El presidente ruso
no descartaría apoyar un ataque si cuenta con el aval de la ONU y queda probado
el uso de armas químicas por Damasco.
Obama llega a
Suecia, camino de la cumbre de San Petesburgo, en la que las potencias
mundiales tratarán de una posible intervención en Siria.
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la entrevista. / A. Z. (AP)
La guerra civil de Siria planea sobre la cumbre del G20 en San
Petersburgo y convierte este foro multilateral en un entorno inhóspito tanto
para el anfitrión, el presidente Vladímir
Putin, como para su colega norteamericano Barack Obama, concentrado en recabar apoyo para intervenir militarmente
contra el régimen de Bachar el Asad, al que acusa de haber utilizado armas químicas contra
la población civil.
En una entrevista con el primer canal de la televisión rusa y la agencia
Associated Press, Putin permaneció atrincherado en sus posiciones. A la
pregunta de si estaría de acuerdo con una operación militar norteamericana,
respondió que no lo excluía, pero fue rotundo al afirmar que tal operación solo
puede realizarse con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y si se
hubiera probado de forma contundente tanto la existencia de una agresión con
armas químicas como la autoría de la misma. Todas las otras justificaciones del
uso de la fuerza "en relación a un Estado independiente y soberano"
son "intolerables y solo se pueden calificar de agresión", dijo.
El líder ruso insistió en que no defiende al presidente Bashar el Asad,
sino los principios del derecho internacional y expresó sus aprensiones:
"Cuando las cuestiones relacionadas con el uso de la fuerza se resuelven
fuera de la ONU y el Consejo de Seguridad, surge el temor de que esas
decisiones ilegales puedan ser aplicadas a cualquiera y con cualquier
pretexto". Rusia continúa colaborando con el "gobierno legítimo"
de Siria y ha facilitado componentes de los sistemas antimisiles S-300 a Siria,
pero "el suministro no se ha completado y de momento lo hemos
interrumpido", declaró.
El ministerio de Exteriores ruso ha alertado de que si el ataque
golpeara un pequeño reactor nuclear que se encuentra en las afueras de Damasco
el impacto tendría “consecuencias catastróficas”.
La relación entre Putin y Obama se ve lastrada no solo por sus distintos
enfoques ante Damasco, sino también por los desacuerdos acumulados, que van
desde el futuro del desarme hasta el destino de Edward Snowden, el filtrador de
los programas de espionaje masivo de EEUU, al que Moscú ha acogido temporalmente. Este
caso llevó a Obama a anular la visita oficial que debía haber realizado a Moscú
en vísperas de la cumbre del G-20.
Putin insiste en que la relación con Obama es constructiva y ha
calificado de "fantasías" las interpretaciones del lenguaje de los
gestos, que indican una química negativa entre ambos. Pese a sus quejas
—"¿Quién, aparte de nosotros, puede decir lo que tenemos en el alma y en
la cabeza?", ha dicho— hay razones objetivas para la falta de sintonía
entre el líder de la única superpotencia y el de un país que no se resigna a
haber dejado de ser la "otra" superpotencia y cuya clase dirigente se
siente menospreciada e ignorada por la élite norteamericana. Ambos presidentes
son rehenes de las expectativas de su propio público nacional. Obama, del papel
de EEUU como gendarme global obligado a reaccionar ante la percepción de
catástrofes humanitarias, y Putin, de la idea de que Rusia no se deja doblegar
y ha superado gracias a él las humillaciones sufridas al desintegrarse la URSS.
Putin se quejó de la diplomacia norteamericana y de su falta de
"trabajo fino", que asegure la comunicación bilateral en cualquier
circunstancia internacional complicada y admitió que existe una comprensión
distinta sobre los problemas a afrontar y la prioridad de los medios a emplear.
En el caso de Snowden, Putin explicó que Rusia no tenía más alternativa
que acogerlo y afirmó que, por falta de un acuerdo de extradición bilateral, no
podía valorar si el denunciante del espionaje masivo norteamericano cometió un
delito en EEUU. Confirmó Putin que Snowden se había dirigido al consulado ruso
en Hong Kong y que salió de allí sin haber aceptado la condición de abandonar
las actividades perjudiciales para EEUU si es que quería quedarse en Rusia. El
presidente acusó a los norteamericanos de "snobismo" y sugirió que
sus presiones y exigencias les hicieron perder la oportunidad de interceptar a
Snowden por el camino.
"No defendemos a Snowden, sino que defendemos determinadas normas
de cooperación entre los Estados", dijo Putin que expresó su esperanza de
llegar a acuerdos legales (de extradición) con EEUU. Snowden no colabora con
los servicios secretos rusos y estos no intentan sacarle información porque
suponen que sus colegas norteamericanos han tomado medidas para neutralizar los
riesgos en los que puedan haber incurrido.
Tras su llegada a San Petersburgo Obama se reunirá con los defensores de
los derechos humanos y representantes de minorías sexuales. Putin dijo "no
ver nada malo" en esa cita que permitirá al líder norteamericano comprender
mejor lo que pasa en la sociedad rusa. El líder se mostró dispuesto a
entrevistarse él también con representantes de este colectivo, si se lo
solicitan. Putin salió en defensa de la ley que prohíbe la propaganda gay entre
los menores y señaló que este documento tenía su origen en consideraciones
demográficas, ya que los dirigentes están interesados en fomentar la natalidad
y los matrimonios homosexuales "no producen niños". Afirmó que se
puede estar "absolutamente seguro" de que Rusia mantendrá los principios
no discriminatorios del movimiento olímpico en los Juegos de Invierno que se
celebran el próximo febrero en Sochi.
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