Estados Unidos intenta recuperar el proceso de paz
entre palestinos e israelíes.
El presidente israelí cumple 90 años, pero dice
preferir centrarse en el futuro.
DAVID
ALANDETE Jerusalén
El presidente de Israel, Simón Peres, durante la entrevista mantenida con EL PAÍS el 13 de junio de 2013. / ARIEL JEROZOLIMSKI
“Sólo
tengo un recuerdo: No olvidar el futuro. Todo lo demás es insignificante”. Simón Peres no tiene tiempo para mirar atrás. A
sus espaldas, nueve décadas de vida y 65 años sirviendo al Estado de Israel. Es
un político que lo ha sido todo: varias veces ministro, en dos ocasiones jefe
del Ejecutivo y, desde 2007, presidente y jefe de Estado de la nación. De
puertas adentro se le reconoce haber convertido a Israel en una potencia
nuclear y haber estabilizado y fortalecido la economía a mediados de los años
80 del siglo pasado. Para el mundo, es el padre y arquitecto de los acuerdos de
Oslo, los cimientos del proceso negociador con los palestinos. Y a pesar de las
muchas anécdotas que podría contar, al presidente Peres el pasado parece
aburrirle. “No malgasto el tiempo mirando atrás y recordando. Espero que mi
momento de mayor orgullo llegue el día de mañana, cuando la paz llegue a mi
país”, dice.
En los
pasados meses, Peres se ha convertido en la voz de la conciencia de su país. La
gran mayoría de políticos israelíes, sobre todo los que gobiernan en la
coalición que lidera Benjamín Netanyahu, parecen vivir de espaldas a
Cisjordania y al muro, al bloqueo de Gaza y los prospectos de paz. El
Presidente es una excepción. “Sólo la paz”, responde, cuando se le pregunta por
su principal deseo al cumplir 90 años. “El problema es más psicológico que
político. Es decir, hay que vencer al escepticismo”, añade, frunciendo el ceño
y tensando la mandíbula. De verdad lo desea. Por eso, ha decidido ayudar, con
todo su empeño, al nuevo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en su
intento de devolver a ambas partes a la mesa de negociaciones, sin
precondiciones.
Preferiríamos
ver cómo las sanciones económicas y la presión diplomática [sobre Irán] ofrecen
resultados, pero todas las opciones siguen encima de la mesa”
—¿Comparte
usted el sentimiento de urgencia de Kerry?
—Siempre
deberíamos tener ese sentido de urgencia por la paz, nunca deberíamos atrasar
el poner un final al conflicto y a la guerra. Creo que ahora existe una
oportunidad para recuperar las negociaciones y es una oportunidad que no
deberíamos malgastar. No hay otra alternativa que la solución de dos Estados.
Su 90
cumpleaños es el 2 de agosto, pero Peres tendrá su gran celebración esta
semana, con una conferencia titulada ‘Frente al mañana’, que comienza hoy en
Jerusalén y en la que participarán, entre otros, Bill Clinton y Tony Blair. Ha
cumplido ya seis de los siete años de los que consta el mandato único de
Presidente, primero con Ehud Olmert como Primer Ministro, y luego con
Netanyahu.
En los
primeros años de la cohabitación con Netanyahu se vio a Peres como un
contrapeso al Primer Ministro, un intermediario pacificador entre él y la
comunidad internacional y, sobre todo, una barrera de contención frente a la
Casa Blanca cuando las relaciones con Barack Obama tocaron fondo, durante su
anterior mandato. El año pasado Peres aprovechó su 89 cumpleaños para tratar de
calmar los ánimos justo en un momento en el que Netanyahu tañía los tambores de
la guerra y advertía donde se le permitiera de la necesidad de atacar a Irán de
forma preventiva, para evitar que alcanzara la capacidad de tener armas
nucleares. “No podríamos hacerlo solos”, sentenció el Presidente, provocando la
ira de Netanyahu e iniciando un proceso de distensión. Hoy, dicen sus
colaboradores, la relación con el Primer Ministro es notablemente mejor.
—¿Qué
otras opciones tiene hoy la comunidad internacional respecto a Irán?
—Irán es
una grave amenaza no sólo para Israel sino para todo el mundo. Su ambición es
la hegemonía sobre Oriente Próximo y el terror en todo el mundo. Las víctimas
inmediatas del régimen iraní son los propios iraníes, son sus derechos humanos
debilitados cada día. Mientras el régimen busca una bomba nuclear yerra en su
deber hacia la gente que necesita comida y empleo, no uranio enriquecido. El
presidente Obama lidera una coalición global comprometida con la defensa de la
paz y la estabilidad en la zona. A ninguno de nosotros nos gustaría ver el uso
de la fuerza, y preferiríamos ver cómo las sanciones económicas y la presión
diplomática ofrecen resultados, pero todas las opciones siguen encima de la
mesa.
No creo que
Bachar el Asad pueda mantenerse en el poder, un líder que ha matado a tantas
personas en su país no puede seguir sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga
Árabe cree una fuerza de cascos azules”
—¿Ha
visto recientemente una mejora de las relaciones entre Netanyahu y Obama, sobre
todo después de la visita del último a Israel hace tres meses?
—Debería
preguntarles a ellos, pero le puedo decir que las relaciones entre Israel y
Estados Unidos son excelentes. La visita del presidente Obama a Israel fue una
bocanada de aire fresco. En ella mostró la profundidad de su amistad y la
fuerza de su compromiso con Israel.
Peres
advierte también de los riesgos de una posible implicación de Israel en el
conflicto Sirio. En lo que va de año, la Fuerza Aérea israelí ha atacado en
tres ocasiones objetivos militares cerca de Damasco. La inteligencia
norteamericana considera que el objetivo eran misiles enviados por Irán con
destino Líbano. “Nuestra implicación en el conflicto sólo tendría efectos
negativos. No veo la posibilidad de que con ello salváramos Siria o
promoviéramos la paz”, dice. “No creo que Bachar el Asad pueda mantenerse en el
poder, un líder que ha matado a tantas personas en su país no puede seguir
sirviéndoles. Mi propuesta es que la Liga Árabe cree una fuerza de cascos
azules, con el apoyo de Naciones Unidas, para acabar con el derrame de sangre y
para crear un gobierno de transición”.
Hace
gala, a cada respuesta, de su proverbial elocuencia. Ha sido siempre un encantador
del verbo, y ese es uno de los motivos de su ascenso y también una de las
razones por las que en sus pasadas encarnaciones políticas ha sido más popular
y exitoso en la escena internacional, en sus tres mandatos como ministro de
Exteriores, que en la a veces pantanosa e ingrata política nacional israelí. El
fundador de la patria, David Ben Gurion, le eligió director general del
ministerio de Defensa en 1953, un puesto desde el que fortaleció las relaciones
con Francia, que ayudó a Israel en la construcción de un reactor nuclear. Un
joven Peres ingresó en el parlamento en 1959, en las listas del laborismo. Fue
Primer Ministro por primera vez en 1984, bajo el acuerdo de gran coalición
entre el laborismo y el derechista Likud. Volvió al puesto en 1995 tras el
asesinato de Isaac Rabin.
Admite
que hay algo que en sus casi 90 años de vida no previó. Entre sus muchos sueños
y aspiraciones desde que llegó a la Palestina del mandato británico en 1934
nunca soñó que en ella, dentro un Estado independiente, llegarían a vivir, un
día, seis millones de judíos, el mismo número de personas de esa fe que
perecieron en el Holocausto, en el que murió buena parte de su familia. Esa
marca se rebasó en marzo, e Israel se convirtió en el país en que viven más
judíos del mundo, superando a EE UU. “La realidad es más grande que mi sueño”,
dice. “Me arrepiento de que soñáramos en pequeño y de que hayamos acabado
siendo mayores en nuestra realidad”.
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