THE WALL
STREET JOURNAL
Por MICHAEL J. CASEY
Durante la larga y
amarga batalla legal sobre las deudas soberanas impagas de su país, la
presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner se ha negado a contemplar
la idea de negociar un acuerdo con un grupo implacable de firmas de inversión
extranjeras a las que denomina "fondos buitre". Pero ahora que
Kirchner también está enfrascada en una guerra con los especuladores de divisas,
un acuerdo con los fondos de cobertura que no aceptaron los términos de
reestructuración sería en realidad su mejor opción.
Por orden de un
tribunal de apelación estadounidense, Argentina debe presentar el viernes una
propuesta para pagar el capital y los intereses acumulados que adeuda a un
grupo de tenedores de bonos que han estado en cesación de pagos desde 2001. Se
espera que el gobierno ofrezca poco más que los términos adjuntos a dos
acuerdos de canje de deuda anteriores, que pagaron cerca de 33 centavos por
cada dólar.
Pero con un tribunal
inferior de Estados Unidos que respaldó su argumento de recibir 100% de su
demanda, los fondos tienen poco incentivo para aceptar el mismo acuerdo que ya
han rechazado en dos oportunidades. Y los acontecimientos en el país, específicamente
una crisis monetaria que expone el alto costo de esta batalla, podría impulsar
a Argentina a aceptar finalmente algún tipo de acuerdo.
El peso argentino
actualmente se encuentra 38% más débil en el mercado negro que la tasa de
cambio oficial. El gobierno ha implementado controles de capital más estrictos
para detener la hemorragia de sus reservas de moneda extranjera. Sin acceso a
los mercados internacionales de capital, en parte debido al conflicto con los
tenedores de bonos, las reservas de US$41.000 millones son una fuente vital de
fondos para pagar a los acreedores extranjeros.
El gobierno está
empleando una variedad de tácticas para retener esos dólares: controles sobre
las importaciones; análisis minucioso de las autoridades a las solicitudes de compra
de divisas por parte de empresas y viajeros; y un impuesto a las transacciones
con tarjeta de crédito en el extranjero que fue incrementado la semana pasada a
20%.
Dichas medidas han
frenado la salida de dólares. Pero la historia demuestra que casi siempre
tienen efectos indeseados, principalmente al generar inflación y dañar de tal
forma la confianza del público que el gobierno se ve obligado a devaluar la
moneda. J.P. Morgan JPM +0.25% señaló
la semana pasada que si bien los controles han limitado la salida de dólares,
el éxito se ve contrarrestado por restricciones no previstas en la entrada de
dólares al sector privado. Un ejemplo: la reciente suspensión de un proyecto de
potasio de la minera brasileña Vale, con una inversión de US$6.000 millones,
debido a los sobrecostos, una consecuencia directa de la inflación y las
restricciones a las importaciones.
Una alternativa es
que el gobierno obtenga los dólares a través de organismos internacionales de
crédito. Para lograrlo, sin embargo, debe normalizar las relaciones con todos
sus acreedores.
Los tenedores de
bonos impagos, que incluyen fondos de cobertura operados por Elliott Management
y Aurelius Capital, han recurrido a la confiscación de activos como las cuentas
bancarias del banco central argentino en Nueva York y una fragata de la Armada
argentina anclada en Ghana. El riesgo de enfrentar otros problemas similares
—así como la reputación general de maltratar a los inversionistas extranjeros—
significa que si Argentina volviera a emitir deuda soberana, pagaría una prima
alta.
Para regresar a los
mercados, los inversionistas en bonos querrán ver además una reforma de las
políticas económicas, incluyendo el fin de los controles al capital. Esto
resultaría en la convergencia de las tasas de cambio oficial y paralela en
algún punto intermedio. Eso dañaría a los arbitrajistas. Pero un peso oficial
más débil sería una bendición para los exportadores de granos, cuyos impuestos
representan gran parte de los ingresos del gobierno argentino.
Todo esto a su vez
disminuiría la prima de riesgo de Argentina, que queda de manifiesto con el
diferencial de 16 puntos porcentuales entre los rendimientos de bonos
denominados en dólares emitidos durante los dos canjes de deuda previos y
aquellos que brindan los títulos del Tesoro de EE.UU.
A la luz de las
elecciones legislativas de octubre, Kirchner probablemente se resistirá a
emprender dichas medidas. Los argentinos, que pagaron un alto precio por la
crisis de 2001, en general no son partidarios de entregar un pago sustancioso a
los tenedores de bonos que rechazaron los términos del país. De un modo u otro,
no obstante, las realidades del mercado y los fallos del sistema judicial de
EE.UU. deberían finalmente obligar a la presidenta a llegar a un acuerdo con
los acreedores extranjeros.
Los buitres son aves
feas, pero se las suelen ingeniar para alimentarse.
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