Xi Jinping, hijo de la
nomenclatura, afrontará como presidente de China el desafío de atajar la
corrupción y satisfacer la demanda de reformas políticas.
Jose
Reinoso Pekín
SCIAMMARELLA
Durante el viaje que realizó a Estados Unidos en
febrero pasado, el futuro presidente chino, Xi Jinping, se detuvo en Iowa a
visitar a la familia que le acogió en 1985 cuando, con 31 años, fue a estudiar
el sistema agrícola estadounidense. Tras reencontrase en Iowa con su pasado, Xi
viajó a California, donde, preguntado por escolares sobre sus pasatiempos,
respondió que eran leer, nadar y ver deportes, pero que encontrar más tiempo
libre era “misión imposible”, en alusión a la película de Brian de Palma. La
respuesta provocó risas de la audiencia y mostró el aspecto relajado del
vicepresidente chino, algo poco habitual entre los líderes de Pekín.
Xi Jinping, de 59 años, será nombrado secretario
general del Partido Comunista Chino (PCCh), en sustitución de Hu Jintao, en el
18º Congreso del PCCh, que finaliza el miércoles, y en marzo del año que viene
ocupará la presidencia del país. A partir de entonces, dirigirá los destinos de
la segunda economía del mundo en un momento delicado, ya que deberá continuar
impulsando el desarrollo, al tiempo que bascula hacia un modelo más igualitario
y respetuoso con el medioambiente, más basado en el consumo doméstico y menos
en las exportaciones y la inversión, y con menor intervención estatal. Al mismo
tiempo, tendrá que atajar la corrupción y responder a las demandas de reformas
políticas y libertades por parte de una población cada vez más informada y
consciente de sus derechos.
Pero, ¿quién es este hombre alto, de complexión
fuerte, estilo directo, reformista cauto y azote de la corrupción, cuyo
nombramiento fue resultado del consenso entre las facciones del partido?
Xi Jinping nació en junio de 1953 en Pekín, aunque
su biografía oficial, siguiendo la tradición china, señala que es nativo de la
provincia central de Shaanxi, hogar de sus ancestros. En 1969, en pleno caos de
la Revolución Cultural (1966-1976), fue enviado a trabajar en el campo en
Shaanxi. “Tragué más bilis que la mayoría de la gente”, contó en 1996 en una
entrevista en una revista china. Fue encarcelado cuatro veces. La experiencia
modeló su carácter. “Los cuchillos se afilan en la piedra. La gente se pule con
las adversidades”, dijo en una ocasión.
Xi Jinping pertenece al club de los llamados
príncipes, los privilegiados descendientes de líderes prominentes del PCCh
presentes o pasados. Es hijo de Xi Zhongxun, uno de los dirigentes
revolucionarios chinos. Xi Zhongxun fue viceprimer ministro (1959-1962) y un
reformista, pero a principios de la década de 1960 fue acusado de deslealtad
hacia Mao; sus críticas a la represión de las protestas a favor de la
democracia de Tiananmen (1989) también le causaron problemas.
Las dificultades de su padre marcaron la entrada de
Xi Jinping en el PCCh: fue rechazado nueve veces. Finalmente, lo logró en 1974.
Entre 1975 y 1979, estudió ingeniería química en la prestigiosa universidad
Qinghua, en Pekín, donde también lograría un doctorado en teoría marxista.
Entre 1979 y 1982, trabajó en las oficinas de la Comisión Militar Central y del
Consejo de Estado.
A partir de ahí comenzó realmente su carrera
política, que le llevó a ocupar cargos en los gobiernos y secretarías del PCCh
en tres provincias costeras: Hebei (1982-1985), Fujian (1985-2002) y Zhejiang
(2002-2007). Su paso por Zhejiang le granjeó fama de luchador contra la
corrupción. En marzo de 2007, asumió la secretaría del partido en Shanghai
después de que su predecesor, Chen Liangyu, fuera destituido y más tarde
condenado a 18 años de cárcel por corrupción.
Su camino hacia la cumbre quedó sellado en el 17º
Congreso, en octubre de 2007, cuando fue designado uno de los nueve miembros
del Comité Permanente del Politburó. Fue colocado en la jerarquía por delante
de otra estrella emergente, Li Keqiang, actualmente viceprimer ministro.
Su elección para convertirse en el futuro máximo
líder pilló por sorpresa a muchos expertos sobre China. Pero Xi era una opción
más popular entre los miembros del Comité Central, y, en especial, entre los
líderes jubilados, que ejercen una gran influencia. Resultó como solución de
compromiso por su apoyo entre los antiguos dirigentes y miembros destacados de
la llamada facción de Shanghai, y ser una elección aceptable para la facción de
las Juventudes Comunistas, en torno a Hu. Xi tiene estrechos contactos
especialmente con el exvicepresidente Zeng Qinghong, a su vez también un
príncipe y mano derecha del expresidente Jiang Zemin. En marzo de 2008,
ascendió a la vicepresidencia.
Como ocurre con los líderes chinos en general, es
difícil conocer sus posiciones ideológicas en detalle. Discreción obliga. Pero
se cree que mantiene una interpretación ortodoxa de la ideología comunista. Su
trabajo en algunas provincias desarrolladas sugiere que es partidario de la
industria privada —aunque también ha mostrado apoyo a las grandes compañías
estatales— y de algunas reformas administrativas, siempre que no pongan en
peligro el monopolio del partido.
Xi ha mantenido durante su carrera política un
perfil discreto —imprescindible para llegar a la cúspide—, pero no ha dudado en
hacer gala de un estilo directo. En una visita a México, en 2009, asaeteó a
quienes critican a China llamándoles “extranjeros con el estómago lleno que no
tienen otra cosa que hacer que señalar con el dedo”, y diciendo que Pekín no
exporta hambre, revolución ni va “liándola por ahí”.
Xi Jinping y Li Keqiang, quien se prevé que
sustituya en marzo a Wen Jiabao como primer ministro, son los dos únicos
miembros del Comité Permanente que formarán parte del comité que salga del 18º
Congreso, en su calidad de máximos líderes durante los próximos 10 años. Hu
Jintao y Wen Jiabao llegaron al poder en 2002 con la promesa de crear una
economía más equilibrada y una sociedad más justa. Xi deberá profundizar en
esta línea.
Xi Jinping está casado en segundas nupcias con la
popular cantante de ópera Peng Liyuan, quien describe a su esposo como un
hombre frugal, muy trabajador y con los pies en la tierra. Durante mucho
tiempo, Peng fue más popular que su marido, pero su presencia pública ha
disminuido según aumentaba la del futuro presidente. Tienen una hija, Xi
Mingze, que estudia en Harvard.
A pesar de su conexión familiar con EE UU y su
gusto por las películas estadounidenses sobre la II Guerra Mundial, Xi ha
asegurado que puede ser un nacionalista incondicional. A diferencia de otros dirigentes,
se encuentra cómodo en grupo. Xi Jinping fue responsable de la organización de
los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. Si el guion escrito llega a su fin, será
el primer máximo líder que ha vivido toda su vida bajo el régimen único del
Partido Comunista. El exsecretario del Tesoro estadounidense Henry Paulson dijo
de él una vez que es “un tipo que realmente sabe cómo cruzar la línea de gol”.
La línea de gol de la secretaría general del partido está a tres días vista, y
la de la presidencia, poco más allá.
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