POR JORGE
CASTRO
La OCDE estima que
el barril de crudo (Brent) valdrá U$S 190 en 2020, con la posibilidad,
altamente plausible, de que alcance en esa fecha a U$S 270 por unidad. El
precio del Brent oscila hoy en U$S 107/barril.
La razón de esta
previsión es que en los países asiáticos (China, India, Indonesia), donde está
el eje de la demanda mundial, la intensidad energética (uso de energía
por unidad de producto) ha crecido en una relación 1 a 1 con el aumento del
nivel de ingresos en los últimos 20 años; y éstos se han expandido (PBI per
cápita) a una tasa de 8% anual en ese período y se duplican cada 8/10 años.
Gran Bretaña tardó
60 años en duplicar el ingreso per cápita de su población (Revolución
Industrial, 1780-1840); y EE.UU. logró hacerlo en 35 años (segunda Revolución
Industrial, 1865-1913).
China / Asia
obtiene este objetivo histórico cada 8 años.
De ahí que la
República Popular se haya convertido en 2012 en la principal
importadora mundial de petróleo al dejar atrás a EE.UU.
, que ocupó ese
lugar desde el primero de los shocks petroleros de la década del ‘70
(1973/Guerra del Yom Kippur), en que el precio del crudo se multiplicó por 4 y volvió
a hacerlo en 1979 (primera guerra del Golfo/Irak-Irán). El barril de crudo
valía U$S 2 en 1972 y trepó a U$S 44 en 1980.
China importó el
año pasado 6,12 millones de barriles diarios, mientras que EE.UU. redujo sus
compras a 5,98 mb/d. La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que la
diferencia entre los dos países aumentaría 3/4 veces en los próximos 7 años.
El vuelco a favor
de China en las importaciones mundiales de petróleo refleja un fenómeno más
amplio: el traslado del centro de gravedad del sistema del mundo
avanzado al emergente.
Así, el mundo
emergente consumiría este año más petróleo que el avanzado. El precio récord
del petróleo previsto por la OCDE no es obra de la escasez del producto. La
producción mundial aumentaría en 17 mb/d en la próxima década (93 mb/d en 2012
a 110 mb/d en 2020).
La clave del precio
récord del petróleo se encuentra en Asia. China consume 10 mb/d (10% de la
producción mundial) y el consumo aumenta 10%/15% por año; e importa 56,4%,
sobre todo de los países petroleros del Golfo.
La voracidad
energética de la República Popular no es una excepción.
Consume tanto
carbón como el resto del mundo, sumado (4 millones de toneladas por año vs.
4.300 millones). La demanda energética de los países emergentes crecería 65% en
2040 y 35% en el mundo (ExxonMobil); en tanto la población del planeta
aumentaría en 2.000 millones en ese período.
Su impacto en la
economía mundial equivaldría al de los dos shocks petroleros de la
década del ‘70. Pero esta vez su origen sería el auge extraordinario de la
demanda y no la brutal contracción de la oferta, provocada por factores
geopolíticos, como ocurrió entonces. Un alza semejante del precio del crudo
eleva necesariamente el valor de todos los activos de la economía mundial y se
transforma (por carácter inverso) en un poderoso incentivo para aumentar la
productividad, como vía para reducir drásticamente la estructura de costos.
Un incremento del
precio de petróleo como el previsto por la OCDE tendría que frenar el
crecimiento de la economía global. Lo que ocurre es que ésta ahora -en la
segunda década del siglo XXI- crece por factores estructurales y no
cíclicos, como la expansión de la nueva clase media en los países emergentes (2.000
millones de personas en 2020), que a su vez es sinónimo de urbanización.
Por eso, a
diferencia de los antecedentes históricos, esta vez el auge del precio del
crudo no frena a la economía mundial y sólo se limita a elevar la estructura de
costos. Esta combinación se transforma en un incentivo fundamental para
aumentar la productividad y así disminuirlos. Vivimos una nueva época
histórica, en todos los sentidos.
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