El gobierno
de Cristina Kirchner interpretó las primeras palabras del
arzobispo designado de Buenos Aires , Mario Aurelio Poli, como
un mensaje llegado desde el Vaticano para marcar territorio y frenar la
"apropiación" kirchnerista del papa Francisco. Pero la orden de la
Presidenta fue no dramatizar ni confrontar con la Iglesia en estos tiempos pascuales.
No habrá cambios ni "diálogo" con otros
sectores políticos, económicos y sociales, como anteayer reclamó Poli. Sólo se
convocará a la Conferencia Episcopal, luego de Semana Santa, para discutir el
proyecto de ley de Código Civil.
Monseñor Poli confirmó además que su futuro
arzobispado porteño y el Gobierno tendrán una relación "de respeto y
colaboración", pero también de "distancia".
Un funcionario de la Presidencia dijo a LA NACION
que "el mensaje fue muy bueno, perfecto: dijo autonomía y colaboración;
son dos instituciones distintas y autónomas". Otra fuente confirmó:
"Cristina no abrirá un frente conflictivo innecesario con la
Iglesia". De todos modos, subrayó que "Poli no tiene poder propio, es
de estrecha confianza de Bergoglio, quien no pudo estar ajeno a sus
palabras".
Esa tesis
admite que Bergoglio, ahora papa Francisco, envió el mensaje de Poli para
frenar la estrategia de
"apropiación" del Santo Padre por parte del
kirchnerismo.
Pero la relación con los obispos y con el Vaticano
seguirá firme. Así lo dijo a LA NACION el secretario de Culto, Guillermo
Oliveri: "Me parece muy bien lo que dijo Poli. Coincidimos. Cada uno en su
lugar y con su rol. Es lo correcto".
Sin
embargo, el "diálogo" invocado por Poli no está en la agenda oficial,
admiten otros funcionarios. Pese a que tendrá un discurso más tolerante,
Cristina Kirchner no cederá en su confrontación con el gobernador bonaerense
Daniel Scioli ni con la Justicia ni con la prensa.
Todo lo contrario. Más papistas que el Papa, los
funcionarios ahora citan que "al César lo que es del César y a Dios lo que
es de Dios". Para ellos, la estrategia de "apropiación" de
Francisco fue tan exitosa que la Presidenta, por el buen trato al Santo Padre,
creció de 47 a 59% en imagen positiva en las encuestas oficiales y superó una
amenaza de desgaste real. Y ello le permitiría, creen, legitimar otras
políticas de confrontación y profundización del modelo. Consideran, casi, que
éstas han sido bendecidas en Roma.
"Antes Bergoglio marcaba sólo distancia con
Cristina. Ahora Francisco puso distancia, pero también respeto y colaboración.
O sea creció la relación", dijo otra fuente.
Así las cosas, el alineamiento con Francisco
seguirá intacto: Cristina buscará sacar 47% de votos en las elecciones de
octubre próximo para poder reformar la Constitución y lograr la segunda
reelección en 2015. Con 42%, ella elegiría a su sucesor y con 38% procuraría
que llegue un presidente no tan enemistado con el Gobierno. Son los escenarios
que maneja Olivos.
En la
sutileza, más allá del márketing, el Gobierno manejará la distancia histórica
con el arzobispado porteño. "Cristina dijo que Francisco era un cuadro de
la Iglesia. Lo trató como a un político, con intereses y aliados", se
escuchó allí..
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