares”. Elena Torres lleva más de tres años
teletrabajando para esta compañía. Es técnico de recursos humanos. Se dedica a
gestionar incidencias que transmiten sus compañeros. “Mi vida ha mejorado
mucho. Me organizo el tiempo a mi manera, y creo que soy mucho más productiva”,
resume. En casa tiene un despacho desde donde se concentra gracias a las
herramientas informáticas que la empresa le instaló. Dice que lo mejor ha sido
ahorrarse los desplazamientos cuatro de los cinco días de la semana. “Vivo a 30
kilómetros de Madrid, donde está la oficina. A veces me suponía hasta una hora
en coche, por los atascos”, recuerda. “Me acogí al teletrabajo porque tengo una
hija pequeña, y me resultaba más fácil organizarme. Lo hablé con mis jefes y
probamos. A veces es complicado separar los momentos de trabajo y familia, pero
en general, es la mejor forma de no renunciar a mi vida laboral”, valora. Un
día a la semana sigue yendo a la oficina. “Es importante seguir conectado.
Dedico el día a reunirme con el resto del equipo”, dice.
Pero no solo las grandes
compañías han decidido apostar por el teletrabajo. Para una empresa que
comience su andadura puede ser la panacea a la falta de presupuesto o incluso
el ADN de sus sistemas de trabajo. Los 25 trabajadores de ASP Gems se reúnen una vez al mes en la sede de
la compañía —un chalé en Aravaca, a las afueras de Madrid—, para hacer una
barbacoa. Se pone música, se hacen unas chuletas —o últimamente unas paellas— y
se cuentan unos cuantos chistes. Es el único momento del mes en el que todos
los empleados de esta compañía de desarrollo de software comparten el mismo
espacio físico. Casi todos ellos trabajan —al menos dos días a la semana— desde
su casa, y acuden a la oficina a esta cita mensual para ver a sus compañeros, a
los clientes que se quieran apuntar, y a escuchar la charla que organiza la
empresa sobre todo tipo de temas: teoría del caos, biotecnología, innovación.
“Ese día es menos productivo, pero merece la pena, así se incentiva que la
gente venga para conocerse y se trabaja mucho mejor”, explica Agustín Cuenca,
consejero delegado. Cuando un empleado se incorpora a la empresa se le pide que
acuda a la oficina tres días a la semana “para construir las relaciones
personales”, dice Cuenca.
Pilar García, diseñadora gráfica de 34 años, va a
la sede de Aravaca dos días a la semana. El resto del tiempo trabaja desde su
casa, en Morata de Tajuña, a unos 50 kilómetros de Aravaca. Allí se ha
construido su pequeño espacio laboral, un despacho que comparte con su novio
—autónomo y que también trabaja desde casa— y, de cuando en cuando, con su gato
y su perra. Es ella misma quien se marca el horario de trabajo. “De 10 de la
mañana a seis de la tarde estoy siempre conectada con la oficina a través de
Internet. Es un buen sistema que te permite tener más tiempo para cultivarte y
progresar en tu vida”.
Una cultura empresarial aún muy ligada al trabajo
por horas y no por objetivos hace que esta fórmula haya avanzado a pequeños
pasos en España. “Pero mientras las tareas estén hechas bien en fondo y en
forma, a la empresa le da igual si tardas menos tiempo en hacerlas o desde
donde las hagas”, dice el consejero delegado de ASP Gems. Ni Cuenca ni García
hablan de ahorro económico, sino de una mejor gestión del tiempo y de
desarrollo de la creatividad. Sin embargo, el consejero delegado reconoce que
la reducción de costes puede existir, por ejemplo, en gastos de oficina.
De lunes a viernes, Katy Hoffmann sigue exactamente
la misma rutina diaria: se levanta, se ducha, se viste con ropa cómoda, se toma
un café y anda un par de pasos hasta el salón de su casa de Madrid, su lugar de
trabajo. Allí, se sienta siempre en el mismo lado del mismo sofá y enciende su
ordenador portátil, su oficina virtual. Hoffmann, venezolana de 33 años, es la
responsable de desarrollo de negocio en España de E.life, una empresa brasileña de monitorización
de redes sociales en la que el 70% de sus 200 empleados teletrabajan. En
Brasil, en México, en España, en Chile, en Alemania. El sistema siempre es el
mismo, los empleados tienen una referencia de ocho horas diarias de dedicación,
pero trabajan por objetivos. Y se reunen por grupos trimestralmente para
analizar los proyectos. “Tenemos una pequeña oficina en un centro de negocios
de Madrid, pero apenas la pisamos”, explica Tomás Martínez, responsable para
España de la compañía.
Hoffman está satisfecha con el sistema de
teletrabajo. Cuando no tiene reuniones con los clientes, cuenta, se conecta a
Internet para estar comunicada constantemente con sus compañeros. Y puede
hacerlo desde casa o, entre cita y cita, desde un café o un parque... “Skype,
correo electrónico, chat... Hoy en día las posibilidades son infinitas. No nos
vemos físicamente pero compartimos el mismo espacio virtual. No me siento
sola”, cuenta. Esta es su segunda experiencia de teletrabajo y solo le ve
ventajas. “Me ahorro el metro, comer fuera... Aunque tiene que ver mucho con
las cualidades de cada persona. Es necesaria autodisciplina y organización,
pero desde casa se trabaja mucho más. Eso de que se pierde el tiempo es un
mito. En una oficina la gente se dispersa pero no se nota. No por estar
físicamente a la vista del jefe se hace más”, afirma.
“No hay razones objetivas para que España siga por
detrás de otros países en cuanto a trabajo a distancia”, señala Roberto
Martínez, director general de la Fundación Masfamilia, que impulsó el Libro Blanco del Teletrabajo. Según este
amplio estudio, al 57% de los trabajadores españoles les gustaría que su
empresa les ofreciera la posibilidad de trabajar a distancia. En materia de
tecnología, dice el informe, las empresas y los hogares están preparados. “Es
cierto que todavía faltan algunas cosas por resolver, como el tema de los
riesgos laborales en el hogar. Pero tampoco se puede regular en exceso, porque
se mataría el espíritu de lo que es el teletrabajo, basado en la flexibilidad”,
concreta Martínez. Según Encarni Bonilla, de Comfia —la federación de servicios financieros y
administrativos del sindicato CC OO—, debería haberse aprovechado la reforma
laboral para vincular teletrabajo y los expedientes de regulación de empleo
(ERE). “Debería incluirse como medida de flexibilidad para evitar despidos.
Pero no es así”, lamenta.
En Google, al teletrabajo se le llama “trabajo en remoto”. Los
empleados de esta compañía pueden trabajar en las oficinas o en casa. No hace
falta pedir permiso a nadie, tampoco un estatus especial. “El trabajo en remoto
es una vía innata de desarrollarte en Google”, asegura Marisa Toro, directora
de Asuntos Públicos para España del gigante de Internet. “Y no solo se trabaja
en casa, sino también en las oficinas de la compañía en cualquier parte del
mundo”, explica. Su jefe, cuenta por ejemplo, está en Londres. Además, explica
Toro, las videoconferencias y otras herramientas tecnológicas, que están en el
ADN de está empresa, ayudan al sistema.
“Parece que esta libertad operativa podría generar
cierto anarquismo, pero es todo lo contrario, la gente comunica muy
abiertamente lo que hace y donde va a estar”, afirma Toro. La organización,
basada en objetivos —en su caso trimestrales—, como el de muchas otras
empresas, también ayuda. Además, hay evaluaciones y autoevaluaciones.
Pero no todo son historias de éxito en el
teletrabajo, aunque tampoco es fácil que alguien que ha fracasado en su labor a
distancia quiera compartirlo. Pero fracasos, haberlos, haylos. El experto de la
UOC cita muchos nuevos retos asociados a esta práctica. “En una oficina te
puedes electrocut ar o puedes tener malas posturas. Cuando trabajas de manera
autónoma además hay que controlar otros riesgos psicosociales, como el
tecnoestrés, la tecnodependencia, el aislamiento social...”, enumera.
Bajando a las anécdotas, Ginesta cuenta varios
casos. Por ejemplo, el de un empleado que engordó 12 kilos. “Cuando estás en
casa corres el riesgo de que la ansiedad y el estrés se solucione con
excursiones a la nevera”, advierte. También recuerda el caso de otra chica que
le comentó que estaba muy contenta “porque llevaba una semana trabajando, sin
salir de casa y en pijama”. “Eso no es bueno. Uno no puede aislarse del mundo”,
le explicó. Otro trabajador le pidió volver a la oficina. “Desde que estaba en
casa tenía muchas discusiones con su pareja”, recuerda. Para evitar riesgos
Ginesta recomienda preparar a los que serán teletrabajadores y darles armas
para enfrentarse a los riesgos. “También hay que formar a los jefes que
coordinan equipos con gente conectada desde fuera. No es igual liderar online
que en persona”, apunta.
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