Mirada global
Por Jorge Castro
La previsión de la mayor empresa de alta tecnología de la “nube”/cloud
computing (Amazon Web Services/AWS) es que la inversión global en
Internet y tecnologías vinculadas, que asciende hoy a U$S 5 billones, se
duplicaría en los próximos 6 años, y que 90% de ese incremento tendría
lugar dentro de la “nube”, la nueva plataforma global de computación.
También se estima que las ganancias de productividad que tienen lugar
allí son 6 veces más rápidas que las establecidas por la “Ley de Moore” –la
capacidad de procesamiento de la información se duplica cada 18 meses, mientras
que sus costos caen a la mitad–.
De ahí que el desplome de los precios en la “nube” adquiera una magnitud
que modifica su naturaleza y se orienta hacia la
gratuidad.
Los dos países industriales más avanzados –EE.UU. y Alemania–
experimentan una carencia cualitativa de mano de obra suficientemente
calificada. El sector manufacturero estadounidense (NAM) ha ofrecido 3 millones
de puestos de trabajo altamente calificados, que no han sido cubiertos porque
no existen en el mercado trabajadores con la suficiente formación para hacerlo.
El problema es mayor en la República Federal. Su fuerza de trabajo se
contraería en 2,4 millones en 2020, por una oferta laboral que cae de 43
millones en 2013 a 37 millones en 2030.
Pero lo importante en el capitalismo no es la oferta laboral de la que
se carece, sino la magnitud y calidad del poder productivo que le
ofrece su fuerza de trabajo. “El capital real no es el capital, sino el
trabajo”, dice Marx (Grundrisse). Los productos de alta tecnología no son seres
dotados de vida propia, sino la inteligencia imbuida en ellos por una fuerza
laboral que ha dejado de operar en forma directa y material y ha adquirido un
carácter abstracto y universal. Se ha transformado en “inteligencia colectiva”.
Al hacerlo, se ha convertido en el principal factor de producción, por
encima del capital fijo y de la fuerza de trabajo material; y los bienes de
alta tecnología que ha creado son un derivado de su excepcional potencia
creadora: “nube”/Internet móvil, la maquinaria del siglo XXI.
El predominio de la “inteligencia colectiva” se presenta a través de dos
dimensiones: automatización creciente (robotización); y aceleración de
la revolución en las telecomunicaciones y el transporte, al punto de que el
tiempo aniquila al espacio y la instantaneidad impone una hegemonía sin
límites.
La “inteligencia colectiva” deviene en “sociedad del conocimiento”
cuando se movilizan, como ha ocurrido en las últimas tres décadas, la totalidad
de los recursos intelectuales de una sociedad. Su avance no depende de los
mayores medios técnicos, sino del auge extraordinario de la subjetividad
–iniciativa, creatividad– de los individuos que la componen.
Se requieren individuos más creativos, más libres.
Esto es lo contrario del disciplinamiento externo y de la automatización
forzada, hasta el punto de convertir a la
fuerza de trabajo – y ante todo a la vida – en una forma de arte. De ahí que se
haya producido una explosión de iniciativa empresarial en el mundo entero, y
que Steve Jobs se haya convertido en el arquetipo de la época.
Los nuevos empresarios digitales (start ups) eran 240.000 en 2008 y
treparon a 2,6 millones en 2013 (+ 50% anual); y el año pasado las
grandes firmas high-tech compraron start ups por U$S 250.000 millones, cifra
que se duplicaría al concluir la década. Así, la fuerza de trabajo se
socializa y se intelectualiza, mientras que exige a sus integrantes que sean
emprendedores libres y creativos, profundamente individualizados e
identificables.
Este es el fundamento del nuevo
mecanismo de acumulación global. Esta exigencia no es obra de un impulso ético,
sino una coerción impuesta por la necesidad, que son las reglas de la
competencia. Esta es una época curiosa que fuerza y coerciona el auge de la
libertad.
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