Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

miércoles, 22 de mayo de 2013

Obama dará el jueves un discurso en el que hablará del cierre de Guantánamo



El presidente hablará en una universidad de Washington sobre la política de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo.


YOLANDA MONGE Washington 


La Casa Blanca ha confirmado esta mañana durante su habitual rueda de prensa diaria que el presidente insistirá el próximo jueves en “su determinación de cerrar” el polémico centro de detención en la base naval de Guantánamo. Barack Obama dará ese día un discurso sobre su política antiterrorista en la Universidad de Defensa Nacional, en Washington, en el que abordará también el controvertido uso de los aviones no tripulados, conocidos como dronesEn su discurso sobre el Estado de la Unión, en enero pasado, el presidente Obama se comprometió a que la lucha antiterrorista fuera más transparente y su discurso del próximo jueves será el primer paso en ese sentido, ha asegurado la Casa Blanca.
El presidente vive estos días acosado por varios escándalos, entre ellos el de la agencia tributaria, cuyas consecuencias políticas aún están por escribirse y siempre despiertan el fantasma de Richard Nixon –dimisión incluida-. Con este escenario –al que se suma el ataque de Bengasi el pasado 11-S y el registro secreto de las llamadas de la agencia AP-, el presidente necesita despejar los nubarrones que manchan su administración y dar buenas noticias –para lo que no tiene mucha maniobra, vista la realidad-.
Guantánamo puede complicarle aún más su segundo mandato de lame duck a Obama si no toma decisiones, y rápido. Con más de la mitad de los 166 reclusos que están recluidos en el penal en huelga de hambre, el Pentágono ya alimenta por la fuerza a más de 30 para que no fallezcan. Ningún mandatario desea tener sobre su Administración la mancha de un solo fallecido por una huelga de hambre, como le sucedió a Margaret Thatcher a principios de los ochenta, que llegó a sumar 10, entre ellos Bobby Sands, el oficial al mando del IRA provisional, que antes de morir en la tristemente célebre prisión de Maze llegó a convertirse en parlamentario británico.

Ningún mandatario desea tener sobre su Administración la mancha de un solo fallecido por una huelga de hambre, como le sucedió a Margaret Thatcher a principios de los ochenta

El último día de abril, el presidente retomó con fiereza el controvertido tema de Guantánamo al anunciar que debía de ser cerrado y que lo iba a intentar. La declaración llegaba cuatro años después de que en el primer día de su presidencia dijera que la cárcel sería historia en un año. Aquella declaración no se cumplió y Guantánamo fue cayendo en el olvido. Tanto que incluso la persona nombrada por la Administración demócrata para manejar el traslado a terceros países de los reos fue relevado de su puesto a principios de año y nadie le ha sustituido.
Frustrados, los presos iniciaron a principios de febrero una huelga de hambre que ha ido sumando adeptos, hasta alcanzar una cifra superior a 100. Ochenta y seis de los reclusos tienen luz verde para salir de la isla. De esa cifra, 56 son ciudadanos de Yemen, país vetado por Obama tras el atentado frustrado el día de navidad de 2009 por parte de un yemení y la base de Al Qaeda en ese país asiático frente al cuerno de África. Quizá en el discurso de Obama del jueves esté el anuncio de suavizar las transferencias de presos como medida para neutralizar una huelga de hambre que ya es una bomba de relojería para la Administración.


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