Putin, Obama y Rousseff, en una inusual sonrisa compartida. Foto: AP
SAN
PETERSBURGO.- No hubo acuerdo posible. La cumbre de presidentes del G-20
terminó ayer con una drástica división entre las grandes potencias, propia de
la Guerra Fría, respecto de cómo debe actuar el mundo ante los ataques con
armas químicas denunciados en Siria .
Con visibles
ojeras y voz cansina, el presidente de Estados
Unidos, Barack Obama , habló ante la prensa para ratificar su
inamovible decisión de ordenar una acción militar contra el régimen de Bashar
al-Assad, pese a la resistencia de Rusia, China, Alemania, la Unión Europea y
los principales países emergentes.
Anunció que el martes próximo hablará al mundo
desde la Casa Blanca, una vez que el Congreso norteamericano debata la
autorización que solicitó la semana pasada para lanzar una ofensiva
"contundente y limitada en el tiempo" contra Siria.
Un rato antes el anfitrión, Vladimir Putin, había
sido terminante en su oposición al plan del presidente norteamericano:
"¿Quiere saber si ayudaremos a Siria? Lo haremos, igual que lo hacemos
actualmente", advirtió ante un enjambre de periodistas de todo el mundo.
Obama y Putin ,
en el momento de mayor tensión entre ellos, dialogaron en los márgenes de la
cumbre, sin acercar posiciones.
"Él no está de acuerdo conmigo y yo no estoy
de acuerdo con él, pero hay un diálogo y eso es importante", destacó el
presidente ruso. El líder demócrata también intentó rescatar el valor del
contacto con su principal antagonista en la cumbre. " No esperábamos
coincidencias ", admitió.
La discusión sobre Siria acaparó la cumbre
convocada en las costas del Báltico para analizar el estado de la economía
internacional. Anteanoche, en la cena de los presidentes, se abrió un debate
oficial fuera del programa original para conocer las posturas de los países que
engloban el 90% del PBI mundial y dos terceras partes de su población. Más de
20 presidentes y jefes de gobierno discutieron sin testigos.
Rusia y
China encabezaron el rechazo a una represalia decidida por Estados Unidos, sin
el amparo de las Naciones Unidas. Se alistaron en ese grupo, con marcados
matices, Alemania, la India, Indonesia, Sudáfrica, Brasil y la Argentina.
Obama celebró el respaldo de su principal aliado en
el plan bélico contra Al-Assad, el presidente de Francia, François Hollande. El
premier británico, David Cameron, también se expresó en favor del ataque,
aunque está atado de pies y manos después de la derrota en el Parlamento la
semana pasada. Los aliados norteamericanos de la región en conflicto, Turquía y
Arabia Saudita, sostuvieron su postura en favor de la operación militar
urgente.
En los espacios libres que dejó el debate
económico, Obama buscó acercarse a jefes de gobierno a los que podía arrancar
alguna clase de apoyo. Lo consiguió a medias con el español Mariano Rajoy y el
italiano Enrico Letta. Aunque se opusieron desde un principio a un ataque sin
el visto bueno de la ONU, ayer firmaron un comunicado en el que expresan su
respaldo "a los esfuerzos llevados a cabo por Estados Unidos y otros
países para reafirmar la prohibición del uso de armas químicas".
El comunicado, firmado por 11 países, llama a tomar
una medida "contundente" en Siria, pero no habla específicamente de
una intervención militar. Obama no consiguió que se sumara la canciller
alemana, Angela Merkel, pese a haber conversado varias veces. Merkel, en
cambio, influyó sobre la posición de la Comisión Europea contraria a un ataque.
Hollande
y Merkel, los dos motores de la UE, están enfrentados por el plan de
EE.UU.
Obama y Merkel en la cumbre del G20. Foto: AFP
Obama presentó ese texto como una evidencia de que la
mayoría de las potencias cree en la versión de que se usaron armas químicas en
Siria y que fue el régimen de Al-Assad el que ordenó la masacre.
"A mí me gustaría que actuara la ONU. Pero si
la comunidad internacional está paralizada ante una violación tan flagrante de
la prohibición a usar armas químicas, si se usa el Consejo de Seguridad como
una barrera para impedir que se cumpla la legalidad internacional, hay que
encontrar otra forma de actuar", afirmó.
Acusaba así a Rusia y a China, dos de los cinco
países con poder de veto en el máximo órgano ejecutivo de la ONU, por su
bloqueo a una represalia multilateral contra Al-Assad.
El líder chino, Xi Jinping, cristalizó su posición
antes de abandonar Rusia, al declarar que "no existen evidencias" de
que Al-Assad sea responsable de una matanza con armas químicas. "Una
solución política es la única opción correcta para la crisis siria",
enfatizó.
Obama reiteró una y otra vez que su gobierno
"no fabricó" las pruebas contra Damasco y que "1400 personas
fueron gaseadas, entre ellas más de 400 niños". Transmitió frustración por
el camino en el que decidió embarcarse, pese a ser premio Nobel de la Paz y
haberse destacado como un opositor a la guerra de Irak. "Sé que fui
elegido para terminar la guerra. Pero hay momentos que no actuar es enviar un
mensaje de que se puede cometer un crimen contra la humanidad sin recibir
ningún castigo", se justificó.
La noche anterior, en el debate presidencial, todos
ratificaron la idea con la que habían aterrizado en Rusia. Ante ellos, expuso
primero el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que pidió tiempo para
analizar los informes sobre los ataques con armas químicas que están elaborando
expertos internacionales enviados a la zona de guerra. Obama aceptó la
relevancia de esos datos, pero insistió en que sus pruebas son
"contundentes e indubitables".
Las
preguntas de los periodistas norteamericanos lo incomodaron. Se negó a
responder qué hará si el Congreso rechaza su plan de ataque. Luego se tomó
varios segundos antes de explicar qué garantía tiene de que Al-Assad no
multiplicará el uso de armas químicas si resulta agredido. "Es posible,
pero no sería inteligente de su parte", advirtió..
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